s/TJ:
Cuando oye las palabras alma y espíritu, ¿qué le viene a la mente? Muchas personas creen que estos términos definen algo que los seres humanos llevamos dentro, algo que no muere ni puede verse. Opinan que, cuando fallecemos, esa parte invisible de nosotros se separa del cuerpo y sigue viviendo en algún lugar. Como es una idea muy común, la gente suele sorprenderse al aprender que eso no es lo que la Biblia enseña, ni mucho menos. Entonces, ¿qué son el alma y el espíritu según la Palabra de Dios?
Cuando oye las palabras alma y espíritu, ¿qué le viene a la mente? Muchas personas creen que estos términos definen algo que los seres humanos llevamos dentro, algo que no muere ni puede verse. Opinan que, cuando fallecemos, esa parte invisible de nosotros se separa del cuerpo y sigue viviendo en algún lugar. Como es una idea muy común, la gente suele sorprenderse al aprender que eso no es lo que la Biblia enseña, ni mucho menos. Entonces, ¿qué son el alma y el espíritu según la Palabra de Dios?
Un texto bíblico
que suele usarse para apoyar la creencia de que algo dentro del
hombre tiene una existencia que continúa después de la muerte es (Ecls 12;1-7).
En este pasaje, se pintan en lenguaje poético los efectos de la vejez y la
muerte. Y así se dice que, después de la muerte, el cuerpo -que es materia- con
el tiempo se descompone y llega a ser de nuevo parte del polvo de
la tierra y que el espíritu, que es inmaterial, vuelve, por otra parte, a
Dios. Así, esta interpretación da a entender que el alma y el espíritu son lo
mismo: “El polvo vuelve a la tierra justamente como sucedía que
era y el espíritu mismo vuelve al Dios verdadero que lo dio".
De modo que la muerte del hombre se enlaza con la vuelta
del espíritu a Dios, lo cual indica que la vida del hombre depende de
alguna manera de ese espíritu.
En el texto de (Ecls 12;7)
en el lenguaje original, la palabra hebrea traducida
"espíritu" o "aliento vital" es "ruach". El término
griego correspondiente es "pneuma". Aunque nuestra vida sí depende
del proceso de la respiración, la palabra española "aliento"
(como muchos traductores suelen verter las palabras 'ruach' y 'pneuna') no
es siempre una apropiada traducción sustituta para "espíritu".
Además, otras palabras hebreas y griegas, a saber, 'neshamah' (hebreo) y pnoé
(griego), también se traducen "aliento" (Gn 2;7) (Hech 17;25).
No obstante, es digno de notarse el hecho de que, al usar 'aliento'
como versión sustituta para 'espíritu', los traductores están
mostrando que los términos en el lenguaje original aplican
a algo que no tiene personalidad pero que es esencial para la
continuación de la vida.
El que la vida
del hombre depende del espíritu ('ruach' o 'pneuma') se declara
definitivamente en la Biblia. Leemos: "Si tú,
Jehová, les quitas su espíritu, expiran y a su polvo vuelven" (Sl
104;29) "El cuerpo sin espíritu está muerto" (Sant
2;26) Por lo tanto, el espíritu es lo que anima al cuerpo.
LA PALABRA “ALMA” EN LA BIBLIA
s/TJ:
Hablemos
primero del alma. Como usted recordará, casi toda la Biblia se escribió
originalmente en hebreo y griego. Al referirse al alma, los escritores
bíblicos emplearon el término hebreo néfesch y el griego psykjé. En conjunto, los dos aparecen más de ochocientas veces en las
Escrituras, y la Traducción
del Nuevo Mundo los traduce
siempre por “alma”.
¿Cómo
se usan en la Biblia las palabras “alma” y “almas”? Se refieren
básicamente a 1) las personas, 2) los animales o 3) la vida que
tienen tanto las personas como los animales. Veamos varios pasajes que muestran
estos tres sentidos.
Personas. “En los días de Noé, [...] unas
pocas personas, es decir, ocho almas, fueron llevadas a salvo a través del
agua.” (1Pe 3;20.) Aquí está claro que “almas” quiere decir seres humanos: Noé, su
esposa, sus tres hijos y sus nueras. Además, en (Ex 16;16) se dio este mandato a los israelitas: “Recojan [el
maná] [...] según el número de almas que tenga cada uno de ustedes en su
tienda”. En otras palabras, la cantidad de maná dependería del
tamaño de la familia. Las palabras “alma” o “almas” también se refieren a personas en
pasajes tales como (Gn 46;18) (Jos 11;11)
(Hech 27;37) (Rom 13;1).
Animales. En el relato
bíblico de la creación leemos: “Dios pasó
a decir: ‘Enjambren las aguas un enjambre de almas vivientes, y vuelen
criaturas voladoras por encima de la tierra sobre la faz de la expansión de los
cielos’. Y Dios pasó a decir: ‘Produzca la tierra almas vivientes según
sus géneros, animal doméstico y animal moviente y bestia salvaje de la tierra según
su género’. Y llegó a ser así”
(Gn 1;20)
(Gn 1;24). A los peces, animales domésticos y animales salvajes se los
llama en este pasaje con la misma palabra: “almas”. A las aves y otros animales
también se les aplica este término en (Gn 9;10)
(Lv 11;46) (Num 31;28).
La vida de la persona. A
veces, la palabra “alma” se refiere a la vida de alguien. Por ejemplo, Jehová
le dijo a Moisés: “Han muerto todos los hombres que buscaban tu alma” (Ex
4;19). ¿Qué
era lo que buscaban los enemigos de Moisés? Querían quitarle la vida. También
leemos que, muchos años antes, cuando Raquel estaba dando a luz a su hijo
Benjamín, le fue “saliendo el alma de
ella (porque murió)” (Gn
35;16-19). Entonces, Raquel perdió la vida. Pensemos,
además, en estas palabras de Jesús: “Yo
soy el pastor excelente; el pastor excelente entrega su alma a favor de las
ovejas” (Jn 10;11). Jesús entregó su
alma, es decir, su vida, a favor de la humanidad. En todos los anteriores
pasajes, la palabra “alma” se refiere
claramente a la vida de alguna persona. Encontramos más ejemplos de este
sentido del término “alma” en (1Re
17;17-23) (Mt 10;39)
(Jn 15;13)
(Hech 20;10).
LA PALABRA “ESPÍRITU” EN LA BIBLIA
s/TJ:
Veamos
ahora cómo emplean las Escrituras el término “espíritu”. Algunas personas creen
que se usa como equivalente de “alma”. Pero no es así. La Biblia deja
claro que el “espíritu” y el “alma” son dos cosas distintas. ¿En qué se
diferencian?
Los
escritores bíblicos usaron el término hebreo ruach y el griego pnéuma para referirse al “espíritu”.
La propia Biblia aclara qué sentido tienen. Por ejemplo, (Sl 104;29) dirige este comentario a Jehová: “Si les quitas su espíritu [ruach], expiran, y a su polvo vuelven”. Además, (Sant 2;26) declara que “el cuerpo sin espíritu
[pnéuma]
está muerto”. En estos versículos, está claro que la palabra “espíritu” se
refiere a lo que infunde vida al cuerpo, pues sin él estaría muerto. Por esta
razón, la palabra ruach no solo se traduce en la Biblia
“espíritu”, sino también “fuerza”, es decir, fuerza de vida. Así, Dios dijo lo
siguiente sobre el Diluvio de Noé: “Voy a
traer el diluvio de aguas sobre la tierra para arruinar de debajo de los cielos
a toda carne en la cual está activa la fuerza [ruach] de vida” (Gn 6;17) (Gn 7;15)
(Gn 7;22). Por consiguiente, el “espíritu” se refiere a una fuerza
invisible, a la chispa de la vida que anima a todas las criaturas.
El alma no es lo mismo que el espíritu.
El cuerpo necesita el espíritu para funcionar, de manera muy parecida a
como un aparato de radio necesita la electricidad. Pues bien, ocurre algo
parecido con el espíritu: es la fuerza que imparte vida al cuerpo.
Lo mismo que la electricidad, no tiene sentimientos ni puede
pensar. En efecto, el espíritu es una fuerza impersonal. Sin embargo,
cuando nuestros cuerpos dejan de tener este espíritu, o fuerza vital, ocurre
como dijo el salmista: “Expiran, y a su
polvo vuelven”.
(Ecls 12;7) dice que, al morir el hombre, “el polvo [del cuerpo] vuelve a la tierra justamente
como sucedía que era, y el espíritu mismo vuelve al Dios verdadero que lo dio”.
Cuando el espíritu, o fuerza vital, abandona el cuerpo, este muere y regresa a
su origen: la tierra. De igual modo, la fuerza vital regresa a su origen:
Dios (Job
34;14-15) (Sl 36;9). Pero esto no quiere decir que la fuerza vital realmente
viaje hasta el cielo. Más bien, significa que, cuando alguien muere, es Jehová
quien decide si vivirá o no en el futuro. Por así decirlo, su vida queda
en manos de Dios. El poder divino es lo único que puede devolver a alguien
el espíritu, o fuerza vital, de modo que vuelva a vivir.
¡Cuánto
nos tranquiliza saber que eso es lo que Dios hará con las personas que
descansan en “las tumbas conmemorativas”! (Jn 5;28-29) Cuando llegue el momento de resucitarlas, Jehová les formará
nuevos cuerpos y hará que vuelvan a la vida infundiéndoles espíritu, o fuerza
vital. ¡Qué felicidad habrá! (“Enseña”,
págs 208-211)
Por otra parte, de (Job 34;14-15)
aprendemos que hay dos cosas que el hombre (o
cualquier otra criatura terrestre consciente) tiene que tener para estar vivo y
mantenerse así; espíritu y aliento.
Allí
leemos: "Si (Dios) fija su corazón en cualquiera,
si el espíritu (hebreo = rúach) y aliento (hebreo = neshamah) de
aquél él lo recoge a sí, toda carne expirará junta, y el hombre
terrestre mismo volverá al mismísimo polvo". Sabemos que el primer
hombre fue formado por Dios del "polvo del suelo", es decir, los
elementos tomados del terreno. Cuando Adán fue creado, Dios
hizo que los miles de millones de células de su cuerpo vivieran, que
tuvieran en ellas la fuerza de vida. Esta fuerza activa de vida
es lo que aquí se quiere decir con la palabrea "espíritu" (rúach).
Pero para que la fuerza de vida continuara en cada una de los miles
de millones de células de Adán, necesitaban oxígeno, y esto se había
de suministrar por la respiración. De modo que enseguida Dios "alentó
en su nariz soplo (neshamah) de vida". Entonces los pulmones de Adán
empezaron a funcionar y de ese modo a sostener por
medio de la respiración la fuerza de vida que había en las células de
su cuerpo (Gn 2;7).
Análisis:
Los TJ se esfuerzan en demostrar que el ser humano no tiene un alma espiritual,
sino que "es un alma" —dicen—. El
alma es la vida física, por consiguiente no sobrevive al cuerpo. Esta idea es absurda ya que al lado de los poquísimos textos en los cuales se habla del alma
en términos figuradamente materiales,
y exclusivamente al pueblo de Israel en los tiempos de su infantil ignorancia, hay centenares de textos en la Biblia, tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento, que se refieren al alma en
términos espirituales, atribuyéndole todas las características síquicas y morales que corresponden al espíritu. Algunos de ellos: (Gn 27:4) (Gn49:6) (Ex 23:9) (Num 21:5) (Dt 4;9) (Dt 11:18) (Dt
12;15) (Dt 13:3) (Dt 14:26) (Dt 18:6)
(Dt 28:65) (Jc 10:16) (Jc 16:16) (1Sam 4:9) (1Re
11:37) (2Cr 6:38) (Est 4:13) (Job 10:1) (Job 11:20) (Job 14:22)
(Job 16:4) (Job 19:2) (Job 23:13) (Job 27:2-3) (Job 30:25) (Job 31:39) (Sl 6:3) (Sl 10:3) (Sl 24:4)
(Sl 25:1) (Sl 34:2) (Sl 35:9) (Sl 42:1-5)
(Sl 57:1) (Sl 62:1-5) (Sl 86:4) (Sl 103:1) (Sl 116:7) (Sl 123:4) (Sl 139:14) (Sl 146:1) (Pr 13:19) (Pr
14:10) (Pr 21:10) (Pr 22:23) (Pr 23:7) (Pr 25:25)
(Ecls 6:2) (Is 10:18) (Is 15:4) (Is 38:15) (Is 55:3) (Is 58:5-11) (Is 61:10) (Jer 6:16) (Zac 11:8) (Mt 10:28)
(Mt 26:38) (Mc 8:36) (Lc 1:46), (Lc 12:18-20) (Jn 10:24) (Hb 4:12)
(Hb 6:19) (Hb 10:39)
(1Pe 2:11) (2Pe 2:8) (3Jn 2) (Ap 6:9) (Ap
18:14)...
El estudio de estos textos mostrará al
"estudiante de la Biblia" que sea
diligente en escudriñar la Sagrada Escritura totalmente y por sí mismo, y no tan sólo a través de las lecciones de Brooklyn, que las Sagradas Escrituras atribuyen a la palabra "alma" todas las características del ser espiritual; los dotes del "yo"
sicológico consciente, muy superior
al cuerpo, a la sangre y a la vida misma; por más que en algunos casos, y a causa del lenguaje
figurado de los hebreos, la palabra "alma" se emplee como sustituto de la
palabra persona o vida.
Hallamos destacado el
carácter moral y espiritual del alma humana, sobre todo, en los siguientes pasajes: "Daré mis leyes en el alma de ellos, y en el corazón de ellos las escribiré" (Hb 8:10). "Su alma y conciencia están contaminados" (Tit: 1-15). "Nosotros no somos tales que nos retiremos para perdición, mas fieles para
ganancia del alma".
(Hb: 10-39). "Amados
yo os ruego como extranjeros y peregrinos
que os abstengáis de los deseos carnales que batallan
contra el alma (1Pe 2:11). En estos y en innumerables
pasajes de la Biblia, el alma es conceptuada no solamente como aliento
vital, según pretenden los "Testigos de
Jehová", sino como el verdadero yo moral, o sea, el espíritu. Por todas partes de las Sagradas
Escrituras encontramos las
expresiones espíritu y alma como sinónimos de una misma cosa cuando al hombre se refieren.
Veamos de ello algunos ejemplos:
"Así dice Jehová, el que extendió los cielos y formó
el espíritu que tiene dentro de sí el
hombre". (Zac 12:1).
"Pero hay un espíritu en los
mortales y la inspiración del Todopoderoso les da inteligencia" (Job 32:8).
"Pues quién de los hombres conoce
las cosas de un hombre sino el
espíritu del hombre que está en él"? (1Cor 2:11). Aquí la palabra espíritu no puede significar soplo, o "viento",
como lo afirman los TJ, porque el "soplo" y el
"viento" no posee facultades intelectuales.
Es vana, pues, la pretensión de que cuando el
autor de Ecclesiastes dice que al fallecer el ser
humano "el polvo vuelve a la tierra y
el espíritu vuelve a Dios que lo dio" se refiere a un espíritu inconsciente, que nada sabe, ni de lo de abajo ni de lo de arriba, hasta el día de la
resurrección. ¿En qué parte de las Sagradas Escrituras se lee de espíritus inconscientes?
Los ángeles son espíritus (Sl 104:4), y Dios es
Espíritu, pero ni Dios ni los ángeles son inconscientes, sino todo lo contrario. Por tanto, tiene que ser
también inteligente el espíritu del
hombre.
Procurando en vano evitar
la evidencia de tantos pasajes
bíblicos los TJ apelan al recurso de hacer una
distinción entre alma y espíritu, citando (1Tes 5;23). Sin entrar en
discusiones acerca del significado teológico de este texto, nos limitaremos a
decir que sea cual fuere la idea del apóstol
al mencionar esta especie de trinidad humana, resulta innegable que los
escritores bíblicos entienden por alma algo
inmaterial. Esto resalta sobre todo en
las palabras de Jesucristo que tenemos en Mateo 10:28. "Y no temáis a los que
matan el cuerpo mas el alma no pueden
matar; temed más bien a Aquel que puede destruir
el alma y el cuerpo en el infierno." Aquí está refiriéndose el Señor Jesucristo a un estado del alma posterior y aparte del cuerpo. Resultaría un contrasentido traducir como pretenden los
maestros de los TJ: mas la vida no puede matar, pues esto va implícito, ya
que la vida no es una cosa en sí misma sino
una cualidad del ser, ora sea física o espiritual.
“Ruach” y “pnéuma” pueden
traducirse por: aire, aliento, viento, aunque su significado predominante en
las Sagradas Escrituras es el de “espíritu” o ente consciente en el más alto
sentido de la palabra. De hecho, según un profesor de hebreo de raza israelita,
hacía notar que la palabra hebrea “ruach” tiene un triple significado, según el
contexto con que se encuentra asociada: el de viento cuando ocurre en
relación de cosas inanimadas; el de soplo o aliento, cuando está
relacionada con animales o seres humanos en su aspecto carnal; y el de espíritu
inteligente, cuando se refiere a Dios o a hombres en su aspecto superior.
(El contenido del “Análisis”, hasta este punto,
es un resumen del capítulo XIII del libro titulado “Proceso a la Biblia de los
Testigos de Jehová” de Eugenio Danyans).
En (Gn 2;7) leemos: “Formó Yavé Dios al hombre del polvo de la
tierra, y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser
animado”. Posteriormente nos dirá Pablo: "Fue hecho el primer
hombre, Adán, alma viviente, el postrer Adán, espíritu que da la vida" (1Cor
15;45). Pablo crea una oposición entre "psyché"
(alma) y "pnéuma" (espíritu). "Psychè"
se refiere aquí a una cosa natural; "pnéuma" a un don
sobrenatural de vida divina. De donde Pablo enseña ciertamente
la existencia en el hombre de una realidad que supera el orden material y
corporal.
Y, ¿qué dice Pablo en
(2Cor 1-4)? Cuando explica la visión que tuvo hacía
catorce años, del tiempo se acuerda perfectamente; el modo, en
cambio, lo ignora. No sabe si fue "en el cuerpo"
o "fuera del cuerpo". ¿Qué querrá decir
"fuera del cuerpo"? Pues sencillamente, que no recuerda si fue
arrebatado todo él, o sólo su alma. Si no es así, ¿qué otra
cosa puede querer decir?
También
Pablo nos dice en su primera carta a los Tesalonicenses: “Que Él, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo
vuestro ser, el espíritu, el alma y
el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo”
(1Tes 5;23). Y es que a
veces se acostumbra a distinguir entre alma
y espíritu. Pero esta distinción no introduce una dualidad en el alma. “Espíritu” significa que el hombre está ordenado desde su creación a su
fin sobrenatural,
y que su alma es capaz de ser sobreelevada gratuitamente a la comunión con Dios”.
Así,
aquellos que son hijos de Dios bautizados –cuerpo y alma– por el hecho de ser
templos de Dios, poseen un “lugar” donde Dios habita. Es posible decir también
que el lugar donde Dios habita en cuanto Espíritu Santo es lo que se llama
“espíritu”.
El alma
como un todo es responsable de diversas cosas: inteligencia, voluntad,
fantasías, etc., pero ni siquiera es ahí es el lugar donde Dios habita. Este es
el lugar más profundo del hombre, donde él es él mismo de tal forma que no es
más él sino Dios. “Interior intimo meo”, como definió san Agustín.
El ser
humano no fue abandonado a sí mismo, naturaleza pura. Dentro de su naturaleza
existe otra naturaleza, la sobrenatural, la presencia de Dios. La naturaleza
agraciada por Dios (en los paganos es la gracia de Dios).
Pero los bautizados poseen una consistencia aún mayor, pues pueden y deben
reconocer que son hijos de Dios, templos del Espíritu Santo.
En el
Antiguo Testamento, durante mucho tiempo no se habló de la “resurrección de la
carne”. Al contrario, se creía que la persona vivía en el sheol
de una manera sombría.
A pocos,
Dios les fue revelando que aquellas “sombras” en realidad continuaban teniendo
personalidad y que los buenos eran bendecidos y los malos castigados.
La idea
de que al final de su vida la persona era recompensada –aunque aún no se
hablara de resurrección– era muy clara en el Antiguo Testamento como un segundo
paso, ya en la época de los profetas.
El tercer
paso comienza a surgir. Tras la muerte, al final de los tiempos, el cuerpo y el
alma se unirán y habrá la resurrección de los muertos. Poco después viene el
Nuevo Testamento.
Nuestro
Señor Jesucristo dice al Buen Ladrón en la Cruz: “Yo te aseguro: hoy estarás
conmigo en el Paraíso” (Lc 23;43). Ahora, el “hoy” del que habla sólo puede
referirse al alma del Buen Ladrón, pues el cuerpo, evidentemente, será
sepultado, así como el cuerpo de Jesús también lo fue.
En el Nuevo Testamento cuando una
persona muere existe un castigo eterno o una recompensa eterna y al final de
los tiempos existirá también la resurrección de los muertos. Es una clara
distinción entre el cuerpo y el alma.
Todos los seres
vivientes son combinaciones de "polvo de la
tierra" y "aliento de vida" de tal
modo que "el cuerpo sin el espíritu está muerto" (Sant
2;26) y cuando surge la muerte se torna al polvo a la tierra que
antes era, y retorna a Dios el espíritu que Él le dio (Ecls 12;7). Este
pensamiento se ve claro en (Sl 104;29-30) (Jb 34;14-15).
En los días del Eclesiastés
más bien parece que se opinaba que el de los animales se perdía
en la tierra, mientras que el del hombre, conforme parece
requerir su dignidad, volvía a Dios. Cohelet,
se permite poner en duda esta manera de pensar y,
en consecuencia, pone en tela de juicio, el que exista, desde
este punto de vista, diferencia entre el hombre y la bestia.
Dado que al final
del libro reconoce (Ecls 12;7), que el espíritu del hombre retorna a
Dios, tal vez
la duda de Cohelet recaiga
principalmente en si el espíritu de la bestia baja a la
tierra o sube, como el del hombre a Dios, en
cuyo caso la suerte del hombre y la bestia sería idéntica
no sólo en cuanto a la muerte y la disolución
del cuerpo en el polvo,
sino, también, en cuanto al mismo aliento de vida.
El
hombre, los peces, las aves y los animales son almas vivientes. Pero en la
formación del hombre (Gn 1;26) se dice que Dios lo creo "a imagen y
semejanza suya", con lo que se proclama claramente su dignidad y
elevación sobre el resto de los animales.
LA SANGRE ES EL ALMA
s/TJ:
¿Está obligado un cristiano a aceptar una
transfusión de sangre simplemente por mandato de un tribunal? El cristiano
verdadero gobierna su vida mediante las leyes de Dios, obedeciendo todas las
leyes humanas que no están en pugna con las de Dios (Mc 12;17). De interés para
los cristianos es la ley de Dios dada al antiguo Israel: "Queda firmemente resuelto a no comer la
sangre, porque la sangre es el alma y no debes comer el alma con la
carne." (Dt 12;23) De modo que Dios esperaba que los israelitas
estuvieran 'firmemente resueltos' a no comer sangre, aun si alguien, tratara de
obligarlos a comerla. Vea también (Gn 9;4) (Lv 17;11-14).
¿Es
diferente hoy la situación para los adoradores de Jehová? No, porque la ley divina concerniente a la
sangre aún es la misma, así como se declara en las Escrituras Griegas
Cristianas: "Al espíritu santo y a nosotros
mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas
necesarias: que se abstengan de cosas sacrificadas a ídolos y de sangre y de
cosas estranguladas y de fornicación." (Hech 15;28-29).
Sírvase notar que esta prohibición sobre el uso
de la sangre para alimentar el cuerpo humano está enlazada con la prohibición de
lo que equivale a idolatría. Bueno, ¿cometería usted un acto de idolatría si se
lo ordenara un tribunal? Si un juez le ordenara a usted que se inclinara ante
un ídolo, ¿lo haría usted, o estaría usted firmemente resuelto a poner en
primer lugar la ley de Dios, obedeciendo a Dios como gobernante más bien que a
los hombres? (Hech 5;29) Los cristianos primitivos rehusaron demandas de que
ellos ejecutaran actos idólatras, aunque eso resultó en la muerte en una arena
romana. De modo que hoy los cristianos dedicados tienen que estar tan firmemente
resueltos a obedecer a Dios como lo estuvieron los israelitas fieles y los
cristianos primitivos. (“La Atalaya” de 15.2.68, pág 127)
Análisis:
Una doctrina característica de los TJ
que les ha llevado a grandes conflictos con la ciencia médica desde que la medicina moderna emplea las
transfusiones de sangre para salvar
la vida a enfermos graves, son las prohibiciones de comer sangre que se
encuentran en (Gn 9;4) (Lv 3;17) (Lv17:11 y
(Dt 12;23). Pero no se dan cuenta de que estos textos tenían por objeto infundir a los hombres primitivos respeto
por la vida humana, dando a la
sangre un carácter misteriosamente sagrado.
No puede, pues, decirse en un sentido
literal que la sangre sea la vida de
los seres. Hay que entender el lenguaje figurado de la Biblia. Sabemos que hay vida vegetal sin sangre; y
había vida animal mucho antes de que existieran
grupos de células que necesitaran del auxilio de la corriente sanguínea para subsistir. La sangre no
es, pues, el secreto de la vida, sino un maravilloso producto de la vida
organizada de las células. No descubrimos en este precioso y utilísimo elemento, ninguna de las
características de la mente y del
espíritu. La sangre, por sí misma, no puede pensar, no tiene
autodeterminación, que es la gloria y
característica del espíritu. Dejada en un vaso se corrompe, no puede escapar a las condiciones y limitaciones
de la materia.
¿Por qué entonces la
Sagrada Escritura llama alma a la sangre? Ello es nada más que un ejemplo, una figura retórica que llamamos sinécdoque para enfatizar el
respeto a la vida de nuestros
semejantes, pues ciertamente la sangre, mientras se halla unida al cuerpo, es la vida del cuerpo, lo que le reanima y vivifica. Pero que la sangre no puede ser, ni es literalmente, el alma o la vida espiritual,
el "yo" del ser humano (es
decir, que no posee en sí las características espirituales que caracterizan el alma espiritual del hombre), lo demuestra el empleo que la Biblia hace de la palabra alma atribuyéndole las características del
espíritu.
La palabra "sangre" no es
sinónimo de alma
Si la sangre fuese realmente el alma del hombre,
en el sentido espiritual, como
pretenden los TJ citando estos
textos figurativos del Antiguo Testamento, si alma, vida y sangre, fueran realmente sinónimos, como
ellos tratan de explicarnos, se podría sustituir una palabra por
otra sin alterar el sentido, como ocurre
con todos los sinónimos gramaticales.
Podemos por ejemplo sustituir hombre por persona; dama por señora; espíritu por alma, sin que resulte ningún absurdo, pero de ninguna manera podemos
sustituir alma por sangre, porque
ambas no son la misma cosa, ni poseen
las mismas cualidades.
Veamos de ello algunos ejemplos: Jesús dice en (Mt 36;38) o en (Mc 14;34): "Está muy triste mi alma hasta la muerte". ¡Qué grosero absurdo no resultaría de sustituir la palabra "alma" por
"sangre" en este y muchísimos otros pasajes! Lo cierto es que si hay tres o cuatro textos en los cuales se dice que la sangre es el
"alma" del hombre (para indicar que es un elemento vital del
ser humano), hay más de cien que afirman
positivamente lo contrario, atribuyéndole al alma del
hombre sentimientos y características espirituales
que de ningún modo pueden ser aplicados a la sangre.
Todos estamos habituados a usar sinécdoques en nuestros escritos y en nuestra conversación,
sin que ello nos lleve a ninguna confusión
o absurdo. Por ejemplo, decimos que el pastor tenía quinientas cabezas de ganado y nadie se imagina que se trata de cabezas aisladas sino de reses enteras. De
la misma manera es usada la palabra sangre por los escritores del Antiguo
Testamento, no para significar una cosa tan
absurda como que la sangre es el alma, o sea el "yo" espiritual del cuerpo; sino que la sangre es un elemento vital del cuerpo, portadora de elementos
indispensables para la vida humana.
Y para que los hombres primitivos e
ignorantes de los tiempos bíblicos, se abstuvieran de cometer crímenes de sangre, se les prohíbe
comerla; del mismo modo que se les prohíbe tocar a un muerto o se les declara
inmundos después del acto conyugal, para infundirles un sentimiento de respeto a estas cosas y evitar
abusos contrarios a los mandatos morales de la ley divina, mediante tales lecciones objetivas, que requería su
infantilismo mental.
(El contenido de este último “Análisis”, es parte
del capítulo XVIII del libro titulado “Proceso a la Biblia de los Testigos de
Jehová” de Eugenio Danyans).