viernes, 15 de octubre de 2021

DOCTRINA DE LA INMORTALIDAD DEL ALMA


Los TJ nos lanzan una pregunta inquietante, quieren saber si los lectores de “La Atalaya” tienen alguna opinión sobre cuál será nuestra situación después de la muerte (La Atalaya 2017, núm 4, pág 3-7)
En la pág. 3, los TJ presentan el tema indicándonos que “durante siglos los líderes religiosos cristianos han enseñado la doctrina de la inmortalidad del alma… que sobrevivirá a la muerte”.
A continuación, nos explican el origen del pecado y el castigo que Dios impuso a Adán por su desobediencia: la muerte. Los TJ terminan sus comentarios previos con la frase: “Dios no creó al ser humano para que muriera, lo creó para que viviera para siempre”, pág. 4.
Los TJ preguntan: “¿Hay alguna parte de nosotros que siga viviendo después de la muerte?” Aquí hay que empezar a mojarse.
Y yo digo que si, como dicen los TJ, “Dios no creó al ser humano para que muriera, lo creo para que viviera para siempre”, está claro que el ser humano, además de una cabeza, un cuerpo, unas piernas y unos brazos, ha de tener algo más que es, precisamente, lo que le permitirá vivir para siempre. Y es que cuando Dios nos castigó condenándonos a morir, no cambió su propósito de que el hombre viviera para siempre - ¿Hemos de recordar a los TJ que Jehová no cambia nunca (Mal 3;6)? - Si Dios creó al ser humano para que viviera para siempre, este no puede ser eliminado en ninguna circunstancia.
Los TJ nos recuerdan a continuación, que la Biblia dice que es “imposible que Dios mienta” (Hb 6;18) y aseguran que la doctrina sobre la inmortalidad del alma se trata de una mentira por lo que no puede provenir de Dios.
Veamos cuál es esta doctrina que está ya presente en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento lo reafirma con extraordinaria claridad. 
Del Antiguo Testamento: 
a) 

El polvo vuelve a la tierra de donde vino, y el espíritu sube a Dios (Ecls 12;7) que lo dio” (Gn 2;7). “Si escondes tu cara, quedan anonadados, recoges su espíritu, expiran y retornan a su polvo” (Sl 104;29). “Las almas de los justos están en las manos de Dios y ningún tormento podrá alcanzarlos. A los ojos de los insensatos están bien muertos y su partida parece una derrota. Nos abandonaron: parece que nada quedó de ellos. Pero, en realidad, entraron en la paz” (Sab 3;1-2). 

Del Nuevo Testamento: 

  b a) 

“… y mientras le apedreaban, Esteban oraba, diciendo: “Señor Jesús recibe mi espíritu (pneuma)” (Hech 7;59) (NC) 

¿Qué ha de recibir el Señor si “ni una sola parte de nosotros sigue viviendo cuando muere el cuerpo” según los TJ (“Enseña“, pág 57,58) 

     b) 

“Así estamos siempre confiados, persuadidos de que, mientras moramos en este cuerpo, estamos ausentes del Señor, porque caminamos en fe y no en visión, pero confiamos y quisiéramos más partir del cuerpo y estar presentes al Señor. Por esto, presentes o ausentes, nos esforzamos por serle gratos, puesto que todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo para que reciba cada uno según lo que hubiere hecho por el cuerpo, bueno o malo” (2 Cor 5;6-10) y también puede leerse todo el principio del capítulo 5) s/NC. 

Creo que la interpretación en cuanto al tema que tratamos está suficientemente clara tanto en una como en otra versión: nosotros moramos, tenemos nuestro hogar en el cuerpo y por ello estamos ausentes del Señor. También quisiéramos ausentarnos, o sea salir del cuerpo -morir- para presentarnos ante el Señor, para hacer nuestro hogar con el Señor. Por ello, ya sea ausentes del Señor, o sea teniendo nuestro hogar en el cuerpo, o teniendo nuestro hogar con él, nos esforzamos por serle gratos o aceptos a él ya que todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo para que reciba cada uno según lo que hubiere hecho por el cuerpo, bueno o malo.

Está claro que el cuerpo es un medio a través del cual se practican todas las cosas, buenas o viles y que en algún momento podremos ausentarnos del cuerpo, o sea salir de él y unirnos al Señor. ¿Cómo podrá ser todo esto si, según los TJ, no es posible dejar el cuerpo a un lado y unirnos a nuestro Señor, porque no hay más elemento que el cuerpo que muere y todo se acaba? Es el alma espiritual, como la infundida por Dios a Adán (un soplo divino) y a la que el Eclesiastés atribuye un origen y destino divino (Ecls 12;7). 

Un punto similar al anterior es (Flp 1;21-23): Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. Pero veo que, mientras estoy en este cuerpo, mi trabajo da frutos, de modo que ya no sé qué escoger. Me siento urgido por los dos lados: por una parte siento gran deseo de romper las amarras y estar con Cristo, lo que sería sin duda mucho mejor” (Flp 1;21-23). En este texto, Pablo está consciente de que al morir partirá de su cuerpo para estar con Cristo; prefiere, sin embargo, permanecer todavía en carne, pero por causa del anuncio del Evangelio. 

c) 

"…Padre de los espíritus" (Hb 12;9) (NC) / “…Padre de nuestra vida espiritual” (NM) /
“…Padre de los espíritus” (Interlineal Lacueva). 

Con esta traducción errónea del (NM), los TJ soslayan hablar de unos espíritus de los que Dios es su Padre. ¿A qué espíritus se referirá? podemos preguntar a los TJ. 

d) 

Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido degollados por la Palabra de Dios y por el testimonio que guardaban. Clamaban a grandes voces diciendo: ¿Hasta cuándo...?” (Ap 6;9-10) (NC) y (NM) 

Es evidente que el escritor del Apocalipsis no creía que las almas de los mártires se hallaban en estado inconsciente ¿cómo han de entenderse estos versículos? Estas almas corresponden a personas que han muerto, pero se las presenta en la presencia de Dios y conversando con Él… 

e) 

Por otra parte, es muy ilustrativo el episodio de la Transfiguración del Señor (Mc 9;1-10) (Lc 9;28-36) y (Mt 17;1-7). Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús (Mc 9;4). Dos hombres, que eran Moisés y Elías, conversaban con él (Lc 9;30-31). Si con la muerte, todo acaba para la persona, ¿cómo se explica la aparición de Elías y Moisés a nuestro Señor Jesucristo y los Apóstoles en el Monte Tabor el día de la Transfiguración? 

f) 

Por otra parte, de las “Actas de los mártires” de los tres primeros siglos podemos extraer, por ejemplo, los testimonios de Justino y de Policarpo de Smirna, en los que se ve claro, por sus palabras, que creen que inmediatamente después de su muerte se encontrarán ante la presencia del mismo Dios.

     g)  

El origen de nuestra alma tiene una particularidad: No bastó que Dios creara el alma de Adán para que de él descendiera también el alma de cada hombre. Al elemento terrestre del cuerpo inspiró Dios el aliento de la vida (Gn 2;7). Cuando Adán exclamó al ver a Eva: "¡Esto sí que es ya hueso de mi hueso y carne de mi carne!" (Gn 3;23), no pudo llamarla "alma de mi alma", porque el alma de la primera mujer fue creada sin emplear ningún otro elemento, lo mismo que el alma de todos y cada uno de los hombres. La imposibilidad de que el alma se propague como el cuerpo por generación, se sigue de su condición espiritual. El espíritu, en contraposición a la materia, carece de partes y es indivisible. Mas la generación implica comunicación de sustancia, que pasa de los padres al hijo. La espiritualidad del alma es un dato claramente supuesto por la Sagrada Escritura. 

h) 

Veamos ahora estas palabras de Jesús al ladrón arrepentido, crucificado junto a él: “Jesús le respondió: En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23;43). 

Lo interesante de ese suceso es que Jesús le promete al buen ladrón estar ese día con Él en el paraíso; pero, ¿cómo podría ocurrir eso si el alma no sobrevive al cuerpo? Dado que este simple texto desmoronaría instantáneamente toda la teología de los testigos, se han inventado un argumento bastante original para justificarse, y consiste en alegar que como en dicha época no existían los signos de puntuación, lo que Jesús quiso decir fue: “Yo te aseguro hoy, estarás conmigo en el paraíso” (note donde colocan la coma) o lo que es lo mismo: “Yo te aseguro hoy, que algún día estarás conmigo en el paraíso” (la posición de una coma puede cambiar todo el sentido de una frase) 

i) 

También es sumamente relevante la parábola de Lázaro y el rico epulón (Lc 16;19-31): “Pues bien, murió el pobre y fue llevado por los ángeles al cielo junto a Abraham” (Lc 16;22a). 

Como puede verse en este pasaje (Lc 16;19-31), algo muere y es sepultado, el cuerpo (Lc 16;22b): «Murió también el rico y fue sepultado») y algo sobrevive, el alma (Lc 16;22a): «murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham». Conviene notar que la expresión «seno de Abraham» es una expresión bíblica para describir la intimidad con una persona. Aquí se presenta la participación del pobre Lázaro con Abraham en el banquete mesiánico. Algo parecido nos presenta el Nuevo Testamento acerca de Jesús para indicar su intimidad especial con el Padre: «A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado» (Jn 1;18). 

Así pues, la expresión «seno de Abraham» designa la morada bienaventurada de las almas de los justos después de la muerte, junto a Abraham, nuestro padre en la fe (Mt 8;11-12). Para los cristianos, es estar junto a Jesús, el que inicia y consuma nuestra fe (Hb 12;2), como se puede ver en (Lc 23;43) (Flp 1;21-23) y (2Cor 5; 6-9). 

j) 

Otro pasaje significativo es el siguiente donde san Pedro nos dice que Cristo predicó a los espíritus encarcelados: 

“Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu. En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios, en los días en que Noé construía el Arca, en la que unos pocos, es decir ocho personas, fueron salvados a través del agua” (1Pe 3;18-20). 

Este texto, san Pedro hace alusión al descenso de Cristo a los infiernos (el Seol para los hebreos) luego de su muerte en la cruz, donde predica a todos aquellos justos que estaban retenidos de espera de que Cristo con su muerte y resurrección abriera el camino para entrar en el cielo (Hb 2;10) (Hb 9;8) (Hb 9;15) (Hb 10;19-20) (1Pe 3;19). 

No hace falta decir que en este evento se encuentra otra prueba palpable de la inmortalidad del alma, dado que la predicación de Cristo va dirigida a difuntos. 

k) 

En (Gl 5;16-26) y (1Cor 2;11) se ve claro que el hombre está compuesto por el cuerpo y por el alma (carne y espíritu) y con tendencias contrarias y por tanto, con frutos distintos. (Véase BAC: “Comentario a la Pacem in terris”, pág 132 y ss) 

     l)  

El animal no puede ser nunca igual al hombre, porque éste goza de una dignidad que no posee el animal. El animal, simplemente fue “hecho” mientras Dios “decía” “procread y multiplicaos”. (Gn 1;22) El hombre fue hecho “a imagen y semejanza” de Dios, “diciéndoles” procread y multiplicaos” (Gn 1;28). Sólo al hombre lo constituyó responsable de sus actos. Sólo al hombre le inspiró en el rostro “aliento de vida” (Gn 2;7) La Biblia, niega toda inteligencia a los animales. En cambio, concede al hombre algunos de los atributos que se refieren a Dios (inteligencia, justicia, amor, etc) consecuencia de la semejanza del hombre con Dios. 

     m)  

Abraham, Isaac y Jacob, estaban muertos en tiempo de Moisés. Pero cuando Dios habló a Moisés desde la zarza, le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob…” (Ex 3;6) (Ex 3;14-15). Dios no dijo “Yo fui o era”, le dijo “Yo soy…”. Ahora bien, nadie se dice Señor y Dios de una cosa que ya no existe. De ello se deduce que Abraham, Isaac y Jacob, estaban vivos. Y es que “Dios no es Dios de muertos sino de vivos” (Mt 22;32) (Mc 12;26-27) (Lc 20;37-38). Todo ello prueba directamente, no sólo la existencia del alma o espíritu, sino también su inmortalidad “porque para Él todos viven” (Lc 20;37-38). Y ¿qué es lo que vive si su cuerpo se deshace en el sepulcro? 

     n)  

Es un hecho que nuestro cuerpo se renueva de continuo, hasta tal punto que, transcurridos un cierto tiempo, no queda una sola partícula de lo que era. Con todo cada uno de nosotros sabe que es siempre un mismo individuo el que siente, piensa y quiere. En el hombre, existe, pues, un principio que no se muda cuanto a su sustancia, porque es espíritu, y este principio es lo que se llama “alma”.