DIFERENTES OPINIONES SOBRE EL CIELO
s/TJ:
Los TJ presentan en (“La
Atalaya” 2016, número 6”, págs. 3 al 7) un artículo que titulan “Diferentes opiniones sobre
el cielo”. Acertadamente, nos dicen que Jesucristo ya vivía en el cielo antes de
venir a la Tierra. Por otra parte, nos dicen los TJ que el Padre de Jesús tiene
su “casa” en el cielo, por lo que nadie puede opinar sobre este tema mejor que
ellos. Mediante espectaculares visiones, Padre e Hijo han revelado mucha
información acerca del cielo a siervos fieles a fin de mostrar realidades
espirituales de una forma más fácil de entender. En este artículo, los TJ -bajo
el subtítulo “Visiones sobre quienes viven en el cielo”- analizan, según su
característica interpretación de la Biblia, algunas de estas visiones.
Los TJ acaban este
artículo con una interesante pregunta cuya respuesta, seguramente, es la que
más interesa conocer de inmediato a la mayoría de sus lectores que reconocen no
forman parte del anterior grupo de seleccionados para ser reyes sobre la
Tierra.
La pregunta en cuestión,
es: “¿Y qué será de los miles de millones de personas que han muerto y no irán
al cielo?” La respuesta a pesar de su interés solo merece un par de líneas:
“Ellos volverán a vivir en la Tierra y disfrutarán de la vida en el Paraíso”.
Análisis:
Los TJ, para saber
quiénes han habitado, habitan o habitarán en el cielo, presentan -como he
dicho- varias visiones que hablan de
Dios, de Jesús, de los ángeles, incluso de Satanás, y también del grupo de
elegidos que reinarán sobre la tierra, (los famosos 144.000). Como dice el
chiste … ¿y no hay nadie más en el cielo?
Pues no, ¡no hay nadie más! Es lógico que los lectores se inquieten ante
la situación en la que pueden encontrarse sus difuntos: mujer, marido, padres, hijos,
otros familiares, amigos, etc. Hasta ahora se había enseñado que las personas
buenas, cuando mueren su alma va al cielo y que las personas malas deben
confiar en la misericordia divina, y aun aquellas malas, malas, han de saber
que se encontrarán con un Padre que por encima de todo quiere que todos nos
salvemos, vayamos al cielo…
Así, pues, ante la
exposición de los TJ, la pregunta se hace necesaria “¿Y qué será de los miles
de millones de personas que han muerto? Los TJ, a pesar de la infinidad de lugares
en la Biblia en los que Jesús nos anima a alcanzar el Reino de los cielos, (Mt
7;21) se empeñan en no dejarnos entrar en dicho Reino y en enviarnos otra vez a
la Tierra para poder disfrutar -según ellos- de las cosas que ahora en nuestra
vida no hemos podido disfrutar: Una buena casa sin hipoteca, un jardín repleto
de flores, una comida sana y abundosa, una familia sin ningún tipo de problemas,
una salud a prueba de bomba, unos hijos que nunca se harán mayores, unos animales
todos ellos cariñosos… Resumiendo: más de sesenta mil millones de personas -en
el mejor de los casos- viviremos felices donde ahora no vivimos ni diez mil
millones… (Por cierto, la Tierra va ralentizando lentamente sus movimientos según
pruebas tangibles de que disponen los científicos ¡Y la eternidad es muy larga!
Son mucho más claras y definitivas estas pruebas que las que pueden aportar los
TJ sobre la eternidad de la tierra basada en una de sus rocambolescas
interpretaciones de la Biblia)
Sin
embargo, hay una maravillosa visión en la Biblia que los TJ no nos han presentado y que da al
traste con su respuesta. Se trata de la visión que nos cuenta (Ap 7;9-14). Dice
así: “… Después de estas cosas vi, y, ¡miren!, una gran
muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y
pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos de
largas ropas blancas; y había ramas de palmera en sus manos. Y siguen
clamando con voz fuerte, y dicen: “La salvación [se la debemos] a nuestro Dios,
que está sentado en el trono, y al Cordero”. Y todos los ángeles estaban
de pie alrededor del trono y de los ancianos y de las cuatro criaturas
vivientes, y cayeron sobre sus rostros delante del
trono y adoraron a Dios, y dijeron: “¡Amén! La bendición y la
gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fuerza
[sean] a nuestro Dios para siempre jamás. Amén”. Y, en respuesta, uno de
los ancianos me dijo: “Estos que están vestidos de la larga ropa blanca,
¿quiénes son, y de dónde vinieron?”. De modo que le dije inmediatamente:
“Señor mío, tú eres el que sabe”. Y me dijo: “Estos son los que salen de la
gran tribulación, y han lavado sus ropas largas y las han emblanquecido en la
sangre del Cordero”. (NM)
La “gran muchedumbre que ningún hombre podía contar”, ¿no se encuentra de
pie delante del trono de Dios?
¿Y dónde está el trono de Dios según la primera visión que nos presentan
los TJ en la pág 4? En el cielo. Luego la "gran muchedumbre",
merecedora de la vida eterna, está en el cielo. Son todas las
personas “que ningún hombre podía contar” y que siempre hemos sabido “están en
el cielo”.
Por otra parte, ¿dónde rinde servicio sagrado día y noche la grande
muchedumbre? Si se compara (Ap 7;15) con (Ap 11;19) se encuentra que todo
coincide: la gran muchedumbre está en el cielo.
Pero a los TJ les podemos decir todavía que además de (Ap 7;9), en (Ap
19;1) se puede leer: "Después de estas cosas oí lo que era
como una voz fuerte de una grande muchedumbre en el cielo.
Dijeron: '¡Alaben a Jah!'" (NM). ¿No se nos está diciendo claramente
que la "grande muchedumbre" se encuentra en el cielo? Los
TJ, a pesar de pasajes tan claros como los citados, seguirán opinando
-obstinadamente- que la "grande muchedumbre" estará en la
Tierra. ¡Esta es su interpretación "verdadera" de
las Sagradas Escrituras!
En la oración de Jesús al Padre en (Jn 17;20-24), dice: "Yo
hago petición, no respecto a estos solamente (sus apóstoles), sino también
respecto a los que ponen fe en mí por medio de la palabra de ellos...
Padre, en cuanto a lo que me has dado, donde yo
estoy, ellos también estén conmigo, para que contemplen mi gloria..."
(NM). La oración de Jesús es que todos sus discípulos presentes y futuros
lleguen a estar con Él, donde Él está, o sea, en el cielo, para
contemplar su gloria.
La primera
expresión que Pablo aplica a Cristo cuando relaciona su resurrección con
la nuestra, es la de "primicias"
(1Cor 15;20). Era éste un término muy usado entre
los judíos, con el que designaban los primeros frutos de la
cosecha, consagrados a Dios, y en los que se consideraba incluido, en cierto
modo, todo el resto, que quedaba con ello bendecido y
santificado (Ex 23;16) (Lv 23;10)(Rom 11;16). Las "primicias" pues, suponen otros
frutos en retaguardia, de la misma naturaleza que esos que
constituyen las primicias. Los TJ dirán que Pablo aplica a Cristo la expresión “primicias” porque a Él (a Cristo) le
siguen en la resurrección a los cielos, los 144.000. ¿Y quienes siguen a los
144.000? Porque también los 144.000 fueron comprados de entre la humanidad como
“primicias” -a su vez- para Dios y para el Cordero (Ap 14;1-4). Definitivamente,
sea cual sea nuestra interpretación de los 144.000, ellos son las primicias que
incluyen los miles de millones que -como hemos visto- van al cielo, no a la Tierra.