[Todo el
texto correspondiente a los Testigos de Jehová (s/TJ) corresponde a “Enseña”,
cap 15, págs 144-145]
s/TJ:
Jesús indicó que sería fácil distinguir a quienes
practican la religión verdadera si nos fijamos en la vida que llevan. Dijo lo
siguiente: “Por sus frutos los reconocerán”, pues “todo árbol bueno produce
fruto excelente” (Mt 7;16-17). En otras palabras,
los que practican la religión verdadera se destacan tanto por sus creencias
como por sus obras. Aunque son imperfectos y cometen errores, en conjunto
procuran hacer la voluntad de Dios. Veamos seis características que nos
permitirán reconocerlos.
Primera característica: Los siervos de Dios basan sus enseñanzas
en la Biblia. La propia Palabra de
Dios dice: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para
censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el
hombre [o mujer] de Dios sea enteramente competente y esté completamente
equipado para toda buena obra” (2Tim 3;16-17).
El apóstol Pablo escribió a sus hermanos cristianos: “Cuando ustedes
recibieron la palabra de Dios, que oyeron de parte de nosotros, la aceptaron,
no como palabra de hombres, sino, como lo que verdaderamente es, como
palabra de Dios” (1Tes 2;13). Por lo tanto, las
enseñanzas y prácticas de la religión verdadera no se basan en creencias
ni tradiciones de hombres. Más bien, tienen su origen en la Biblia, la
Palabra inspirada de Dios. Jesucristo dio el ejemplo, pues él también
basó sus enseñanzas en la Palabra de Dios. En una oración a su Padre
celestial dijo: “Tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). Jesús creía
en la Palabra de Dios, y todo lo que enseñaba estaba de acuerdo con las
Escrituras. A menudo decía: “Está escrito”, y a continuación citaba un
texto bíblico (Mt 4;4) (Mt 4;7) (Mt 4;10). Del mismo modo, los siervos de
Dios de la actualidad no enseñan sus propias ideas. Más bien, creen que la
Biblia es la Palabra de Dios y se basan firmemente en lo que esta dice.
(“Enseña”, cap 15, págs 144-145)
Análisis:
¿Qué Biblia? Los TJ han
confeccionado su propia Biblia, la conocida como “Versión del Nuevo Mundo” y
sus revistas y estudios nos remiten, por lo regular, a sus páginas. Una
revisión concienzuda de esta traducción de la Biblia, nos lleva a las
siguientes conclusiones:
No es de ninguna confianza
ya que contiene multitud de “errores” pues está realizada de un modo
subjetivo de acuerdo con una determinada interpretación que prevalece sobre las
palabras y expresiones originales de los Libros Sagrados.
Esta traducción, no sólo no
es de confianza, sino que es perversamente mala ya que a pesar de que en su
prólogo se dice que “se hace el esfuerzo de traducir el texto griego del modo
más literal posible” no se sigue esta pauta – como es fácil constatar- en los
versículos más decisivos. Además, se indica en el mismo prólogo, que “cuando se
introducen palabras consistentes con el contexto para hacer la traducción clara
y comprensible, se encierran las palabras insertadas entre corchetes”, cosa que
tampoco se cumple en la mayoría de casos.
Los Testigos de Jehová que
la difunden tampoco pueden ser de confianza porque conocen estos “errores” de
traducción y no los enmiendan, todo lo contrario, presentan esta “traducción”
al castellano como la mejor realizada hasta el momento y a sus traductores, de
padres desconocidos, como personas que poseen el conocimiento de la única
religión verdadera y que no pueden en ningún caso equivocarse.
Los Testigos de Jehová nos
dicen que ellos “no interpretan la Biblia, puesto que ella se interpreta sola”
(Carta personal de uno de sus intendentes de 8/8/1964). Lógico y
correcto razonamiento desde su punto de vista porque la Biblia que
presentan, la “Versión del Nuevo Mundo”, ya está previamente
interpretada… sólo hay que leerla.
s/TJ:
Segunda característica: Las personas que practican la religión verdadera
adoran únicamente a Jehová y dan a conocer su nombre. Jesús
enseñó: “Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien
tienes que rendir servicio sagrado” (Mateo 4:10). Así que los
siervos de Dios adoran a Jehová, y a nadie más. De hecho, dar a conocer el
nombre y las cualidades del Dios verdadero forma parte de su adoración. (Sl 83;17) dice así: “Tú, cuyo nombre es Jehová, tú
solo eres el Altísimo sobre toda la tierra”. Jesús es el modelo que siguen al
ayudar a la gente a conocer a Dios. Él mismo dirigió a su Padre estas palabras:
“He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste del mundo” (Juan 17:6). Hoy, de igual forma, los verdaderos siervos de
Dios enseñan al prójimo el nombre, los propósitos y las cualidades de Jehová.
(“Enseña”, cap 15, pág 144-145)
Análisis:
Digamos,
en primer lugar, que para los TJ el nombre de Dios es Jehová a pesar de que
saben de sobra que este nombre es un nombre falso como veremos más adelante. Jesucristo, como es natural, no emplea el
nombre de Jehová en ningún momento de su ministerio porque así lo atestiguan
los Evangelios y a pesar de que los TJ nos digan: “Jesús dio a conocer el nombre de Dios empleándolo en su ministerio”
(La Atalaya 1/3/2019, pág 3-9).
¿Pero cómo prefiere Dios que
se le llame? Los propios textos de los Evangelios nos lo dicen: “Cuando
oréis, decid: Padre..." (Lc 11;2); "Vuestro Padre sabe
muy bien lo que necesitáis... Así pues, orad de esta manera: Padre
nuestro... " (Mt 6;8-9). ¿Es que cuando un hijo se
dirige a su padre es más adecuado que le llama Ramón o Juan o Pedro,
en vez de ¡Padre!? ¿Es que un hijo por el hecho de llamar ¡Padre! a su
padre natural no se siente cerca de él? ¿Acaso un niño, aunque
sepa cómo se llama su padre o su madre, cuando
se encuentra delante de cualquier peligro no le sale de
su corazón: ¡mamá!, ¡papá!?
El apóstol Pablo dice
que los cristianos al tener el espíritu de Dios claman: "Abba
Padre" (Rom 8;15) (Gl 4;6). El propio Jesús unas horas
antes de ser ajusticiado, estaba en el huerto de Getsemaní
y oró clamando a su Padre diciendo: "Abba Padre,
todas las cosas te son posible; remueve de mí esta copa" (Mc
14;36). Y bien, ¿qué significa la palabra "abba"?
Lo más entrañable y cariñoso de un hijo hacia su
progenitor. Proviene del arameo y encierra el sentido de
"papá"; algo muy apropiado para dirigirse a Dios.
Pero, por otra parte, podríamos
preguntarnos ¿Qué pronunciación consideran los TJ como más correcta del
Tetragrámaton YHWH? ¿Yahweh o Jehová? En la página 25 del prefacio de
la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas
en inglés, publicada por la Sociedad Watch Tower Bible and Tract
en 1950, los traductores declararon que se
inclinaban a "considerar la pronunciación 'Yahweh' como la manera
más correcta". ("La Atalaya" de 1.12.64, pág
711). Por fin, para rematar el tema, los TJ reconocen que “Toda
persona desea no solamente que su nombre sea tratado con el debido respeto,
sino también, que se pronuncie correctamente” (“Santificado sea tu
nombre”, pág 15). Seguro que Dios (Yahweh) opina también lo mismo.
Así, pues, los TJ dan a
conocer una pronunciación del nombre de Dios que saben sobradamente que es
falso y además se empeñan en que Jesucristo lo utilizaba en su ministerio
cuando éste el único nombre que empleo fue el de “Padre”. Los Evangelios son el
único testimonio de ello y es fácil comprobarlo… pero de una Biblia
correctamente traducida….
s/TJ:
Tercera característica: Los siervos de Dios se aman de verdad, sin egoísmo. Jesús
dijo: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor
entre sí” (Jn 13;35). Los primeros cristianos se querían de esa
manera. El amor de los siervos de Dios vence barreras raciales, sociales y
nacionales, y los une inseparablemente en una verdadera hermandad (Col 3;14). Los miembros de las religiones falsas no se
tienen ese amor. Si lo tuvieran, no se matarían unos a otros por ser de
distinta nación o raza. Los verdaderos cristianos no toman las armas para
quitarles la vida a sus hermanos en la fe ni a ninguna otra persona.
La Biblia enseña: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen
evidentes por este hecho: Todo el que no se ocupa en la justicia
no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano [...;]
debemos tener amor unos para con otros; no como Caín, que se originó del
inicuo [es decir, Satanás] y degolló a su hermano” (1Jn 3;10-12) (1Jn 4;20-21).
Claro está, ese amor sincero impide matar al prójimo, pero implica mucho más. Los cristianos verdaderos
emplean generosamente su tiempo, energías y posesiones para ayudarse y animarse
unos a otros (Hb 10;24-25). Se apoyan en los momentos difíciles y
son honrados con los demás. De hecho, obedecen el consejo bíblico de hacer
“lo que es bueno para con todos” (Gl 6;10). (“Enseña”, cap
15, pág 144-145)
Análisis:
El amor
(Caridad) es la atadura que sujeta todas las virtudes y gracias que integran la
vida cristiana, para darles la debida perfección, ya que sin la caridad nada
valdrían en orden a la vida eterna, según expresamente lo enseña en (1Cor 13).
La Teología expresa esta sentencia del apóstol diciendo que la caridad es la
forma de todas las virtudes.
Doy la
razón a los TJ cuando dicen que los
cristianos verdaderos emplean generosamente su tiempo, energías y posesiones
para ayudarse y animarse unos a otros (Hb 10;24). Yo añadiría:
sea cual sea su condición religiosa, ya que el verdadero cristiano sabe que
Dios es Padre de buenos y malos de creyentes y no creyentes. Así, pues, sin
dejar de reconocer que todavía se podría hacer mucho más al respecto, tanto en
la Iglesia Católica como en Evangélica y en tantas otras, podríamos señalar
acciones sociales de gran envergadura llenas de amor de Dios dirigidas a
personas con necesidades que cubrir y que recuerdan al buen samaritano del
evangelio. Sería interesante que los TJ publicaran en sus revistas de
divulgación doctrinal la relación de obras sociales que efectúan de cara al
prójimo en general.
s/TJ:
Cuarta característica: Los cristianos verdaderos aceptan a Jesucristo como
el medio que Dios usa para salvarlos. La Biblia enseña que
“no hay salvación en ningún otro, porque no hay otro nombre debajo
del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser
salvos” (Hech 4;12). Jesús dio su vida para rescatar a los seres
humanos obedientes (Mt 20:28). Además, Jehová lo ha
nombrado Rey del Reino celestial que gobernará toda la Tierra. Por lo tanto,
Dios espera que obedezcamos a Jesús y sigamos sus enseñanzas. Solo así podremos
vivir para siempre. Por esta razón, la Biblia dice: “El que ejerce fe en el
Hijo tiene vida eterna; el que desobedece al Hijo no verá la vida” (Juan 3:36). (“Enseña”, cap 15, pág 144-145)
Análisis:
Los cristianos verdaderos
aceptan a Jesucristo como su redentor, por ser el unigénito Hijo de Dios que se
hizo semejante a los hombres, y en la condición de hombre se humilló, hecho
obediente, hasta la muerte y la muerte en cruz. Por ser Jesucristo Dios hecho
hombre, ¡el hombre estaba salvado!
Los TJ aceptan como
redentor, por otra parte, a un Jesucristo que ha sido la primera creación de
Dios, llamado Miguel, pero creado como cualquiera de los millones y millones de
ángeles del cielo y elegido por Dios para este cometido, que se hizo semejante
a los hombres y en la condición de hombre se humilló, hecho obediente, hasta la
muerte y la muerte en un madero de tormento. Por no ser Dios, sino un dios, ¡el
hombre sigue sin poderse salvar!
Y es que hay una gran y
decisiva diferencia entre el Jesucristo de los cristianos verdaderos y el
de los TJ. El primero es Dios, porque así se desprende de la Biblia
correctamente traducida, y porque es Dios, da a su sacrificio el valor infinito
que es necesario para poder borrar del hombre la terrible deuda que contrajo
con el propio Dios al enfrentarse libremente contra Él.
El Jesucristo de los TJ, por
otro lado, es un dios de segundo orden, según la propia doctrina de los TJ, es
un ser creado y por lo tanto sin el nivel necesario de infinitud para llegar a
satisfacer al Dios ofendido.
s/TJ:
Quinta característica: Los verdaderos siervos de Dios no son parte
del mundo. Cuando Jesús se hallaba
ante el gobernador romano Pilato, que lo estaba juzgando, le dijo: “Mi reino
no es parte de este mundo” (Juan 18:36). Sin
importar el país en que vivan, los verdaderos discípulos de Cristo se someten a
su Reino celestial. Por eso, no intervienen ni en la política
ni en los conflictos de este mundo, sino que se mantienen totalmente
neutrales. Sin embargo, si otras personas quieren afiliarse a un partido
político, ser candidatos electorales o votar, ellos no se entrometen en su
decisión. Y aunque son neutrales en la política, obedecen las leyes. ¿Por
qué? Porque la Palabra de Dios manda al cristiano que “esté en sujeción a las autoridades superiores”, es decir, a los
gobernantes (Romanos 13:1). Pero cuando un sistema político exige algo
que va en contra de los mandatos divinos, los adoradores verdaderos siguen el
ejemplo de los apóstoles, quienes dijeron: “Tenemos que obedecer a Dios como
gobernante más bien que a los hombres” (Hechos 5:29; Marcos 12:17).
(“Enseña”, cap 15, pág 144-145)
Análisis:
Dicen los TJ que “Jesús
no era parte del mundo porque no intervenía en las cuestiones sociales y
políticas de su tiempo”. Leyendo el Nuevo Testamento o Escrituras Griegas,
es patente que la muerte de Jesús, en parte, fue dictada precisamente por
motivos de esta índole.
Que los cristianos no sean
parte de este mundo, no quiere decir que los cristianos no deban intervenir en
las cuestiones sociales y políticas de su ambiente.
En toda la historia de
Israel, narrada en el Antiguo Testamento, apenas si existe frontera entre
religión y política.
Y no son pocas las
referencias a las estructuras de la sociedad y al poder político que
encontramos en el Nuevo Testamento. Y, por otra parte, Jesús se refiere a
normas de vida política: todo reino internamente dividido perece (Lc 11,17);
un rey debe calcular sus fuerzas antes de hacer la guerra
(Lc 14,31-32); los que cogen la espada perecerán por la espada
(Mt 26,52); los hijos de los reyes no pagan
tributos (Mt 17,24-27). Enuncia una norma de justicia social: el
trabajador tiene derecho a su salario (Lc 10,7). Dedica una acerba ironía
a los tiranos de su tiempo (Lc 22,25). Responde, en fin, a la
malintencionada pregunta de los fariseos y los herodianos situando al
César y a sus tributos en el campo de «lo que no es de Dios»
(Mt 22,21), dando pretexto con ello a que más tarde se le acuse de
prohibir que se pague tributo al Imperio (Lc 23,2).
No deja
de ser significativo que Jesús no fuera nunca solicitado ni acusado de
colaboracionismo con los ocupantes. A primera vista parecería que su actitud se prestaba a
ello: un hombre que, en su patria ocupada y ansiosa de liberación, anuncia que no ha de venir ningún mesías
guerrero, predica una religión universal e inculca el amor a los enemigos, debiera haber
atraído la simpatía del
gobierno ocupante y de sus colaboradores, saduceos y herodianos. Ocurre, sin
embargo, todo lo contrario: los sumos sacerdotes y los fariseos deciden la muerte de Jesús
porque, si no, «todos
creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro santuario y nuestra nación»
(Jn 11;48); y, a su vez, Pilato lo condenará bajo la inculpación jurídica de
rebeldía contra el Imperio
(Jn 19;12). ¿Cómo explicar tan sorprendente hecho? Por una parte, sin duda, porque
Jesús entronca claramente, aunque dándoles un nuevo sentido, con las esperanzas
mesiánicas de Israel, e
incluso elige sus discípulos en los círculos en que esta expectativa era más
intensa (uno de ellos, al menos, Simón, parece que era un zelota) (Lc 6;15). Por
otra parte, porque
las constantes críticas de Jesús a los ricos y los poderosos y su independencia ante las
autoridades hacían
imposible, sin duda, contarlo entre sus partidarios (Lc 13;32).
Extraordinario interés
presentan en el libro de los Hechos de los apóstoles los dos pasajes en que se nos describe la
organización económica de la comunidad primitiva (Hech 2;44-45) (Hech 4;32-35):
los bienes son vendidos por sus dueños y puestos a los pies de los apóstoles para
que los distribuyan
según las necesidades de cada uno. Cierto que se trata de una organización pasajera y
voluntaria (Hech 5;4), pero demuestra que en la enseñanza de Jesús se encontraban principios capaces
de repercutir en las estructuras de la comunidad.
En San
Pablo encontramos el texto neotestamentario más favorable al poder público: «Que
todos se sometan a las autoridades que nos gobiernan. Porque no hay autoridad que no venga de Dios, y
las que existen están constituidas por Dios. Por eso, el que resiste a la
autoridad se rebela contra el orden establecido por Dios. Y los rebeldes
se condenarán a sí mismos. En efecto, los magistrados no son de temer cuando se
hace el bien, sino cuando se hace el mal. ¿Quieres no tener que temer a la
autoridad? Haz el bien y recibirás elogios de ella, porque es instrumento de
Dios para conducirte al bien. Pero teme si haces el mal, pues por algo
lleva espada: es un instrumento de Dios para hacer justicia y para
castigar a quien obra el mal. Así, es preciso someterse no sólo por temor al
castigo, sino por motivo de conciencia. ¿No es por eso mismo por lo que
pagáis impuestos? Porque se trata de funcionarios que se aplican por Dios
a ese oficio. Dad a cada uno lo que le es debido: a quien impuesto,
impuesto; a quien tasas, tasas; a quien temor, temor; a quien honor, honor» (Rom 13;1-7).
Si
el poder
público es «un instrumento de Dios para hacer justicia», ¿qué duda cabe que su ejercicio puede ser
tarea apropiada para un cristiano? San Pablo se limita a recomendar a los
fieles el respeto a la autoridad, basándose en lo que la autoridad debiera de
ser según el plan de Dios. Esta misma recomendación se encuentra en la
epístola a Tito (3,1) y en la primera epístola de San Pedro (2,13-14).
Anotemos,
en fin, otras dos indicaciones del pensamiento del Apóstol sobre las
estructuras sociales: «El que no trabaje que
tampoco coma» (2Tes 3;10) (1 Tes 4;11). «No se trata de reduciros a la
indigencia para aliviar a los otros. Lo que conviene es la igualdad. Que,
en este caso, lo que a vosotros sobra socorra a su carencia, para que un día
lo que a ellos les sobre socorra vuestra carencia. Así reinará la igualdad,
según lo que está escrito: El que recogió mucho no tuvo demasiado, y
el que había recogido poco no careció de nada» (2Cor 8;13-15).
En esta misma línea, la epístola de Santiago condena a quienes tratan de
distinta forma a las personas según su situación social (Sant 2;1-9).
En cierto sentido cabe
afirmar que el más «político» de los libros del Nuevo Testamento es el
Apocalipsis. Escrito como libro de consolación de los fieles perseguidos
por Domiciano, uno de sus temas centrales es el anuncio del triunfo de la
Iglesia sobre Roma, personificada en las dos bestias que simbolizan el
doble poder, político y religioso, del Imperio, que el vidente
presenta bajo los rasgos eternos del Estado totalitario: (Ap
13;16-17).
¿Cómo
seguir sosteniendo que el creyente ha
de mantenerse lejos de toda actividad política? Los TJ están totalmente
equivocados en su doctrina sobre esta cuestión. Confunden, como he dicho al
principio, el no ser de este mundo con el deber del cristiano de participar en
la política y en la vida social para que la autoridad, que es un instrumento de
Dios para la justicia, siga realmente los planes de Dios. De hecho, en los
versículos siguientes a (Jn 17;14) se lee la oración de Jesús al Padre: “No
pido que los tomes del mundo, sino que los guardes del mal… como tú me enviaste
al mundo, así yo los envié a ellos al mundo” (Jn 17;15-19)
Esta
característica que exige de un buen cristiano su apoyo y dedicación a la
política y a la actividad social, ni es seguida por los TJ ni mucho menos
apoyada por su doctrina.
s/TJ:
Sexta característica: Los verdaderos discípulos de Jesús predican que el
Reino de Dios es la única esperanza para la humanidad. Jesús
profetizó: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra
habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Los verdaderos seguidores de Jesucristo
no animan a la gente a confiar en que los gobernantes humanos solucionarán
sus problemas. Más bien, proclaman que la única esperanza para la humanidad es
el Reino celestial de Dios (Salmo 146:3).
De hecho, Jesús nos enseñó a pedir en nuestras oraciones que llegue ese
gobierno perfecto, pues dijo: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en
el cielo, también sobre la tierra” (Mateo 6:10).
La Palabra de Dios predice que este Reino celestial “pondrá fin a todos
estos reinos [que ahora existen], y él mismo subsistirá [o durará] hasta
tiempos indefinidos” (Daniel 2:44). (“Enseña”, cap 15, pág
144-145)
Análisis:
¿Cómo es posible que en la
anterior característica los TJ nos digan que “aunque son neutrales en la
política, obedecen las leyes... porque la Palabra de Dios manda al cristiano
que esté en sujeción a las autoridades superiores, es decir, a los
gobernantes” y ahora nos digan que “los verdaderos seguidores de Jesucristo no
animan a la gente a confiar en que los gobernantes humanos solucionen sus
problemas”? ¿En qué quedamos? Si las autoridades superiores han sido
establecidas por Dios, serán algo bueno y necesario y que de alguna manera,
como ya hemos dicho anteriormente, los verdaderos cristianos tendríamos que
contribuir a que hicieran bien su trabajo. Ya sabemos que nuestro destino es el
Reino de los Cielos, pero quizá sería bueno que nos lo empezáramos a ganar en
este mundo, colaborando con las autoridades a que la política y la economía
tengan más en cuenta el bienestar y las necesidades de todas las personas, de
la primera a la última.
CONCLUSIÓN
s/TJ:
Teniendo en cuenta lo anterior, pregúntese: “¿Qué
grupo religioso basa todas sus enseñanzas en la Biblia y da a conocer que el
nombre de Dios es Jehová? Sí, ¿qué grupo practica el amor cristiano, demuestra
fe en Jesús, se mantiene separado del mundo y proclama que el Reino de Dios es
la única esperanza verdadera para la humanidad? De todas las religiones de la
Tierra, ¿cuál es la única que reúne todas estas características?” Los hechos
indican claramente que son los testigos de Jehová (Isaías 43:10-12). (“Enseña”,
cap 15, pág 144-145)
Análisis:
Lo que sigue en este
capítulo es un llamamiento a que todo el mundo abrace la doctrina de los TJ
debido a que como ellos mismos dicen: “Los hechos indican claramente que los TJ
son los verdaderos cristianos” a quienes hay que seguir sin pestañear.
Reconociendo que solo Dios
sabe quiénes particularmente son los verdaderos cristianos en este mundo,
y que juzgar a las personas no es propio de un buen seguidor de Jesucristo
porque solo Él lee en el interior de cada uno, sí he de dejar constancia que he
tratado lo más objetivamente posible de demostrar que la doctrina en general de
los TJ no se desprende de una lectura correcta y sosegada de las Sagradas
Escrituras, y por lo tanto no es el bagaje espiritual que nos es necesario para
seguir sin sobresaltos el camino que hacia el Reino de los Cielos nos ha
marcado Jesucristo.