sábado, 29 de abril de 2017

¿CÓMO PODEMOS SABER QUIÉNES PRACTICAN LA RELIGIÓN VERDADERA?


[Todo el texto correspondiente a los Testigos de Jehová (s/TJ) corresponde a “Enseña”, cap 15, págs 144-145]

s/TJ:

Jesús indicó que sería fácil distinguir a quienes practican la religión verdadera si nos fijamos en la vida que llevan. Dijo lo siguiente: “Por sus frutos los reconocerán”, pues “todo árbol bueno produce fruto excelente” (Mt 7;16-17). En otras palabras, los que practican la religión verdadera se destacan tanto por sus creencias como por sus obras. Aunque son imperfectos y cometen errores, en conjunto procuran hacer la voluntad de Dios. Veamos seis características que nos permitirán reconocerlos.
Primera característica: Los siervos de Dios basan sus enseñanzas en la Biblia. La propia Palabra de Dios dice: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre [o mujer] de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra” (2Tim 3;16-17). El apóstol Pablo escribió a sus hermanos cristianos: “Cuando ustedes recibieron la palabra de Dios, que oyeron de parte de nosotros, la aceptaron, no como palabra de hombres, sino, como lo que verdaderamente es, como palabra de Dios” (1Tes 2;13). Por lo tanto, las enseñanzas y prácticas de la religión verdadera no se basan en creencias ni tradiciones de hombres. Más bien, tienen su origen en la Biblia, la Palabra inspirada de Dios.  Jesucristo dio el ejemplo, pues él también basó sus enseñanzas en la Palabra de Dios. En una oración a su Padre celestial dijo: “Tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). Jesús creía en la Palabra de Dios, y todo lo que enseñaba estaba de acuerdo con las Escrituras. A menudo decía: “Está escrito”, y a continuación citaba un texto bíblico (Mt 4;4) (Mt 4;7) (Mt 4;10). Del mismo modo, los siervos de Dios de la actualidad no enseñan sus propias ideas. Más bien, creen que la Biblia es la Palabra de Dios y se basan firmemente en lo que esta dice. (“Enseña”, cap 15, págs 144-145)
Análisis:

¿Qué Biblia? Los TJ han confeccionado su propia Biblia, la conocida como “Versión del Nuevo Mundo” y sus revistas y estudios nos remiten, por lo regular, a sus páginas. Una revisión concienzuda de esta traducción de la Biblia, nos lleva a las siguientes conclusiones:
No es de ninguna confianza ya que contiene multitud de “errores” pues está realizada de un modo subjetivo de acuerdo con una determinada interpretación que prevalece sobre las palabras y expresiones originales de los Libros Sagrados.
Esta traducción, no sólo no es de confianza, sino que es perversamente mala ya que a pesar de que en su prólogo se dice que “se hace el esfuerzo de traducir el texto griego del modo más literal posible” no se sigue esta pauta – como es fácil constatar- en los versículos más decisivos. Además, se indica en el mismo prólogo, que “cuando se introducen palabras consistentes con el contexto para hacer la traducción clara y comprensible, se encierran las palabras insertadas entre corchetes”, cosa que tampoco se cumple en la mayoría de casos.
Los Testigos de Jehová que la difunden tampoco pueden ser de confianza porque conocen estos “errores” de traducción y no los enmiendan, todo lo contrario, presentan esta “traducción” al castellano como la mejor realizada hasta el momento y a sus traductores, de padres desconocidos, como personas que poseen el conocimiento de la única religión verdadera y que no pueden en ningún caso equivocarse.
Los Testigos de Jehová nos dicen que ellos “no interpretan la Biblia, puesto que ella se interpreta sola” (Carta personal de uno de sus intendentes de 8/8/1964). Lógico y correcto razonamiento desde su punto de vista porque la Biblia que presentan, la “Versión del Nuevo Mundo”, ya está previamente interpretada…  sólo hay que leerla.
s/TJ:

Segunda característica: Las personas que practican la religión verdadera adoran únicamente a Jehová y dan a conocer su nombre. Jesús enseñó: “Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado” (Mateo 4:10). Así que los siervos de Dios adoran a Jehová, y a nadie más. De hecho, dar a conocer el nombre y las cualidades del Dios verdadero forma parte de su adoración. (Sl 83;17) dice así: “Tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra”. Jesús es el modelo que siguen al ayudar a la gente a conocer a Dios. Él mismo dirigió a su Padre estas palabras: “He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste del mundo” (Juan 17:6). Hoy, de igual forma, los verdaderos siervos de Dios enseñan al prójimo el nombre, los propósitos y las cualidades de Jehová. (“Enseña”, cap 15, pág 144-145)
Análisis:

Digamos, en primer lugar, que para los TJ el nombre de Dios es Jehová a pesar de que saben de sobra que este nombre es un nombre falso como veremos más adelante. Jesucristo, como es natural, no emplea el nombre de Jehová en ningún momento de su ministerio porque así lo atestiguan los Evangelios y a pesar de que los TJ nos digan: Jesús dio a conocer el nombre de Dios empleándolo en su ministerio” (La Atalaya 1/3/2019, pág 3-9).
¿Pero cómo prefiere Dios que se le llame? Los propios textos de los Evangelios nos lo dicen: “Cuando oréis, decid: Padre..." (Lc 11;2); "Vuestro Padre sabe muy bien lo que necesitáis... Así pues, orad de esta manera: Padre nuestro...  " (Mt 6;8-9). ¿Es que cuando un hijo se dirige a su padre es más adecuado que le llama Ramón o Juan o Pedro, en vez de ¡Padre!? ¿Es que un hijo por el hecho de llamar ¡Padre! a su padre natural no se siente cerca de él?  ¿Acaso un niño, aunque sepa cómo se llama su padre o su madre, cuando se encuentra delante de cualquier peligro no le sale de su corazón: ¡mamá!, ¡papá!?
El apóstol Pablo dice que los cristianos al tener el espíritu de Dios claman: "Abba Padre" (Rom 8;15) (Gl 4;6).   El propio Jesús unas horas antes de ser ajusticiado, estaba en el huerto de Getsemaní y oró clamando a su Padre diciendo: "Abba Padre, todas las cosas te son posible; remueve de mí esta copa" (Mc 14;36). Y bien, ¿qué significa la palabra "abba"? Lo más entrañable y cariñoso de un hijo hacia su progenitor.  Proviene del arameo y encierra el sentido de "papá"; algo muy apropiado para dirigirse a Dios.
Pero, por otra parte, podríamos preguntarnos ¿Qué pronunciación consideran los TJ como más correcta del Tetragrámaton YHWH? ¿Yahweh o Jehová?  En la página 25 del prefacio de la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas en inglés, publicada por la Sociedad Watch Tower Bible and Tract en 1950, los traductores declararon que   se inclinaban a "considerar la pronunciación 'Yahweh' como la manera más correcta".  ("La Atalaya" de 1.12.64, pág 711).  Por fin, para rematar el tema, los TJ reconocen que “Toda persona desea no solamente que su nombre sea tratado con el debido respeto, sino también, que se pronuncie correctamente” (“Santificado sea tu nombre”, pág 15). Seguro que Dios (Yahweh) opina también lo mismo.
Así, pues, los TJ dan a conocer una pronunciación del nombre de Dios que saben sobradamente que es falso y además se empeñan en que Jesucristo lo utilizaba en su ministerio cuando éste el único nombre que empleo fue el de “Padre”. Los Evangelios son el único testimonio de ello y es fácil comprobarlo… pero de una Biblia correctamente traducida….
s/TJ:

Tercera característica: Los siervos de Dios se aman de verdad, sin egoísmo. Jesús dijo: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Jn 13;35). Los primeros cristianos se querían de esa manera. El amor de los siervos de Dios vence barreras raciales, sociales y nacionales, y los une inseparablemente en una verdadera hermandad (Col 3;14). Los miembros de las religiones falsas no se tienen ese amor. Si lo tuvieran, no se matarían unos a otros por ser de distinta nación o raza. Los verdaderos cristianos no toman las armas para quitarles la vida a sus hermanos en la fe ni a ninguna otra persona. La Biblia enseña: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que no se ocupa en la justicia no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano [...;] debemos tener amor unos para con otros; no como Caín, que se originó del inicuo [es decir, Satanás] y degolló a su hermano” (1Jn 3;10-12) (1Jn 4;20-21).
Claro está, ese amor sincero impide matar al prójimo, pero implica mucho más. Los cristianos verdaderos emplean generosamente su tiempo, energías y posesiones para ayudarse y animarse unos a otros (Hb 10;24-25). Se apoyan en los momentos difíciles y son honrados con los demás. De hecho, obedecen el consejo bíblico de hacer “lo que es bueno para con todos” (Gl 6;10). (“Enseña”, cap 15, pág 144-145)
Análisis:

El amor (Caridad) es la atadura que sujeta todas las virtudes y gracias que integran la vida cristiana, para darles la debida perfección, ya que sin la caridad nada valdrían en orden a la vida eterna, según expresamente lo enseña en (1Cor 13). La Teología expresa esta sentencia del apóstol diciendo que la caridad es la forma de todas las virtudes.

Doy la razón a los TJ cuando dicen que los cristianos verdaderos emplean generosamente su tiempo, energías y posesiones para ayudarse y animarse unos a otros (Hb 10;24). Yo añadiría: sea cual sea su condición religiosa, ya que el verdadero cristiano sabe que Dios es Padre de buenos y malos de creyentes y no creyentes. Así, pues, sin dejar de reconocer que todavía se podría hacer mucho más al respecto, tanto en la Iglesia Católica como en Evangélica y en tantas otras, podríamos señalar acciones sociales de gran envergadura llenas de amor de Dios dirigidas a personas con necesidades que cubrir y que recuerdan al buen samaritano del evangelio. Sería interesante que los TJ publicaran en sus revistas de divulgación doctrinal la relación de obras sociales que efectúan de cara al prójimo en general.
s/TJ:

Cuarta característica: Los cristianos verdaderos aceptan a Jesucristo como el medio que Dios usa para salvarlos. La Biblia enseña que “no hay salvación en ningún otro, porque no hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos” (Hech 4;12). Jesús dio su vida para rescatar a los seres humanos obedientes (Mt 20:28). Además, Jehová lo ha nombrado Rey del Reino celestial que gobernará toda la Tierra. Por lo tanto, Dios espera que obedezcamos a Jesús y sigamos sus enseñanzas. Solo así podremos vivir para siempre. Por esta razón, la Biblia dice: “El que ejerce fe en el Hijo tiene vida eterna; el que desobedece al Hijo no verá la vida” (Juan 3:36). (“Enseña”, cap 15, pág 144-145)
Análisis:

Los cristianos verdaderos aceptan a Jesucristo como su redentor, por ser el unigénito Hijo de Dios que se hizo semejante a los hombres, y en la condición de hombre se humilló, hecho obediente, hasta la muerte y la muerte en cruz. Por ser Jesucristo Dios hecho hombre, ¡el hombre estaba salvado!
Los TJ aceptan como redentor, por otra parte, a un Jesucristo que ha sido la primera creación de Dios, llamado Miguel, pero creado como cualquiera de los millones y millones de ángeles del cielo y elegido por Dios para este cometido, que se hizo semejante a los hombres y en la condición de hombre se humilló, hecho obediente, hasta la muerte y la muerte en un madero de tormento. Por no ser Dios, sino un dios, ¡el hombre sigue sin poderse salvar!
Y es que hay una gran y decisiva diferencia entre el Jesucristo de los cristianos verdaderos y el de los TJ. El primero es Dios, porque así se desprende de la Biblia correctamente traducida, y porque es Dios, da a su sacrificio el valor infinito que es necesario para poder borrar del hombre la terrible deuda que contrajo con el propio Dios al enfrentarse libremente contra Él. 
El Jesucristo de los TJ, por otro lado, es un dios de segundo orden, según la propia doctrina de los TJ, es un ser creado y por lo tanto sin el nivel necesario de infinitud para llegar a satisfacer al Dios ofendido.
s/TJ:

Quinta característica: Los verdaderos siervos de Dios no son parte del mundo. Cuando Jesús se hallaba ante el gobernador romano Pilato, que lo estaba juzgando, le dijo: “Mi reino no es parte de este mundo” (Juan 18:36). Sin importar el país en que vivan, los verdaderos discípulos de Cristo se someten a su Reino celestial. Por eso, no intervienen ni en la política ni en los conflictos de este mundo, sino que se mantienen totalmente neutrales. Sin embargo, si otras personas quieren afiliarse a un partido político, ser candidatos electorales o votar, ellos no se entrometen en su decisión. Y aunque son neutrales en la política, obedecen las leyes. ¿Por qué? Porque la Palabra de Dios manda al cristiano que “esté en sujeción  a las autoridades superiores”, es decir, a los gobernantes (Romanos 13:1). Pero cuando un sistema político exige algo que va en contra de los mandatos divinos, los adoradores verdaderos siguen el ejemplo de los apóstoles, quienes dijeron: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” (Hechos 5:29; Marcos 12:17). (“Enseña”, cap 15, pág 144-145)
Análisis:

Dicen los TJ que “Jesús no era parte del mundo porque no intervenía en las cuestiones sociales y políticas de su tiempo”. Leyendo el Nuevo Testamento o Escrituras Griegas, es patente que la muerte de Jesús, en parte, fue dictada precisamente por motivos de esta índole.
Que los cristianos no sean parte de este mundo, no quiere decir que los cristianos no deban intervenir en las cuestiones sociales y políticas de su ambiente.
En toda la historia de Israel, narrada en el Antiguo Testamento, apenas si existe frontera entre religión y política.
Y no son pocas las referencias a las estructuras de la sociedad y al poder político que encontramos en el Nuevo Testamento. Y, por otra parte, Jesús se refiere a nor­mas de vida política: todo reino internamente dividido perece (Lc 11,17); un rey debe calcular sus fuerzas antes de hacer la guerra (Lc 14,31-32); los que cogen la espada perecerán por la espada (Mt 26,52); los hijos de los reyes no pagan tributos (Mt 17,24-27). Enuncia una norma de justicia social: el traba­jador tiene derecho a su salario (Lc 10,7). Dedica una acerba ironía a los tiranos de su tiempo (Lc 22,25). Responde, en fin, a la malintencionada pregunta de los fariseos y los herodianos situando al César y a sus tributos en el campo de «lo que no es de Dios» (Mt 22,21), dando pre­texto con ello a que más tarde se le acuse de prohibir que se pague tributo al Imperio (Lc 23,2).
No deja de ser significativo que Jesús no fuera nunca solici­tado ni acusado de colaboracionismo con los ocupantes. A primera vista parecería que su actitud se prestaba a ello: un hombre que, en su patria ocupada y ansiosa de liberación, anuncia que no ha de venir ningún mesías guerrero, predica una religión universal e inculca el amor a los enemigos, debiera haber atraído la simpa­tía del gobierno ocupante y de sus colaboradores, saduceos y he­rodianos. Ocurre, sin embargo, todo lo contrario: los sumos sacer­dotes y los fariseos deciden la muerte de Jesús porque, si no, «todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro santuario y nuestra nación» (Jn 11;48); y, a su vez, Pilato lo condenará bajo la inculpación jurídica de rebeldía contra el Im­perio (Jn 19;12). ¿Cómo explicar tan sorprendente hecho? Por una parte, sin duda, porque Jesús entronca claramente, aunque dándoles un nuevo sentido, con las esperanzas mesiánicas de Is­rael, e incluso elige sus discípulos en los círculos en que esta expectativa era más intensa (uno de ellos, al menos, Simón, parece que era un zelota) (Lc 6;15). Por otra parte, porque las constantes críticas de Jesús a los ricos y los poderosos y su independencia ante las autoridades hacían imposible, sin duda, contarlo entre sus partidarios (Lc 13;32).
Extraordinario   interés presentan en el libro de los Hechos de los apóstoles los dos pasajes en que se nos describe la organización económica de la comunidad primitiva (Hech 2;44-45) (Hech 4;32-35): los bienes son vendidos por sus dueños y puestos a los pies de los apóstoles para que los distri­buyan según las necesidades de cada uno. Cierto que se trata de una organización pasajera y voluntaria (Hech 5;4), pero demuestra que en la enseñanza de Jesús se encontraban principios capaces de repercutir en las estructuras de la comunidad.
En San Pablo encontramos el texto neotestamentario más fa­vorable al poder público: «Que todos se sometan a las autori­dades que nos gobiernan. Porque no hay autoridad que no venga de Dios, y las que existen están constituidas por Dios. Por eso, el que resiste a la autoridad se rebela contra el orden establecido por Dios. Y los rebeldes se condenarán a sí mismos. En efecto, los magistrados no son de temer cuando se hace el bien, sino cuando se hace el mal. ¿Quieres no tener que temer a la autori­dad? Haz el bien y recibirás elogios de ella, porque es instru­mento de Dios para conducirte al bien. Pero teme si haces el mal, pues por algo lleva espada: es un instrumento de Dios para hacer justicia y para castigar a quien obra el mal. Así, es preciso some­terse no sólo por temor al castigo, sino por motivo de conciencia. ¿No es por eso mismo por lo que pagáis impuestos? Porque se trata de funcionarios que se aplican por Dios a ese oficio. Dad a cada uno lo que le es debido: a quien impuesto, impuesto; a quien tasas, tasas; a quien temor, temor; a quien honor, honor» (Rom 13;1-7).
Si el poder público es «un instrumento de Dios para hacer justicia», ¿qué duda cabe que su ejercicio puede ser tarea apropiada para un cristia­no? San Pablo se limita a recomendar a los fieles el respeto a la autoridad, ba­sándose en lo que la autoridad debiera de ser según el plan de Dios. Esta misma recomendación se encuentra en la epístola a Tito (3,1) y en la primera epístola de San Pedro (2,13-14).
Anotemos, en fin, otras dos indicaciones del pensamiento del Apóstol sobre las estructuras sociales: «El que no trabaje que tam­poco coma» (2Tes 3;10) (1 Tes 4;11). «No se trata de reduciros a la indigencia para aliviar a los otros. Lo que conviene es la igualdad. Que, en este caso, lo que a vos­otros sobra socorra a su carencia, para que un día lo que a ellos les sobre socorra vuestra carencia. Así reinará la igualdad, según lo que está escrito: El que recogió mucho no tuvo demasiado, y el que había recogido poco no careció de nada» (2Cor 8;13-15). En esta misma línea, la epístola de Santiago condena a quienes tratan de distinta forma a las personas según su situación social (Sant 2;1-9).
En cierto sentido cabe afirmar que el más «político» de los libros del Nuevo Testamento es el Apocalipsis. Escrito como libro de consolación de los fieles perseguidos por Domiciano, uno de sus temas centrales es el anuncio del triunfo de la Iglesia sobre Roma, personificada en las dos bestias que simbolizan el doble poder, político y religioso, del Imperio, que el vidente presenta bajo los rasgos eternos del Estado totalitario: (Ap 13;16-17).
¿Cómo seguir sosteniendo que el cre­yente ha de mantenerse lejos de toda actividad política? Los TJ están totalmente equivocados en su doctrina sobre esta cuestión. Confunden, como he dicho al principio, el no ser de este mundo con el deber del cristiano de participar en la política y en la vida social para que la autoridad, que es un instrumento de Dios para la justicia, siga realmente los planes de Dios. De hecho, en los versículos siguientes a (Jn 17;14) se lee la oración de Jesús al Padre: “No pido que los tomes del mundo, sino que los guardes del mal… como tú me enviaste al mundo, así yo los envié a ellos al mundo” (Jn 17;15-19)
Esta característica que exige de un buen cristiano su apoyo y dedicación a la política y a la actividad social, ni es seguida por los TJ ni mucho menos apoyada por su doctrina.
s/TJ:

Sexta característica: Los verdaderos discípulos de Jesús predican que el Reino de Dios es la única esperanza para la humanidad. Jesús profetizó: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Los verdaderos seguidores de Jesucristo no animan a la gente a confiar en que los gobernantes humanos solucionarán sus problemas. Más bien, proclaman que la única esperanza para la humanidad es el Reino celestial de Dios (Salmo 146:3). De hecho, Jesús nos enseñó a pedir en nuestras oraciones que llegue ese gobierno perfecto, pues dijo: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra” (Mateo 6:10). La Palabra de Dios predice que este Reino celestial “pondrá fin a todos estos reinos [que ahora existen], y él mismo subsistirá [o durará] hasta tiempos indefinidos” (Daniel 2:44). (“Enseña”, cap 15, pág 144-145)
Análisis:

¿Cómo es posible que en la anterior característica los TJ nos digan que “aunque son neutrales en la política, obedecen las leyes... porque la Palabra de Dios manda al cristiano que esté en sujeción a las autoridades superiores, es decir, a los gobernantes” y ahora nos digan que “los verdaderos seguidores de Jesucristo no animan a la gente a confiar en que los gobernantes humanos solucionen sus problemas”? ¿En qué quedamos? Si las autoridades superiores han sido establecidas por Dios, serán algo bueno y necesario y que de alguna manera, como ya hemos dicho anteriormente, los verdaderos cristianos tendríamos que contribuir a que hicieran bien su trabajo. Ya sabemos que nuestro destino es el Reino de los Cielos, pero quizá sería bueno que nos lo empezáramos a ganar en este mundo, colaborando con las autoridades a que la política y la economía tengan más en cuenta el bienestar y las necesidades de todas las personas, de la primera a la última.
CONCLUSIÓN
s/TJ:

Teniendo en cuenta lo anterior, pregúntese: “¿Qué grupo religioso basa todas sus enseñanzas en la Biblia y da a conocer que el nombre de Dios es Jehová? Sí, ¿qué grupo practica el amor cristiano, demuestra fe en Jesús, se mantiene separado del mundo y proclama que el Reino de Dios es la única esperanza verdadera para la humanidad? De todas las religiones de la Tierra, ¿cuál es la única que reúne todas estas características?” Los hechos indican claramente que son los testigos de Jehová (Isaías 43:10-12). (“Enseña”, cap 15, pág 144-145)
Análisis:

Lo que sigue en este capítulo es un llamamiento a que todo el mundo abrace la doctrina de los TJ debido a que como ellos mismos dicen: “Los hechos indican claramente que los TJ son los verdaderos cristianos” a quienes hay que seguir sin pestañear.
Reconociendo que solo Dios sabe quiénes particularmente son  los verdaderos cristianos en este mundo, y que juzgar a las personas no es propio de un buen seguidor de Jesucristo porque solo Él lee en el interior de cada uno, sí he de dejar constancia que he tratado lo más objetivamente posible de demostrar que la doctrina en general de los TJ no se desprende de una lectura correcta y sosegada de las Sagradas Escrituras, y por lo tanto no es el bagaje espiritual que nos es necesario para seguir sin sobresaltos el camino que hacia el Reino de los Cielos nos ha marcado Jesucristo.