Desarrollo de este título según la Biblia:
Los libros de la
Biblia considerados poéticos con su carácter más reflexivo, formulan, a veces
en forma angustiosa, el oscuro problema de ultratumba. El Eclesiastés y Job han expresado con trágica
hondura el pavor que inspiraba el misterio del más allá. Ellos y algunos salmos nos servirán para
precisar, dentro de lo posible, estas concepciones.
Una vez cumplidos los
ritos fúnebres de rigor -nos dice el Eclesiástico- es más conveniente no volver
a pensar en los muertos. (Eclo
38;20-23). El Cohélet, en cambio, se inquieta con desaliento ante el misterio
tenebroso, pero su síntesis final es: "Todo es vanidad salvo la virtud,
porque a su tiempo Dios la recompensará". Y esto ya es una brecha en
la antigua concepción de quietud y reposo que se contentaba con recompensas
temporales.
El autor de
Proverbios exhorta al hombre piadoso a no envidiar la prosperidad de los
malos: "el futuro" debe ser su esperanza (Pr 23;17-18) (Pr
24;14). Su suerte, por tanto, será distinta de la del impío. Son
particularmente dignos de notarse en los Proverbios ciertos pasajes en que se
contraponen la vida y la muerte, con un sentido superior y trascendente. Por medio de la virtud se ha de merecer la
vida, y ha de evitarse el castigo de la muerte:
"La sabiduría y la prudencia
serán la vida para tu alma" (Pr 3;21-22). Por el contrario, el que ha pecado "no encontrará el sendero de la vida"
(Pr 2;19) (Pr 5;6). "En el sendero de la justicia está la vida,
mas el camino tortuoso conduce a la muerte" (Pr 12;28). Difícil es no ver en estos pasajes un sentido
más amplio y absoluto de resonancias supramundanas y supratemporales. Más aún, si comparamos otros pasajes en que
la 'vida' se toma como posesión de la sabiduría y de la complacencia y favor de
Dios (Pr 8;35); mientras que la muerte es la ira de Dios (Pr 8;35-36) (Pr 4;22)
(Pr 6;23)
En efecto, las almas
justas aspiran a un orden mejor y al restablecimiento definitivo de la
justicia. Sus reflexiones están vinculadas en los Libros Sagrados a la idea de
un 'sheol' que ya no es una prisión eterna y común, sino un lugar de paso, a la
salida del cual se aplicará una discriminación profunda entre la suerte de los
buenos y la de los malos.
David, implora a Dios
en estos términos: "Tu no
abandonarás mi alma en el sepulcro. Tu no permitirás que aquél que te es fiel
caiga en la podredumbre" (Sl 16;10). El (Sl 49;14-16) dice: "Esta es la suerte de los que se mantienen en
la ceguera... Serán precipitados al
sepulcro, como un rebaño... Empero Dios
redimirá mi vida del poder de la sepultura cuando me tome con El".
Así, no extrañaremos
que se nos insinúe con bastante claridad una diferenciación en la que el Sheol
parece quedar convertido, en morada tan sólo de los malos: "El camino de la vida para el sabio lleva a
lo alto, para escapar del sheol que está en lo profundo" (Pr 15;24)
Son apenas centellas
pasajeras, como las que hallamos también en algunos Salmos, que nos muestran el
derrotero de los impíos destinados al sheol como un rebaño pastoreado por la
muerte, sobre el que se elevan y dominan los justos. Dios que rescata del sheol las almas piadosas
y las
lleva consigo (Sl
48;15-16) (Sl 15;8-11). Y la esperanzada
efusión de (Sl 72;16-28)
La visión de Isaías
(Is 14;1-20) que nos lleva a presenciar el tumulto que hacen las almas en el
sheol y la rechifla con que reciben al rey de Babilonia cuando baja a lo más
profundo del sheol, nos muestra ya una diferenciación: los criminales y hombres
impíos descienden "a lo más profundo
del abismo" (Is 14;15)
El libro de Isaías
termina con una grandiosa visión profética de los tiempos futuros (Is
66;16-18). Por una parte, anuncia la
restauración de Israel para la eternidad, con "cielos nuevos y tierra nueva" (Is 66;22) (Is 65;17), y, por
otra parte, los efectos espantosos de la justicia divina en el castigo de los
impíos. Los peregrinos que suben a
Jerusalén "verán los cadáveres de
los hombres que se rebelaron contra mí porque su gusano nunca morirá y no se
extinguirá su fuego y serán objeto de abominación para todo viviente"
(Is 66;24).
Las almas que están
en el sepulcro no están directamente aludidas en Isaías, pero parece claramente
una visión escatológica.
También Ezequiel nos
habla de una sanción moral de castigo en el hondo abismo. El faraón es precipitado, al morir, en las
profundidades del abismo donde se hallan todos los enemigos del pueblo de Dios,
obligados a soportar su vergüenza, y objeto de mofa en el mismo sheol (Eze32;17;32)
El capítulo 3 de Sabiduría
nos habla de la vida y muerte de los justos y de los impíos: "Las almas de los justos están en las manos
de Dios, y el tormento no los alcanzará. (Tales eran las esperanzas de los jóvenes
Macabeos y de todos los que como ellos perecieron en la persecución de Antíoco
(2Mc 7).
A los ojos de los necios parecen haber muerto, y su partida es reputada
por desdicha. Su salida de entre
nosotros es por aniquilamiento; pero gozan de paz. Pues, aunque a los ojos de los hombres fueron
atormentados, su esperanza está llena de inmortalidad. Después de un ligero
castigo serán colmados de
bendiciones, porque Dios los probó y los halló dignos de sí... los que confían
en El conocerán la verdad, y los fieles a su amor permanecerán con El, porque
la gracia y la misericordia son la parte de sus elegidos... Pero los impíos,
conforme a sus pensamientos, tendrán su castigo, pues despreciaron al justo y
se apartaron del Señor" (Sb 3;1-18)
A la inversa de los
que han rehusado someterse al yugo divino, el justo será arrancado a la
muerte. Nada se dice acerca de la forma
en que podrá realizarse esta liberación, que quizá fuera igual a la de Enoc y
de Elías que no murieron. Pero la
confianza del salmista es completa porque reposa sobre la justicia divina y
opone, en el sentido más radical, la suerte desdichada de los pecadores a la
unión de los justos con Dios. Estos
últimos no abrigan más que un solo deseo, la plenitud del amor; es decir, el de
no separarse jamás de aquel a quien han servido sobre la tierra. "La
felicidad mía es la de estar cerca de Dios" (Sl 73;28)
El progreso realizado
es considerable. Desde la nebulosa
concepción de un sheol colectivo, receptáculo indiferenciado e igualitario de
todos los muertos, hasta la clara distinción que nos muestran los libros más
inmediatos a la aparición mesiánica. En el judaísmo anterior y contemporáneo de
Jesucristo desaparece casi totalmente la idea arcaica de un sheol común a todas
las almas, transformándose en el sitio de tormento destinado tan sólo a los
malos; más generalmente el término de los impíos es la gehena (palabra que en
este mismo sentido recogerá Jesús en el Evangelio), mientras que los justos van
al paraíso, al jardín del Edén, o al seno de Abrahán. Y todo esto inmediatamente después de la
muerte.
La revelación
neotestamentaria pondrá las últimas precisiones y los últimos toques de luz,
introduciendo, sobre todo, como central y esencial, el elemento cristológico. Y
así fundamento de la religión y de la vida moral será la fe en la vida futura.