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sábado, 6 de febrero de 2021

¿CUÁL ES EL NOMBRE DE DIOS? ¿JEHOVÁ o YAVÉ?

En las Biblia denominada "Traducción del Nuevo Mundo" que utilizan preferentemente los Testigos cristianos de Jehová, encontramos que a Dios se lo nombra como a «Jehová» y en las Biblias católicas se le da el nombre de «Yavé». Muchos cristianos se preguntan: ¿por qué esta diferencia en el nombre de Dios?

JEHOVÁ

El hebreo es el idioma de los israelitas o judíos del Antiguo Testamento. Que en la mayoría de los manuscritos hebreos figure “Jehová” como nombre de Dios no quiere decir que esta sea la pronunciación correcta transmitida por tradición.

Esta transcripción, Jehová, tiene el siguiente origen: en hebreo, todas las palabras se escribían desde un principio solo con consonantes (en el caso del nombre de Dios: YHWH, conjunto de letras que se conocen con el nombre de Tetragrámaton) y los lectores de las sinagogas -oficio que pasaba de padres a hijos- tenían que recordar de memoria las vocales correspondientes, necesarias para la debida pronunciación de cada una de las palabras del texto sagrado.

Los que estaban familiarizados con el hebreo, como Jesús y los antiguos hebreos antes de él, ciertamente lo sabían bien y pro­nunciaban correctamente el nombre, pues­to que se hallaba 6.962 veces en las Escri­turas hebreas.

En los templos, en un determinado momento, y debido al profundo respeto que se sentía por el nombre de Dios, empezó a leerse dicho nombre pronunciando la palabra “el Señor” = “Edonay” en vez de YHWH cada vez que aparecía el nombre divino. Resultó que, después de unos años, especialmente después de la destrucción de Jerusalén en 70 dC, la pronunciación original gradualmente empezó a perderse hasta llegar a ser desconocida generalmente.

Cuando más tarde se indicaron en la escritura hebrea los sonidos vocálicos por medio de puntitos, (Masora, siglo VII), a la palabra YHWH, en vez de colocarle los puntitos vocálicos de esta palabra tal cual se había pronunciado originalmente en el templo, ya que esta se había olvidado colocaron los de la palabra hebrea correspondiente a “el Señor”, que era la que, como hemos dicho, universalmente se acostumbraba a pronunciar en su lugar. Así salió la palabra Y(e)H(o)W(a)H, donde las vocales entre paréntesis son las de “Edonay” = “el Señor”, que fue introducida en las traducciones españolas de la Biblia a partir del siglo XVI.

Estos puntitos, pues, no tenían la misión de facilitar la pronunciación de YHWH, que no se sabía cuál era, sino la de recordar que aquí se debía leer la palabra hebrea correspondiente a “el Señor”, o sea, “Edonay”.

Posteriormente, después de la muerte y resurrección de Jesucristo, al haber sido escritos en griego los libros que fueron aceptados como formando parte del Nuevo Testamento, se utilizó la palabra “Kyrios” = “el Señor” para traducir el nombre de Dios.  

En todos los antiguos textos griegos del NT que se conservan -y algunos de ellos son muy cercanos al tiempo de los apóstoles- se emplea en (Hech 2;21) y en las casi 700 veces en que se refiere a Dios, la palabra "Kyrios" = Señor, (aparte de las 235 veces en que se le da específicamente a Dios el nombre de "Padre"). Ni una sola vez aparece el nombre de Jehová. ¿Cómo puede ser que Jesucristo reivindicara el nombre de Jehová y le diera la importancia que dicen los TJ, si ni en una sola ocasión pone este nombre en sus labios? A pesar de ello, los TJ escriben: "¡Ciertamente es evidente que el propio Hijo amado de Dios, Jesucristo, siempre engrandeció el nombre de su Padre… JEHOVA! ("¡Despertad!" de 8.8.68, pág 28).

Defender, como hacen los TJ, que en los originales de los textos griegos del NT aparecía el nombre de “YHWH” y que fueron los traductores de la cristiandad quienes los cambiaron por "Señor" no tiene ningún apoyo real, porque no existe ningún original donde puedan apoyar esta teoría.

Para Joel, de quien citan los Hechos (Joel 2;32), igual que para los profetas en general, el "día del Señor" es el "día de YHWH", con alusión a la  época del Mesías, sin más  determinaciones (Is 2;12) (Jer 30;7)  (Sof 1;14) (Am  5;18) (Am 8;9)  (Am 9;11); pero,  en la terminología cristiana, precisadas  ya más las cosas,  el "día del Señor" es el día del retorno  glorioso de Cristo en la parusía (Mt 24;6)  (1Tes 5;2)  (2Tes 1;7-10)  (2Tes 2;2)  (2Tim 4;8),  y es  a Cristo a quien  Pedro , en la conclusión de  su discurso, aplicará ese título  de "Señor"  (v36) ni  hay otro  nombre, como  dirá más tarde (Hech 4;12), por el cual  podamos ser salvos.  Lo mismo dirá S. Pablo, con alusión evidente al texto de Joel: "Uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que le invocan, pues todo el que invocare el nombre del Señor será salvo" (Rom 10;12-13).  Ninguna manifestación más expresiva de la fe de los apóstoles en la divinidad de su Maestro que esta equivalencia Cristo-YHWH, considerando como dicho a él lo dicho de YHWH.

Tanto en el caso de (Hech 2;21) como en el de (Rom 10;12-13), los TJ pretenden hacernos creer que la invocación se refiere al nombre de Dios y por eso traducen el Señor por Jehová, cuando el contexto de estos versículos muestra que a quien debe invocarse es a Cristo, no al Padre. En la epístola a los romanos, justo antes y después de los versículos indicados, leemos que si confesamos el nombre de Jesús como Señor y si creemos que Dios le ha resucitado de entre los muertos seremos salvos. En el libro de los Hechos se invoca el nombre de Cristo para salvación de la humanidad (Hech 3; 6,16) (4;12) (9;14-16,21) (10;43) (15;26) (16;18). 

Así, pues, el nombre de Dios, YHWH, nunca fue pronunciado en la antigüedad “Jehová”, ya que esta pronunciación fue el arreglo posterior de dos palabras en una sola.

Siendo esto así, es completamente falso afirmar -como afirman los TJ- que el término “Jehová” "se ha perdido de vista... después de la muerte de Jesús" ("La verdad os hará libres", pág 33-34), puesto que no existía todavía en ese momento. Pero, además, ¿cómo pueden decir esto si ellos mismos han escrito: "La lectura de 'Jehová' puede trazarse a la temprana edad media y hasta tiempo reciente se decía fue inventada por Pedro Gallatín (1518) el confesor del papa León X.  Escritores recientes, sin embargo, la han trazado a una fecha más temprana, encontrándose escrita en el 'Pugio Fidei' de Ramón Martín (1270) monje español de la orden de los dominicos". ("Santificado sea tu nombre", pág 16 y 18) (“La Atalaya” nº 9 de 1980, pág 11) ¿En qué quedamos, el nombre de Jehová pasó al último lugar después de la muerte de Jesús o el nombre de Jehová fue inventado más de mil años después?

En los años 1600 se comenzó a traducir la Biblia a todas las lenguas, y como se encontró en todos los textos bíblicos de la Edad Media la palabra «Jehová» como nombre propio de Dios, se copió este nombre “Jehová” literalmente en los distintos idiomas (español, alemán, inglés...). Y desde aquel tiempo empezaron a pronunciar los católicos y los cristianos en general como nombre propio de Dios del AT la palabra «Jehová» en español. 

YAVÉ 

Ahora bien, en la actualidad, las Biblias católicas usan el nombre “Yavé” y no “Jehová”. Y es que ya en el siglo XX, la mayoría de los hebraístas modernos (los que estudian el idioma hebreo) están de acuerdo que la manera original y primitiva de pronunciar el nombre de Dios YHWH es “Yavé”. 

“Yavé” es una forma del verbo “havah” (ser, existir) y significa: “Yo soy el que soy” (Lógicamente, “Jehová” no es ninguna forma del verbo “ser” ya que, como hemos dicho, es el resultado de la combinación de dos palabras). Por todo ello, la Iglesia Católica tomó la decisión de usar la pronunciación original “Yavé” en vez de “Jehová”. 

En “La Atalaya 1/12/1964”, pág 711, se puede leer: “los traductores de la Traducción del Nuevo Mundo declararon que se inclinaban a considerar ‘Yavé’ como la manera más correcta de pronunciar el nombre de Dios.  Si la agencia editora para los Testigos de Jehová -sigue la propia revista- reconoce que 'Yavé' es más correcta, ¿por qué usan 'Jehová' en su traducción, escritura y adoración?  A causa de que la forma 'Jehová' ha sido conocida de la gente por muchos siglos.” ("La verdad que lleva a la vida eterna", pág 18) (Usted puede vivir… pág 44). 

Que los TJ, en algo que -según dicen- constituye la primera razón por la que el Hijo de Dios vino a la Tierra: 'dar a conocer el nombre de su Padre' ("Usted puede vivir...", pág 60), hacen la concesión de aceptar como nombre de Dios el de “Jehová” porque esta expresión ha sido conocida de la gente por muchos siglos...  y aún a pesar de que los propios TJ reconocen que “Toda persona desea no solamente que su nombre sea tratado con el debido respeto, sino también, que se pronuncie correctamente” (“Santificado sea tu nombre”, pág 15), resulta un tanto incomprensible. 

Sin embargo, los TJ, después de haber reconocido tan claramente que 'Yavé' es más correcto que 'Jehová', terminan su artículo de "La Atalaya" de 1/12/1964” que hemos reproducido en parte, diciendo: "Por eso, entonces, ¿cuál es el nombre de Dios? En español, traducido fielmente de las Escrituras Hebreas, la Biblia responde: 'Yo soy Jehová.  Ese es mi nombre' (Is 42;8)" ¡Sin comentarios! 

A los TJ que siguen nombrando a Dios Jehová y no Yavé porque aquel nombre “ha sido conocido de la gente por muchos siglos”, les podríamos preguntar por qué no aplican este mismo criterio a tantos y tantos otros puntos de su doctrina, por ejemplo, la muerte en cruz de Jesucristo... ¿O es que acaso no cree la mayoría de gente cristiana a lo largo de los siglos que Jesucristo murió crucificado? ¿Por qué no rectifican?  Los TJ, criticando a la Iglesia, han llegado a escribir: "Muéstrese grande y confiese que se equivocó. En contraste notable con la posición que han adoptado los papas, está la posición que han adoptado los testigos cristianos de Jehová que prontamente reconocen haber cometido errores en cuanto a doctrina y adoración... El estar dispuesto a confesar que se equivocó es el proceder correcto... Por eso, muéstrese grande, muéstrese suficientemente grande como para confesar que se equivocó” ("La Atalaya" de 1973, pág 260) ¡Pues, eso! 

NOMBRE DE DIOS DESPUÉS DE LA VENIDA DE JESÚS: ¡PADRE!

Si queremos saber cómo prefiere Dios que se le llame después de la venida de Nuestro Señor, será necesario acudir a los textos del Evangelio: "Cuando oréis, decid:  Padre...” (Lc 11;2); "Vuestro Padre sabe muy bien lo que necesitáis... Así pues, orad de esta manera: Padre nuestro... " (Mt 6;8-9) y así hasta en más de doscientas ocasiones. ¿Es que cuando un hijo se dirige a su padre es más adecuado que le llama Ramón o Juan o Pedro, en vez de ¡Padre!? ¿Es que un hijo por el hecho de llamar ¡Padre! a su padre natural no se siente cerca de él?  ¿Acaso un niño, aunque sepa cómo se llama su padre o su madre, cuando se encuentra delante de cualquier peligro no le sale de su corazón: ¡mamá!, ¡papá!? 

Jesucristo, nunca nombra a “Jehová” en sus oraciones como lo hacen los TJ. Únicamente invoca al “Padre”: (Mt 11;25) (Mt 26;39) (Mc 14;36) (Lc 10;21) (Lc 22;42) (Lc 23;34) (Lc 23;46) (Jn 11;41 (Jn 12;27-28) (Jn 17;1-26).  

En efecto, Jesucristo el único nombre o título que da a conocer de Dios, es el de “Padre”. El de Jehová o el de Yavé no los nombra ni una sola vez… ni en el momento de la muerte.  Así es, al menos, en los textos escritos más antiguos de los que se tiene noticia.  Pero es que el nombre de Jehová no solamente no es pronunciado por Jesucristo en ninguna ocasión, sino que no aparece en todo el Nuevo Testamento. 

El apóstol Pablo dice que, los cristianos al tener el espíritu de Dios, claman: "Abba Padre", no claman “Jehová” o “Yavé” (Rom 8;15) (Gl 4;6). El propio Jesús unas horas antes de ser ajusticiado, estaba en el huerto de Getsemaní y oró clamando a su Padre diciendo: "Abba Padre, todas las cosas te son posible; remueve de mí esta copa" (Mc 14;36). Y bien, ¿qué significa la palabra "abba"? Lo más entrañable y cariñoso de un hijo hacia su progenitor. Proviene del arameo y encierra el sentido de "papá"; algo muy apropiado para dirigirse a Dios.  

Que nos sirvamos del nombre de Jehová para dirigirnos a Él o para hablar de Él, creo que es   totalmente indiferente.  Para Él, lo que importa no es la palabra que pronuncian los labios, sino la veneración, y el pensamiento que yacen ocultos en el corazón y en el espíritu.

 Cuando Jesucristo dijo que había dado a conocer el nombre de Dios a sus discípulos (Jn 17;26), no era porque ellos desconocían el nombre de Yavé. Al ser judíos, los discípulos conocían muy bien este nombre. Más bien les dio a conocer el carácter y la naturaleza de Dios. Lo mismo sucede con la oración del Padrenuestro. Santificar su nombre tiene que ver con el ser de Dios y el deseo de que Él sea santificado por la gente. 

Así, pues, los Testigos de Jehová, consecuentes con su doctrina de que el Hijo de Dios vino a este mundo a vindicar el nombre de su Padre como su principal objetivo, y con su mayor aceptación de la pronunciación Yavé frente a la de Jehová, como hemos visto más arriba, deberían de inmediato, corregir su Biblia “Traducción del Nuevo Mundo”, cambiando “Jehová” por “Yavé”; también cambiarse el nombre y en vez de “Testigos de Jehová” llamarse a partir de ahora “Testigos de Yavé”. Y, finalmente, ya que se consideran cristianos, deberían vindicar, no el nombre de Jehová ni siquiera el más correcto de Yavé para Dios, sino el de padre, que es el que Cristo nos enseñó como el más adecuado para dirigirnos a Él en nuestra oración (Mt 6;9-13) (Lc 11;2-4) y que Él mismo utilizó (Mc 14;36) así como nos consta también de los primeros cristianos (Rom 8;15) (Gal 4;6). 

Más importante para nosotros, que vivimos en el Nuevo Testamento (NT), es saber cómo Jesús hablaba del misterio de Dios. Jesús y sus apóstoles, según la costumbre judía de aquel tiempo, nunca pronunciaban el nombre «Yavé». Siempre leían la Biblia diciendo: “Edonay” para indicar el nombre propio de Dios. 

Todo el NT fue escrito en griego, por eso encontramos en el NT la palabra “Kyrios” (el Señor) que es la traducción de «Edonay» (el Señor). 

Pero Jesús introdujo también una novedad en las costumbres religiosas y nombró a Dios «Padre»: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra». «Mi Padre sigue actuando y yo también actúo». «Por eso los judíos tenían ganas de matarlo: porque El llamaba a Dios Padre suyo haciéndose igual a Dios» (Jn 5;17-18). Además, Jesús enseñó a sus seguidores a hacer lo mismo: «Por eso, oren ustedes así: Padre Nuestro, que estás en los cielos …» (Mt 6;9). Ahora, pues, el nombre más hermoso que nosotros podemos dar a Dios es el de: «Padre nuestro».

DIOS SE REVELA AL HOMBRE  POR MEDIO DE DIVERSOS NOMBRES PERSONALES

Con los TJ siempre hay que distinguir entre la "verdad" de hoy y la de ayer y a veces, incluso con la de anteayer.  En el tema que nos ocupa, lo que hemos leído es su verdad de hoy, pero no es la "verdad" de años atrás, que era otra.   Entonces afirmaban que Dios tenía varios nombres personales, y que por medio de éstos Él se había revelado al hombre:

Su nombre es Dios (“La Creación”, pág 8)

Dios, Todopoderoso, Jehová, son nombres de Aquel que ejerce el poder supremo (“Reconciliación”, pág 100-102)

El gran Creador se ha revelado a sus criaturas con varios nombres   cada uno de los cuales es en gran manera significativo: Dios, Todopoderoso, Altísimo (“Luz y verdad”, pág 58)

El se revela a sí mismo con los siguientes nombres: Todopoderoso Dios, Señor, Jehová, Padre, Altísimo (“Enemigos”, pág 22) 

DIOS REVELA A MOISÉS SU NOMBRE

Según los TJ, cuando Jehová le encargó a Moisés que sacara a su pueblo de Egipto, le reveló un aspecto de su personalidad. Para describir su nombre empleó un verbo relacionado con el verbo del que proviene, pero esta vez en primera persona. Según el relato bíblico, “Dios dijo a Moisés: ‘Yo resultaré ser lo que resultaré ser’ [o, “Yo Llegaré a Ser lo que yo quiera”]. Y añadió: ‘Esto es lo que has de decir a los hijos de Israel: “Yo resultaré ser me ha enviado a ustedes’” (Éx 3;14). Así pues, Jehová llega a ser lo que en cualquier circunstancia haga falta para cumplir su propósito. Para los israelitas, que habían sido esclavos, llegó a ser su libertador, su protector y su guía, así como el proveedor de todo lo que necesitaban, tanto en sentido físico como espiritual. ("La Atalaya" 15/7/2014, pág 23-27).

Por otra parte, en la Traducción del Nuevo Mundo de los TJ podemos leer: "Dice Jesucristo: muy verdaderamente les digo: Antes que Abrahán llegara a existir, yo he sido" (Jn 8;57-58) (NM).

Con estas traducciones anteriores, esta organización religiosa intenta hacer creer que las palabras de Jesús en (Jn 8; 57-58) no parecen tener nin­guna relación con las de (Ex 3; 14). Y es que los TJ hacen malabarismos en su literatura a fin de que Jesucristo nunca afirme su naturaleza divina.

La traducción correcta de (Ex 3;14) es: “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”.

Los cristianos reconocen universalmente, por otra parte, que Je­sucristo afirmó que es Dios cuando se refirió a sí mismo como el YO SOY: "Entonces le dijeron los ju­díos: Aún no tienes cincuenta años, ¿Y ya has visto a Abraham? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, YO SOY" (Juan 8:57-58).

Aun los enemigos de Jesús reconocieron lo que Él decía. El versículo siguiente dice que cuando oyeron eso "tomaron entonces piedras para arrojárselas..." (v. 59). Los judíos incrédulos consideraron la afir­mación de Jesús de que era el YO SOY como blasfemia, un crimen por el cual querían matarlo a pedradas.

Uno no tiene que ser un erudito en griego o hebreo para comprobar que la Sociedad Atalaya ha distor­sionado esos versículos. Las Biblias de estudio de los Testigos de Jehová también prueban que Jesús afirmó que es el "Yo Soy". Su Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras con referencias, en letra grande, publicada en 1984, tiene una nota de pie de página sobre (Ex 3;14) que admite que el texto he­breo se traduciría al griego como Ego eimi que sig­nifica "YO SOY"; y su Traducción Interlineal del Reino de las Escrituras Griegas, de 1985, revela que las palabras de Jesús en (Jn 8;57-58) son las mismas: Ego eimi (nota), "YO SOY" (texto interlineal).

Podríamos preguntarnos, ¿cómo es que aparece el nombre de Yavé en el Génesis si este nombre fue revelado por primera vez a Moisés en (Ex 3;14)?

Por otra parte, en (Ex 6;3) se dice categóricamente: "Yo me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como El-Sadday, pero mi nombre de Yahwéh no les di a conocer a ellos”.  En cambio, en la historia bíblica premosaica, sobre la existencia del nombre de Yahvé existen vestigios. (Gn 4;26) (Gn 15;7) (Gn 12;8) (Gn 22;14).   Para más abundancia bíblica en este sentido se puede añadir que la misma madre de Moisés es llamada Yokebed "Yahvé es gloria".   Además, encontramos los nombres de Abijah y Ajiyah (teóforos a base del nombre de Yahvé) en la onomástica bíblica anterior a Moisés (1Par 2;25) (1Par 7;8).

A estos datos bíblicos se puede añadir que en la onomástica babilónica aparecen nombres con el compuesto Yau, y que en los textos de Ras-Samra parece encontrarse el nombre de una divinidad llamada Yw, que se identificaría con el yaho, de los textos de Elefantina.  Todo esto indica que el nombre de Yahvé existía en la tradición israelita antes de Moisés.

Sin embargo, todos estos indicios no prueban nada definitivamente, ya que la mención de Yahvé en (Gn 4;26) (Gn 15;7), puede explicarse por anticipación literaria o por cambios del nombre de Dios, conforme a la moda imperante cuando se redactó finalmente el fragmento bíblico, como pasó con muchos salmos.  Los nombres propios que se aducen pueden explicarse por retoques de escribas o como pronunciaciones dialectales de nombres que en su grafía primitiva eran diferentes.  Por otra parte el Yau de los supuestos nombres teóforos puede explicarse como un simple demostrativo (Yau, Yaum: este), pues nunca van precedidos del determinativo de divinidad fenicia llamada Yw en los textos de Ras-Samra es una pura conjetura aún no confirmada, pues la lectura de estos textos dista mucho de ser segura. 

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

Examinemos la petición: "Santificado sea tu nombre" (Mt 6;9) (Lc 11;2). ¿Cuál es el significado preciso de esta "santificación" del "nombre" de Dios? Es esta una de las frases que está formulada con una acusada terminología del Antiguo Testamento, y también como se ve en la confrontación de textos, con las fórmulas rabínicas de la piedad judía.

El "nombre" de Dios es un circunloquio que está por la misma persona de Dios.  No es todo ello más que efecto del respeto y escrúpulo judíos de salvaguardar la misma divinidad.  Para lo cual han determinado no pronunciar su nombre, y luego han sustituido éste por otras fórmulas que indirectamente lo representen.  Y una de estas fórmulas indirectas es la simple palabra "nombre" como sustitutiva de la palabra Dios (Dt 12;4 y ss).   Algo de esto entienden los TJ, cuando de hecho nos han dicho que:  "Vez tras vez, las Escrituras muestran, que Jehová actuó a causa de su nombre; el cual también representa su fama y reputación (Is 42;8) (2Sam 7;23) (2Re 19;19-35).  ("¡Despertad" de 8.1.68, pág 27)

En (Ex 23;20-21) (NM) podemos leer: “Aquí estoy enviando un ángel delante de ti para mantenerte en el camino y para introducirte en el lugar que he preparado. Cuídate a causa de él y obedece su voz. No te portes rebeldemente contra él, porque no perdonará la transgresión de ustedes; porque mi nombre está dentro de él.”  Mi nombre está dentro de él”, o sea, mi personalidad, mi fama, mi reputación, todo mi poder, está dentro de él, cualquier cosa que le hagas a él es como si me la hicieras a mí.

Por otra parte, en los textos del Antiguo Testamento, Dios aparece ligado a su pueblo por "su nombre".  Unas veces, porque "me uní yo a toda la casa de Israel y a toda la casa de Judá, dice Yahvé, para que fuese mi pueblo, mi nombre, mi alabanza y mi gloria"; otras veces esta vinculación y pertenencia de Yahvé a su pueblo se la expresa porque "sobre Israel fue invocado tu nombre" (Jr 4;9) (Is 4;1) (Is 63;19). Estando así unido íntimamente el "nombre" de Dios a su pueblo, este nombre puede ser profanado, sea porque el pueblo obra contra la Ley de Yahvé, desobedeciéndole (Jr 34;16), entregándose a idolatrías (Lv 28;21) o de otras maneras.

Pero también hay otra forma por la cual puede ser profanado este "nombre".  Y es que, ligado íntimamente a su pueblo, participa de alguna manera de la suerte del mismo.  Humillado o vejado éste, queda también humillado o vejado el "nombre" de Yahvé, que está en él.  Así, Dios dice en Isaías que no castigará a su pueblo "por mí; por mí lo hago, puesto que, de lo contrario, sería profanado mi nombre” (Is 48;11) (Ez 20;9) (Nm 14;13-17).  En contraposición a esta profanación de su "nombre", está el que su "nombre" puede ser "santificado".

Naturalmente no se refiere a ninguna santificación esencial de Dios, lo que es absolutamente imposible. Es, pues, una santificación extrínseca. Y ésta aparece en el Antiguo Testamento en un doble sentido:

Primero: El pueblo escogido es el que santifica el nombre de Yahvé, sea alabándole, al contemplar sus intervenciones maravillosas (Is 29;23); sea guardando los mandamientos (Lv 23;31-32), sea fiándose totalmente de él (Nm 20;22), de su providencia, etc.

Segundo: Dios mismo es el que "santifica" su "nombre"; pero, correlativamente a esto, Dios ejerce una acción sobre su pueblo. Un pasaje de Ezequiel expresa muy bien este aspecto. Israel ha sido desterrado a Babilonia, y allí no se comporta como conviene, y "profana" el "nombre" de Yahvé; pero éste anuncia la "santificación" del mismo al renovar al pueblo en virtud y aparecer él así lleno de grandeza y majestad (Ez 36;20)

¿CUÁL ES EL NOMBRE DE DIOS? ¿JEHOVÁ o YAVÉ?

En la evolución del pensamiento judío sobre la "santificación" del nombre de Dios hay un progreso o concreción en la literatura postexílica. A la vuelta del destierro babilónico y después de pasado un suficiente lapso de tiempo, los judíos vueltos de la cautividad se convencieron que las profecías de los profetas de la cautividad no iban a tener cumplimiento inmediato.  Pero, siendo palabra de Dios infalible, habían de cumplirse.  De ahí que proyectasen su cumplimiento para los tiempos "últimos". Fue, pues, esto lo que les hizo situar los acontecimientos, esta plena "santificación" del nombre de Dios, en los tiempos escatológicos. Más en concreto se vio que esta plena "santificación" del nombre de Dios era obra reservada al Mesías y a los días mesiánicos.

Hemos, pues, de tener en cuenta, que en la mentalidad semita el nombre no sólo denomina la persona, sino que equivale a ella (1Sam 25;25).  Incluso por la guerra o el anatema se borra el nombre de un pueblo, es decir, el pueblo mismo (Js 7;9) (Is 14;22), por el contrario, la descendencia continúa gracias al   nombre (Gn 21;12) (2Sam 18;18).  El nombre de Dios es torre fuerte y refugio (Pr 18;10) (Sl 91;14).  En su nombre, se reza, se bendice, se vence y se maldice (Gn 4;26) (Gn 13;4) (2Sam 6;18) (2Re 2;24).   Las expresiones: profanar (Am 2;7), santificar (Is 29;23), alabar (Is 25;1), amar (Sl 5;12) el nombre de Yahvéh, e incluso construirle una casa (2Sam 7;13), etc, significan la persona misma de Yahvéh.

El Nuevo Testamento presupone la concepción veterotestamentaria sobre el nombre y la profundiza. El nombre de Jesús expresa su misión (Mt 1;21): es redención (Hech 10;43) (1Cor 6;11) (1Jn 2;12), salvación (Hech 4;12), perfección de la vida cristiana (Col 3;17). En él se manifiesta el amor del Padre, que guarda a los discípulos en su nombre (Jn 17;11, 21).  La oración hecha en el nombre de Jesús, es decir, según sus orientaciones e intenciones, es siempre escuchada (Jn 14; 13 y ss) (Jn 15;16) (Jn 16;23,26). Por la invocación del nombre de Jesús el hombre es salvado (Hech 2;21) (Rom 10;13), forma con los otros creyentes en Jesús la Iglesia (1Cor 1;2) y debe llevar, por ello, el nombre de Cristo (Hech 11;26). Esta unificación con Cristo se realiza en el Bautismo, recibido en el nombre de Dios, o sea, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28;1) (Hech 2;38)