En las Biblia denominada "Traducción del Nuevo Mundo" que utilizan preferentemente los Testigos cristianos de Jehová, encontramos que a Dios se lo nombra como a «Jehová» y en las Biblias católicas se le da el nombre de «Yavé». Muchos cristianos se preguntan: ¿por qué esta diferencia en el nombre de Dios?
JEHOVÁ
El hebreo es
el idioma de los israelitas o judíos del Antiguo Testamento. Que en la mayoría
de los manuscritos hebreos figure “Jehová” como nombre de Dios no quiere decir
que esta sea la pronunciación correcta transmitida por tradición.
Esta
transcripción, Jehová, tiene el siguiente origen: en hebreo, todas las palabras
se escribían desde un principio solo con consonantes (en el caso del nombre de
Dios: YHWH, conjunto de letras que se conocen con el nombre de Tetragrámaton) y
los lectores de las sinagogas -oficio que pasaba de padres a hijos- tenían que
recordar de memoria las vocales correspondientes, necesarias para la debida pronunciación
de cada una de las palabras del texto sagrado.
Los que estaban familiarizados con el
hebreo, como Jesús y los antiguos hebreos antes de él, ciertamente lo sabían
bien y pronunciaban correctamente el nombre, puesto que se hallaba 6.962
veces en las Escrituras hebreas.
En los templos,
en un determinado momento, y debido al profundo respeto que se sentía por el
nombre de Dios, empezó a leerse dicho nombre pronunciando la palabra “el Señor”
= “Edonay” en vez de YHWH cada vez que aparecía el nombre divino. Resultó que,
después de unos años, especialmente después de la destrucción de Jerusalén en
70 dC, la pronunciación original
gradualmente empezó a perderse hasta llegar a ser desconocida generalmente.
Cuando más
tarde se indicaron en la escritura hebrea los sonidos vocálicos por medio de
puntitos, (Masora, siglo VII), a la palabra YHWH, en vez de colocarle los
puntitos vocálicos de esta palabra tal cual se había pronunciado originalmente en
el templo, ya que esta se había olvidado colocaron los de la palabra hebrea
correspondiente a “el Señor”, que era la que, como hemos dicho, universalmente
se acostumbraba a pronunciar en su lugar. Así salió la palabra Y(e)H(o)W(a)H,
donde las vocales entre paréntesis son las de “Edonay” = “el Señor”, que fue
introducida en las traducciones españolas de la Biblia a partir del siglo XVI.
Estos
puntitos, pues, no tenían la misión de facilitar la pronunciación de YHWH, que
no se sabía cuál era, sino la de recordar que aquí se debía leer la palabra hebrea
correspondiente a “el Señor”, o sea, “Edonay”.
Posteriormente,
después de la muerte y resurrección de Jesucristo, al haber sido escritos en
griego los libros que fueron aceptados como formando parte del Nuevo
Testamento, se utilizó la palabra “Kyrios” = “el Señor” para traducir el nombre
de Dios.
En todos los antiguos
textos griegos del NT que se conservan -y algunos de ellos son
muy cercanos al tiempo de los apóstoles- se emplea en (Hech 2;21) y en las casi
700 veces en que se refiere a Dios, la palabra "Kyrios" = Señor, (aparte
de las 235 veces en que se le da específicamente a Dios el nombre de
"Padre"). Ni una sola vez aparece el nombre de Jehová. ¿Cómo puede
ser que Jesucristo reivindicara el nombre de Jehová y le diera la importancia
que dicen los TJ, si ni en una sola ocasión pone este nombre en sus labios? A
pesar de ello, los TJ escriben: "¡Ciertamente es evidente que
el propio Hijo amado de Dios, Jesucristo, siempre engrandeció el nombre de su
Padre… JEHOVA! ("¡Despertad!" de 8.8.68, pág 28).
Defender, como hacen los TJ, que en los
originales de los textos griegos del NT aparecía el nombre de “YHWH” y que
fueron los traductores de la cristiandad quienes los cambiaron por
"Señor" no tiene ningún apoyo real, porque no existe ningún original
donde puedan apoyar esta teoría.
Para Joel, de quien citan los Hechos (Joel
2;32), igual que para los profetas en general, el "día del Señor"
es el "día de YHWH", con alusión a la época del Mesías,
sin más determinaciones (Is 2;12) (Jer 30;7) (Sof 1;14) (Am 5;18)
(Am 8;9) (Am 9;11); pero, en la terminología cristiana,
precisadas ya más las cosas, el "día del Señor" es
el día del retorno glorioso de Cristo en la parusía (Mt
24;6) (1Tes 5;2) (2Tes 1;7-10) (2Tes 2;2) (2Tim
4;8), y es a Cristo a quien Pedro , en la conclusión
de su discurso, aplicará ese título de "Señor"
(v36) ni hay otro nombre, como dirá más tarde (Hech 4;12),
por el cual podamos ser salvos. Lo mismo dirá S. Pablo, con alusión
evidente al texto de Joel: "Uno mismo es el Señor de todos, rico para
todos los que le invocan, pues todo el que invocare el nombre del Señor será
salvo" (Rom 10;12-13). Ninguna manifestación más expresiva
de la fe de los apóstoles en la divinidad de su Maestro que esta equivalencia
Cristo-YHWH, considerando como dicho a él lo dicho de YHWH.
Tanto en el caso de (Hech 2;21) como en el
de (Rom 10;12-13), los TJ pretenden hacernos creer que la invocación se refiere
al nombre de Dios y por eso traducen el Señor por Jehová, cuando el contexto de
estos versículos muestra que a quien debe invocarse es a Cristo, no al Padre.
En la epístola a los romanos, justo antes y después de los versículos
indicados, leemos que si confesamos el nombre de Jesús como Señor y si creemos
que Dios le ha resucitado de entre los muertos seremos salvos. En el libro de
los Hechos se invoca el nombre de Cristo para salvación de la
humanidad (Hech 3; 6,16) (4;12) (9;14-16,21) (10;43) (15;26) (16;18).
Así, pues, el
nombre de Dios, YHWH, nunca fue pronunciado en la antigüedad “Jehová”, ya que
esta pronunciación fue el arreglo posterior de dos palabras en una sola.
Siendo esto así, es completamente falso afirmar -como afirman los TJ- que el término “Jehová” "se ha perdido de vista... después de la muerte de Jesús" ("La verdad os hará libres", pág 33-34), puesto que no existía todavía en ese momento. Pero, además, ¿cómo pueden decir esto si ellos mismos han escrito: "La lectura de 'Jehová' puede trazarse a la temprana edad media y hasta tiempo reciente se decía fue inventada por Pedro Gallatín (1518) el confesor del papa León X. Escritores recientes, sin embargo, la han trazado a una fecha más temprana, encontrándose escrita en el 'Pugio Fidei' de Ramón Martín (1270) monje español de la orden de los dominicos". ("Santificado sea tu nombre", pág 16 y 18) (“La Atalaya” nº 9 de 1980, pág 11) ¿En qué quedamos, el nombre de Jehová pasó al último lugar después de la muerte de Jesús o el nombre de Jehová fue inventado más de mil años después?
En los años 1600 se comenzó a traducir la Biblia a todas las lenguas, y como se encontró en todos los textos bíblicos de la Edad Media la palabra «Jehová» como nombre propio de Dios, se copió este nombre “Jehová” literalmente en los distintos idiomas (español, alemán, inglés...). Y desde aquel tiempo empezaron a pronunciar los católicos y los cristianos en general como nombre propio de Dios del AT la palabra «Jehová» en español.
YAVÉ
Ahora bien, en la actualidad, las Biblias católicas usan el nombre “Yavé” y no “Jehová”. Y es que ya en el siglo XX, la mayoría de los hebraístas modernos (los que estudian el idioma hebreo) están de acuerdo que la manera original y primitiva de pronunciar el nombre de Dios YHWH es “Yavé”.
“Yavé” es una forma del verbo “havah” (ser, existir) y significa: “Yo soy el que soy” (Lógicamente, “Jehová” no es ninguna forma del verbo “ser” ya que, como hemos dicho, es el resultado de la combinación de dos palabras). Por todo ello, la Iglesia Católica tomó la decisión de usar la pronunciación original “Yavé” en vez de “Jehová”.
En “La Atalaya 1/12/1964”, pág 711, se puede leer: “los traductores de la Traducción del Nuevo Mundo declararon que se inclinaban a considerar ‘Yavé’ como la manera más correcta de pronunciar el nombre de Dios. Si la agencia editora para los Testigos de Jehová -sigue la propia revista- reconoce que 'Yavé' es más correcta, ¿por qué usan 'Jehová' en su traducción, escritura y adoración? A causa de que la forma 'Jehová' ha sido conocida de la gente por muchos siglos.” ("La verdad que lleva a la vida eterna", pág 18) (Usted puede vivir… pág 44).
Que los TJ, en algo que -según dicen- constituye la primera razón por la que el Hijo de Dios vino a la Tierra: 'dar a conocer el nombre de su Padre' ("Usted puede vivir...", pág 60), hacen la concesión de aceptar como nombre de Dios el de “Jehová” porque esta expresión ha sido conocida de la gente por muchos siglos... y aún a pesar de que los propios TJ reconocen que “Toda persona desea no solamente que su nombre sea tratado con el debido respeto, sino también, que se pronuncie correctamente” (“Santificado sea tu nombre”, pág 15), resulta un tanto incomprensible.
Sin embargo, los TJ, después de haber reconocido tan claramente que 'Yavé' es más correcto que 'Jehová', terminan su artículo de "La Atalaya" de 1/12/1964” que hemos reproducido en parte, diciendo: "Por eso, entonces, ¿cuál es el nombre de Dios? En español, traducido fielmente de las Escrituras Hebreas, la Biblia responde: 'Yo soy Jehová. Ese es mi nombre' (Is 42;8)" ¡Sin comentarios!
A los TJ que siguen nombrando a Dios Jehová y no Yavé porque aquel nombre “ha sido conocido de la gente por muchos siglos”, les podríamos preguntar por qué no aplican este mismo criterio a tantos y tantos otros puntos de su doctrina, por ejemplo, la muerte en cruz de Jesucristo... ¿O es que acaso no cree la mayoría de gente cristiana a lo largo de los siglos que Jesucristo murió crucificado? ¿Por qué no rectifican? Los TJ, criticando a la Iglesia, han llegado a escribir: "Muéstrese grande y confiese que se equivocó. En contraste notable con la posición que han adoptado los papas, está la posición que han adoptado los testigos cristianos de Jehová que prontamente reconocen haber cometido errores en cuanto a doctrina y adoración... El estar dispuesto a confesar que se equivocó es el proceder correcto... Por eso, muéstrese grande, muéstrese suficientemente grande como para confesar que se equivocó” ("La Atalaya" de 1973, pág 260) ¡Pues, eso!
NOMBRE
DE DIOS DESPUÉS DE LA VENIDA DE JESÚS: ¡PADRE!
Si queremos saber cómo prefiere Dios que se le llame después de la venida de Nuestro Señor, será necesario acudir a los textos del Evangelio: "Cuando oréis, decid: Padre...” (Lc 11;2); "Vuestro Padre sabe muy bien lo que necesitáis... Así pues, orad de esta manera: Padre nuestro... " (Mt 6;8-9) y así hasta en más de doscientas ocasiones. ¿Es que cuando un hijo se dirige a su padre es más adecuado que le llama Ramón o Juan o Pedro, en vez de ¡Padre!? ¿Es que un hijo por el hecho de llamar ¡Padre! a su padre natural no se siente cerca de él? ¿Acaso un niño, aunque sepa cómo se llama su padre o su madre, cuando se encuentra delante de cualquier peligro no le sale de su corazón: ¡mamá!, ¡papá!?
Jesucristo, nunca nombra a “Jehová” en sus oraciones como lo hacen los TJ. Únicamente invoca al “Padre”: (Mt 11;25) (Mt 26;39) (Mc 14;36) (Lc 10;21) (Lc 22;42) (Lc 23;34) (Lc 23;46) (Jn 11;41 (Jn 12;27-28) (Jn 17;1-26).
En efecto, Jesucristo el único nombre o título que da a conocer de Dios, es el de “Padre”. El de Jehová o el de Yavé no los nombra ni una sola vez… ni en el momento de la muerte. Así es, al menos, en los textos escritos más antiguos de los que se tiene noticia. Pero es que el nombre de Jehová no solamente no es pronunciado por Jesucristo en ninguna ocasión, sino que no aparece en todo el Nuevo Testamento.
El apóstol Pablo dice que, los cristianos al tener el espíritu de Dios, claman: "Abba Padre", no claman “Jehová” o “Yavé” (Rom 8;15) (Gl 4;6). El propio Jesús unas horas antes de ser ajusticiado, estaba en el huerto de Getsemaní y oró clamando a su Padre diciendo: "Abba Padre, todas las cosas te son posible; remueve de mí esta copa" (Mc 14;36). Y bien, ¿qué significa la palabra "abba"? Lo más entrañable y cariñoso de un hijo hacia su progenitor. Proviene del arameo y encierra el sentido de "papá"; algo muy apropiado para dirigirse a Dios.
Que nos sirvamos del nombre de Jehová para dirigirnos a Él o para
hablar de Él, creo que es totalmente indiferente.
Para Él, lo que importa no es la palabra que
pronuncian los labios, sino la veneración, y el pensamiento que yacen
ocultos en el corazón y en el espíritu.
Así, pues, los Testigos de Jehová, consecuentes con su doctrina de que el Hijo de Dios vino a este mundo a vindicar el nombre de su Padre como su principal objetivo, y con su mayor aceptación de la pronunciación Yavé frente a la de Jehová, como hemos visto más arriba, deberían de inmediato, corregir su Biblia “Traducción del Nuevo Mundo”, cambiando “Jehová” por “Yavé”; también cambiarse el nombre y en vez de “Testigos de Jehová” llamarse a partir de ahora “Testigos de Yavé”. Y, finalmente, ya que se consideran cristianos, deberían vindicar, no el nombre de Jehová ni siquiera el más correcto de Yavé para Dios, sino el de padre, que es el que Cristo nos enseñó como el más adecuado para dirigirnos a Él en nuestra oración (Mt 6;9-13) (Lc 11;2-4) y que Él mismo utilizó (Mc 14;36) así como nos consta también de los primeros cristianos (Rom 8;15) (Gal 4;6).
Más importante para nosotros, que vivimos en el Nuevo Testamento (NT), es saber cómo Jesús hablaba del misterio de Dios. Jesús y sus apóstoles, según la costumbre judía de aquel tiempo, nunca pronunciaban el nombre «Yavé». Siempre leían la Biblia diciendo: “Edonay” para indicar el nombre propio de Dios.
Todo el NT fue escrito en griego, por eso encontramos en el NT la palabra “Kyrios” (el Señor) que es la traducción de «Edonay» (el Señor).
Pero Jesús introdujo también una novedad en las costumbres religiosas y
nombró a Dios «Padre»: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra». «Mi Padre sigue actuando y yo también actúo». «Por eso los judíos
tenían ganas de matarlo: porque El llamaba a Dios Padre suyo haciéndose igual a
Dios» (Jn 5;17-18). Además, Jesús enseñó a sus seguidores a hacer lo
mismo: «Por eso, oren ustedes así: Padre Nuestro, que estás en los cielos …»
(Mt 6;9). Ahora, pues, el nombre más hermoso que nosotros podemos dar a Dios es
el de: «Padre nuestro».
DIOS SE REVELA AL HOMBRE POR MEDIO DE DIVERSOS NOMBRES PERSONALES
Con los TJ siempre hay que distinguir
entre la "verdad" de hoy y la de ayer y a veces, incluso con la de
anteayer. En el tema que nos ocupa, lo que hemos leído es su verdad de
hoy, pero no es la "verdad" de años atrás, que era otra.
Entonces afirmaban que Dios tenía varios nombres personales, y que por medio de
éstos Él se había revelado al hombre:
Su nombre es Dios (“La Creación”, pág
8)
Dios, Todopoderoso, Jehová, son nombres de
Aquel que ejerce el poder supremo (“Reconciliación”, pág 100-102)
El gran Creador se ha revelado a sus
criaturas con varios nombres cada uno de los cuales es en gran
manera significativo: Dios, Todopoderoso, Altísimo (“Luz y verdad”, pág
58)
El se revela a sí mismo con los siguientes nombres: Todopoderoso Dios, Señor, Jehová, Padre, Altísimo (“Enemigos”, pág 22)
DIOS
REVELA A MOISÉS SU NOMBRE
Según los TJ, cuando Jehová le encargó a Moisés que sacara a su pueblo de
Egipto, le reveló un aspecto de su personalidad. Para describir su nombre
empleó un verbo relacionado con el verbo del que proviene, pero esta vez en
primera persona. Según el relato bíblico, “Dios dijo a Moisés: ‘Yo resultaré
ser lo que resultaré ser’ [o, “Yo Llegaré a Ser lo que yo quiera”].
Y añadió: ‘Esto es lo que has de decir a los hijos de Israel: “Yo
resultaré ser me ha enviado a ustedes’” (Éx 3;14). Así pues, Jehová llega a
ser lo que en cualquier circunstancia haga falta para cumplir su propósito.
Para los israelitas, que habían sido esclavos, llegó a ser su libertador, su
protector y su guía, así como el proveedor de todo lo que necesitaban, tanto en
sentido físico como espiritual. ("La Atalaya" 15/7/2014, pág 23-27).
Por otra parte, en la Traducción
del Nuevo Mundo de los TJ podemos leer: "Dice Jesucristo: muy
verdaderamente les digo: Antes que Abrahán llegara a existir, yo he sido" (Jn 8;57-58) (NM).
Con estas
traducciones anteriores, esta organización religiosa intenta hacer creer
que las palabras de Jesús en (Jn 8; 57-58) no parecen
tener ninguna
relación con las de (Ex 3; 14). Y es que los TJ hacen malabarismos en su
literatura a fin de que Jesucristo nunca afirme su naturaleza divina.
La traducción correcta
de (Ex 3;14) es: “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos
de Israel: YO SOY me envió a vosotros”.
Los cristianos
reconocen universalmente, por otra parte, que Jesucristo afirmó que es Dios
cuando se refirió a sí mismo como el YO SOY: "Entonces le dijeron los
judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿Y ya has visto
a Abraham? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os
digo: Antes que Abraham fuese, YO SOY" (Juan
8:57-58).
Aun los enemigos
de Jesús reconocieron lo que Él decía. El versículo
siguiente dice que cuando oyeron eso "tomaron entonces piedras
para arrojárselas..." (v. 59). Los judíos incrédulos
consideraron la afirmación de Jesús de que era el YO SOY como
blasfemia, un crimen por el cual querían matarlo a pedradas.
Uno no tiene que ser
un erudito en griego o hebreo para comprobar que la Sociedad
Atalaya ha distorsionado esos versículos. Las Biblias de estudio de
los Testigos de Jehová también prueban que Jesús
afirmó que es el "Yo Soy". Su Traducción del Nuevo
Mundo de las Santas Escrituras con referencias, en
letra grande, publicada en 1984, tiene una nota de pie
de página sobre (Ex 3;14) que admite que el texto hebreo se traduciría
al griego como Ego eimi que significa "YO SOY"; y su
Traducción Interlineal del Reino de las Escrituras Griegas,
de 1985, revela que las
palabras de Jesús en (Jn 8;57-58) son las mismas: Ego eimi (nota),
"YO SOY" (texto interlineal).
Podríamos preguntarnos, ¿cómo es que
aparece el nombre de Yavé en el Génesis si este nombre fue revelado por primera
vez a Moisés en (Ex 3;14)?
Por otra parte, en (Ex 6;3) se dice
categóricamente: "Yo me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como
El-Sadday, pero mi nombre de Yahwéh no les di a conocer a ellos”. En
cambio, en la historia bíblica premosaica, sobre la existencia del nombre de
Yahvé existen vestigios. (Gn 4;26) (Gn 15;7) (Gn 12;8) (Gn
22;14). Para más abundancia bíblica en este sentido
se puede añadir que la misma madre de Moisés es llamada Yokebed
"Yahvé es gloria". Además, encontramos los nombres
de Abijah y Ajiyah (teóforos a base del nombre de Yahvé) en
la onomástica bíblica anterior a Moisés (1Par 2;25) (1Par 7;8).
A estos datos bíblicos se puede añadir que
en la onomástica babilónica aparecen nombres con el compuesto Yau, y que
en los textos de Ras-Samra parece encontrarse el nombre de una divinidad
llamada Yw, que se identificaría con el yaho, de los textos de
Elefantina. Todo esto indica que el nombre de Yahvé existía en la
tradición israelita antes de Moisés.
Sin embargo, todos estos indicios no prueban nada definitivamente, ya que la mención de Yahvé en (Gn 4;26) (Gn 15;7), puede explicarse por anticipación literaria o por cambios del nombre de Dios, conforme a la moda imperante cuando se redactó finalmente el fragmento bíblico, como pasó con muchos salmos. Los nombres propios que se aducen pueden explicarse por retoques de escribas o como pronunciaciones dialectales de nombres que en su grafía primitiva eran diferentes. Por otra parte el Yau de los supuestos nombres teóforos puede explicarse como un simple demostrativo (Yau, Yaum: este), pues nunca van precedidos del determinativo de divinidad fenicia llamada Yw en los textos de Ras-Samra es una pura conjetura aún no confirmada, pues la lectura de estos textos dista mucho de ser segura.
SANTIFICADO
SEA TU NOMBRE
Examinemos la petición:
"Santificado sea tu nombre" (Mt 6;9) (Lc 11;2).
¿Cuál es el significado preciso de esta
"santificación" del "nombre" de Dios? Es esta una de las
frases que está formulada con una acusada terminología del Antiguo
Testamento, y también como se ve
en la confrontación de textos, con las fórmulas
rabínicas de la piedad judía.
El "nombre" de Dios
es un circunloquio que está por la misma persona
de Dios. No es todo ello más que efecto del respeto y
escrúpulo judíos de salvaguardar la misma divinidad. Para lo cual han
determinado no pronunciar su nombre, y luego han sustituido éste
por otras fórmulas que indirectamente lo representen. Y una de estas fórmulas
indirectas es la simple palabra "nombre" como
sustitutiva de la palabra Dios (Dt 12;4 y ss).
Algo de esto entienden los TJ, cuando de hecho nos han
dicho que: "Vez tras vez, las Escrituras muestran,
que Jehová actuó a causa de su nombre; el cual también
representa su fama y reputación (Is 42;8) (2Sam 7;23) (2Re
19;19-35). ("¡Despertad" de 8.1.68, pág 27)
En (Ex 23;20-21) (NM) podemos leer: “Aquí
estoy enviando un ángel delante de ti para mantenerte en el camino y para
introducirte en el lugar que he preparado. Cuídate a causa de él y obedece su
voz. No te portes rebeldemente contra él, porque no perdonará la transgresión
de ustedes; porque mi nombre está dentro de él.” “Mi nombre
está dentro de él”, o sea, mi personalidad, mi fama, mi reputación, todo mi
poder, está dentro de él, cualquier cosa que le hagas a él es como si me la
hicieras a mí.
Por otra parte, en los textos
del Antiguo Testamento, Dios aparece ligado a su pueblo por
"su nombre". Unas veces, porque "me uní yo a
toda la casa de Israel y a toda la casa de Judá, dice Yahvé, para que
fuese mi pueblo, mi nombre, mi alabanza y mi gloria"; otras
veces esta vinculación y pertenencia de Yahvé a
su pueblo se la expresa porque "sobre Israel fue
invocado tu nombre" (Jr 4;9) (Is 4;1) (Is 63;19). Estando
así unido íntimamente el "nombre" de Dios a su
pueblo, este nombre puede ser profanado, sea porque el pueblo obra contra
la Ley de Yahvé, desobedeciéndole (Jr 34;16),
entregándose a idolatrías (Lv 28;21) o de otras maneras.
Pero también hay otra forma por la cual
puede ser profanado este "nombre". Y es que,
ligado íntimamente a su pueblo, participa de alguna manera de la
suerte del mismo. Humillado o vejado éste, queda también
humillado o vejado el "nombre" de Yahvé, que está en él. Así,
Dios dice en Isaías que no castigará a su pueblo "por mí; por
mí lo hago, puesto que, de lo contrario, sería profanado mi
nombre” (Is 48;11) (Ez 20;9) (Nm 14;13-17).
En contraposición a esta profanación de su "nombre", está el que
su "nombre" puede ser "santificado".
Naturalmente no se refiere
a ninguna santificación esencial de Dios, lo que es absolutamente
imposible. Es, pues, una santificación extrínseca. Y ésta aparece en el Antiguo
Testamento en un doble sentido:
Primero: El pueblo escogido es el que
santifica el nombre de Yahvé, sea alabándole, al contemplar sus intervenciones
maravillosas (Is 29;23); sea guardando los mandamientos (Lv 23;31-32), sea
fiándose totalmente de él (Nm 20;22), de su providencia, etc.
Segundo: Dios mismo es el que
"santifica" su "nombre"; pero, correlativamente a esto,
Dios ejerce una acción sobre su pueblo. Un pasaje de Ezequiel expresa
muy bien este aspecto. Israel ha sido desterrado a Babilonia, y allí
no se comporta como conviene, y "profana"
el "nombre" de Yahvé; pero éste anuncia la
"santificación" del mismo al renovar al pueblo en virtud
y aparecer él así lleno de grandeza y majestad (Ez 36;20)
¿CUÁL ES EL NOMBRE DE DIOS? ¿JEHOVÁ o YAVÉ?
En la evolución del pensamiento judío
sobre la "santificación" del nombre de Dios hay
un progreso o concreción en la literatura postexílica. A la
vuelta del destierro babilónico y después de pasado
un suficiente lapso de tiempo, los judíos vueltos de la
cautividad se convencieron que las profecías de los profetas de la cautividad
no iban a tener cumplimiento inmediato. Pero, siendo
palabra de Dios infalible, habían de cumplirse.
De ahí que proyectasen su cumplimiento para los tiempos
"últimos". Fue, pues, esto lo que les hizo situar los
acontecimientos, esta plena "santificación" del nombre de Dios,
en los tiempos escatológicos. Más en concreto se vio que esta plena "santificación"
del nombre de Dios era obra reservada al Mesías y a los días mesiánicos.
Hemos, pues, de tener en
cuenta, que en la mentalidad semita el nombre no sólo denomina la
persona, sino que equivale a ella (1Sam 25;25). Incluso por la
guerra o el anatema se borra el nombre de un pueblo, es decir, el
pueblo mismo (Js 7;9) (Is 14;22), por el contrario, la descendencia
continúa gracias al nombre (Gn 21;12) (2Sam 18;18).
El nombre de Dios es torre fuerte y refugio (Pr 18;10) (Sl 91;14).
En su nombre, se reza, se bendice, se vence y se maldice (Gn 4;26)
(Gn 13;4) (2Sam 6;18) (2Re 2;24). Las expresiones: profanar
(Am 2;7), santificar (Is 29;23), alabar (Is 25;1), amar (Sl 5;12) el
nombre de Yahvéh, e incluso construirle una casa (2Sam 7;13), etc,
significan la persona misma de Yahvéh.
El Nuevo Testamento presupone la concepción veterotestamentaria sobre el nombre y la profundiza. El nombre de Jesús expresa su misión (Mt 1;21): es redención (Hech 10;43) (1Cor 6;11) (1Jn 2;12), salvación (Hech 4;12), perfección de la vida cristiana (Col 3;17). En él se manifiesta el amor del Padre, que guarda a los discípulos en su nombre (Jn 17;11, 21). La oración hecha en el nombre de Jesús, es decir, según sus orientaciones e intenciones, es siempre escuchada (Jn 14; 13 y ss) (Jn 15;16) (Jn 16;23,26). Por la invocación del nombre de Jesús el hombre es salvado (Hech 2;21) (Rom 10;13), forma con los otros creyentes en Jesús la Iglesia (1Cor 1;2) y debe llevar, por ello, el nombre de Cristo (Hech 11;26). Esta unificación con Cristo se realiza en el Bautismo, recibido en el nombre de Dios, o sea, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28;1) (Hech 2;38)