Desarrollo de este título según la Biblia:
Otro elemento que
desvía la atención de las retribuciones ultraterrestres es la idea de la
solidaridad, tan acentuada en el pueblo de Israel como en general en los
pueblos semíticos. Solidaridad que en
cualquier concepción tiene, entre otras cosas, la raíz profunda de la necesaria
ejemplaridad, y a la que desde luego quiso Dios acomodarse. Dios premia y
castiga en esta vida colectivamente.
Las primeras grandes
decisiones de Dios que nos explica la Biblia son colectivas: Dios castiga en
Adán y Eva a toda la humanidad (Gn 3;16-19). Cuando ve Dios la maldad del
hombre, decide exterminarlo. Sólo Noé
halla gracia a los ojos de Yahvé. (Gn
6;7) Y fijémonos que no sólo el hombre colectivamente va a ser castigado, sino
que incluso los animales, los reptiles y hasta las aves del cielo. A Dios le pesa haberlos hecho. Después del
Diluvio universal, Dios hace un pacto y lo hace con toda la humanidad: "No volveré ya más a maldecir la tierra por
el hombre... no volveré ya a exterminar cuanto vivo hice sobre la tierra..." (Gn 8;21-22).
Más adelante, cuando de nuevo decide castigar a los hombres, a los
descendientes de Noé, por su orgullo, les aplica un castigo colectivo
confundiendo sus lenguas de modo que no se entendiesen entre ellos (Gn 11;5-9)
El individuo suele
ser considerado -antes del exilio- como miembro de una colectividad, y por eso
sus actos tienen una resonancia social. (Ex 34;7) (2Sm 24;10) (Am 7;17) (Is 14;21) (Lv 20;5) (Lv 26;39) (Nm
14;18)
En la antigua
organización patriarcal y tribal, la ley de la solidaridad tenía una importancia
excepcional, fundada en las leyes de la consanguinidad y en las exigencias de
una sociedad imperfectamente organizada. El individuo era más bien considerado
como parte de un todo, miembro de una colectividad; por eso los pecados de uno
redundaban en perjuicio de los otros, y viceversa, las buenas acciones de unos
eran imputadas a los miembros de la comunidad y conforme a este modo de obrar
de la justicia humana, se concebía la justicia divina. Sobre todo, los hijos se
consideraban como algo del padre, de forma que tienen que cargar con sus responsabilidades.
Desde el Sinaí, Yahvé
se revela como el Dios celoso que castiga la iniquidad de los padres en los
hijos, hasta la tercera y cuarta generación, y luego contrastando y superando
este rigor, como Dios bueno que hace misericordia hasta la milésima generación
a los que guardan los mandamientos (Ex 20;5-6).
Idea que se repite en los mismos términos en (Dt 5;9-10). El idólatra
será castigado por Dios no solamente en su persona, sino también en la de los
suyos (Lv 20;5) (Is 14;21). La casa de Helí es castigada toda entera a causa de
las transgresiones de los hijos del gran sacerdote (1Sam 2;13-14) Inversamente
se dice que los patriarcas serán bendecidos en su posteridad (Gn 17;4-8) Esta
era la razón por que los israelitas daban tanta importancia a su calidad de
hijos de Abrahán hasta los tiempos de Cristo, con un exceso tan nocivo que fue
reprendido ásperamente por el Bautista (Mt 3;9) y por Jesús mismo (Jn 8;33-39)
"Yo me postré ante Yahvé aquellos cuarenta
días y cuarenta noches que estuve postrado, porque Yahvé hablaba de
destruiros. Le rogué, diciendo '¡Señor,
Yahvé!, no destruyas a tu pueblo, a tu heredad, redimida por tu grandeza, sacándolo
de Egipto con tu mano poderosa.
Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob; no mires a la dureza de
este pueblo, a su perversidad y a su pecado; que no puedan decir los de la
tierra de que nos has sacado: "Por no poder Yahvé hacerlos entrar en la
tierra que les había prometido y porque los odiaba, los ha sacado fuera para
hacerlos morir en el desierto'. Son tu
pueblo, tu heredad, que con tu gran poder y brazo tendido has sacado
fuera". (Dt 9:25-29)
Debido a esta idea de
solidaridad que fue siempre dominante en Israel, las relaciones se establecían
más entre Dios y su pueblo que entre Dios y tal o cual hombre en
particular. No es pues extraño que el
destino individual atrajese menos la atención y que la solución fuese, por el
mismo caso, menos avanzada.