martes, 11 de julio de 2017

PALABRAS DE JESÚS AL ESTABLECER LA “CENA DEL SEÑOR” (EUCARISTIA)

PALABRAS DE JESÚS AL ESTABLECER LA “CENA DEL SEÑOR” (EUCARISTIA)
s/TJ: 

Concerniente a la Cena del Señor, Mateo, un testigo presencial, escribió: "Y mientras ellos comían, Jesús tomó un pan, y lo bendijo, y lo partió, y dándolo a los discípulos, dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.  Y tomando la copa, dio gracias, y se la dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre, la sangre del Nuevo Pacto, la cual es derramada por muchos, para remisión de pecados" (Mt 26;26-28) (1Cor 11;23-26).

Al instituir el Memorial de su muerte, ¿qué quiso decir Jesús cuando dijo: "Esto es mi cuerpo" y "Esto es mi sangre"?  No habiendo ninguna declaración en las Escrituras que diga lo contrario, tenemos que concluir que Jesús simplemente quiso decir la cosa más obvia, a saber, que el pan y el vino representaban o significaban su cuerpo, su propio cuerpo de carne y sangre; no que éstos habían llegado a ser realmente su carne y sangre.  Por eso, algunas versiones dicen: "Esto significa mi cuerpo", o, "Esto representa mi cuerpo".  Debido a que el pan y el vino son, así, símbolos, se hace referencia apropiadamente a ellos como "emblemas".  ("La Atalaya" de 1.3.65, pág 154) ("Vida eterna en libertad de los hijos de Dios", pág 129) 

Análisis: 

"No habiendo ninguna declaración en las Escrituras que diga lo contrario, -dicen los TJ-  tenemos que concluir...". Y en este punto parece que tendrían que seguir diciendo lo que sí realmente es obvio, "forzosamente hemos de aceptar que las palabras de Jesús hemos de entenderlas tal cual las dijo".  Pues no, los TJ siguen diciendo que Jesús simplemente quiso decir todo lo contrario de lo que dijo.        

Aunque la interpretación fuera obvia -que no lo es-, ello no autoriza a los TJ a añadir en su traducción del "Nuevo Mundo" palabras o expresiones que hagan decir a Jesucristo lo que ellos quieren que diga y no lo que, sencillamente, Él dijo. Y todo ello, por: 

Primero:  porque el original no lo dice y los TJ así lo reconocen en el comentario de ("La Atalaya" de 1.3.65, pág 154), cuando escriben: "Al instituir el memorial de su muerte, ¿qué quiso decir Jesús cuando dijo: “Esto es mi cuerpo",  "esto es mi sangre?" 

Segundo: porque en el prólogo de la traducción del Nuevo Mundo, los Testigos de Jehová, dicen textualmente:  "...se hace el esfuerzo de traducir el texto griego del modo más literal posible. Por eso, cuando se introducen palabras consistentes con el contexto para hacer la traducción clara y comprensible, se encierran las palabras insertadas entre corchetes..."

En este caso:

1) No es necesario añadir ninguna palabra adicional -en contra de lo que han hecho los TJ- para traducir lo que Jesucristo dijo ya que está clarísimo. 

2) Las palabras "consistentes con el contexto" que introducen los Testigos de Jehová, no las encierran entre corchetes. 

Tercero: porque son los TJ los que acusan a quienes no aceptan sus doctrinas de que leen en los versículos de la Biblia más de lo que estos realmente dicen. ("La Atalaya" de 15.1.92, pág 21) ¿Y no es este sistema de añadir palabras al texto del original, hacerle decir más de lo que realmente dicen? 

Cuarto: Cuando Pablo en (1Cor 11;23-26) relata la cena del Señor y trata de corregir a los corintios su mala actuación, era una ocasión de oro para clarificar las palabras de Jesús.   Y así, cuando les cuenta que "Jesús en la noche en que fue entregado, tomo el pan..." al relatar las palabras que a continuación dijo Jesús, podría haber dicho: "Esto significa mi cuerpo...esto significa mi carne" y los corintios hubiesen agradecido la interpretación. ¿O es que los TJ tienen más autoridad que el propio Pablo para interpretar las palabras que dijo Jesús y por esto las modifican tranquilamente? 

Por eso, los Testigos de Jehová en su versión de las Sagradas Escrituras denominada del Nuevo Mundo, traducen: "Mientras todavía comían, Jesús tomó un pan y, después de decir una bendición, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo:  'Tomen, coman.  Esto significa mi cuerpo'. También tomó una copa y, habiendo dado gracias, se la dio a ellos diciendo:  'Beban de ella, todos ustedes; porque esto significa mi sangre del pacto que ha de ser derramada a favor de muchos para perdón de pecados" (Mt 26;26-28). Y así, también, los versículos paralelos de los demás Evangelios (Mc 14;22-24) (Lc 22;19-20) y el de (1Cor 11;23-26). 

Quinto: Jesucristo en (Jn 6;48-58) dice que para tener vida eterna se tiene que comer su carne (no lo que significa su carne) y beber su sangre (no lo que significa su sangre). En este caso los TJ no    dicen "lo que significa" ¿Se les habrá pasado? 

En efecto, en (Jn 6;48-51) se dice: "Yo soy el pan de la vida... Este es el pan que baja del cielo, para que cualquiera pueda comer de él y no morir.  Yo soy el pan vivo que baja del cielo; si alguno come de este pan vivirá para siempre; y de hecho, el pan que yo daré es mi carne a favor de la vida del mundo". Por eso se pusieron a contender los judíos unos con otros diciendo: "Como puede este hombre darnos su carne a comer?” (Jn 6;52), exactamente lo mismo que dicen hoy en día los TJ. Entonces, Jesús les dijo: "Muy verdaderamente les digo: A menos que coman la carne del Hijo del hombre y beban su sangre no tienen vida en ustedes.  El que se alimenta de mi carne y beba mi sangre tiene vida eterna...  Porque mi carne es verdadero alimento, y mi sangre es verdadera bebida.  El que se alimenta de mi carne y bebe mi sangre permanece en unión conmigo, y yo en unión con él... El que se alimenta de este pan vivirá para siempre." (Jn 6;53-58). Las palabras de Jesucristo son rotundas.

Los Testigos de Jehová entienden en sentido figurado el texto anterior.  Sin embargo, a lo largo de todo él salta a la vista una línea ascendente de expresión y fórmulas cada una muy semejante a la precedente, a veces casi igual, pero cada vez más precisas, más concretas e indiscutibles, de un realismo cada vez más marcado, más difícil de torcer hacia la metáfora. 

La opinión de los Testigos de Jehová no está justificada en este lugar porque cuando el Señor notaba que sus oyentes entendían sus palabras en sentido literal, siendo así que las decía en sentido figurado, se lo advertía.  Hablando, por ejemplo, con Nicodemo lo hizo así: "En verdad en verdad te digo, que no puede ver el Reino de Dios sino aquel que renaciere de nuevo".  Nicodemo le dijo: "¿Cómo puede uno nacer siendo viejo?  ¿Por ventura puede volver al seno de su madre y nacer otra vez?".  A lo que le contestó Jesús: "En verdad te digo que el que no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios".  (Jn 3;3-5) (Mt 16;6-12.) 

Mas si sus palabras dichas en sentido literal, y como tal entendidas, originaban objeciones o murmuraciones, las mantenía. Así dijo al paralítico: "Hijo, ten confianza; tus pecados te son perdonados".  Los escribas que esto oyeron, decían entre sí: "este blasfema", puesto que se arrogaba la potestad de Dios.  Pero entonces ratifica su afirmación: "¿Qué cosa es más fácil decir: perdonados te son tus pecados, o decir: levántate y anda?  Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene en la tierra potestad de perdonar los pecados, dice al paralítico: "levántate y anda". (Mt 9;2-7). 

Ahora bien, volviendo al texto que nos ocupa, capítulo 6 de Juan, el mismo Evangelio hace notar que los judíos entendían las palabras de Jesús en sentido literal y se escandalizaban; pero El no rectifica, todo lo contrario. Al comer de la carne añade el beber de la sangre. 

Si Jesús hablaba metafóricamente, el medio de deshacer el escándalo era bien sencillo: explicar la metáfora como ya había hecho en otras ocasiones, por ejemplo, en el caso de Nicodemo. Pero Jesucristo no lo hace dando a entender que no habla en metáforas, sino que repite una y otra vez que su cuerpo es verdadera comida y su sangre verdadera bebida. Por otra parte, cuando los apóstoles y evangelistas refieren sus palabras sin aclaración, es que la entienden literalmente, pues cuando les atribuían sentido figurado lo hacen resaltar. Así, por ejemplo, Juan pone en boca de Jesús: "...Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Dijeron los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y Tú en tres días lo levantarás? Mas él hablaba del templo de su cuerpo" (Jn 2;19,20) (Jn 12;33). Otros ejemplos: (Mt 16;6) (Jn 15;1) (Col 1;24) (Mt 13;3) (Mt 13;36).

En la intimidad amorosa y emocionada de la última cena, de la despedida de su vida mortal y de la convivencia con sus queridos apóstoles, inminente ya la hora del sacrificio, Jesús tomó el pan en sus manos, lo bendijo, lo partió y lo dió a sus discípulos diciendo: "Tomad y comed, esto   es mi cuerpo".   (Mt 26;26) (Mc 14;22) (Lc 22;19) (1Cor 11;23-24). Después tomando el cáliz, que contenía vino, lo bendijo, lo dio a sus discípulos, diciendo: "Esto es mi sangre".  (Mt 26;27), (Mc 14;24), (Lc 22;20), (1Cor 11; 25). 

El alma de la controversia abogando por el sentido metafórico de estas palabras de Jesús, se encierra en la interpretación de la palabra "es". Jesús dice "esto es mi cuerpo". "Yo creo que es vuestro cuerpo", responde el católico.  "Yo creo que es el símbolo de vuestro cuerpo", responden los Testigos de Jehová. 

En “Así fue Jesús”, de la B.A.C., podemos leer: La palabra griega que usa Jesús para decir carne es "sarx", que traduce la hebrea “basar" y que significa el compuesto humano formado por el cuerpo y el alma. Conviene recordar que, en la antropología hebrea, la forma de concebir al ser humano es distinta de la griega. Los griegos admitían un dualismo del alma y cuerpo, de “psyche y soma" Para Platón, la "psyche" estaba cautiva en el “soma”. Pero, repetimos, que ésas no son ideas hebreas. Para Juan, que es un escritor hebreo, “sarx" es el hombre entero, mientras que “soma" es el cuerpo abandonado del alma, el cuerpo muerto. Por tanto, la “carne" en la mentalidad hebrea no excluye el alma, sino que la incluye, y “sarx" es el hombre entero, pero con una particular relación con su sensibilidad y fragilidad humanas.

Cuando Juan en su prólogo nos dice que el «Verbo de Dios se hizo hombre", escribe que se hizo “sarx», que, evidentemente, es un cuerpo con alma. Consecuentemente, cuando Jesús habla de comer su carne, su "sarx", eso quiere decir alimentarse de su humanidad completa, que en Él va unida inseparablemente a su divinidad.

El realismo de esta promesa de un alimento queda reforzado por lo que Jesús añade: «Si no bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros», Esta mención que Jesús hace de su sangre resulta particularmente chocante y escandalosa ante un auditorio judío, para quien beber la sangre era un tabú muy primitivo, fundado en la creencia de que el espíritu vital, el alma de los vivientes, residía en su sangre, y que ésta sólo pertenecía a Dios. De aquí la prescripción de no comer ciertos animales sin ser previamente desangrados. Pero Jesús en este caso, al mencionar la sangre, acentúa el realismo del don de su persona, ya que "carne y sangre" es una expresión hebraica que significa "hombre", un ser humano completo.

El realismo de la comida se acentúa aún más mediante los verbos que emplea Juan, ya que no se trata del verbo griego «fageín", que significa comer en general, y que puede admitir interpretaciones simbólicas, sino del verbo «trogein", que específicamente significa "mascar con los dientes el alimento", y que es un verbo que los clásicos griegos aplicaban también a los animales, “Trogein” lo repite tres veces San Juan en este pasaje. A lo que el evangelista añade una precisión, que en su léxico tiene mucho valor, y es el adjetivo alezes, "lo verdadero”. Mi carne, dice Jesús, es comida “verdadera" y mi sangre es "verdadera" bebida. Como sí quisiera decir: No es como el maná, ni tampoco como el pan del que hablamos hace poco; sino que esto que os prometo ahora es la verdadera comida y bebida y el alimento que produce la vida eterna y la resurrección final.

La doctrina es tan clara que esta vez no fueron los judíos los que murmuraron, sino también muchos de los propios discípulos de Jesús, lo cual es una prueba más de que entendieron perfectamente que Jesús no les estaba hablando simplemente de la fe en El, porque ya de esto le habían oído predicar otras veces, sino que estaba declarando una manera nueva de unirse a El, por medio de una comida misteriosa que produce la vida eterna.

De nuevo, el esquema se repite. Cuando los discípulos se escandalizan, Jesús no retracta su afirmación; lo único que hace es corregir los errores de interpretación que hayan podido surgir en la mente excesivamente materializada de sus oyentes. No se trata de comer la carne física y viva de Cristo, como si fuese un acto de antropofagia, que horrorizaría a cualquier humano. Se trata de una comida real; pero no únicamente de una carne "que no sirve para nada", como asegura Jesús, sino de una carne vivificada por el Espíritu, que es el que hace que Jesús retorne al Padre, con quien antes estaba, y que también vivificará a los que se alimenten de ese pan del cielo.

El discurso de Jesús con esta promesa de pan vivificante, más aún, con este mandato de comerlo, porque sin él no hay posibilidades de vida eterna, resultó demasiado para la fe vacilante de algunos de sus discípulos, que calificaron las palabras de Jesús como «duras e inaceptables", y que, en frase de Juan, "se echaron atrás y no siguieron más con Jesús" (“Así fue Jesús” de José A de Sobrino, pág 527-529)

Analicemos las palabras que pronunció Jesucristo al instituir su memorial:

Hay objetos que son simbólicos por su propia naturaleza: un retrato. Toda su razón de ser es representar a una persona.  Si mostrando un retrato decimos: "este es fulano todo el mundo entiende que el verbo "ser" significa "ser imagen de".

Hay objetos que son símbolos, no por su propia naturaleza, sino por el uso: una bandera.  Si al pasar la bandera alguien dice: "es España que pasa", todos entendemos que aquí "ser" significa "representar"

Hay objetos que ni por su naturaleza, ni por el uso comúnmente admitido son símbolos, pero que pueden serlo en virtud de la libre elección del que escribe o habla, que avisa entonces de su intención al lector.  Así, Jesús en la parábola del sembrador (Lc 8;11):  "La simiente es la palabra de Dios"; el pensamiento es claro: "es" = "simbolizar".

Pero si un escritor toma como símbolo un objeto que no lo es de nada, ni por naturaleza ni por el uso, y no avisa de alguna manera que va a hablar en sentido figurado, metafórico, dando a ese objeto una significación nueva y arbitraria, no le comprendería nadie.

Comprendemos perfectamente que una estatua represente a Sócrates, por ejemplo, pero que un trozo de pan represente un cuerpo humano, lo signifique, que el pan sea símbolo del cuerpo, no podemos ni sospecharlo si no se nos avisa de alguna manera.  Ni el pan ni el vino son, ni por su naturaleza, ni por e uso común, símbolo del cuerpo y sangre humanos.  Jesús hubiera debido avisar, advertir de algún modo que estaba dando a esos objetos y palabras un valor de metáfora, de símbolo.  Pero no lo hizo.  (Como tampoco no lo hizo en Jn 6).

No se puede argüir de la semejanza con otras innumerables expresiones de la Sagrada Escritura en las que el verbo "ser" significa "representar".   En la mayoría de los ejemplos que se suelen presentar, el verbo "ser" tiene como sujeto un sustantivo y por predicado otro sustantivo: "Las siete vacas son los siete años" (Gn 41;26,2); "Los diez cuernos son los diez reyes" (Dan 7;24); "El campo es el mundo" (Mt 13;28); Ahora bien, un objeto no puede ser otro: una vaca no es un año, un rey no es un cuerno, etc. El verbo "ser" significa, pues, obviamente, "representar".

Otras veces el verbo "ser" une un pronombre y un sustantivo: "Yo soy la puerta", "Yo soy la vid" (Jn 10;9 y 15).   Y es claro también que como Cristo no es una puerta, ni cepa, "ser" significa "es como una puerta, una vid", etc.

Pero la locución que Jesús emplea en la última cena es muy distinta de todas estas que se aducen.  Jesús no dice: "este pan es mi cuerpo" (sustantivo y sustantivo).  Ni dice: "Yo soy este pan" (pronombre y sustantivo).  Dice que esto, esto que tengo en las manos y que impresiona vuestros sentidos, "esto es mi cuerpo". En esta frase no hay contradicción ninguna.  Y, sobre todo, en el contexto de toda la cena no hay nada que indique sentido figurado. Incluso los apóstoles notaron que Jesucristo empleaba un lenguaje clarísimo, pues le dijeron: "He aquí que ahora hablas claramente y no dices parábola alguna...no necesitas que nadie te pregunte". (Jn 16;29;30).

Mateo, Marcos, Lucas y Pablo, que a veces discrepan en otras narraciones y unos son más claros que otros, aquí, sin embargo, todos cuentan la institución de la Eucaristía usando la misma palabra:  "hoc" (esto es mi cuerpo), se suele objetar que Cristo no dio su cuerpo sino un pedazo de pan que representaba a su cuerpo, y entonces aducen los versículos: (Jn 6;52) (1ª Cor 10;16) (1ª Cor 11;26) (Hech 2;42). La primera observación es que no se designa con el nombre de pan al cuerpo del Señor porque lo sea, sino porque lo ha sido como, por ejemplo, "la vara de Moisés" se llamaba así aun estando convertida en serpiente; o porque tiene apariencia de pan, como se llaman lenguas las de fuego de Pentecostés (Hech 2;3) porque lo parecían sin serlo.

Jesucristo no llama al pan verdadero su carne, sino al revés, a su cuerpo es a quien llama por excelente manera pan, que no es lo mismo. Algo parecido a lo que dijo a la samaritana: "El que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed” (Jn 4;14). Otra vez dice "que yo le daré" como en (Jn 6;52), y como contrapone el agua que él va a dar al agua verdadera, se sigue que lo que Él da no es agua verdadera, sino la gracia que por excelente manera se puede llamar agua.

(1Cor 10;16,17) Es decir, que porque toda la multitud de los cristianos participa de un solo y mismo pan constituyen a pesar de ser muchos, un solo cuerpo.  ¿Qué pan puede ser ese, uno y el mismo, del que se alimentan los fieles? El pan de trigo se hace con granos de campos y cosechas distintos; se elaboró en lugares muy distantes unos de otros; no puede decirse que sea numéricamente el mismo, sino a lo sumo de la misma clase.  Y, sin embargo, la idea de Pablo exige un pan numéricamente idéntico. Pablo dice que los fieles forman un solo cuerpo porque comen un mismo pan, que, evidentemente no es el de trigo, porque éste no es uno, sino sólo semejante. 

La frase sería, pues, un enigma indescifrable si no se refiriese a Cristo, Uno y el mismo, que maravillosamente alimenta a todos los fieles bajo las apariencias del pan eucarístico. 

Si queremos ser fieles a la Biblia, no cambiemos el sentido de las palabras del Señor a nuestro capricho...Lutero era por lo menos sincero cuando escribía: "Yo querría encontrar un hombre lo bastante inteligente como para persuadirme de que en la Eucaristía el pan es sólo pan y el vino sólo vino; me prestaría un gran servicio. He sudado estudiando esta cuestión, pero me siento encadenado: ¡el texto del evangelio es demasiado claro!" 
s/TJ: 

Jesucristo en (Mt 26;29) llama vino a lo que antes ha dicho que era su sangre por lo que no queda claro el hecho de la conversión del vino en su sangre.

Análisis: 

Estas palabras no se refieren al cáliz consagrado. Lucas en (22;18) las pone antes de la institución de la Eucaristía, lo cual nos induce a creer que fueron pronunciadas al servirse una de las primeras copas del convite pascual. Quería el Señor declarar a sus discípulos que aquella era la última cena pascual que comía con ellos.  Y para atenuar de alguna manera la tristeza que esta noticia había de producir en sus almas, alude seguidamente a la felicidad de la gloria de la que participarán en el Reino de su Padre, representada por un festivo banquete.  (Lc 14;15) (Lc 22;30).

s/TJ: 

Según (Lc 22;20), Jesús dijo: “Esta copa significa el nuevo pacto en virtud de mi sangre, que ha de ser derramada a favor de ustedes”. ¿Se convirtió de verdad la copa en “el nuevo pacto”? Eso es imposible, pues un pacto es un acuerdo; no se trata de un objeto material.

Análisis: 

Ya he dado respuesta a esta pregunta más arriba al comentar que cuando el verbo "ser" tiene como sujeto un sustantivo y por predicado otro sustantivo, ejemplo: "Las siete vacas son los siete años" (Gn 41;26,2) es evidente que un objeto no puede ser otro: una vaca no es un año y una copa no es un pacto. El verbo "ser", en estos casos, significa, pues, obviamente, "representar".

Finalmente podemos decir que para “significa” tiene el griego otra palabra distinta a “es” (Ver “Concordancia grecoespañola”: “significa” en índice)

Si buscamos en el “Interlineal de F.Lacueva” la partícula “es” después de los  versículos que estudiamos referentes a la Cena del Señor, en frases que sean claramente del verbo ser, se escribe igual que el “es” que aparece en la Cena del Señor, luego… “es” = es (no “significa”). Ejemplos: (Mt 26;26) (Mt 26;39) (Mt 26;68) etc…