s/TJ:
El Evangelio de Mateo explica lo
que pasó: “Jesús tomó un pan y, después
de decir una bendición, lo partió y, dándolo a los discípulos, dijo: ‘Tomen,
coman. Esto significa mi cuerpo’. También, tomó una copa y, habiendo dado
gracias, la dio a ellos, diciendo: ‘Beban de ella, todos ustedes; porque esto
significa mi “sangre del pacto”, que ha de ser derramada a favor de muchos para
perdón de pecados’” (Mateo 26;26-28) (NM) Hay quienes creen que Jesús convirtió realmente el pan en su carne, y el vino en su sangre. Sin embargo, el cuerpo de Jesús seguía entero cuando él ofreció el pan. ¿Puede decirse entonces que comieron de verdad los apóstoles la carne de Jesús y bebieron su sangre? No, pues eso habría sido un acto de canibalismo y una violación de la ley de Dios (Gn 9;3-4) (Lv 17;10) (“Enseña” pág. 206-207)
Análisis:
Tras leer
la pregunta de los TJ y su propia respuesta, queda claro que sea cual sea la
interpretación de este tema, no se trata de un caso de canibalismo, porque como
dicen los TJ “el cuerpo de Jesús seguía entero”. Y si no hay
canibalismo, tampoco se produce una violación de la ley de Dios. Esto está
bien. Pero fijémonos en dos de los tantos milagros que hizo Jesucristo a lo
largo de su vida: Primera multiplicación de panes y peces (Jn 6;1-15) (Mt
14;13-23) (Mc 6;30-46) (Lc 9;12-17), segunda multiplicación de panes y peces
(Mt 15;32-39) (Mc 8;1-9). Tanto en uno como en otro, al final, después de haber
comido y saciado a miles de personas con la multiplicación de los pocos panes y
peces de que disponía, sobran, gracias al poder de Jesucristo, varios cestos de
comida. Quiero decir, que el poder de Jesucristo puede conseguir lo que quiera
y, por lo tanto, el hecho de que el cuerpo de Jesús siga entero en todo
momento, no quiere decir que su cuerpo y su sangre no sea “verdadera
comida” y “verdadera bebida” (Jn 6;55). Yo no hablo de
canibalismo. Canibalismo sería, como muy apropiadamente dicen los TJ, si el
cuerpo de Jesús no siguiera entero. Pero no es este el caso. El cuerpo de Jesús
sigue entero y sus seguidores podemos cumplir – al seguir su mandato de repetir
lo que él había hecho en la última cena- su instrucción rotunda: “El que
come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna… porque mi carne es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.” (Jn 6;54-55)