Comentarios al Artículo de estudio 2 que los TJ han de estudiar del 9 al 15 de marzo de 2020, según “La Atalaya” - edición de estudio - de enero 2020.
s/TJ:
“POR
todo el mundo, muchos siervos de Jehová se enfrentan a situaciones muy
difíciles e incluso dolorosas. Es posible que lo veamos en nuestra misma
congregación. Algunos tienen una enfermedad grave o han perdido a un ser
querido en la muerte. Otros sufren el intenso dolor que les causa que un
familiar o un amigo cercano deje la verdad. Y hay quienes tienen que
aguantar las consecuencias de los desastres naturales. Todos ellos necesitan
alivio de sus sufrimientos. ¿Cómo podemos ayudarlos?” (Apartado 1) del artículo de estudio en
cuestión).
Análisis:
Los
Testigos de Jehová nos dicen que hemos de interesarnos de verdad en los
demás. (Lc 10;29-37) ("La Atalaya" de 1.8.93, pág 19).
Por otra parte, nos dan la definición de "amor cristiano":
"Amor que se manifiesta ante todo en lealtad a Dios y luego en buscar el
bienestar duradero del prójimo de uno" (Lc 10;27) ("La
Atalaya" de 1.12.59, pág 710). Pero, estas buenas intenciones se
diluyen cuando empiezan a darle vueltas para concretar quien es el "prójimo" al
que deben ayudar, para saber quién es "el semejante", y
casi siempre suelen terminar con la coletilla... "en casos urgentes...
hay que ayudar sobre todo a nuestros hermanos espirituales" (“La
Atalaya” de 1.10.98, pág 15) ("La Atalaya" de 15.12.93, pág 20)
("La Atalaya" de 1.12.93, pág 10 y ss).
Ahora podemos comprender la manera que los TJ tienen de entender el Evangelio. Dicen: "¿Qué posición tiene Vd. ante Dios ahora mismo? ¿Ha hecho usted algo que merezca su aprobación, algo más, es decir, de lo que ha hecho la gente de las religiones paganas? Sí, usted probablemente ha sido caritativo y ha tratado de obrar justamente para con sus semejantes. Pero, ¿no han hecho eso mismo personas de naciones llamadas 'paganas'?". ("La Atalaya" de 15.6.68, pág 363)
Pero,
digo yo ¿no dice el Evangelio todo lo contrario? (Mt 5;43-48)
"Los
fariseos, oyendo que había hecho enmudecer a los saduceos, se juntaron en
torno a Jesús, y le preguntó uno de ellos, doctor, tentándole: 'Maestro,
¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?'. Él le dijo: 'Amarás al Señor,
tu Dios, con todo tu corazón con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el
más grande y el primer mandamiento (Mt 22;34-40) (Mc 12;28-34) (Lc 10;25-37).
Jesucristo, en
su respuesta al doctor fariseo, termina diciendo: “El segundo
(mandamiento), semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti mismo. De
estos dos preceptos penden toda la Ley y los Profetas" (Mt
22;39-40) (Mc 12;31) (NC). En este punto, el fariseo curioso que le había
lanzado la pregunta a Jesús insiste: “pero … ¿quién es nuestro prójimo?”
(Lc 10;29)
Esta misma
pregunta la plantea a sus lectores la revista (Atalaya de estudio de fecha
15 de noviembre de 2015, pág 21 y 22). Y los TJ, fieles a sus personales
interpretaciones del texto bíblico, en vez de leer atentamente las palabras de
Jesús que, como respuesta a esta pregunta, nos cuentan la maravillosa parábola
del buen samaritano (Lc 10;30-37), echan mano de su teología popular
para contestar.
s/TJ:
“Si estamos casados, el prójimo más cercano que tenemos es nuestro esposo o nuestra esposa. También los miembros de la congregación que sirven a Dios junto con nosotros son nuestro prójimo. Y las personas a las que predicamos también lo son… y, finalmente trataremos con amor a los demás”. (Atalaya de estudio de fecha 15 de noviembre de 2015, pág 21 y 22).
Análisis:
Si pasamos al evangelio de Lc 10, Jesús nos ofrece el verdadero significado de prójimo, diciéndonos: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en poder de ladrones, que le desnudaron, le cargaron de azotes y se fueron, dejándole medio muerto. Por casualidad, bajó un sacerdote por el mismo camino, y, viéndole, pasó de largo. Asimismo, un levita, pasando por aquel sitio, le vio también y pasó adelante. Pero un samaritano, que iba de camino, llegó a él, y, viéndole, se movió a compasión, se acercó, le vendó las heridas, derramando en ellas aceite y vino; le hizo montar sobre su propia cabalgadura, le condujo al mesón y cuidó de él. A la mañana sacando dos denarios, se los dio al mesonero y le dijo: Cuida de él y lo que gastes, a la vuelta, te lo pagaré. ¿Quién de estos tres te parece haber sido prójimo de aquel que cayó en poder de ladrones? Él fariseo contestó: El que hizo con él misericordia. Le contestó Jesús: Vete y haz tú lo mismo" (Lc 10;25-37) (NC)
Analicemos
brevemente el contenido de la parábola. Un hombre "bajaba" de
Jerusalén a Jericó: unos mil metros de descenso. El hecho de poner
"un hombre", y no un judío, es elemento necesario para valorar el
prójimo, ya que para el judío sólo era prójimo otro judío. El camino,
sobre todo cerca de Jericó, es abrupto y lleno de recovecos, muy propicio
al asalto. Así le pasó a este hombre. Le robaron todo. Los detalles de su
desvalijamiento no tienen valor alegórico espiritual; son elementos
descriptivos. Y lo dejaron medio muerto.
Pero,
cercanos a él, y "viéndole" así, pasaron de largo un "sacerdote" y
un "levita". El símbolo de la religiosidad oficial de
Israel. Jericó era ciudad sacerdotal, y acaso volvían de cumplir su turno
semanal en el templo. En el Deuteronomio se decía que, si el asno que es
propiedad de tu "hermano" (judío) cae, lo ayudarás a
levantarse (Dt 22;4) (Ex 23;5). Y ellos sabían bien la Ley.
Pasó
luego por allí un "samaritano". Estos eran abominables
para los judíos como racialmente espúreos y cismáticos. Su odio religioso
aparece reflejado en la Escritura (Jn 4;9). Sin embargo, lleno de
compasión, se acercó a él, le vendó las heridas, derramando en ellas
"aceite y vino", uso oriental ordinario en la antigüedad y hasta en
ciertos beduinos de nuestros días, lo cargó en su cabalgadura, lo llevó a un
mesón, y tuvo con él todos los cuidados. Hasta adelantó para los primeros cuidados
"dos denarios", el doble de un jornal diario, prometiendo pagar el
resto de los gastos a su vuelta.
A
Cristo le preguntaron que “quién era el prójimo" para él.
Y Cristo, con especial intención, les pregunta que “quién
obró como prójimo". Y así, con la práctica, hizo ver que
cada hombre es "prójimo" para todos los hombres, por
lo que ha de estar "próximo" a ellos en todas sus
necesidades. No hay, pues, diferenciación de grupos ni jerarquía entre
ellos: primeros, segundos, etc, por la que se deba mantener preferencias a unos
frente a los otros. Todos somos prójimos entre sí. Cubrir las necesidades de
uno u otro, solo depende de las circunstancias y del momento. Por otra parte,
Jesucristo acaba con el significado restringido que los judíos daban a
"prójimo", para darle el pleno significado que abarca a todos los
hombres, incluido los enemigos.
s/TJ:
Todavía
los TJ, al recordarnos la pregunta que lanzó Jesús, ¿"Quién de estos
tres (el sacerdote, el levita o el samaritano) te parece haberse hecho prójimo
del que cayó entre los salteadores"? (Lc 10;36) nos dicen en
("La Atalaya" de 1.7.93, pág 17) que la pregunta realmente que
Cristo nos está haciendo es: ¿De quién está usted anuente a hacerse prójimo?
“Ciertamente
-razonan los TJ-, usted no puede hacerse prójimo de alguien a menos que
llegue a conocerlo, a menos que hable con él. Y especialmente usted se
interesará en averiguar si conoce a Dios, porque si no lo conoce, entonces la
acción como buen prójimo es familiarizarlo con Dios y con sus propósitos
amorosos. De modo que hay necesidad de aprovecharse de toda oportunidad para
compartir su fe con otros, para que ellos también reciban las bendiciones
de Dios”.
Análisis:
Una
vez analizado el pasaje de la "parábola del buen samaritano",
vemos que los TJ nos dicen que hemos de seleccionar las personas con las que de
alguna manera vamos a ser su prójimo. "¿De quién está usted anuente a
hacerse prójimo?", -nos dicen que hemos de preguntarnos-, o dicho
de una manera más entendedora, ¿Con quién consiente usted a hacerse prójimo?
Esto quiere decir que con algunos mejor no ser su prójimo… Por otra
parte, nos enseñan: "Ciertamente usted no puede hacerse prójimo de
alguien a menos que llegue a conocerlo, a menos que hable con él..." O
sea, que si no llega a conocerlo tampoco puede hacerse su prójimo. Y,
finalmente, una vez ha decidido consentir en ser el prójimo de alguien lo será
para compartir con él sus conocimientos de religión. ¡Exactamente lo que hace
el samaritano en la parábola que nos presenta Jesucristo!
Creo,
sinceramente, que la enseñanza de los TJ con relación a este tema no tiene nada
que ver con la que Cristo nos enseñó por medio de esta parábola y que ya ha
quedado explicado más arriba, ¿acaso el buen samaritano entró en
consideraciones religiosas, intelectuales o políticas cuando vio al
"hombre" malherido en el suelo, preguntándose si sería judío, o
samaritano, o un sacerdote, o rico, o pobre, si lo conocía o no lo conocía?;
NO, sino que "viéndole, se movió a compasión". Incluso
decidió ayudarlo estando a una cierta distancia, porque el Evangelio dice
a continuación: "se acercó". ¿Esperó entonces el
buen samaritano a hablar con él para ver si realmente reconocería la ayuda
que se le iba a prestar o a preguntarle si creía en Jehová o en Cristo? NO. El
Evangelio sigue: “le vendó las heridas, derramando en ellas aceite y vino,
le hizo montar en su propia cabalgadura, le condujo al mesón, etc".
Queda también claro que el buen samaritano no se dedicó a hacer una exposición
de sus creencias a fin de compartirlas con el herido.
El
buen samaritano, como buen prójimo ("próximo") del "hombre"
herido, satisfizo como buenamente pudo sus necesidades más perentorias.
Seguramente si hubiese tenido sed, le hubiese dado agua, si hambre, comida, si
hubiese estado desnudo, le hubiese dado ropa... también le hubiese hablado del
Reino de Dios si este fuera el caso... Pero …, ¿no nos juzgará Cristo por todo
esto, antes de concedernos la vida eterna? ¿No nos preguntará si hemos sido
buenos samaritanos a lo largo de nuestra vida? El doctor de la Ley, ¿no le
había preguntado... qué haré para alcanzar la vida eterna? Creo que
la respuesta es todo un programa para nuestra vida de cristianos: "Vete
y haz tú lo mismo"
Los
TJ, en (La Atalaya 15.6.68, pág 363), nos vienen a decir que en vez de perder
el tiempo siendo caritativos y obrando justamente con nuestros semejantes
–tal como hizo el buen samaritano- nos dediquemos a estudiar la Biblia la cual
nos hará ver que hemos de enseñar a otros que a su vez estudien la Biblia para
que enseñen a otros que a su vez... Y mientras tanto, yo me pregunto ¿quién
dará de comer al hambriento?, ¿quién vestirá al desnudo?, ¿quién aplacará la
sed del sediento?, ¿quién...?, ¿quién...?
Si
al menos los TJ nos dijeran que además de obrar caritativamente y con
justicia tratemos de encontrar en la Palabra de Dios la profunda razón de
nuestro actuar, ¿no estarían más cerca de la doctrina de Jesucristo que
nos dice que hemos de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a
nosotros mismos? Porque si no, ¿qué finalidad tiene el estudio
de la Biblia? ¿Dejar de ser caritativos y de obrar con justicia? ¿Es que
cuándo nos juzgue Jesucristo nos va a pasar cuentas de las horas que hemos
estado estudiando la Biblia y va a dejar a un lado nuestra falta de
caridad y de justicia para con nuestros semejantes?
Por
otro lado, los TJ nos dicen: "Por supuesto, el amor cristiano no ha de
manifestarse solo por palabras; es más importante manifestarlo por hechos"...
"¡Qué diferente sería este mundo si toda persona en realidad practicara
esa clase de amor!" ("El hombre en busca de
Dios", pág 242, 247 y 244) ¿Por qué esta diferencia de criterios?
Pues, sencillamente, porque en ("La Atalaya" de 15.6.68) que
hemos visto más arriba, los TJ tratan de inculcarnos que lo que debemos hacer
es ocupar el tiempo predicando y que por lo tanto dejémonos de perder el tiempo
amando a la gente en las cosas de cada día. En cambio, en el libro "El hombre
en busca de Dios", tratan de inculcarnos el odio a las Iglesias
cristianas -y principalmente a la Iglesia Católica- y claro, lo mejor es
demostrar lo poco que se ama en estas iglesias...
El
comportamiento más importante de Jesucristo, como buen samaritano,
fue, lógicamente, dar su propia vida para salvar a todo el mundo, sin
excepción. Pero el comportamiento de Jesucristo a lo largo de su vida,
fue, también, como la de un buen samaritano. Jesucristo, al ver a unas personas
con problemas, (Mc 6;30-45) no preguntó si realmente todos y cada uno de los
5.000 varones (v 44) creían en él, no atendió sólo a los que conocía
de entre los 5.000 varones, no diferenció entre judíos y no judíos de los
5.000 varones... sencillamente, vio que allí habían hombres y mujeres que
tenían necesidades fundamentales, se interesó por ellos y los amó.