En el apartado
“Enseñanzas bíblicas > Preguntas sobre la Biblia > Dios > de la web www.jw.org de los Testigos de Jehová podemos encontrar la
siguiente pregunta y su correspondiente respuesta. Analizaremos lo fundamental
de la misma:
¿Qué es el espíritu santo?
s/TJ:
Al referirse al espíritu santo como las
“manos”, los “dedos” o el “aliento” de Dios, la Biblia demuestra que dicho
espíritu no es una persona (Éxodo 15:8, 10). Las manos de un artesano no trabajan por su
cuenta, pues no pueden actuar de forma independiente del cerebro o
separadas del cuerpo. De la misma manera, el espíritu de Dios solo actúa
cuando y como él lo dirige (Lucas 11:13).
Análisis:
Cuando los TJ están dilucidando sobre la
Sabiduría de (Pr 8) en “La Atalaya” 1/8/2006, pág. 31, escriben: “… Además,
se dice que esta sabiduría habla y actúa, por lo que tiene que tratarse
de una persona”.
Pues el mismo razonamiento, ampliado, podemos
hacer tratando del Espíritu Santo y llegar, por tanto, a la misma definitiva
conclusión.
Veamos: El Espíritu de Dios, siguiendo la estela del
AT., se presenta como una fuerza santificadora en muchos de los pasajes del NT.,
como “algo”, no como “alguien”: derramar, bautizar en o con el espíritu santo,
sellar, ungir, etc. Por eso, del hecho de que se atribuye al Espíritu Santo una
actividad espiritual: hablar, desear, habitar (Hech 8;29) (Rom 8;6,9), no puede
sin más concluirse que se le tenga por persona, pues expresiones semejantes se
emplean también con las abstracciones y personificaciones (por ej.: la carne
desea (Rom 8;6), la ley dice (Rom 7;7), el pecado habita (Rom 7;7), etc.
Pero hay lugares de los Evangelios sinópticos que designan ya claramente
al Espíritu Santo como persona: (Mt 28;19) (Mt 12:31) (Mc 3;28-30) (Lc 12;12). Y
esta interpretación se va abriendo camino, a lo largo del libro de los Hechos, como
una verdad inequívoca. Así, en (Hech 5;3-4) se dice que mentir al Espíritu Santo es mentir a Dios y en (Hech 15;28) se lee:
“Ha
parecido al Espíritu Santo y a nosotros”. Por otra parte, también podemos
leer que, el Espíritu Santo nos capacita
para hablar lenguas extranjeras (Hech 2;4), le puede parecer bien las cosas (Hech 1;16) (Hech 8;29) (Hech 10;19)
(Hech 11;12) (Hech 20;23) (Hech 28;25-27) (Hech 5;32), envía misioneros y nombra obispos (Hech 13;2-4) (Hech 16;6) (Hech
20;28).En las Epístolas paulinas y apostólicas, que mencionan 146 veces al “espíritu”, como espíritu en el hombre o, más frecuentemente, el espíritu de Dios, del Señor, del Hijo y de Jesucristo, la personalidad del espíritu de Dios se hace más clara. “El Espíritu testifica junto con nuestro espíritu” (Rom 8;14-16) y grita “Abbá Padre” (Gl 4;6) (Rom 8;15) (1Pe 1;11), intercede por nosotros (Rom 8;26-27), nos habla (Hb 3;7) (2Pe 1;20-21), habita en los cristianos (1Cor 3;16), habita como Dios (1Cor 14;25), o como Cristo (Rom 8;9-11), posee amor (Rom 15;30), siente emociones (Ef 4;30) (Hb 10;29), nos enseña, piensa, conoce y decide (1Cor 2;10-13) (1Cor 12;3) (1Cor 12;7-11) (Hb 9;14) (Mt 22;43-44). Posee también la característica divina de la omnisciencia (1Cor 2;10-12).
Por fin, en el IV Evangelio, el de Juan, en sus cartas y en el Apocalipsis, el Espíritu Santo (Jn 14;26), es el Espíritu de verdad y dará testimonio (Jn 14;17) (Jn 14;26) (Jn 15;26) (Jn 16;13-14) (1Jn 4;6) (1Jn 5;6)(Ap 2;7,11,17) (Ap 3;6,13,22) , es otro abogado como lo ha sido Jesucristo (Jn 14;16) (1Jn 2;1) (Jn 14;26) (Jn 15;26-27) (Jn 16;7)
El Espíritu Santo es el “otro abogado”, porque, después de la ascensión de Cristo, ocupa el lugar de éste para asistir a los apóstoles. (Jn 14;26) (1Jn 2;27) para enseñarles lo que Jesús mismo no les dijo, revelarles lo futuro (Jn 16,13) y recordarles las instrucciones de Cristo (Jn 14;26) (Jn 16;12). Él dará testimonio sobre Jesús (Jn 15;26) (1Jn 5;6-10) y lo glorificará (Jn 16;14).
De todo ello resulta que Juan piensa en una Persona que es distinta del Padre y del Hijo (Jn 14;16) (Jn 14;26) (Jn 15;26) (Jn 16;7) y que con el Hijo glorificado (Jn 14;18) y con el Padre (Jn 17;21-23) está presente y obra en los creyentes.
Por todo ello, queda ampliamente comprobado que a la Iglesia Católica no le hace falta recurrir al famoso versículo de (1Jn 5;7-8) -como señalan maliciosamente los TJ- para demostrar de una manera inequívoca que el Espíritu Santo es una persona.