De las tres tentaciones de Jesús (Mt 4;1-11).
Acerca de la primera y segunda tentación:
Satanás se dirige a Jesús, diciéndole: “Si eres Hijo de Dios…” (Mt 4;3). Los testigos de Jehová se preguntan: “¿Acaso no sabía Satanás que Jesús era el Hijo de Dios?” Y a sí mismo se contestan: “Claro que lo sabía” (“Adora a Jehová tu Dios”, cap. 1; pág. 6-7). Pero yo pregunto “¿Dónde lo dice la Biblia o de dónde se deduce?” Mi propia respuesta es, “rotundamente, en ninguna parte”. Luego podemos creer todo lo contrario, sino ¿por qué esta frase condicional que le lanza el diablo a Jesús antes de cada una de las tentaciones?: “Si eres Hijo de Dios…”
Está claro, pues, que el diablo no sabe con certeza con
quien se está enfrentando, por lo que parece que, más bien, está explorando las
posibilidades.
No hemos de olvidar que aún ahora, después de veinte siglos,
seguimos dándole vueltas a si Jesús es un dios, Dios, hijo de Dios o el Hijo de
Dios… Y cada una de estas posibles respuestas comporta una serie de distintos e
importantes matices que deben tenerse en cuenta al adentrarnos en las
Escrituras…
Acerca de la tercera tentación:
Satanás muestra a Jesús “todos los reinos del mundo y su
gloria” y le promete: “Todas estas cosas te las daré si caes y me rindes
un acto de adoración” (Mt 4;8-9) (“La Atalaya” 1.4.1973, pág. 208-209).
Los testigos de Jehová nos preguntan que si Satanás no fuera el dueño de esos
reinos ¿habría sido una verdadera tentación para Jesús aquella oferta? Ya hemos
dicho que el diablo no sabía con certeza quien era Jesús por lo que intentaba
descifrarlo. Pero nosotros sí sabemos, sin ningún género de dudas, que
cualquiera que hubiese sido la tentación planteada, Jesús la hubiese superado. Aunque
dudo que los testigos de Jehová -dado su concepto actual del Hijo de Dios-
sostengan este convencimiento.
Finalmente, sabemos que el demonio no tiene dominio en el
mundo. En el mundo solo tiene un poder permisivo tentador y de ser instrumento
de Dios para infligir castigo. No tiene potestad verdadera sobre nada ni sobre
nadie. Por el contrario, la Biblia nos asegura que el diablo es “el padre de
la mentira” (Jn 8;44), “por esto los demonios mienten y engañan”
(1Tim 4;12) (1Jn 4;1-6) (2Re 22;21-24) (2Cro 33;6) (1Sam 18;8-10). Cualquier
tentación del diablo es una mentira. Aparentemente, su objeto es “bueno,
seductor a la vista, deseable” (Gn 3;6), mientras que en realidad su fruto,
su resultado es la muerte. “Desde el comienzo de la humanidad, Satanás ha
intentado engañarnos (Gn 3;1-6) (Ap 12;9) y para ello usa la política,
la religión, el mundo comercial, el entretenimiento, la educación y muchas
otras cosas (Jn 14;30) (1Jn 5;19)” (“Continúe en el amor de Dios, pág.
254-255). Por eso, cuando el diablo habla con Jesús, dice mentira, dice lo
que le sale de dentro porque es mentiroso (Jn 8;44).
Sólo en el sentido que el diablo influye en sembrar el mal
en el mundo y en ser el mentor de los hombres que siguen, con el pecado, su
funesta dirección, Cristo mismo le llamó “príncipe de este mundo” (Jn
12;31) (Jn 14;30), y Pablo le llega a llamar, en este mismo sentido, “dios
de este mundo” (2Cor 4;4).