TRADUCCIÓN DEL NUEVO MUNDO ¿ES EXACTA?
En “La Atalaya 4/2016” aparece un artículo titulado “La Biblia sobrevivió a los intentos de alterar su mensaje”. En él podemos leer, sobre este tema, algunas conclusiones interesantes aceptadas por los testigos de Jehová. Veamos:
Los rollos del Mar Muerto “ofrecen prueba irrefutable de que la transmisión del texto bíblico a lo largo de más de mil años a manos de los copistas judíos fue sumamente fiel y cuidada”.
Por otra parte, los papiros de que disponemos “demuestran una sobresaliente estabilidad en la trasmisión del texto bíblico a lo largo de la historia”.
En vez de corromper el texto de la Biblia, la gran cantidad de manuscritos y la antigüedad de estos lo han hecho más valioso. “Ningún otro libro antiguo dispone de testimonios tan tempranos y abundantes, y ningún estudioso imparcial negaría que el texto que ha llegado hasta nuestros días es sumamente fiable… En cuanto a las Escrituras Hebreas “puede decirse con toda seguridad que ninguna otra obra de la antigüedad se ha transmitido con tanta exactitud”.
Pero a pesar de todo ello, los testigos de Jehová nos
cuentan en la lección 4ª del folleto “¿Quiénes hacen la voluntad de Jehová en
nuestros días?”, que vieron la necesidad de una nueva traducción que
permitiera conseguir más fácilmente el “conocimiento exacto de la verdad,
que es lo que Dios quiere para todos” (1Tim 2;3-4). Por eso, nos
cuentan, en 1950 comenzaron a publicar en inglés porciones de nuestra nueva Biblia
en lenguaje moderno, la Traducción del Nuevo Mundo, que ha sido
traducida -según los propios testigos de Jehová- con exactitud y fidelidad a más
de ciento ochenta idiomas.
O sea que, aceptando que la transmisión de la Biblia a
lo largo de la historia ha sido sumamente fiel, cuidadosa y exacta, ¿por
qué esta necesidad de una nueva traducción que permitiera conseguir más
fácilmente el “conocimiento exacto de la verdad”. ¿Pero no hemos dicho
que la Biblia se estaba transmitiendo de un modo “fiel, cuidadoso y exacto”
ya antes de la Traducción del Nuevo Mundo?
Y si es así ¿por qué traducir en esta nueva versión, por
ejemplo, (Col 1;16,17 y 20) (Rom 8;32) de un modo que cambia totalmente la
interpretación aceptada hasta este momento, contradiciendo otros puntos de la
Biblia, como son (Jn 1;3) (Mt 11;27) (Hb 1;2-3) (Ef 1;10) (Rom 11;36) etc. y haciendo
imposible una interpretación coherente de los mismos. ¿En qué quedamos?
¿Por qué cambiar en (Mt 26;26-28) “esto es mi
cuerpo”, por “esto representa mi cuerpo” con el agravante de que los
testigos de Jehová reconocen en (La Atalaya 1/3/1965) que la expresión de Jesús
fue realmente la primera? Pues si es verdad, ¿por qué cambiarla? Estas dos
frases dicen cosas diferentes.
¿Por qué cambiar (Sl 45;6-7) (Hb 1;8) “tu trono,
¡oh, Dios! es por siempre jamás” por “Dios será tu trono para siempre
jamás”.
¿Por qué escribir el nombre Jehová por todas partes si
los testigos de Jehová saben de sobra que este nombre apareció en el siglo XII
y la pronunciación del Tetragrama, por otra parte, es más probable que sea Yavé,
como reconocen los propios testigos de Jehová en (“La Atalaya 1/12/1964”, pág
711).
¿Por qué tantas modificaciones a los textos de las
Biblias anteriores: (Flp 2;9) (2Pe 1;1) (Tit 2;13) (Hech 20;28) (Hb 1;8) etc.,
etc.
Los testigos de Jehová tendrían que releer de cuando
en cuando “La Atalaya 8/7/1965”, pág 5): “¿Es honrado que simples
traductores cambien lo que escribió el escritor original de una obra, a fin de
insertar en ella sus propias ideas personales?” Y, sin duda, recordar que “mentir
es decir algo falso a alguien que tiene derecho a saber la verdad. Así que dejen
las mentiras y díganse siempre la verdad” (Ef 4;25) (“La Atalaya 2016/1”,
pág 5)