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viernes, 20 de noviembre de 2020

EL ALMA HUMANA NO ES INMORTAL


s/TJ:
En la Palabra de Dios verá que no hay ni un solo versículo que combine la palabra “alma” con otras como “inmortal” o “eterna”. Por el contrario, las Escrituras muestran que el alma es mortal, que ciertamente muere. Y es que el alma no puede ser inmortal porque "solo Dios es inmortal" (1Tim 1;17) ("Sea Dios veraz", pág 70)

Análisis:

Tampoco habría ningún hombre bueno porque "solo Dios es bueno" (Lc 18;19) (Mc 10;18). En efecto, solo Dios es el bien absoluto, la fuente de la verdadera bondad, y las criaturas solo podemos ofrecer una participación y reflejo de ella. Lo mismo ocurre con la eternidad que es absoluta en Dios. Nuestra alma solo es reflejo de esta eternidad.

s/TJ:

En varias ocasiones la Biblia dice que el alma muere. Por ejemplo, el profeta Ezequiel, a quien Dios utilizó para escribir una parte de la Biblia, escribió que se pue­de castigar al alma con la muerte: “El alma que peca… ella misma morirá” (Ez 18;4) (Ez 18;20). (“El punto de vista bíblico” ¡Despertad!, diciembre 2015, pág 12 y 13).

En otro pasaje, las Escrituras hablan de un "alma muerta" para referirse a un cadáver (Levítico 21:11). Cuando en la Biblia se utiliza la palabra alma, por lo general se refiere a una persona viva, incluyendo su cuerpo, emociones y personalidad. Por ejemplo, menciona a una madre que dio a luz "almas", es decir, personas vivas (Gé­nesis 46:18). De hecho, la palabra hebrea para "alma" se puede traducir "uno que respira". Y por eso también se emplea para hablar de animales. Además, según la Bi­blia, el alma necesita comer (Deuterono­mio 12:20). Si fuera algo que pudiera vivir separado del cuerpo, no necesitaría oxí­geno ni comida (Génesis 46:18). Definitivamente, la Biblia no enseña que el alma sea inmortal. (“El punto de vista bíblico”, ¡Despertad!, diciembre 2015, pág 12 y 13).

Análisis:

Los versículos que presentan los TJ –(Ez 18;4) (Ez 18;20)- debe examinarse, en primer lugar, como todos, a la luz de su contexto. ¿De qué habla el escritor?  Los israelitas murmuraban contra Dios, al citar un proverbio que decía:  "Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera" (Ez 18;2); se quejaban de que el castigo por lo que un padre hacía recaía en su descendencia.  El versículo (Ez 18;4) es la respuesta de Dios: "El que peque ese morirá".  También en (Ez 18;20): "El alma que pecare esa morirá". La muerte física era el máximo castigo en una época en que no se conocía la retribución en ultratumba. Dios, pues, hará que el pecador sufra muerte prematura en castigo de sus pecados. Al contrario, el que sea recto en su conducta, practicando el juicio y la justicia en el sentido de acomodarse a las leyes de Dios, “morirá en buena senectud, anciano y lleno de días”. 
De modo que el contexto revela que la Palabra inspirada no habla en este versículo de la condición de los muertos, de la muerte hacia allá, sino de nuestra actuación antes de la muerte. Los TJ saben muy bien, que la palabra "alma" en español, se emplea en muchos sentidos diferentes a través de las Escrituras. A veces se refiere a la vida de una persona, pero otras a la persona misma, como queda claro en todas las referencias que presentan los TJ y otras varias también del NT.  Pero los TJ, mezclando los significados o los conceptos con las palabras, quieren hacernos creer que la Biblia dice que el alma, esa alma inmortal, principio espiritual en el hombre, aquello por lo que es particularmente imagen de Dios, en la que creemos la mayoría de los cristianos, morirá.  Y no quieren darse cuenta de que cuando los cristianos hablamos del alma como espíritu, no hablamos del concepto que en (Ez 18;4) y (Ez 18;20) y en tantos otros sitios, se ha traducido asimismo por "alma", sino de un ente espiritual completamente distinto y en el que los TJ no creen. 
Ampliando lo anterior, podemos decir que la tesis tradicional en la sociedad israelita era que Dios premia en esta vida la virtud y castiga el vicio.   A los cumplidores de la ley divina les están reservadas toda clase de bienes temporales -longevidad de vida, prosperidad material, numerosa posteridad- (Dt 11;13ss) (Sl 111;3) (Ex 20;12) (Sl 111;2) (Sl 111;6), mientras que a los pecadores les espera la muerte en plena juventud, la pérdida de sus bienes y la esterilidad- (Gn 38;7) (Gn 38;10) (Dt 7;12ss) (Dt 8;7-20) (Dt 28) (Pr 11;31). Por otra parte, se establecía una relación causal entre el pecado y el sufrimiento, de forma que todo el que sufría contrariedades de orden físico y moral tenía por causa indefectible el pecado (la historia del justo Job será la prueba irrefutable de que esta tesis, comúnmente aceptada por la sabiduría tradicional, no tiene validez en todos los casos y, por tanto, no se debe atribuir necesariamente la desventura y la enfermedad al pecado como causa). Incluso en tiempo de Jesús se seguía aceptando esta tesis (Jn 9;2). 
Una vez muerto -era la creencia de entonces- se bajaba a la región subterránea del Sheol.  En el Sheol los difuntos estaban libres de toda clase de dolores, aunque llevaban una vida lánguida, de "sombras", sin vigor físico ni alegrías positivas. En el libro de Job, por ejemplo, el varón de Hus prefiere esta situación a la tragedia que estaba viviendo.  Precisamente por no tener luces sobre la retribución en ultratumba, el hagiógrafo no coloca en los labios de Job palabras más esperanzadoras. La perspectiva de la supervivencia y retribución en ultratumba sólo aparece en los últimos libros del antiguo testamento (Sabiduría y Macabeos). Y de un modo claro en todo el N.T.
Pero los TJ apoyan la conclusión de que el alma no es inmortal en otros puntos de la Biblia, entre ellos, (Mat 10;28) y (Lc 12;4,5) porque estos versículos parecen indicar que el alma puede ser destruida. Cuando Jesús dice: “temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en la Gehena” (NM). Pero, de hecho, ¿qué nos quiso decir Jesucristo con estas palabras?
Veamos estos dos pasajes del evangelio según las traducciones de NM y de NC. 
 “Y no se hagan temerosos de los que matan el cuerpo mas no pueden matar el alma (psyché); sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena (Mt 10;28) (NM).
“No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que al alma (psyché) no pueden matarla; temed más bien a aquel que puede perder el alma y el cuerpo en el gehenna” (Mt 10;28) (NC).
“Además, les digo, amigos míos: No teman a los que matan el cuerpo y después de esto no pueden hacer nada más. Pero yo les indicaré a quienes temer: Teman a aquel que después de matar tiene autoridad para echar en el Gehena”. Sí, les digo, teman a Este (Lc 12;4-5) (NM).
“A vosotros, mis amigos, os digo: No temáis a los que matan el cuerpo y después de esto ya no tienen nada más que hacer. Yo os mostraré a quién habéis de temer; temed al que después de haber dado la muerte, tiene poder para echar en el gehenna. Sí, yo os digo que temáis a ése” (Lc 12;4-5) (NC).
s/TJ:

Ya hemos visto que el alma humana es la persona humana misma, compuesta del cuerpo carnal y la fuerza activa de vida que se mantiene mediante la respiración (Gn 2;7). De modo que cuando se da muerte al cuerpo humano, muere el alma; muere la persona inteligente. 

¿Qué entonces, quiso decir Jesucristo cuando dijo:  "No se hagan temerosos de los que matan el cuerpo mas no pueden matar el alma"? Quiso decir -teniendo en cuenta el contexto-  que los opositores y supresores de la predicación del reino de Dios no pueden impedir que los fieles predicadores del Reino tengan una resurrección de sus almas del Hades, el sepulcro común de la humanidad muerta.

Pero como estímulo para que hagan la obra de predicación prescindiendo de los hombres asesinos, los seguidores de Cristo deben temer a otro. Jesús identificó a éste por lo que éste puede hacer, cuando dijo: "No se hagan temerosos de los que matan el cuerpo mas no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena" (Mt 10;28) (Lc 12;4-5)

Este no es Satanás el Diablo, aunque el Diablo es el "que tiene el medio para causar la muerte" en la actualidad (Hb 2;14) No; Aquel a quien hay que temer es al Dios Todopoderoso, Jehová.

Los sacerdotes católicos   romanos y el clero   protestante de la cristiandad dicen que nosotros los humanos tenemos un alma inmortal que es indestructible.  Si eso fuera así, entonces Dios no podría matar el alma, así como no pueden hacerlo los hombres que matan el cuerpo.

Sin embargo, Jesucristo dijo que Dios sí tiene el poder de destruir tanto el cuerpo como el alma en el Gehena.  En el día de Jesús había un Gehena literal fuera de los muros occidental y meridional de Jerusalén. La palabra Gehena es griega y significa “Valle de Hinom". Este valle de Hinom fue convertido en incinerador público para quemar la basura de Jerusalén a veces incluyendo los cadáveres de criminales viles. Ninguna cosa viva se atormentaba con fuego en aquel Valle de Hinom o Gehena. Las cosas se destruían en él por el más poderoso medio conocido, el fuego.  De modo que Jesús usó al Valle de Hinom o Gehena como símbolo de destrucción completa, de destruir a alguien quitándolo completamente de la existencia.

Por consiguiente, Gehena no es un nombre para un lugar de tormento eterno de las almas humanas conscientes por medio de fuego y azufre y bajo la superintendencia de diablos.  El alma humana no es inmortal y por esa razón no podría ser atormentada eternamente.   Gehena es la condición de ser destruido absolutamente para siempre.

¿Cómo, entonces, destruye Dios al alma humana en el Gehena?  Lo hace por medio de no conceder al alma humana mortal una resurrección de entre los muertos bajo el reino de Dios. Cuando muere el cuerpo también muere el alma o la persona inteligente consciente. El cuerpo se descompone y desaparece, regresando al polvo del suelo (Gn 3;19).  En cuanto al alma, Jehová Dios no aplica al alma muerta indigna los beneficios del sacrificio de rescate que Jesucristo ofreció a Dios hace diecinueve siglos.  Por consiguiente, Dios deja a esa alma muerta indigna fuera de la existencia, jamás resucitándola de entre los muertos.

Dios puede hacernos peor que lo peor que los hombres puedan hacernos. Lo peor que los hombres pueden hacer es hacernos ir al Hades por medio de matar injustamente nuestros cuerpos. Lo peor que los hombres pueden hacernos puede ser deshecho por Dios al resucitarnos de entre los muertos a la vida en su eterno nuevo orden de justicia ¡Ah!  Pero Dios puede destruir completamente al inicuo en el Gehena como indigno de su misericordia por medio de Cristo; y nadie puede deshacer eso.  Seamos sabios, entonces, y evitemos merecer eso. ("La Atalaya" de 1.3.65, pág 133-146)

Análisis:

Dado que los testigos de Jehová no creen en la inmortalidad del alma, ¿cómo podría algo matar solo el cuerpo y no matar el alma? Ellos afirman que no existe alma que sobreviva al cuerpo, y que al morir el cuerpo muere el alma. Sin embargo, no es eso lo que Jesús dice allí, sino todo lo contrario. Un accidente o cualquier evento natural pueden matar el cuerpo sin matar el alma, por lo cual Jesús nos exhorta a no temerle a eso, sino aquello que si puede matar ambos. Así, el contexto de muerte o destrucción del alma de la que se habla allí no es una aniquilación, sino un estado de muerte espiritual definitiva.
Sobre la destrucción del alma por Dios los TJ emplean como argumento principalmente los versículos de (Mt 10;28) y (Lc 12;4-5) que acabamos de leer. Debemos tener en cuenta que los TJ traducen: "teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo en el gehena”. Otras traducciones en vez de destruir, son: arruinar (Bover-Cantera), perder (Nacar-Colunga). En la Concordancia Griego-español, que también traduce destruir, hay una llamada en destruir que nos advierte: "El verbo griego que traducimos como destruir no significa jamás aniquilación, sino ruina. Es evidente, pues, que la única traducción recta es aquí, con­denar, arruinar, perder, igual que se emplea en el caso de (Mt 10;6) para traducir la misma palabra: "las ovejas perdidas de la casa de Israel", pues no iba a mandar a sus discípulos a predicar a las ovejas aniquiladas de Israel. El mismo verbo se emplea en (Lc 15;4) y (Lc 15;8), al referirse a la oveja perdida y a la dracma perdida.
¿Qué quiso decir Jesucristo con estas palabras de (Mt 10;28) y de (Lc 12;4,5)?  Si como dicen los TJ, el hombre deja de existir cuando se mata su cuerpo, ¿qué queda después para echar al Gehenna que motiva este toque de atención por parte de Jesús?, y, por otra parte, ¿cómo podemos temer a algo o a alguien si ya no existimos?
Hemos de temer a aquél que después de matar el cuerpo tiene autoridad para echar en el Gehena.  Por lo tanto, se puede matar el cuerpo del   hombre, pero se le puede hacer algo después de muerto.  Se le puede echar entonces al Gehena.  Si, como dicen los TJ, el hombre deja de existir cuando se mata su cuerpo, ¿qué quedaría después para echar en el Gehena que motiva este toque de atención por parte de Jesús? 

Dicen los TJ: “cuando una persona muere, deja de existir. La muerte es lo contrario de la vida, de modo que los muertos no ven ni oyen ni piensan. Ni una sola parte de nosotros sigue viviendo cuando muere el cuerpo. En efecto, no poseemos un alma o espíritu inmortal” (“Enseña”, pág 57,58)

A la espiritualidad se debe que el alma no pueda ser destruida como el cuerpo (Mt 10;28) y que llegue por el conocimiento espiritual a las profundidades del propio corazón. "Pues ¿qué hombre conoce lo que en el hombre hay, sino el espíritu del hombre, que en él está?" (1Cor 2;11). Esta espiritualidad del alma en la materialidad de la carne es el fundamento de nuestra lucha interior. «Porque la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu y el espíritu tenden­cias contrarias a las de la carne» (Gl 5;17).
s/TJ:
¿Qué sucede cuando a alguien se le derriba y queda inconsciente, o alguien se desmaya, o se le aplica anestesia en un hospital?  Si su "alma" es realmente algo separado del cuerpo y puede funcionar inteligentemente sin depender del cuerpo, de modo que hasta la muerte misma no afecta su existencia y sus funciones, ¿por qué es que, durante estos períodos de inconsciencia, la persona está absolutamente ajena a toda la actividad que se efectúa alrededor de ella?  ¿Por qué se le tiene que decir después lo que le sucedió durante ese tiempo?  Si el "alma" puede ver, oír, sentir y pensar después de la muerte, como enseñan las religiones por lo general, ¿por qué algo que es mucho menos drástico que la muerte, como un período de inconsciencia, detiene todas estas funciones?  

Además, un cadáver o cuerpo muerto, sea de hombre o de animal, con el tiempo regresa a los elementos del suelo.   Nada hay en el proceso de la muerte que siquiera dé idea de que haya un alma inmortal que siga viviendo.

Según lo que Juan relata acerca de la resurrección de Lázaro, éste no dijo nada de haber estado en el cielo, en el infierno e en el purgatorio durante aquellos cuatro días.  ¿Por qué no?  Sencillamente, porque no tenía ningún alma inmortal que pudiera viajar a tales lugares. (Jb 36;14) (Ez 18;4)

La expresión "alma inmortal" no aparece en ninguna parte de la Biblia. La palabra griega que se traduce "inmortal" e "inmortalidad" aparece sólo tres veces (1Cor 15;53) (1Cor 15;54) (1Tim 6;16) y se refiere a un nuevo cuerpo   celestial o de espíritu con quien alguien se viste o que alguien adquiere, no a algo inherente. Aplica a Cristo y a los cristianos ungidos, cristianos que llegan a gobernar junto con él en su Reino celestial (Rom 8;17) (Ef 3;6) (Ap 7;4) (Ap 14;1-5) ("El hombre en busca de Dios..." pág 248 y ss) 

Análisis: 

Ya que aportan el dato de que "la palabra griega que se traduce "inmortal" e "inmortalidad" aparece sólo tres veces en la Biblia", podemos corregirlos diciendo que en el NT las palabras griegas "Athanasia", "Aphtharsia", "Aphthartos" que según la mayoría de las traducciones se traducen por "inmortal" e "inmortalidad" en seis ocasiones, aparecen 17 veces: (Véase "Concordancia greco-española del NT" nº 91, 779 y 780).  Además, de las  tres veces que consideran los  TJ, -que son las  que corresponden al nº 91 de la "Concordancia" "Athanasia"  y que  según ellos  "se refieren  a un  nuevo cuerpo celestial o de espíritu  con quien alguien se viste o que  alguien adquiere,  no  a  algo inherente"- una  de ellas se refiere nada menos que a Dios: "... el único inmortal, que habita  una luz  inaccesible..." (1Tim 6;16).   Con esta exactitud en la   información y en el análisis podemos esperar cualquier cosa...  

Pero no está todo todavía...  Los TJ dicen que estos tres casos se refieren a Cristo y a los cristianos.  Ya hemos  visto que uno se refiere a  Dios ¡Gracias por esta declaración de la divinidad de Jesucristo!, y los otros dos se refieren claramente  a  los cristianos,  pero a  los cristianos  en general, representados en esta ocasión  por "la  iglesia de Dios  en Corinto",  iglesia, por cierto que debería ser de las más numerosas entre las fundadas por S.Pablo, ya  que incluso  tenía grupos fuera  de la  capital (2Cor 1;1) (2Cor  11;10): "No temas, sino habla  y no calles;  yo estoy contigo y nadie se atreverá a hacerte mal, porque tengo yo en esta ciudad un pueblo numeroso" (Hech  18;9-10).  S.Pablo no escribe en esta  ocasión, ni en ninguna  otra, a  un grupo  de privilegiados dentro de la Iglesia. 

La razón por la que los TJ no aceptan el hecho de que el alma es inmortal se basa -entre otras cosas- en que la palabra hebrea que se traduce por alma designa un ser mortal.  Pero...  Dios ha revelado a los hombres, desde el principio, el hecho de una vida de más allá.  Pero reveló poco a poco la naturaleza de esta vida. 

Los Testigos de Jehová, después de haber declarado que el alma no es espiritual, afirman también que no es inmortal.  Cuando se muere, desaparece todo el hombre: cuerpo y alma. 

La única demostración que aportan reposa igualmente sobre la palabra "nephesh". Dios dijo a Adán que moriría. Ahora bien, Adán era un alma (nephesh). Luego el alma es mortal.  Puesto que la palabra "nephesh" designa todo el conjunto humano, esto equivale a decir que el hombre es mortal. Los Testigos confunden las palabras, apoyándose sobre un error de traducción: dicen que el alma es todo el ser humano.  Como éste es mortal, concluyen que el alma es mortal. 

En la doctrina de los Testigos de Jehová se encuentra Satán en los lugares más inesperados.  Así pues, éste sería también el inventor de la inmortalidad del alma. Veamos: 

s/TJ: 

"La mentira de Satán a Eva: "Vosotros no moriréis ciertamente, aunque desobedezcáis a Dios"; es decir, la pretendida inmortalidad del alma humana" ha llegado a ser la doctrina  fundamental de toda la religión practicada por la humanidad desobediente, hasta nuestros días "He aquí el único texto bíblico que afirma que el hombre, a pesar de su desobediencia, no morirá:  "La serpiente replicó a la mujer: ¡qué vais a morir!" (Gn 3;4).  No se puede decir más claramente que la serpiente (el diablo) es el inventor de la inmortalidad del alma humana.   Esta doctrina es la principal impostura que Satán propagó a través de los tiempos para extraviar a la humanidad y esclavizar a todas las religiones fundadas sobre esta pretensión" ("Que Dieu...", pág 69,70) ("Let God...", pág 274-75)

Análisis: 

Aquí, una vez más, los TJ, hipnotizados por sus afirmaciones, olvidan   el   resto de la Escritura, por ejemplo, los textos siguientes del Génesis.  El escritor sagrado dijo de Abraham: "Fue a reunirse con sus parientes muertos " (Gn 25;8).  Y el anciano Jacob, a quien sus hijos hicieron creer que José había sido devorado por una bestia feroz, al rehusar ser consolado: "No, dijo él; descenderé deshecho en lágrimas a unirme con mi hijo en el sepulcro" (Gn 32;35). Ahora bien, Jacob no pensaba simplemente ser enterrado   donde su hijo, puesto que él creía que había sido devorado. Luego pensaba en un encuentro en la otra vida.

La naturaleza de esta vida permanece, sin embargo, bastante confusa al principio: Dios no revelará sino poco a poco lo que aquella es exactamente. En los últimos libros del Antiguo Testamento, y, después, en todos los del Nuevo, no existe ya la menor duda: se trata de una vida espiritual, que   comporta recompensa y castigo. Así habla el autor del libro de la Sabiduría: "Sí, para la inmortalidad creó Dios al hombre, y le formó e hizo a imagen de su propio ser. Fue por envidia del diablo, como la muerte entró en el mundo, y la sufren los que a él pertenecen.  Pero las almas de los buenos están en las manos de Dios; y ningún tormento los alcanzará.  A los ojos de los necios parecen estar muertos; su tránsito se cree una desgracia, y su salida de entre nosotros un desastre; pero ellos, están en paz. Si a juicio de los   hombres han sufrido un castigo su esperanza está llena de inmortalidad, y tras una leve corrección recibirán grandes bienes" (Sab 2;23-25).  

Y el profeta Daniel: "Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para la vergüenza, para el oprobio eterno" (Dan 12;2). 

El Nuevo Testamento no es menos explícito.  Nuestro Señor dice de los que tienen el corazón puro "que ellos verán a Dios" (Mt 5;8). Como esto no puede realizarse en la tierra con sus cuerpos de carne mortal, es necesario que sea en el más allá.  Dijo también al buen ladrón:  "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23;43).

Y San Pablo desea morir para reunirse con Cristo, por consiguiente cree en una supervivencia: "Por una parte deseo la muerte, para estar con Cristo, lo cual sería mucho mejor para mí; por otra, quisiera continuar viviendo en la tierra, lo que es más urgente debido a vosotros" (Flp 1;23-24).  No se trata de una supervivencia que llegará al fin de los tiempos.  Nuestro Señor dice al buen ladrón: "hoy". 

Los Testigos evitan la dificultad que les plantea el texto de San Lucas, utilizando la siguiente explicación:

s/TJ: 

"Jesús les respondió:  "En verdad te digo hoy, tu estarás conmigo en el paraíso".  Los traductores han puesto, sin razón alguna, la coma después de la palabra digo, en lugar de ponerla después de hoy. Este error de puntuación llevó al clero a concluir que Jesús subió al cielo ese día, llevando consigo al ladrón sin estar bautizado ni regenerado.  Pero en el texto griego del historiador Lucas y en las primeras copias de este texto, no había ni puntos ni comas; pues no existía la puntuación" ("Le Royaume s'est approché", pág 248) 

Análisis: 

Puesto que no había puntuación ni en el origen ni en las copias, es evidente, pues, que es necesario escoger una. Pero ¿por qué escoger ésta de los Testigos y no la de los Padres de la Iglesia?

La explicación que el libro de los Testigos da a continuación nos enseña que el buen ladrón yace todavía en el sepulcro y que espera aún ser resucitado en el transcurso del millenium: 

s/TJ: 

"Entonces deberá decidir, si quiere permanecer al lado de Jesús. Si permanece con El, obtendrá la vida eterna sobre la tierra, gracias al sacrificio del que murió cerca de él" ("El Reino se está acercando", pág 248).

Análisis: 

¡Curiosa promesa la de Nuestro Señor! Según la doctrina de los TJ, si el buen ladrón la quiere alcanzar deberá superar todavía dos pruebas que tendrá que sortear durante el milenio. Dos mil años después del día en que Nuestro Señor le dijo: "Tú estarás conmigo en el Paraíso", todavía debe superar con buena nota el milenio y la prueba final del diablo.  Los Testigos y su puntuación imaginaria despojan de todo   sentido a estas palabras de misericordia de Jesús al buen ladrón.

Veamos, también (2Cor 5;6-10): "Por lo tanto siempre tenemos buen ánimo y sabemos que, mientras tenemos nuestro hogar en el cuerpo, estamos ausentes del Señor, porque andamos por fe, no por vista. Pero tenemos buen ánimo y gran satisfacción   más bien en ausentarnos del cuerpo y hacer nuestro hogar con el Señor.  Por lo tanto, también estamos teniendo como mira nuestra sea que tengamos nuestro hogar con él o estemos ausentes de él, ser aceptos a él. Porque todos nosotros tenemos que ser puestos de manifiesto ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba su retribución por las cosas hechas por medio del cuerpo, según las cosas que haya practicado, sea cosa buena o vil" (NM) 

"Así estamos siempre confiados, persuadidos de que mientras moramos   en   este cuerpo, estamos ausentes del Señor, porque comunicamos en fe y no en visión, pero confiamos y quisiéramos más partir del cuerpo y estar presentes al Señor.  Por esto, presentes o ausentes, nos esforzamos por serle gratos.  Puesto que todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo para que reciba cada uno según lo que hubiese hecho mientras vivió en el cuerpo, bueno o malo" (NC) 

S. Pablo concentra su mirada en Jesucristo, que nos está esperando en el   cielo, nuestra  verdadera patria,  del que  ahora, mientras moramos en este   cuerpo, estamos ausentes, teniendo  que caminar "en fe y no en visión" (1Cor 13;12) De esta añoranza por la patria y estar con Cristo habla también en (Flp 1;21-25). La relación de continuidad que  el apóstol establece entre  partir del cuerpo y estar  presentes al  Señor (v8)  claramente deja  entender que  la reunión del cristiano con Cristo tendrá lugar enseguida después de la muerte individual. Serían vanos esos deseos de  morir si, una vez separada  el alma del cuerpo, no  se le concediese  la visión beatífica, teniendo que  esperar hasta el final de  los tiempos en la resurrección general. Es la misma doctrina  que encontramos también en  otros lugares del  Nuevo Testamento (Lc  16;22-23) (Lc 23;39-43). 

Por lo  demás, S. Pablo,  que, no  obstante sus visiones  y ansias místicas, sabía  tener los pies muy  fijos en el suelo  de la dura realidad, se recuerda a sí mismo que su tarea presente consiste en hacer ahora  aquí la voluntad de  Cristo, al cual habremos  de dar cuenta de todas  las acciones realizadas mientras  vivimos en esta carne mortal (v.9 y 10) (Hech 10;42). Parece claro, en conformidad  con el  (v.8),  que  S. Pablo  se  refiere al  juicio particular de cada  uno  después  de la  muerte,  no  al  juicio universal  al final de los tiempos (Mt 25; 31-46)  Si los  TJ tuvieran la razón  ¿Cual parte de Pablo podría salir  de su cuerpo para ir a estar con el Señor? 

En (Ap 6;9-11)  se habla de "las almas de  los degollados", que le preguntan a Dios  cuándo será vengada su sangre: "Y  a cada uno de ellos se dio una larga ropa blanca, y se les dijo que descansaran  por un  poco de  tiempo mas, hasta que  se completara  también el  número de sus coesclavos y de  sus hermanos que estaban a punto de ser  muertos como  ellos también lo habían sido". Aunque tales almas habían  muerto, se las presenta en  la presencia de  Dios y conversando con El. 

Los textos de la Escritura sobre la supervivencia  son tan claros que  los mismos Testigos de  Jehová han  tenido que  creer en  la resurrección. Sin embargo, han encontrado una manera curiosa de conciliar esta creencia con su afirmación  que   niega  la inmortalidad del alma.  En cuanto  a nosotros, el buen sentido nos invita a  concluir: Puesto que resucitaremos, es evidente   que el alma  es inmortal. Sin embargo, ellos, en su manual  de textos bíblicos,  titulan   una  sección: "La falsa doctrina de la inmortalidad humana niega la  resurrección; los paganos también se oponen a la resurrección". En otro lugar, los TJ se explican más ampliamente: 

s/TJ:

"La doctrina pagana de la inmortalidad de las almas ha sido admitida por la organización religiosa  que  se dice  "cristiana".   Esta  creencia destruye la verdadera fe cristiana, ya  que anula aquella verdad  de la Escritura que, en la muerte, todos  los hombres van al  sepulcro, donde "no hay ni obra, ni razón,  ni ciencia, ni sabiduría" (Ecls 9;10).  Ella encubre el hecho de que los muertos deben permanecer inconscientes en la tumba hasta el tiempo en que Dios les saque, después del establecimiento de su Reino" ("Que Dieu...", pág 287-288) ("Le god...", pág 2, 274-275).

Análisis: 

A propósito del texto del Eclesiastés, es necesario, en primer lugar, leer el versículo completo. "Todo lo que encuentres a mano, hazlo mientras puedas, porque no hay ni obra, ni razón, ni ciencia, ni sabiduría, en el shéol donde vas a ir" (Ecls 9;10). El autor cree que se continúa   existiendo en el shéol, pero que se lleva una existencia pasiva, sin actividad alguna. Por eso aconseja al lector de actuar ahora.  Esta concesión de una vida en el shéol silenciosa y tenebrosa, se encuentra en otros   muchos textos (Job 26;5) (Sl 115;17).  Dios no había revelado todavía la naturaleza de esta supervivencia, en la que, sin embargo, creían firmemente los judíos.

En cuanto a los muertos "que deben permanecer inconscientes", los Testigos   entienden por ello una verdadera aniquilación.   Para ellos, el alma muere; desaparece con el cuerpo y como el cuerpo. Ahora bien, el cuerpo se descompone y desaparece completamente. Así pues, todo el ser humano desaparece completamente. 

Pero ¿cómo un ser que NO existe en absoluto puede resucitar?  Esto no sería una resurrección, sino la creación de un nuevo ser, completamente diferente del que había existido antes. 

A pesar de esta falta de lógica, la vida futura ocupa un puesto primordial en la doctrina de los Testigos de Jehová: ya estaba en el origen mismo del pensamiento religioso de su fundador.

s/TJ: 

Por lo tanto, cuando Jesús habló de vida eterna se refería a la vida eterna que tendría alguien o en los cielos como espíritu inmortal transformado que gobernaría con Cristo en su Reino, o a la vida eterna de alguien como humano en una Tierra paradisíaca bajo esa gobernación del Reino (Lc 23;43) (Jn 17;3) Según la promesa de Dios, el que él more figurativamente con los humanos obedientes en la tierra, redundará en abundantes bendiciones para la Tierra. ("El hombre en busca de Dios..." pág 248 y ss) ("La Atalaya" de 1.9.68, pág 517). 

No hay ni un solo texto en la Biblia que diga que el alma es inmortal. En realidad, no pudiera haber tal cosa porque eso contradiría los textos supracitados, y la Biblia no se contradice a sí misma.  Jehová Dios es inmortal e incorruptible y también lo es su Hijo, Cristo Jesús, desde su resurrección (1Tim 1;17) (1Tim 6;16) (Hb1;3-4) (Ap 1;18) La Biblia muestra que Jesucristo sacó a la luz la inmortalidad con el evangelio y que en la resurrección el cuerpo del Cristo será cambiado de criaturas mortales a criaturas inmortales y divinas (1Cor 15;53-54) (2Tim 1;10) (2Pe1;4).  La doctrina de la inmortalidad de almas humanas se basa en la primera mentira de Satanás, a saber: "De seguro que no moriréis" (Gn 3;4)

En vez de que la esperanza del hombre se base en poseer el hombre un alma inmortal, la Biblia manifiesta que ésta descansa en una resurrección debido al rescate provisto por Cristo Jesús (Mt 20;28) (1Tim 2;5-6). Puesto que Jesús sabía que él iba a proporcionar un rescate para   el   hombre, declaró con confianza la resurrección de quienes practicaron cosas buenas y de quienes practicaron cosas viles. (Jn 5;28-29) Todo el argumento de Pablo en (1Cor 15), en el sentido de que Cristo Jesús fue levantado de entre los muertos y que, dado que eso es verdad, también hay esperanza para otros que han muerto.  Manifiesta, además, que si no hubiera resurrección de los muertos entonces los que estaban dormidos en Cristo habrían perecido y que los cristianos serían los más desdichados de todos los hombres. Pero si al morir el hombre se fuera al cielo, al  purgatorio o a algún otro lugar, entonces el argumento del apóstol sería vano (1Cor 15;1-33)

Tomando en cuenta lo anterior, no es de sorprender que autoridades en la materia, digan que los cristianos de los primeros dos siglos después de Cristo no creyeron en un alma inmortal y que la idea fue introducida por conversos griegos y poco a poco vino a ser parte de la llamada religión cristiana. ("Esperanza para los muertos", pág 5) 

s/TJ: 

El que la esperanza del hombre para vida después de la muerte se base en tener él un alma inmortal es una creencia tanto antigua como generalmente aceptada. Según Heródoto, historiador pagano griego, los egipcios paganos fueron los primeros que se aferraron a esta creencia. Pitágoras, nacido en 608 aC enseñó que toda criatura humana tenía un alma inmortal que era separada y distinta de su cuerpo carnal y que ésta podía transmigrar de un cuerpo carnal a otro.  Siglo y medio después apareció Sócrates, otro filósofo griego pagano, a cuyo discípulo destacado, Platón, se le debe la popularidad de la doctrina de  la inmortalidad del alma humana. La Enciclopedia judía nos informa que los judíos adoptaron la creencia de la inmortalidad del alma de los paganos circunvecinos. 

Con mucho la mayor parte de los que profesan ser cristianos también sostienen que la esperanza del hombre para vida futura se debe a que él tiene un alma inmortal, la cual, al morir la criatura, va al cielo, al purgatorio o al fuego del infierno.  Los hombres de ciencia no han podido   descubrir   evidencia alguna de que el hombre tenga un alma inmortal. Absolutamente no hay prueba tangible de ello.  Concediendo esto, sus defensores replican que tienen prueba bíblica. Pero, permítasenos preguntar, ¿enseña la Biblia que el hombre tiene un alma inmortal? ("Esperanza para los muertos", pag 2-3) 

Es inequívocamente clara la evidencia bíblica de que el hombre no tiene un alma inmortal, sino que es él mismo un alma.  Entonces, ¿cómo penetró en las enseñanzas de las iglesias de la cristiandad esta creencia acerca de una lama inmortal?  Hoy se reconoce francamente que esto aconteció por medio de la influencia de la filosofía griega pagana.   Pero, ¿de dónde consiguieron los griegos antiguos su fundamento religioso básico? Hay fuerte evidencia de que los conceptos religiosos de los griegos y otros pueblos recibieron la influencia de los babilonios. 

Así, la evidencia señala a Babilonia como la fuente más antigua desde la cual se extendió a los fines de la Tierra la creencia de que el alma humana es inmortal.   Y allí en Babilonia, según la Biblia, ocurrió una rebelión contra Dios.   En sí mismo eso sería suficiente razón para considerar con reservas la doctrina de un alma inmortal.  Pero no olvide que esta enseñanza también está en conflicto directo con la Biblia.   

Análisis: 

Y para acabar... los TJ suelen decir que la doctrina de la inmortalidad del alma es de origen griego, que la enseñaron los filósofos, y los cristianos la introdujeron en el dogma juntamente con otras ideas paganas siglos después de la fundación del cristianismo. Pero no pueden probar semejante aserto, no tan solamente porque dicha enseñanza se halla en las cartas de los apóstoles, como hemos visto, sino que se encuentra en los más antiguos documentos de la Iglesia Cristiana.

Si alguien podía conocer el pensamiento y la enseñanza de Cristo acerca del más allá eran los mártires de los tres primeros siglos, que habían estado en contacto con los apóstoles o con los más inmediatos discípulos de   éstos. Pues bien, ¿qué nos dicen estos primeros "testigos" de la fe cristiana? 

De las "Actas de   los Mártires", copiamos textualmente los siguientes párrafos:

"Les amenazó con la muerte el Prefecto, y dirigiéndose a Justino le preguntó: '¿Suponéis que si fuerais azotados y vuestras cabezas cortadas subiríais al cielo par ser recompensados?'. Justino le contestó: ' No lo supongo, lo sé y estoy plenamente convencido de ello'... y efectivamente, los prisioneros después de azotados, fueron conducidos al suplicio donde murieron glorificando a Dios.  Sus cuerpos fueron recogidos secretamente y sepultados con honor". (Año 165 dC) 

Acerca de otro famoso mártir, Policarpo de Smirna, leemos que cuando le estaban martirizando decía: "Dios...  te bendigo por haberte dignado conducirme hasta este día y hasta esta hora para que tome parte en el consorcio de los mártires y en el cáliz de tu Cristo...  te ruego sea yo recibido hoy en tu presencia como sacrificio agradable y acepto..." 

Obsérvese cómo estos antiquísimos mártires del siglo II, cuando todavía no había sido fijada por concilios humanos la doctrina y el dogma cristiano, declaran, juntamente con la esperanza de la resurrección del cuerpo, la esperanza de la inmortalidad del alma y de un inmediato disfrute de gloria y presencia de su Señor en el mismo día de su martirio. 

El alma es inmortal, no puede permanecer muerta eternamente como dicen los TJ de los impíos, porque al fin "la muerte no existirá más" (Ap.  21;4) (Véase (Ez 18;4) y (Rom. 2;7)