s/TJ:
En la Palabra de Dios verá que no hay ni un solo versículo que combine la palabra “alma” con otras como “inmortal” o “eterna”. Por el contrario, las Escrituras muestran que el alma es mortal, que ciertamente muere. Y es que el alma no puede ser inmortal porque "solo Dios es inmortal" (1Tim 1;17) ("Sea Dios veraz", pág 70)
En la Palabra de Dios verá que no hay ni un solo versículo que combine la palabra “alma” con otras como “inmortal” o “eterna”. Por el contrario, las Escrituras muestran que el alma es mortal, que ciertamente muere. Y es que el alma no puede ser inmortal porque "solo Dios es inmortal" (1Tim 1;17) ("Sea Dios veraz", pág 70)
Análisis:
Tampoco habría ningún hombre bueno
porque "solo Dios es bueno" (Lc 18;19) (Mc 10;18). En efecto, solo
Dios es el bien absoluto, la fuente de la verdadera bondad, y las criaturas
solo podemos ofrecer una participación y reflejo de ella. Lo mismo ocurre con
la eternidad que es absoluta en Dios. Nuestra alma solo es reflejo de esta
eternidad.
s/TJ:
En varias ocasiones la Biblia dice que el alma muere. Por ejemplo, el profeta Ezequiel, a quien Dios utilizó para escribir una parte de la Biblia, escribió que se puede castigar al alma con la muerte: “El alma que
peca… ella misma morirá” (Ez 18;4) (Ez 18;20). (“El punto de vista bíblico” ¡Despertad!,
diciembre 2015, pág 12 y 13).
En otro pasaje, las Escrituras hablan de un "alma muerta" para referirse a un cadáver (Levítico 21:11). Cuando en la Biblia se
utiliza la palabra alma, por lo general se refiere a una persona viva, incluyendo su cuerpo, emociones y personalidad. Por ejemplo, menciona a una madre que dio a luz
"almas", es decir, personas vivas (Génesis 46:18). De hecho, la palabra hebrea para "alma" se puede traducir "uno que respira". Y por eso también se emplea para hablar de animales. Además, según la Biblia, el alma necesita comer (Deuteronomio 12:20). Si fuera algo que pudiera vivir separado del cuerpo, no necesitaría oxígeno ni comida (Génesis 46:18). Definitivamente, la Biblia no enseña que el alma sea inmortal. (“El punto de vista bíblico”, ¡Despertad!,
diciembre 2015, pág 12 y 13).
Análisis:
Los
versículos que presentan los TJ –(Ez 18;4) (Ez 18;20)- debe examinarse, en
primer lugar, como todos, a la luz de su contexto. ¿De qué habla el
escritor? Los israelitas murmuraban contra Dios, al citar un
proverbio que decía: "Los padres
comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen
la dentera" (Ez 18;2); se quejaban de que el castigo por
lo que un padre hacía recaía en su descendencia. El versículo
(Ez 18;4) es la respuesta de Dios: "El que peque ese morirá".
También en (Ez 18;20): "El alma que pecare esa morirá".
La muerte física era el máximo castigo en una época en que no se conocía la
retribución en ultratumba. Dios, pues, hará que el pecador sufra muerte
prematura en castigo de sus pecados. Al contrario, el que sea recto en su
conducta, practicando el juicio y la justicia en el sentido de acomodarse a las
leyes de Dios, “morirá en buena senectud, anciano y lleno de días”.
De modo que el contexto
revela que la Palabra inspirada no habla en este versículo de
la condición de los muertos, de la muerte hacia allá, sino de nuestra
actuación antes de la muerte. Los TJ saben muy bien, que la palabra
"alma" en español, se emplea en muchos sentidos diferentes a través
de las Escrituras. A veces se refiere a la vida de una persona, pero
otras a la persona misma, como queda claro en todas las referencias que
presentan los TJ y otras varias también del NT. Pero los TJ,
mezclando los significados o los conceptos con las palabras, quieren
hacernos creer que la Biblia dice que el alma, esa alma inmortal,
principio espiritual en el hombre, aquello por lo que es particularmente imagen
de Dios, en la que creemos la mayoría de los cristianos, morirá. Y
no quieren darse cuenta de que cuando los cristianos hablamos del alma como
espíritu, no hablamos del concepto que en (Ez 18;4) y (Ez 18;20) y en tantos
otros sitios, se ha traducido asimismo por "alma", sino de
un ente espiritual completamente distinto y en el que los TJ no
creen.
Ampliando lo anterior,
podemos decir que la tesis tradicional en la sociedad israelita era que
Dios premia en esta vida la virtud y castiga el vicio. A
los cumplidores de la ley divina les están reservadas toda clase de bienes temporales
-longevidad de vida, prosperidad material, numerosa posteridad-
(Dt 11;13ss) (Sl 111;3) (Ex 20;12) (Sl 111;2) (Sl 111;6), mientras que a
los pecadores les espera la muerte en plena juventud, la pérdida de
sus bienes y la esterilidad- (Gn 38;7) (Gn 38;10) (Dt 7;12ss) (Dt 8;7-20)
(Dt 28) (Pr 11;31). Por otra parte, se establecía una relación causal
entre el pecado y el sufrimiento, de forma que todo el que
sufría contrariedades de orden físico y moral tenía por causa
indefectible el pecado (la historia del justo Job será la prueba
irrefutable de que esta tesis, comúnmente aceptada por la sabiduría
tradicional, no tiene validez en todos los casos y, por tanto, no se
debe atribuir necesariamente la desventura y la enfermedad al pecado como
causa). Incluso en tiempo de Jesús se seguía aceptando esta tesis (Jn
9;2).
Una vez muerto -era la
creencia de entonces- se bajaba a la región subterránea del
Sheol. En el Sheol los difuntos estaban libres de toda clase
de dolores, aunque llevaban una vida lánguida, de
"sombras", sin vigor físico ni alegrías positivas. En el libro de
Job, por ejemplo, el varón de Hus prefiere esta situación a la
tragedia que estaba viviendo. Precisamente por
no tener luces sobre la retribución en ultratumba, el hagiógrafo no coloca
en los labios de Job palabras más esperanzadoras. La perspectiva de la
supervivencia y retribución en ultratumba sólo aparece
en los últimos libros del antiguo testamento (Sabiduría y
Macabeos). Y de un modo claro en todo el N.T.
Pero los TJ
apoyan la conclusión de que el alma no es inmortal en otros puntos de la Biblia,
entre ellos, (Mat 10;28) y (Lc 12;4,5) porque estos versículos parecen indicar
que el alma puede ser destruida. Cuando Jesús dice: “temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en
la Gehena” (NM). Pero, de hecho, ¿qué nos quiso decir Jesucristo con estas
palabras?
Veamos estos dos
pasajes del evangelio según las traducciones de NM y de NC.
“Y no se hagan temerosos de los que matan el
cuerpo mas no pueden matar el alma (psyché); sino, más bien, teman al que puede
destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena (Mt 10;28) (NM).
“No tengáis miedo a los que
matan el cuerpo, que al alma (psyché) no pueden matarla; temed más bien a
aquel que puede perder el alma y el cuerpo en el gehenna” (Mt 10;28) (NC).
“Además, les digo, amigos
míos: No teman a los que matan el cuerpo y después de esto no pueden hacer nada
más. Pero yo les indicaré a quienes temer: Teman a aquel que después de matar
tiene autoridad para echar en el Gehena”. Sí, les digo, teman a Este (Lc 12;4-5) (NM).
“A vosotros, mis amigos, os
digo: No temáis a los que matan el cuerpo y después de esto ya no tienen nada
más que hacer. Yo os mostraré a quién habéis de temer; temed al que después de
haber dado la muerte, tiene poder para echar en el gehenna. Sí, yo os digo que
temáis a ése” (Lc 12;4-5) (NC).
s/TJ:
Ya hemos visto que el
alma humana es la persona humana misma, compuesta del cuerpo carnal y la
fuerza activa de vida que se mantiene mediante la respiración (Gn 2;7). De modo
que cuando se da muerte al cuerpo humano, muere el alma; muere la persona
inteligente.
¿Qué
entonces, quiso decir Jesucristo cuando dijo: "No se hagan temerosos de
los que matan el cuerpo mas no pueden matar el
alma"? Quiso decir -teniendo en cuenta el
contexto- que los opositores y supresores de la
predicación del reino de Dios no pueden impedir que los fieles predicadores
del Reino tengan una resurrección de sus almas del Hades, el sepulcro
común de la humanidad muerta.
Pero como
estímulo para que hagan la obra de predicación prescindiendo de
los hombres asesinos, los seguidores de Cristo deben temer a
otro. Jesús identificó a éste por lo que éste puede hacer, cuando dijo: "No se hagan temerosos de los que matan
el cuerpo mas no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede
destruir tanto el alma como el cuerpo en el Gehena" (Mt 10;28) (Lc
12;4-5)
Este no es Satanás el
Diablo, aunque el Diablo es el "que
tiene el medio para causar la muerte" en la actualidad (Hb 2;14)
No; Aquel a quien hay que temer es al Dios Todopoderoso, Jehová.
Los sacerdotes católicos romanos y el clero protestante de la
cristiandad dicen que nosotros los humanos tenemos un alma inmortal que es
indestructible. Si eso fuera así, entonces Dios no podría
matar el alma, así como no pueden hacerlo los hombres que matan el cuerpo.
Sin embargo,
Jesucristo dijo que Dios sí tiene el poder de destruir tanto el cuerpo como el
alma en el Gehena. En el día de Jesús había un Gehena literal fuera
de los muros occidental y meridional de Jerusalén. La
palabra Gehena es griega y significa “Valle de Hinom". Este valle de
Hinom fue convertido en incinerador público para quemar
la basura de Jerusalén a veces incluyendo los cadáveres de criminales
viles. Ninguna cosa viva se atormentaba con fuego en
aquel Valle de Hinom o Gehena. Las cosas se destruían en
él por el más poderoso medio conocido, el fuego. De
modo que Jesús usó al Valle de Hinom o Gehena como símbolo de destrucción
completa, de destruir a alguien quitándolo completamente de la existencia.
Por consiguiente,
Gehena no es un nombre para un lugar de tormento
eterno de las almas humanas conscientes por medio de fuego y
azufre y bajo la superintendencia de diablos. El alma
humana no es inmortal y por esa razón no podría ser atormentada
eternamente. Gehena es la condición de ser destruido
absolutamente para siempre.
¿Cómo, entonces,
destruye Dios al alma humana en el Gehena? Lo hace por medio de no
conceder al alma humana mortal una resurrección de entre los muertos bajo el
reino de Dios. Cuando muere el cuerpo también muere el alma o la
persona inteligente consciente. El cuerpo se descompone y
desaparece, regresando al polvo del suelo (Gn 3;19). En cuanto al
alma, Jehová Dios no aplica al alma muerta
indigna los beneficios del sacrificio de rescate que Jesucristo ofreció
a Dios hace diecinueve siglos. Por consiguiente, Dios
deja a esa alma muerta indigna fuera de la existencia, jamás resucitándola
de entre los muertos.
Dios
puede hacernos peor que lo peor que los hombres puedan hacernos.
Lo peor que los hombres pueden hacer es hacernos ir al Hades por
medio de matar injustamente nuestros cuerpos. Lo peor que los hombres pueden
hacernos puede ser deshecho por Dios al resucitarnos de
entre los muertos a la vida en su eterno nuevo orden de justicia
¡Ah! Pero Dios puede destruir completamente al inicuo en el
Gehena como indigno de su misericordia por medio de Cristo; y nadie
puede deshacer eso. Seamos sabios, entonces, y evitemos merecer
eso. ("La Atalaya" de 1.3.65, pág 133-146)
Análisis:
Dado que los
testigos de Jehová no creen en la inmortalidad del alma, ¿cómo podría algo
matar solo el cuerpo y no matar el alma? Ellos afirman que no existe alma que
sobreviva al cuerpo, y que al morir el cuerpo muere el alma. Sin embargo, no es
eso lo que Jesús dice allí, sino todo lo contrario. Un accidente o cualquier
evento natural pueden matar el cuerpo sin matar el alma, por lo cual Jesús nos
exhorta a no temerle a eso, sino aquello que si puede matar ambos. Así, el
contexto de muerte o destrucción del alma de la que se habla allí no es una
aniquilación, sino un estado de muerte espiritual definitiva.
Sobre la destrucción del
alma por Dios los TJ emplean como argumento principalmente los versículos de
(Mt 10;28) y (Lc 12;4-5) que acabamos de leer. Debemos tener en cuenta que los
TJ traducen: "teman al que puede destruir tanto el alma como
el cuerpo en el gehena”. Otras traducciones en vez de destruir, son: arruinar
(Bover-Cantera), perder (Nacar-Colunga). En la Concordancia Griego-español,
que también traduce destruir,
hay una llamada en destruir que nos advierte: "El verbo griego que traducimos como destruir no
significa jamás aniquilación, sino ruina. Es evidente, pues,
que la única traducción recta es aquí, condenar, arruinar, perder,
igual que se emplea en el caso de (Mt 10;6) para traducir la misma palabra:
"las ovejas perdidas de la casa de Israel", pues no iba
a mandar a sus discípulos a predicar a las ovejas aniquiladas de
Israel. El mismo verbo se emplea en (Lc 15;4) y (Lc 15;8), al referirse a la oveja
perdida y a la dracma perdida.
¿Qué quiso decir Jesucristo
con estas palabras de (Mt 10;28) y de (Lc 12;4,5)? Si como dicen los TJ,
el hombre deja de existir cuando se mata su cuerpo, ¿qué queda después para
echar al Gehenna que motiva este toque de atención por parte de Jesús?, y, por
otra parte, ¿cómo podemos temer a algo o a alguien si ya no existimos?
Hemos de temer a aquél que después
de matar el cuerpo tiene autoridad para echar en el
Gehena. Por lo tanto, se puede matar el cuerpo del
hombre, pero se le puede hacer algo después de
muerto. Se le puede echar entonces al
Gehena. Si, como dicen los TJ, el hombre deja de existir cuando
se mata su cuerpo, ¿qué quedaría después para echar en el Gehena que
motiva este toque de atención por parte de Jesús?
Dicen los TJ:
“cuando una persona muere, deja de existir. La muerte
es lo contrario de la vida, de modo que los muertos no ven ni oyen
ni piensan. Ni una sola parte de nosotros sigue viviendo cuando muere
el cuerpo. En efecto, no poseemos un alma o espíritu inmortal” (“Enseña”, pág 57,58)
A la
espiritualidad se debe que el
alma no pueda ser destruida como el
cuerpo (Mt 10;28) y que llegue
por el conocimiento espiritual a
las profundidades del propio
corazón. "Pues ¿qué hombre conoce lo que en el hombre hay, sino el espíritu del hombre, que en él está?" (1Cor 2;11). Esta espiritualidad del alma en la materialidad de la carne es
el fundamento de nuestra
lucha interior. «Porque la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu y el espíritu tendencias contrarias a las de la carne» (Gl 5;17).
s/TJ:
¿Qué sucede cuando a alguien se le derriba y queda inconsciente, o alguien se desmaya, o se le aplica anestesia en un hospital? Si su "alma" es realmente algo separado del cuerpo y puede funcionar inteligentemente sin depender del cuerpo, de modo que hasta la muerte misma no afecta su existencia y sus funciones, ¿por qué es que, durante estos períodos de inconsciencia, la persona está absolutamente ajena a toda la actividad que se efectúa alrededor de ella? ¿Por qué se le tiene que decir después lo que le sucedió durante ese tiempo? Si el "alma" puede ver, oír, sentir y pensar después de la muerte, como enseñan las religiones por lo general, ¿por qué algo que es mucho menos drástico que la muerte, como un período de inconsciencia, detiene todas estas funciones?
¿Qué sucede cuando a alguien se le derriba y queda inconsciente, o alguien se desmaya, o se le aplica anestesia en un hospital? Si su "alma" es realmente algo separado del cuerpo y puede funcionar inteligentemente sin depender del cuerpo, de modo que hasta la muerte misma no afecta su existencia y sus funciones, ¿por qué es que, durante estos períodos de inconsciencia, la persona está absolutamente ajena a toda la actividad que se efectúa alrededor de ella? ¿Por qué se le tiene que decir después lo que le sucedió durante ese tiempo? Si el "alma" puede ver, oír, sentir y pensar después de la muerte, como enseñan las religiones por lo general, ¿por qué algo que es mucho menos drástico que la muerte, como un período de inconsciencia, detiene todas estas funciones?
Además, un
cadáver o cuerpo muerto, sea de hombre o de animal, con el
tiempo regresa a los elementos del suelo. Nada hay en el proceso de
la muerte que siquiera dé idea de que haya un
alma inmortal que siga viviendo.
Según lo que
Juan relata acerca de la resurrección de Lázaro, éste no dijo nada de
haber estado en el cielo, en el infierno e en el purgatorio durante
aquellos cuatro días. ¿Por qué no?
Sencillamente, porque no tenía ningún alma inmortal
que pudiera viajar a tales lugares. (Jb 36;14) (Ez 18;4)
La expresión "alma inmortal" no aparece en ninguna parte de la Biblia. La palabra griega que se traduce "inmortal" e "inmortalidad" aparece sólo tres veces (1Cor 15;53) (1Cor 15;54) (1Tim 6;16) y se refiere a un nuevo cuerpo celestial o de espíritu con quien alguien se viste o que alguien adquiere, no a algo inherente. Aplica a Cristo y a los cristianos ungidos, cristianos que llegan a gobernar junto con él en su Reino celestial (Rom 8;17) (Ef 3;6) (Ap 7;4) (Ap 14;1-5) ("El hombre en busca de Dios..." pág 248 y ss)
Análisis:
Ya que aportan el dato de que "la palabra griega que
se traduce "inmortal" e "inmortalidad"
aparece sólo tres veces en la Biblia", podemos corregirlos diciendo
que en el NT las palabras griegas "Athanasia",
"Aphtharsia", "Aphthartos" que según la mayoría
de las traducciones se traducen por "inmortal"
e "inmortalidad" en seis ocasiones, aparecen 17
veces: (Véase "Concordancia greco-española del NT" nº 91,
779 y 780). Además, de las tres veces que
consideran los TJ, -que son las que corresponden al nº 91
de la "Concordancia" "Athanasia" y
que según ellos "se refieren a
un nuevo cuerpo celestial o de espíritu con quien alguien
se viste o que alguien
adquiere, no a algo
inherente"- una de ellas se refiere nada menos que a
Dios: "... el único inmortal, que habita una
luz inaccesible..." (1Tim 6;16). Con esta
exactitud en la información y en el análisis podemos
esperar cualquier cosa...
Pero no está todo todavía... Los TJ dicen que estos tres casos
se refieren a Cristo y a los cristianos. Ya
hemos visto que uno se refiere a Dios ¡Gracias
por esta declaración de la divinidad de Jesucristo!, y los otros dos
se refieren claramente a los cristianos, pero
a los cristianos en general, representados en esta
ocasión por "la iglesia de Dios en
Corinto", iglesia, por cierto que debería ser de las más
numerosas entre las fundadas por S.Pablo, ya que
incluso tenía grupos fuera de la capital (2Cor
1;1) (2Cor 11;10): "No temas, sino habla y no
calles; yo estoy contigo y nadie se atreverá a hacerte mal, porque
tengo yo en esta ciudad un pueblo numeroso"
(Hech 18;9-10). S.Pablo no escribe en
esta ocasión, ni en ninguna otra, a un
grupo de privilegiados dentro de la Iglesia.
La razón por la que los TJ no aceptan el hecho de que el alma
es inmortal se basa -entre otras cosas- en que la palabra hebrea que se
traduce por alma designa un ser mortal. Pero... Dios
ha revelado a los hombres, desde el principio, el hecho de una vida
de más allá. Pero reveló poco a poco la naturaleza de esta
vida.
Los Testigos de Jehová, después de haber declarado que el alma no
es espiritual, afirman también que no
es inmortal. Cuando se muere, desaparece todo el hombre:
cuerpo y alma.
La única demostración
que aportan reposa igualmente sobre la palabra
"nephesh". Dios dijo a Adán que moriría. Ahora bien, Adán era
un alma (nephesh). Luego el alma es
mortal. Puesto que la palabra "nephesh"
designa todo el conjunto humano, esto equivale a
decir que el hombre es mortal. Los
Testigos confunden las palabras, apoyándose sobre un
error de traducción: dicen que el alma es todo el ser
humano. Como éste es mortal, concluyen que el alma es mortal.
En la doctrina de los Testigos de Jehová se encuentra Satán en los lugares
más inesperados. Así pues, éste sería también el inventor de la
inmortalidad del alma. Veamos:
s/TJ:
"La
mentira de Satán a Eva: "Vosotros no
moriréis ciertamente, aunque desobedezcáis a Dios";
es decir, la pretendida inmortalidad del alma
humana" ha llegado a ser la doctrina fundamental
de toda la religión practicada por la humanidad desobediente, hasta
nuestros días "He aquí
el único texto bíblico que afirma que el hombre, a
pesar de su desobediencia, no morirá: "La
serpiente replicó a la mujer: ¡qué vais a morir!" (Gn
3;4). No se puede decir más claramente que la serpiente (el
diablo) es el inventor de la inmortalidad del
alma humana. Esta doctrina es la principal
impostura que Satán propagó a través de los tiempos para
extraviar a la humanidad y esclavizar a todas las religiones fundadas
sobre esta pretensión" ("Que Dieu...", pág 69,70)
("Let God...", pág 274-75)
Análisis:
Aquí, una vez más, los TJ, hipnotizados por
sus afirmaciones, olvidan el resto de la Escritura, por ejemplo, los textos
siguientes del Génesis. El escritor sagrado dijo de Abraham: "Fue
a reunirse con sus parientes muertos "
(Gn 25;8). Y el anciano Jacob, a quien sus hijos
hicieron creer que José había sido devorado por una bestia feroz, al
rehusar ser consolado: "No, dijo él; descenderé deshecho en
lágrimas a unirme con mi hijo en el sepulcro" (Gn
32;35). Ahora bien, Jacob no pensaba simplemente ser enterrado
donde su hijo, puesto que él creía que había sido devorado. Luego
pensaba en un encuentro en la otra vida.
La naturaleza de esta vida
permanece, sin embargo, bastante confusa al principio: Dios
no revelará sino poco a poco lo que aquella es exactamente. En
los últimos libros del Antiguo Testamento, y, después,
en todos los del Nuevo, no existe ya la menor duda: se trata de una
vida espiritual, que comporta recompensa y castigo.
Así habla el autor del libro de la Sabiduría: "Sí,
para la inmortalidad creó Dios al hombre, y le formó e hizo a
imagen de su propio ser. Fue por envidia del diablo, como la
muerte entró en el mundo, y la sufren los que a él
pertenecen. Pero las almas de los buenos están en
las manos de Dios; y ningún tormento los alcanzará. A los ojos de
los necios parecen estar muertos; su tránsito se cree una
desgracia, y su salida de entre nosotros un desastre; pero
ellos, están en paz. Si a juicio de los hombres
han sufrido un castigo su esperanza está llena de inmortalidad,
y tras una leve corrección recibirán grandes bienes" (Sab 2;23-25).
Y el profeta Daniel: "Muchos de los que duermen en el polvo
de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna,
otros para la vergüenza, para el oprobio eterno" (Dan
12;2).
El Nuevo Testamento no es menos explícito. Nuestro Señor
dice de los que tienen el corazón puro "que ellos verán a
Dios" (Mt 5;8). Como esto no puede realizarse
en la tierra con sus cuerpos de carne mortal, es necesario
que sea en el más allá. Dijo también al buen
ladrón: "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en
el paraíso" (Lc 23;43).
Y San Pablo desea morir para reunirse con Cristo, por consiguiente
cree en una supervivencia: "Por una parte deseo la muerte, para estar
con Cristo, lo cual sería mucho mejor para mí; por otra,
quisiera continuar viviendo en la tierra, lo que es más urgente
debido a vosotros" (Flp 1;23-24). No se trata de
una supervivencia que llegará al fin de los
tiempos. Nuestro Señor dice al buen ladrón: "hoy".
Los Testigos evitan la dificultad que les plantea el texto de San
Lucas, utilizando la siguiente explicación:
s/TJ:
"Jesús les
respondió: "En verdad te digo hoy, tu estarás conmigo en el
paraíso". Los traductores han puesto, sin razón alguna, la
coma después de la palabra digo, en lugar de ponerla después de hoy. Este error
de puntuación llevó al clero a concluir que Jesús subió al cielo ese día,
llevando consigo al ladrón sin estar bautizado
ni regenerado. Pero en el texto griego del historiador Lucas y
en las primeras copias de este texto, no había ni puntos ni comas; pues no
existía la puntuación" ("Le Royaume s'est approché", pág
248)
Análisis:
Puesto que no había puntuación ni en el origen ni en las
copias, es evidente, pues, que es necesario escoger una. Pero ¿por qué escoger
ésta de los Testigos y no la de los Padres de la Iglesia?
La explicación que el libro de los Testigos da a continuación nos
enseña que el buen ladrón yace todavía en el sepulcro y que espera aún ser
resucitado en el transcurso del millenium:
s/TJ:
"Entonces deberá
decidir, si quiere permanecer al lado de Jesús. Si permanece con El, obtendrá
la vida eterna sobre la tierra, gracias al sacrificio del que murió
cerca de él" ("El Reino se está acercando", pág 248).
Análisis:
¡Curiosa promesa la de Nuestro Señor! Según la doctrina de los TJ, si el
buen ladrón la quiere alcanzar deberá superar todavía dos pruebas que tendrá
que sortear durante el milenio. Dos mil años después del día en
que Nuestro Señor le dijo: "Tú estarás conmigo en el
Paraíso", todavía debe
superar con buena nota el milenio y la prueba final del diablo.
Los Testigos y su puntuación imaginaria despojan de todo
sentido a estas palabras de misericordia de Jesús al buen ladrón.
Veamos, también (2Cor 5;6-10): "Por lo tanto siempre tenemos
buen ánimo y sabemos que, mientras tenemos nuestro hogar en el cuerpo,
estamos ausentes del Señor, porque andamos por fe, no por vista. Pero
tenemos
buen ánimo y gran satisfacción más bien en
ausentarnos del cuerpo y hacer nuestro hogar con el Señor. Por lo
tanto, también estamos teniendo como mira nuestra sea que tengamos nuestro
hogar con él o estemos ausentes de él, ser aceptos a él. Porque todos
nosotros tenemos que ser puestos de manifiesto ante el tribunal de
Cristo, para que cada uno reciba su retribución por las cosas hechas por
medio del cuerpo, según las cosas que haya practicado, sea cosa buena
o vil" (NM)
"Así estamos siempre confiados, persuadidos de que mientras moramos
en este
cuerpo, estamos ausentes del Señor, porque comunicamos
en fe y no en visión, pero confiamos y quisiéramos más partir del cuerpo y
estar presentes al Señor. Por esto, presentes o ausentes, nos
esforzamos por serle gratos. Puesto que todos hemos
de comparecer ante el tribunal de Cristo para que reciba cada
uno según lo que hubiese hecho mientras vivió en el cuerpo, bueno o
malo" (NC)
S. Pablo concentra su mirada en Jesucristo, que nos está esperando en el
cielo, nuestra verdadera patria, del
que ahora, mientras moramos en este cuerpo, estamos ausentes,
teniendo que caminar "en fe y no en visión" (1Cor
13;12) De esta añoranza por la patria y estar con Cristo habla también en (Flp
1;21-25). La relación de continuidad que el apóstol establece
entre partir del cuerpo y estar presentes
al Señor (v8) claramente deja entender
que la reunión del cristiano con Cristo tendrá lugar enseguida
después de la muerte individual. Serían vanos esos deseos de morir
si, una vez separada el alma del cuerpo, no se le
concediese la visión beatífica, teniendo que esperar
hasta el final de los tiempos en la resurrección general. Es la
misma doctrina que encontramos también en otros lugares
del Nuevo Testamento (Lc 16;22-23) (Lc 23;39-43).
Por lo demás, S. Pablo, que, no obstante
sus visiones y ansias místicas, sabía tener los pies muy fijos
en el suelo de la dura realidad, se recuerda a sí mismo que su tarea
presente consiste en hacer ahora aquí la voluntad
de Cristo, al cual habremos de dar cuenta de
todas las acciones realizadas mientras vivimos en esta
carne mortal (v.9 y 10) (Hech 10;42). Parece claro, en
conformidad con el (v.8), que S.
Pablo se refiere al juicio particular de
cada uno después de la muerte, no al juicio
universal al final de los tiempos (Mt 25; 31-46) Si
los TJ tuvieran la razón ¿Cual parte de Pablo podría
salir de su cuerpo para ir a estar con el Señor?
En (Ap 6;9-11) se habla de "las almas
de los degollados", que le preguntan a
Dios cuándo será vengada su sangre: "Y a cada uno
de ellos se dio una larga ropa blanca, y se les dijo que
descansaran por un poco de tiempo mas, hasta
que se completara también el número de sus
coesclavos y de sus hermanos que estaban a punto de
ser muertos como ellos también lo habían sido".
Aunque tales almas habían muerto, se las presenta en la
presencia de Dios y conversando con El.
Los textos de la Escritura sobre la supervivencia son tan
claros que los mismos Testigos de Jehová
han tenido que creer en la resurrección. Sin
embargo, han encontrado una manera curiosa de conciliar esta creencia con
su afirmación que niega la inmortalidad
del alma. En cuanto a nosotros, el buen sentido nos
invita a concluir: Puesto que resucitaremos, es evidente
que el alma es inmortal. Sin embargo, ellos, en su
manual de textos bíblicos, titulan una sección: "La falsa doctrina de la
inmortalidad humana niega la resurrección; los paganos también se
oponen a la resurrección". En otro lugar, los TJ se explican más ampliamente:
s/TJ:
"La doctrina
pagana de la inmortalidad de las almas ha sido admitida por la organización
religiosa que se
dice "cristiana". Esta creencia
destruye la verdadera fe cristiana, ya que anula aquella
verdad de la Escritura que, en la muerte, todos los
hombres van al sepulcro, donde "no hay ni obra, ni razón, ni
ciencia, ni sabiduría" (Ecls 9;10). Ella encubre el hecho de
que los muertos deben permanecer inconscientes en la tumba hasta el tiempo en
que Dios les saque, después del establecimiento de su Reino" ("Que
Dieu...", pág 287-288) ("Le god...", pág 2, 274-275).
Análisis:
A propósito del texto del Eclesiastés, es
necesario, en primer lugar, leer el versículo
completo. "Todo lo que encuentres a mano, hazlo mientras
puedas, porque no hay ni obra, ni razón, ni ciencia, ni sabiduría, en el
shéol donde vas a ir" (Ecls 9;10). El autor cree que se
continúa existiendo en el shéol, pero que se lleva una existencia pasiva, sin
actividad alguna. Por eso aconseja al lector de actuar
ahora. Esta concesión de una vida en el shéol
silenciosa y tenebrosa, se encuentra en otros muchos
textos (Job 26;5) (Sl 115;17). Dios no había revelado
todavía la naturaleza de esta supervivencia, en la que, sin
embargo, creían firmemente los judíos.
En cuanto a los muertos "que deben permanecer inconscientes",
los Testigos entienden por ello una verdadera
aniquilación. Para ellos, el alma muere; desaparece con el
cuerpo y como el cuerpo. Ahora bien, el cuerpo se descompone
y desaparece completamente. Así pues, todo el ser humano desaparece
completamente.
Pero ¿cómo un ser que NO existe en absoluto puede
resucitar? Esto no sería una resurrección, sino la creación
de un nuevo ser, completamente diferente del que había existido
antes.
A pesar de esta falta de lógica, la vida futura ocupa un
puesto primordial en la doctrina de los Testigos de Jehová: ya estaba en el
origen mismo del pensamiento religioso de su fundador.
s/TJ:
Por lo tanto,
cuando Jesús habló de vida eterna se refería a la vida
eterna que tendría alguien o en los cielos como
espíritu inmortal transformado que gobernaría con Cristo en su Reino,
o a la vida eterna de alguien como humano en una Tierra paradisíaca
bajo esa gobernación del Reino (Lc 23;43) (Jn 17;3) Según la promesa
de Dios, el que él more figurativamente con los humanos obedientes en
la tierra, redundará en abundantes bendiciones para la Tierra. ("El
hombre en busca de Dios..." pág 248 y ss) ("La Atalaya" de
1.9.68, pág 517).
No hay ni un solo
texto en la Biblia que diga que el alma es inmortal. En realidad, no
pudiera haber tal cosa porque eso contradiría los textos supracitados, y
la Biblia no se contradice a sí misma. Jehová Dios es
inmortal e incorruptible y también lo es su Hijo, Cristo Jesús, desde su
resurrección (1Tim 1;17) (1Tim 6;16) (Hb1;3-4) (Ap 1;18) La Biblia muestra
que Jesucristo sacó a la luz la inmortalidad con el evangelio y que
en la resurrección el cuerpo del Cristo será cambiado de criaturas mortales a
criaturas inmortales y divinas (1Cor 15;53-54) (2Tim 1;10) (2Pe1;4). La
doctrina de la inmortalidad de almas humanas se basa en
la primera mentira de Satanás, a saber: "De seguro que no
moriréis" (Gn 3;4)
En vez de que la
esperanza del hombre se base en poseer el hombre un alma
inmortal, la Biblia manifiesta que ésta descansa en una resurrección
debido al rescate provisto por Cristo Jesús (Mt 20;28) (1Tim 2;5-6).
Puesto que Jesús sabía que él iba a proporcionar un rescate
para el hombre, declaró con confianza la resurrección de
quienes practicaron cosas buenas y de quienes practicaron cosas
viles. (Jn 5;28-29) Todo el argumento de Pablo en (1Cor 15), en el sentido
de que Cristo Jesús fue levantado de entre los muertos y que, dado que eso
es verdad, también hay esperanza para otros que
han muerto. Manifiesta, además, que si no hubiera
resurrección de los muertos entonces los que estaban dormidos en Cristo
habrían perecido y que los cristianos serían los más desdichados de todos
los hombres. Pero si al morir el hombre se fuera al cielo, al
purgatorio o a algún otro lugar, entonces el
argumento del apóstol sería vano (1Cor 15;1-33)
Tomando en cuenta lo
anterior, no es de sorprender que autoridades en la materia, digan que los
cristianos de los primeros dos siglos después de Cristo no creyeron en un
alma inmortal y que la idea fue introducida por conversos griegos y poco a
poco vino a ser parte de la llamada religión cristiana. ("Esperanza
para los muertos", pág 5)
s/TJ:
El que la esperanza
del hombre para vida después de la muerte se base en tener él un alma inmortal
es una creencia tanto antigua como generalmente aceptada. Según Heródoto,
historiador pagano griego, los egipcios paganos fueron los primeros que se
aferraron a esta creencia. Pitágoras, nacido en 608 aC enseñó
que toda criatura humana tenía un alma inmortal que era separada y
distinta de su cuerpo carnal y que ésta podía transmigrar de un
cuerpo carnal a otro. Siglo y medio después apareció
Sócrates, otro filósofo griego pagano, a cuyo discípulo
destacado, Platón, se le debe la popularidad de la doctrina
de la inmortalidad del alma humana. La Enciclopedia judía nos
informa que los judíos adoptaron la creencia de la inmortalidad del alma
de los paganos circunvecinos.
Con mucho la
mayor parte de los que profesan ser cristianos también
sostienen que la esperanza del hombre para vida futura se debe a que él
tiene un alma inmortal, la cual, al morir la criatura, va al cielo, al
purgatorio o al fuego del infierno. Los hombres de ciencia
no han podido descubrir evidencia alguna de que el hombre
tenga un alma inmortal. Absolutamente no hay prueba tangible
de ello. Concediendo esto, sus defensores replican que
tienen prueba bíblica. Pero, permítasenos preguntar, ¿enseña la
Biblia que el hombre tiene un alma inmortal? ("Esperanza para
los muertos", pag 2-3)
Es inequívocamente
clara la evidencia bíblica de que el hombre no tiene un alma inmortal,
sino que es él mismo un alma. Entonces, ¿cómo penetró en las
enseñanzas de las iglesias de la cristiandad esta creencia acerca de
una lama inmortal? Hoy se reconoce francamente
que esto aconteció por medio de la influencia de
la filosofía griega pagana. Pero, ¿de dónde consiguieron
los griegos antiguos su fundamento religioso básico? Hay fuerte evidencia
de que los conceptos religiosos de los griegos y otros pueblos
recibieron la influencia de los babilonios.
Así, la evidencia
señala a Babilonia como la fuente más antigua desde la cual se extendió a
los fines de la Tierra la creencia de que el alma humana es
inmortal. Y allí en Babilonia, según la Biblia, ocurrió
una rebelión contra Dios. En sí mismo eso
sería suficiente razón para considerar con reservas la doctrina de un
alma inmortal. Pero no olvide que esta enseñanza también está en
conflicto directo con la Biblia.
Análisis:
Y para acabar... los TJ suelen decir que la doctrina de la inmortalidad
del alma es de origen griego, que la enseñaron los filósofos, y los
cristianos la introdujeron en el dogma juntamente con
otras ideas paganas siglos después de la fundación del
cristianismo. Pero no pueden probar semejante aserto, no tan
solamente porque dicha enseñanza se halla en las cartas
de los apóstoles, como hemos visto, sino que se encuentra en
los más antiguos documentos de la Iglesia Cristiana.
Si alguien podía conocer el pensamiento y la enseñanza de
Cristo acerca del más allá eran los mártires de los tres primeros siglos, que
habían estado en contacto con los apóstoles o con los
más inmediatos discípulos de éstos. Pues bien, ¿qué nos dicen estos
primeros "testigos" de la fe cristiana?
De las "Actas de los Mártires", copiamos textualmente los
siguientes párrafos:
"Les amenazó con la muerte el Prefecto, y dirigiéndose a Justino le
preguntó: '¿Suponéis que si fuerais azotados y vuestras cabezas
cortadas subiríais al cielo par ser recompensados?'. Justino le contestó:
' No lo supongo, lo sé y estoy plenamente convencido de ello'... y
efectivamente, los prisioneros después de azotados, fueron conducidos
al suplicio donde murieron glorificando a Dios. Sus
cuerpos fueron recogidos secretamente y sepultados
con honor". (Año 165 dC)
Acerca de otro famoso mártir, Policarpo de Smirna,
leemos que cuando le estaban martirizando decía:
"Dios... te bendigo por haberte dignado
conducirme hasta este día y hasta esta hora para que tome parte en el
consorcio de los mártires y en el cáliz de tu Cristo... te ruego sea yo recibido
hoy en tu presencia como sacrificio agradable y
acepto..."
Obsérvese cómo estos antiquísimos mártires del siglo II, cuando
todavía no había sido fijada por concilios humanos la doctrina y el
dogma cristiano, declaran, juntamente con la esperanza de
la resurrección del cuerpo, la esperanza de la inmortalidad del
alma y de un inmediato disfrute de gloria y presencia de su Señor en
el mismo día de su martirio.
El alma es inmortal, no puede permanecer muerta eternamente como
dicen los TJ de los impíos, porque al fin "la muerte
no existirá más" (Ap. 21;4) (Véase (Ez 18;4) y
(Rom. 2;7)