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sábado, 21 de septiembre de 2019

EL REINO DE DIOS SUSTITUIRÁ A TODO LO VIEJO


¿Qué desaparecerá cuando venga el Reino de Dios?

s/TJ:

(Análisis del resumen del artículo que con este título aparece en “La Atalaya de abril 2017, (modo sencillo), pág 10-14).

A) Momento actual

“Tiempo crítico difícil de manejar” (2Tim 3;1-5,13).

En este tiempo, Jehová le da a la gente inicua la oportunidad de cambiar (Is 55;7).

B) Gran Tribulación

En su momento, los gobiernos atacarán y destruirán a todas las religiones falsas [La Biblia las describe como una prostituta llamada Babilonia la Grande (Ap 17;1,2,16) (Ap 18;1-4)].

C) Armagedón

A continuación, y como final de la Gran Tribulación (Jer 25;31-33), los gobiernos y cualquier organización que no apoye el Reino de Dios serán destruidos. No quedará ninguna organización corrupta. Dios eliminará de la Tierra a las personas inicuas, o sea, aquellas que no quieren cambiar y apoyan a este mundo (Sl 37;10). Después del Armagedón, los malvados habrán desaparecido. Nunca más volveremos a verlos (Sl 37;12-15). Los viejos cielos y la vieja tierra desaparecerán.

¿Quiénes quedarán vivos cuando la gente mala sea destruida? Jehová promete: “los mansos mismos poseerán la Tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”.  Y luego dice: “Los justos mismos poseerán la Tierra y residirán para siempre sobre ella (Sl 37;11,29).

¿Quiénes son los mansos y los justos? Los mansos son personas humildes que aprenden de Jehová y le obedecen. A estos también se les llama justos porque desean hacer lo que él dice que está bien.

¿Qué cosas no habrá después del Armagedón? Imagínese como será vivir en un mundo sin guerras, enfermedades ni muerte. No habrá ejércitos, armas, ni monumentos de guerra. No necesitaremos hospitales, médicos, enfermeras, morgues ni cementerios, y como no habrá delincuentes, no harán falta policías ni alarmas. Puede que ni siquiera hagan falta cerraduras ni llaves.

En el Nuevo Mundo solo habrá persona mansas y justas. Estas convertirán la Tierra en un paraíso.

D) Reino de Dios

Un nuevo gobierno (Nuevos cielos y una nueva Tierra) sustituirá a todo lo viejo: el Reino de Dios. Esta organización nunca se hará corrupta.

Análisis:

Según el texto de este artículo, después del Armagedón los malvados habrán desaparecido y solo mansos y justos quedarán vivos sobre la Tierra para convertir a esta en un Paraíso. Esta situación parece que se presenta como la definitiva, pues nos aseguran que después del Armagedón se vivirá en un mundo en el que no habrá guerras, ni enfermedades, ni muertes de ninguna clase, no habrá delincuentes y, por lo tanto, tampoco no habrá policías, alarmas, cárceles, etc. … ni cerraduras, ni llaves.

¿Y dónde están en este idílico esquema, los millones y millones de almas que siguiendo la doctrina de los testigos de Jehová han de resucitar de sus tumbas conmemorativas para recibir de Dios en la Tierra, durante mil años, la posibilidad de aceptarlo y, por tanto, de salvarse definitivamente?

No aparecen por ninguna parte. Tampoco se dice que los testigos actuales que queden vivos también deberán participar en esta colosal regeneración, manteniendo incólume su afecto hacia Jehová durante los mil años que durará esta etapa de prueba y de profundización en el conocimiento de Jehová y de su Hijo.

Según la Biblia, y los propios textos de los testigos, durante este tiempo se darán muchas defecciones de tal manera que a algunos se les deberá destruir antes de acabar este milenio, con todo lo negativo que ello comporta para la felicidad general del Paraíso.

Y no solo esto, sino que al finalizar el milenio, Satanás y sus demonios serán soltados para poner a prueba definitiva la perfección de todas las gentes que hayan superado la larga etapa del milenio. Prueba que, según la Biblia, arrastrará al lago de fuego a tanta gente que su número alcanzará cifras como las arenas del mar (Ap 20;7-8).

En una palabra. Los testigos de Jehová nos proponen una vida eterna que no gozaremos de inmediato cuando nos muramos, sino que aun siendo mansos o justos, previamente nos espera otra prueba con traca final, no de setenta u ochenta años, sino de mil años, ni uno más ni uno menos. ¡Creo que Dios misericordioso no puede ser el autor de esta doctrina! La eternidad de la pena del infierno, que al fin y al cabo se aplica a quien se la haya merecido, se queda sin reproches razonables ante tal propuesta.