s/TJ:
“Si permanecen en mi palabra,
verdaderamente son mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los
libertará.” (Jn 8;31-32)
¿A
qué se refería Jesús? Al decir “mi palabra”, Jesús se refería a lo
que él enseñaba. Sin embargo, explicó que sus enseñanzas provenían de una
fuente superior: “El Padre mismo, que me ha enviado, me ha dado mandamiento en cuanto
a qué decir y qué hablar” (Jn 12;49). En una oración a su Padre
celestial, Jehová Dios, él reconoció: “Tu palabra es
la verdad”. Por eso, cuando enseñaba, citaba a menudo lo que Dios había dicho a
sus siervos en el pasado (Jn 17;17)(Mt 4;4,7,10).
Entonces
¿cómo permanecen en la palabra de Jesús los cristianos verdaderos? Aceptando
la Palabra de Dios, la Biblia,
como la única fuente de “la verdad” y la máxima autoridad en cuestión
de creencias y normas de conducta. (La
Atalaya 1 de marzo de 2012, pág 4)
Análisis:
De lo dicho
anteriormente no puede deducirse, como hacen los TJ, que: “Palabra
de Dios” = Biblia (exclusivamente). Primero: porque en el comentario de
la revista no se habla para nada de la Biblia hasta hacer esta comparación y,
por ello, con toda razón, podría decir que no sé de qué me habla.
Segundo: porque cuando Jesús enseñaba, sólo existían las escrituras hebreas
(Antiguo Testamento). No existía la Biblia tal cual ahora la conocemos. Por lo
tanto, no es posible que Jesús al decir “Tu palabra es la verdad” se refiriera
a la Biblia, porque, sencillamente, no existía.
s/TJ:
“…El apóstol
Pablo —el cristiano que más cartas bíblicas escribió— sentía el
mismo respeto que Jesús por la Palabra de Dios. Él afirmó: "Toda
Escritura es inspirada de Dios y provechosa" (2
Timoteo 3:16). Además, a los varones que enseñaban en la congregación se les dijo que no debían "enseñar otro mensaje que no [fuera] el verdadero mensaje recibido de Dios" (Tito
1:7, 9, Biblia en Lenguaje Sencillo
[Nuevo Testamento]). (La
Atalaya 1 de marzo de 2012, pág 4)
Análisis:
Los TJ llegan a la
conclusión, leyendo (2Tim 3; 16) y (Tito 1;7,9), que “la Biblia es la única
fuente de la verdad y la máxima autoridad en cuestión de creencias y normas de
conducta” (pág 4). ¿Pero acaso no era el verdadero mensaje recibido de Dios
el que Pablo enseñó a Timoteo ante muchos testigos, rogándole
que lo encomendara a otros hombres fieles capaces de enseñarlo a otros (2
Tim 2;2) (2Tim 2;14-15)? ¿No enseñaba Pablo la Palabra de Dios a los
tesalonicenses (2Tes 2;14,15) (2Tes 3;1)? ¿Y a los romanos (Rom 10;17)? ¿Y
Pedro: “La palabra del Señor permanece para siempre, y esta palabra es la
que os ha sido anunciada” (1Pe 1;25)? Y esta enseñanza, entonces y durante
muchos años, sólo podía ser oral en su mayor parte porque los libros que
compusieron el Nuevo Testamento, o escrituras griegas, fueron apareciendo a lo
largo de más de sesenta años y no se aceptaron definitivamente hasta después de
varios siglos. Claro es que , si hay “tradiciones” apostólicas que hay
que admitir (1Cor 11;2) (1Cor 11;23), hay también “tradiciones” humanas
engañosas, que es necesario rechazar (Col 2;8).
Por otra parte, ¿se
escribió en los libros que posteriormente se consideraron sagrados, toda la
doctrina que enseñaron Jesús, sus apóstoles y sus sucesores? No, yo creo
rotundamente que no. Todo lo contrario (2Jn 12) (Jn 20;30) (Jn 21;25).
s/TJ:
Al principio, Jesús mandó a sus discípulos
a predicar las buenas nuevas en ciudades y pueblos cercanos.
Posteriormente, les dijo que serían sus testigos hasta la parte más distante de
la tierra. Y esta labor no la realizaba un grupo selecto, sino todos y cada uno
de ellos. (La Atalaya
1 de marzo de 2012, resumen pág 8)
Análisis:
Cuando Jesús está a
punto de abandonar la tierra, envía solemnemente a sus apóstoles, o sea, a sus
más directos colaboradores, a enseñar a todas las gentes a observar todo cuanto
Él les había enseñado, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo. Les indica que el que crea y se bautice se salvará y el que no
crea se condenará. Les asegura, también, que Él estará con ellos siempre hasta
la consumación del mundo (Mt 28;16-20) (Mc 16;14-17), También antes de elevarse
a los cielos les dijo que recibirían la virtud del Espíritu Santo que
descendería sobre ellos para ser sus testigos hasta los extremos de la tierra
(Hech 1;8).
Las palabras de Jesús no
han podido dejar de cumplirse y los apóstoles y sus sucesores siguen enseñando
la palabra de Jesús.