jueves, 2 de octubre de 2014

OTROS FORMARÁN PARTE DE LA DESCENDENCIA DE LA MUJER

OTROS FORMARÁN PARTE DE LA DESCENDENCIA DE LA MUJER

s/TJ:

Después que el ángel de Jehová evitó que Abrahán llegase a sacrificar a su hijo Isaac, le dijo: “Por mí mismo de veras juro —es la expresión de Jehová— que por motivo de que has hecho esta cosa y no has retenido a tu hijo, tu único, yo de seguro te bendeciré y de seguro multiplicaré tu descendencia como las estrellas de los cielos y como los granos de arena que hay en la orilla del mar; y tu descendencia tomará posesión de la puerta de sus enemigos. Y mediante tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra”. (Gn 22:16-18.)


Si esta promesa de Dios debía cumplirse en una descendencia espiritual, otros tenían que ser añadidos a la descendencia principal. Y el apóstol Pablo explica que así fue. Sostiene que a Abrahán se le concedió la herencia por promesa y no por ley. La Ley tan solo fue añadida para poner de manifiesto las transgresiones “hasta que llegara la descendencia”. (Gál 3:19.) De esto se deduce, por tanto, que la promesa le era segura a toda su descendencia, “no solo a la que se adhiere a la Ley, sino también a la que se adhiere a la fe de Abrahán”. (Ro 4:16.) Las palabras de Jesucristo a los judíos que se opusieron a él: “Si son hijos de Abrahán, hagan las obras de Abrahán”, indican que Dios reconoce como descendencia de Abrahán a los que tienen la fe de Abrahán, no a los que descienden de él por medio de la carne. (Jn 8:39.) El apóstol lo deja muy claro cuando dice: “Además, si pertenecen a Cristo, realmente son descendencia de Abrahán, herederos respecto a una promesa”. (Gál 3:29; Ro 9:7, 8.)

Por consiguiente, la promesa de Dios: “De seguro multiplicaré tu descendencia como las estrellas de los cielos y como los granos de arena que hay en la orilla del mar”, tiene un cumplimiento espiritual y significa que otros, que “pertenecen a Cristo”, son añadidos como parte de la descendencia de Abrahán. (Gé 22:17; Mr 9:41; 1Co 15:23.) Dios no reveló la cantidad, sino que la dejó tan indeterminada para el hombre como la cantidad de estrellas y de granos de arena. Hasta el año 96 E.C., en la Revelación al apóstol Juan, no puso Dios de manifiesto que el Israel espiritual, los “sellados” con el espíritu de Dios (prenda de su herencia celestial) ascienden a 144.000 personas. (Ef 1:13, 14; Rev 7:4-8; 2Co 1:22; 5:5.)

Estos 144.000 están de pie junto al Cordero sobre el monte Sión y “fueron comprados de entre la humanidad como primicias para Dios y para el Cordero”. (Rev 14:1, 4.) Jesucristo dio su vida por ellos, ‘prestando así ayuda a   la descendencia de Abrahán’ como su gran Sumo Sacerdote (Heb 2:14-18), y Dios, con bondad, le entregó a su Hijo esta congregación en calidad de “esposa”. (Jn 10:27-29; 2Co 11:2; Ef 5:21-32; Rev 19:7, 8; 21:2, 12.) Ellos llegan a ser reyes y sacerdotes, y Jesús comparte con ellos la gloria y el Reino que el Padre le ha dado. (Lu 22:28-30; Rev 20:4-6.) El secreto sagrado sobre la descendencia es tan solo una parte del gran secreto sagrado relacionado con el reino de Dios y su Rey mesiánico. (Ef 1:9, 10)

El apóstol Pablo explica la actuación de Dios en relación con esta descendencia cuando habla de Abrahán, Sara (la mujer libre) e Isaac (el hijo de la promesa). Asemeja a Sara a “la Jerusalén de arriba”, “nuestra madre [es decir, madre de los cristianos engendrados por espíritu]”, y a Isaac, a los cristianos ungidos que llegan a ser hijos de la “Jerusalén de arriba”. (Gál 4:22-31.)

Dios no reveló la cantidad, sino que la dejó tan indeterminada para el hombre como la cantidad de estrellas y de granos de arena. Hasta el año 96 E.C., en la Revelación al apóstol Juan, no puso Dios de manifiesto que el Israel espiritual, los “sellados” con el espíritu de Dios (prenda de su herencia celestial) ascienden a 144.000 personas. (Ef 1:13, 14; Rev 7:4-8; 2Co 1:22; 5:5.) (“Descendencia, semilla” de “Perspicacia”, volumen 1, pág 659-663)

Análisis:

Ya en (GN 12;1-8) la Biblia relata el pacto de Dios con su fiel siervo Abraham en el que le dice que salga de su tierra, de su parentela y de la casa de su padre para la tierra que Él le indicará: “…Yo te haré un gran pueblo, te bendeciré y engrandeceré tu nombre, que será bendición”.

Con esta vocación de Abraham empieza la historia israelita. El autor sagrado da a entender, con el relato de la confusión de las lenguas que relata anteriormente, que la humanidad en su mayoría seguía alejándose de Dios a pesar de la catástrofe del diluvio, y por eso Dios se reserva una porción fiel, que sea como la mantenedora del fuego sagrado reli­gioso y el vínculo de transmisión de sus revelaciones en orden a la salvación de la misma humanidad descarriada. Así da orden a Abraham de abandonar su parentela y encaminarse a una región nue­va, aislándose del ambiente politeísta de su familia y de los lazos de sangre, que podían crearle dificultades en su nueva vida con misión profética.

Abraham, pues, continuará en su vida nómada, llevando sus ganados en busca de nuevos pastos hacia la región de los cananeos. Al llamarle Yahvé, le hace solemnes promesas, en las que se halla expresado su futuro. Así le anuncia que convertirá a su tribu en un gran pueblo, bendiciéndole y colmán­dole de bienes, siendo el propio Abraham fuente de bendiciones para sus hijos (v.2). Y, como si esto fuera poco, añade Yahvé: En ti (como en tronco de una descendencia gloriosa) serán bendecidos todos los pueblos (v.3b); o acaso mejor, todos los pueblos te bendecirán, teniéndose por dichosos de ser contados entre tus hijos. Clarísimo anuncio de una universalidad de las promesas me­siánicas, según luego declararán los profetas (Is 19;24) (Is 61;9) (Zac 8;13). Todas las familias de la tierra se sentirán bendecidas al sentirse vinculadas al tronco glorioso de Abraham. Esta bendición será repetida varias veces (Gen 18;18,19) (Gen 22;18) (Gen 26;4) (Gen 28;14).

En (Gn 13; 16-18): “Dijo Jehová a Abrán: “…Constituiré a tu descendencia como las partículas de polvo de la tierra , de modo que, si pudiese un hombre contar las partículas de polvo de la tierra , entonces pudiese ser contada tu descendencia." (NM)

En (Gn 15;5) se lee: "Entonces (Jehová) le sacó fuera (a Abrahán) y dijo: "Mira hacia arriba, por favor, a los cielos y cuenta las estrellas , si de alguna manera puedes contarlas". Y pasó a decirle "Así llegará a ser tu descendencia" (NM) 

En premio a su generosa conducta, Abrahán recibió de Yahvé una nueva visión, en la que solemnemente se le promete una numerosa pos­teridad. Es la reitera­ción de la promesa hecha en (Gn 12;7): La descendencia será innu­merable.

San Pablo aplica estás palabras a Cristo, que es la descendencia verdadera de Abraham, tomando al Israel en su sentido espiritual: “… a Abraham y a su descendencia fueron hechas las promesas. No dice a sus descendencias, como de muchas, sino de una sola, ‘Y a tu descendencia’, que es Cristo.  (Gal 3;16).

En realidad, la historia del pueblo elegido tiene su razón teológica de ser en los designios divinos, en cuanto que es preparación del reino mesiánico, encarnado en Cristo.

En (Gn 22;17) Dios dice a Abraham: “multiplicaré grandemente tu descendencia como las estrellas del cielo y como las arenas de las orillas del mar” promesa que repite a Isaac en (Gn 26;3-5).

En (Gn 28;13-15) Dios dice a Jacob: “Tu descendencia será como el polvo de la tierra”

Demasiadas hipérboles en las palabras de Dios hacia Abraham y Jacob para considerar que se referían solamente a 144.000 personas como así enseñan los TJ. Y más, sabiendo que Jesucristo cuando se refería a este mismo grupo le denominaba “pequeño rebaño” ¿Cómo puede ser que refiriéndose a los mismos, Jesucristo diga que es un “pequeño rebaño” y en cambio, Dios en Génesis diga que su número es como “el polvo de la tierra”, o como las “estrellas del cielo” o como “las arenas de las orillas del mar”. Tanta diferencia en la percepción del mismo objeto no me parece propia de Dios y de Jesucristo. 

El propio Dios dice que “si hay quien pueda  contar el polvo de la tierra, éste será quien pueda contar tu descendencia” (Gn 13;16-18).  Y en (Gn 15;5): "Mira hacia arriba, por favor, a los cielos y cuenta las estrellas , si de alguna manera puedes contarlas... Así llegará a ser tu descendencia" (NM). Si su descendencia son 144.000 personas, todo el mundo puede contarlos, pero ¿quién puede contar el polvo de la tierra o las estrellas de los cielos? 

Es totalmente infantil, por parte de los TJ, razonar que estas expresiones, en boca de Dios, se referían a una cantidad que era desconocida por cualquier ser humano y por lo tanto indeterminada en aquel momento para el hombre como la cantidad de estrellas y de granos de arena.

Dios, sin duda, se refería no a un puñado contable de miles de personas, sino a miles de millones de ellas. Lo que pone en entredicho la doctrina de los exclusivos 144.000 de los TJ y da paso libre al linaje de la mujer en sentido colectivo con el Mesías Redentor delante y todos los justos que vencen al demonio siguiendo sus pasos.

s/TJ:

Como se ha establecido, Jesús es la “descendencia” primaria. Sin embargo, no era la ‘descendencia de la mujer’ (es decir, “la Jerusalén de arriba”) cuando nació como hombre. Por supuesto, era un descendiente natural de Abrahán por medio de su madre María y era de la tribu de Judá, y tanto de manera natural, por medio de María, como legal, por medio de su padre adoptivo José, era del linaje de David. (Mt 1:1, 16; Lu 3:23, 31, 33, 34.) Por lo tanto, reunía las condiciones de las promesas proféticas.

Pero no llegó a ser la ‘descendencia de la mujer’, la Descendencia que iba a bendecir a todas las naciones, hasta que fue ungido por el espíritu, y llegó a ser un hijo espiritual de Dios. Esto sucedió cuando Juan lo bautizó en el río Jordán, en el año 29 E.C. Para entonces Jesús tenía unos treinta años. El espíritu santo que descendió sobre él se manifestó a Juan en forma de paloma, y Dios mismo lo reconoció como hijo suyo en aquel momento. (Mt 3:13-17; Lu 3:21-23; Jn 3:3.)

La ampliación de la “descendencia” empezó a producirse cuando se derramó el espíritu santo en el Pentecostés del año 33 E.C. Jesús había ascendido al cielo, a la presencia de su Padre, y había enviado el espíritu santo a estos primeros seguidores suyos, entre los que estaban los doce apóstoles. (Hch 2:1-4, 32, 33.) Actuando como el Sumo Sacerdote a la manera de Melquisedec, entonces prestó gran ‘ayuda’ a la descendencia secundaria de Abrahán. (Heb 2:16.) (“Descendencia, semilla” de “Perspicacia”, volumen 1, pág 659-663)

Análisis:

Ya hemos visto que la “descendencia de la mujer” está compuesta del Mesías y de todos los justos que le siguen y que multiplicará miles de veces la cifra global de los 144.000 privilegiados que nos presentan los TJ.

Ver: Gráfico de la descendencia de la Mujer y de Satanás