lunes, 10 de marzo de 2014

EL ESPÍRITU SANTO ES EL AYUDANTE, ABOGADO, CONSOLADOR O PARÁCLITO

EL ESPÍRITU SANTO ES EL AYUDANTE, ABOGADO, CONSOLADOR O PARÁCLITO
s/TJ:
Jesús  asemejó el  espíritu  santo  a un  "ayudante",  y  dijo que  este enseñaría, guiaría y hablaría.  (Juan 14;16,26; 16;13)

La palabra griega que él  usó para ayudante  (pa-rá-kle-tos) es de género  masculino.  Por eso,  al referirse  a  lo que  el ayudante  haría  Jesús usó  pronombres personales masculinos.  (Juan  16;7,8) Por otra parte, cuando  se usa la palabra griega neutra para espíritu  (pnéu-ma), apropiadamente se usa el pronombre neutro "ello".
La mayoría de los traductores trinitarios ocultan ese hecho, como admite la versión católica en inglés New American Bible en cuanto a Juan 14;17: "La  palabra  griega  para  'espíritu'  es neutra,  y  aunque  (en  esta traducción) usamos pronombres personales en inglés ('he' (él), 'his' (de él),  'him'  ((a)él), la  mayoría  de  los mss.   (manuscritos)  griegos utilizan 'it' (ello)".
Por eso,  cuando la Biblia  usa pronombres personales masculinos  con la palabra  pa-rá-kle-tos  en  Juan  16;7,8, está  conformándose  a  reglas gramaticales, y no expresando una doctrina (“¿Debería Vd creer en la Trinidad?”, pág 22)
Análisis:
Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito", literalmente "aquel que es llamado junto a uno", advocatus (Jn 14, 16. 26; 15, 26; 16, 7). "Paráclito" se traduce habitualmente por "Consolador", siendo Jesús el primer consolador (1 Jn 2;1). El mismo Señor llama al Espíritu Santo "Espíritu de Verdad" (Jn 16, 13).
El Espíritu es llamado "otro" Abogado: "y yo rogaré al Padre, y os dará otro Abogado, (o Consolador o Paráclito) que estará con vosotros para  siempre, el Espíritu de verdad, que el mundo no puede recibir..." (Jn  14;16). Y por el mismo Juan sabemos que el primer Abogado  (o Consolador o Paráclito) es el Hijo: "Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, justo” (1Jn 2;1). Tenemos sí ya un abogado (Jesús), pero el Padre os dará “otro” (Espíritu Santo). Está claro que hablamos de tres seres o entidades distintas.
“…pero el Abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que yo os he dicho” (Jn 14;26)
"Y el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza, porque nosotros no  sabemos pedir lo que nos conviene; mas el mismo Espíritu aboga por nosotros con gemidos inefables, y el que escudriña los  corazones conoce  cuál es el  deseo del  Espíritu, porque intercede por los santos según Dios." (Rom 8;26,27)
"Os he dicho estas cosas mientras permanezco entre  vosotros; pero el Abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése  os lo enseñará  todo y os traerá  a la memoria todo lo que yo os he dicho" (Jn 14;25,26)
"Cuando venga el Abogado,  que yo os enviaré  de parte del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí" (Jn 15;26)
"Muchas cosas tengo todavía que deciros, pero no podéis ahora con ellas. Pero, cuando  venga él,  el Espíritu  de verdad,  os enseñará  la verdad toda, porque no hablará por su cuenta,  sino que dirá todo lo que  oiga  y  os  instruirá  en  las cosas  que  están por venir.  El me glorificará, pues recibirá de lo mío, y os instruirá. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por esto os digo que recibe de los mío y os instruirá".  (Jn 16;12-15)
Cristo quería completar su enseñanza  sobre sus apóstoles, pero no puede "ahora",  porque no podrían comprender  ni recibir útilmente estas enseñanzas sublimes. A pesar  de tener el mejor Maestro, su estado de gentes sencillas e imbuídas en el ambiente  judío, y, sobre  todo, la sublimidad de las enseñanzas, no les permitía recibirlas entonces. Necesitaban una transformación radical, que estaba  reservada, en el  plan  del  Padre, a  Pentecostés,  como momento  inicial de  la acción  del Espíritu  en ellos.   Por eso, cuando venga el  Abogado, el Espíritu de verdad,  los "conducirá a la  verdad toda  entera".  (Jn  15;15)  (Jn 17;8)  (Jn 17;14)  (Mt 28;19-20)
Además de su nombre propio, que es el más empleado en el libro de los Hechos y en las cartas de los Apóstoles, en San Pablo se encuentran los siguientes apelativos: el Espíritu de la promesa (Ga 3, 14; Ef 1, 13), el Espíritu de adopción (Rm 8, 15; Ga 4, 6), el Espíritu de Cristo (Rm 8, 11), el Espíritu del Señor (2 Co 3, 17), el Espíritu de Dios (Rm 8, 9.14; 15, 19; 1 Co 6, 11; 7, 40), y en San Pedro, el Espíritu de gloria (1 P 4, 14).