"No seréis vosotros los que habléis,
sino el Espíritu de vuestro Padre el que hable en vosotros" (Mt
10;20).
"Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el
Espíritu Santo" (Jn 20;22).
"Por eso os digo: Todo pecado y blasfemia
les será perdonado a los hombres, pero
la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en este siglo ni en
el venidero" (Mt 12;31).
"Fueron llenos del Espíritu
Santo y comenzaron a hablar en lenguas las palabras que el Espíritu Santo ponía
en su boca". (Hech 2;4).
"Pues Dios nos lo
ha revelado por su Espíritu, que
el Espíritu todo lo escudriña, hasta las
profundidades de Dios. Pues ¿qué hombre conoce
lo que en el hombre hay sino el espíritu del hombre que en él está? Así
también las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espíritu de Dios. Y nosotros
no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu de Dios, para que
conozcamos los dones que Dios nos ha concedido." (1Cor
2;10-12)
"Nadie puede decir: "¡Jesús es
Señor!" sino por influjo del Espíritu Santo" (1 Cor 12,
3).
"Respondió Jesús: En verdad en verdad te digo que quien no naciere del agua y del
Espíritu no puede entrar en el reino de los cielos" (Jn 3;5)
"...¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu
eterno a sí mismo se ofreció inmaculado a Dios, limpiará nuestra conciencia de
las obras muertas para servir al Dios vivo!" (Heb 9;14)
"David, inspirado por el Espíritu Santo,
dice:" Dijo el Señor a mi Señor" (Mt 22;43,44).
“El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra”
(El poder del Altísimo se equipara con el del Espíritu Santo) (Lc 1;35)
"Pues
debeis ante todo saber que ninguna
profecía de la Escritura es de privada interpretación, porque la profecía no ha
sido en los tiempos pasados proferida por humana voluntad, antes bien, movidos
del Espíritu Santo, hablaron los hombres de Dios" (2 Pe 1;20)
"Cuando
empero venga el
Espíritu de Verdad,
él os enseñará la verdad
total" (Jn 16;13)
"...mientras celebraban la
liturgia en honor del Señor
y guardaban los ayunos.
dijo el Espíritu
Santo: Segregadme a Bernabé
y a Saulo para la obra a
que los llamo." (Hech
13;2-4)
"...Dijo el Espíritu a Felipe: Acércate y llegate a este coche" (Hech 8;29)
"...Meditando Pedro sobre la visión, le dijo
el Espíritu : Ahí están unos
hombres que te buscan..." (Hech 10;19)
"...Porque
ha parecido al Espíritu Santo
y a nosotros no imponeros ninguna otra carga más que estas
necesarias" (Hech 15;28)
"...Atravesada la Frigia y
el país de Galacia, el Espíritu Santo les prohibió predicar en Asia.
Llegaron a Misia e
intentaron dirigirse a Bitinia, más tampoco
se lo permitió el Espíritu
de Jesús..." (Hech
16;6-7)
"...Ahora encadenado por el
Espíritu, voy hacia Jerusalén, sin saber
lo que allí me sucederá, sino que en
todas las ciudades el Espíritu Santo me
advierte, diciendo que me esperan cadenas y tribulaciones..." (Hech
20;23)
"Y el mismo Espíritu viene en ayuda de
nuestra flaqueza, porque nosotros no
sabemos pedir lo que nos conviene; mas el mismo Espíritu aboga por
nosotros con gemidos inefables, y el que escudriña los corazones conoce cuál es el
deseo del Espíritu, porque
intercede por los santos según Dios." (Rom 8;26,27)
Comparemos
ahora dos pasajes bíblicos, uno del Nuevo Testamento (Hech 28;24-28) y otro del
Antiguo (Is 6;8-10), lo que nos permitirá asomarnos a la existencia y a la
divinidad de la tercera persona de la Santísima Trinidad:
“Unos se convencían con sus palabras, pero
otros se resistían a creer,y mientras ellos se retiraban sin haberse puesto de
acuerdo, Pablo dijo esta sola frase: “Son muy ciertas las palabras que el
Espíritu Santo dijo a los padres de ustedes, por medio del profeta Isaías:
"Ve a decir a este pueblo: Por más que oigan no comprenderán, por más que
vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, se
taparon los oídos y cerraron los ojos, por temor de que sus ojos vean, que sus
oídos oigan, que su corazón comprenda, que se conviertan, y que yo los
cure". Sepan entonces que esa salvación de Dios va a ser anunciada a los
paganos. Ellos sí que la escucharán’” (Hech 28;24-28).
Y
oí la voz del Señor que decía: «¿A quién
enviaré, y quién irá por nosotros?» Y respondí: «Aquí me tienes, mándame a mí.»
El me dijo: «Ve y dile a este pueblo: Por más que ustedes escuchen, no
entenderán; por más que ustedes miren, nunca ven.» ¡Puedes ir! Se pondrá más
pesado el corazón de este pueblo, se volverán sordos sus oídos y se les pegarán
sus ojos. ¿Acaso se atreverían a ver con sus ojos, y a oír sus oídos, para que
comprenda su corazón, y se conviertan y recuperen la salud?» (Is 6;8-10).
Como
puede verse, en estos dos textos que hemos comparado, se identifica al Espíritu
Santo con el Señor Dios que se manifestó al profeta Isaías.
En el Antiguo Testamento:
(Gn
1;2) (Sl 50;13) (Sl 103;30) (Sb 1;7) (Is 11;1,2) (Is 61;1,2) (Is 63;10) Estos y parecidos textos no se refieren propiamente al Espíritu Santo como persona, sino a una virtud divina que confiere la vida, la fortaleza y que ilumina
e impulsa el bien. Sólo a
la luz del Nuevo Testamento, los Santos
Padres y la Liturgia aplican muchos de estos pasajes a la persona del Espíritu
Santo.
Algunos creyeron ver
una clara alusión al misterio trinitario en el famoso trisagio de Isaías: "¡Santo, Santo, Santo, Yavé
Sabaot! ¡Está la tierra toda llena de su
gloria!" (Is 6;3)
Pero
es muy frecuente en el Antiguo Testamento triplicar una expresión para aumentar su
fuerza o expresar simplemente el
superlativo de la misma.
En
el libro de la Sabiduría se nombran junto a Yavé su sabiduría y su espíritu santo: "¿Quién conoció
tu consejo si tú
no le diste la sabiduría y enviaste de lo alto tu
espíritu santo?" (Sb 9;17)
Pero
esta sabiduría y este espíritu santo no
aparecen como personas propiamente
dichas junto a Yavé, sino como potencias
o actividades divinas.