VIDA ETERNA EN EL EVANGELIO DE JUAN
s/TJ:
Ahora nos centraremos
en el Evangelio de Juan, según el cual Jesús mencionó la idea de
la vida eterna en diecisiete ocasiones. Veamos algunas de estas
ocasiones para saber lo que Jesús enseñó sobre la vida eterna en la
Tierra.
Según Juan, la primera
vez que Jesús mencionó la vida eterna fue en la conversación que
tuvo con un fariseo llamado Nicodemo. “A menos que uno nazca del agua y del
espíritu —le dijo—, no puede entrar en el reino de Dios.” Así es, para que
alguien pueda entrar en el Reino de los cielos, es necesario que “nazca de
nuevo” (Juan 3:3-5). Pero después de decir eso, pasó a hablar de la esperanza que hay para
todos los seres humanos (léase Juan 3:16). Jesús se refería a la
esperanza de la vida eterna en el cielo para sus seguidores
ungidos y a la esperanza de la vida eterna en la Tierra para el
resto de sus discípulos. (“La Atalaya” 15/8/2009, pág 7-11)
Análisis:
Ya hemos visto en el tema “La vida eterna en la Tierra” de esta misma etiqueta, en el apartado “Vida eterna”, que para Jesús “Vida Eterna” es lo mismo que “Reino de Dios” o “Reino de los cielos”, y que todo ello
constituye un único destino final para los justos. Por lo tanto, en (Jn 3;16)
Jesús sólo se refiere a la esperanza en la única vida eterna que existe que es
la que se disfrutará en el Reino de Dios o Reino de los Cielos. En ninguna
parte de estos versículos de Juan no queda, ni insinuado, que la Tierra sea un
destino final para la mayor parte de los “justos”.
Según (“Perspicacia, vol I, págs 1229-1230) “A los
cristianos ungidos llamados a reinar con Cristo en los cielos se les otorga
inmortalidad… su inmortalidad, al igual que la de Jesús, no significa
simplemente vida eterna o el hecho de no morir… se les otorga el poder de una
vida indestructible… indisoluble”. Digo yo que si una vida inmortal es más que una
vida eterna, tal como explican los TJ, ¿para qué necesitan la vida eterna
los cristianos ungidos –los 144.000- si
ya recibirán vida inmortal, indestructible e indisoluble?...
s/TJ:
Después de hablar con
Nicodemo en Jerusalén, Jesús se fue al norte, a Galilea. Cuando pasaba cerca de
la ciudad samaritana de Sicar encontró a una mujer en la fuente de Jacob y le
dijo: “A cualquiera que beba del agua que yo le daré de ningún modo le dará sed
jamás, sino que el agua que yo le daré se hará en él una fuente de agua que
brotará para impartir vida eterna” (Juan 4:5, 6, 14). Esta agua representa
los medios que Dios ha dispuesto para que toda la humanidad pueda recuperar
la vida eterna, incluidas las personas que vivirán en la Tierra.
El libro de Revelación contiene estas palabras de Jehová: “A cualquiera
que tenga sed le daré de la fuente del agua de la vida gratis” (Rev. 21:5, 6; 22:17). De modo que
Jesús no solo le estaba hablando a la samaritana de la vida
eterna que disfrutarán los herederos ungidos del Reino, sino también de la
que disfrutarán los fieles que tienen la esperanza de vivir en la Tierra.
Al año siguiente,
durante otra visita a Jerusalén, Jesús vio a un enfermo en el estanque de
Betzata y lo curó. Cuando algunos judíos empezaron a criticar lo que había
hecho, él les contestó: “El Hijo no puede hacer ni una sola cosa por
su propia iniciativa, sino únicamente lo que ve hacer al Padre”. Y después
de decirles que el Padre había encargado “todo el juicio al Hijo”, añadió: “El
que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna”. También
les dijo: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas
conmemorativas oirán [la] voz [del Hijo del hombre] y saldrán, los que hicieron
cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a
una resurrección de juicio” (Juan 5:1-9, 19, 22, 24-29). Jesús les estaba
diciendo a sus opositores que él había sido elegido por Dios para hacer
realidad la esperanza que tenían los judíos de vivir para siempre en la
Tierra, algo que lograría resucitando a los muertos.
En Galilea, miles de
personas empezaron a seguir a Jesús para que los alimentara milagrosamente.
Pero él les habló de otra clase de alimento, “el pan de la vida” (léase
Juan 6:40, 48-51). “El pan que yo
daré es mi carne”, les dijo. Él indicó que “si alguien come de este pan”,
es decir, si alguien tiene fe en el poder redentor de su sacrificio, “vivirá
para siempre”. Ahora bien, Jesús no solo dio su vida a favor de
los discípulos que gobernarían con él en el Reino celestial, sino también “a
favor de la vida del mundo”, o sea, a favor de la humanidad
redimible. De modo que al hablar de vida eterna, Jesús también
estaba refiriéndose a la esperanza milenaria que abrigaban los judíos de vivir
para siempre en la Tierra bajo el reinado del Mesías.
Más tarde en Jerusalén,
durante la fiesta de la Dedicación, Jesús les dijo a sus adversarios: “Ustedes
no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y
yo las conozco, y ellas me siguen. Y yo les doy vida eterna” (Juan 10:26-28). ¿Estaba pensando
Jesús solo en la vida celestial, o también en
la vida eterna en la Tierra? Poco antes, Jesús había consolado a
sus discípulos con estas palabras: “No teman, rebaño pequeño, porque su
Padre ha aprobado darles el reino” (Luc. 12:32). Pero en la fiesta de
la Dedicación dijo: “Tengo otras ovejas, que no son de este redil; a esas
también tengo que traer” (Juan 10:16). Por lo tanto, cuando
habló con sus adversarios, Jesús se refirió tanto a la esperanza
de vida celestial que tiene el “rebaño pequeño” como a la esperanza
de vida en la Tierra que tienen millones de “otras ovejas”. (“La
Atalaya” 15/8/2009, pág 7-11)
Análisis:
Hemos de insistir una y otra vez, que sólo hay
un destino final y eterno para los que creen en Dios y en Jesucristo y cumplen
sus mandamientos, esto es, para los “justos”.
Y de “justos” sólo hay de una clase
con un sólo destino. Este destino es denominado principalmente “Reino de los Cielos” por Mateo en 28
ocasiones; Marcos y Lucas lo llaman principalmente “Reino de Dios” en 14 y 39 ocasiones, respectivamente. Finalmente,
Juan, los Hechos y las cartas le denominan principalmente Vida eterna. La
Tierra no figura como destino eterno de ningún grupo de justos.