s/TJ:
En cierta ocasión, un
gobernante joven y rico fue corriendo al encuentro de Jesús y, tras
arrodillarse, le preguntó: “Buen Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar vida
eterna?” (Mar. 10:17).
¿Dónde esperaba este hombre heredar la vida eterna? ... siglos atrás Dios les había ofrecido a los judíos la esperanza de resucitar y vivir para siempre en la Tierra. Y esa era la misma esperanza que tenían muchos judíos del siglo primero.
¿Dónde esperaba este hombre heredar la vida eterna? ... siglos atrás Dios les había ofrecido a los judíos la esperanza de resucitar y vivir para siempre en la Tierra. Y esa era la misma esperanza que tenían muchos judíos del siglo primero.
Parece ser que Marta,
quien era amiga de Jesús, estaba pensando en una futura resurrección en la
Tierra cuando dijo: “Yo sé que [mi hermano] se levantará en la resurrección en
el último día” (Juan 11:24). Es cierto que los saduceos no creían en la resurrección (Mar. 12:18). Pero ese no era
el caso de todos los judíos, como lo demuestra el siguiente comentario de
George Foot Moore: “Los escritos [...] de los siglos segundo y primero
antes de nuestra era confirman que la gente creía que llegaría un momento
crucial en la historia en el que los muertos de las generaciones
anteriores volverían a vivir en la Tierra” (Judaism in the First
Centuries of the Christian Era [El
judaísmo de los primeros siglos de la era cristiana]). Así pues, lo que
aquel hombre rico quería era alcanzar la vida eterna en la Tierra.
Hoy día, muchas
religiones y un buen número de biblistas sostienen que la esperanza de
la vida eterna en la Tierra no es una enseñanza
cristiana. De hecho, la mayoría de las personas esperan vivir en el mundo
de los espíritus después de morir. Por eso, cuando encuentran la expresión
“vida eterna” en las Escrituras Griegas Cristianas, creen que siempre se
refiere a la vida en el cielo. Pero ¿es eso cierto? ¿Qué quiso decir
Jesús cuando habló de la vida eterna? ¿Qué creían sus discípulos?
¿Aparece en las Escrituras Griegas Cristianas la esperanza de
la vida eterna en la Tierra? (“La Atalaya” 15/8/2009, pág 7-11)
Análisis:
Vida eterna
Sea cual sea la percepción de “vida
eterna” que tenía el joven rico que le pregunta a Jesús ¿Qué haré para obtener la
vida eterna? (NM)(Mt 19;16)(Mc 10;17)(Lc 18;18) y sea donde sea el lugar en el
que este joven esperase heredar esta vida eterna, lo que está medianamente
claro en las Escrituras es el pensamiento de Jesús sobre el particular.
En efecto, Jesús iguala entrar en la “Vida eterna” a entrar en el “Reino de
Dios” o en el “Reino de
los cielos” ya que si cumples con todo lo que Jesús te pide, tienes “un tesoro en el
cielo” no en la Tierra. En ningún momento, Jesús ofrece a aquel joven que ha
preguntado por la Vida eterna, la posibilidad de obtenerla aquí en la Tierra. Todas sus palabras van
encaminadas a que consiga entrar en la Vida eterna, Reino de Dios o Reino de
los cielos. Jesús está, pues, hablando de un único lugar, de una situación, de un
destino.
Por otra parte, queda también claro en la
conversación posterior entre Jesús y sus apóstoles, que entrar en la Vida
eterna, Reino de Dios o Reino de los cielos, es igual a obtener la salvación.
Esperanza
de resucitar y vivir para siempre en la Tierra.
La esperanza
de los judíos fariseos -ya que los saduceos no creían en ello- era la resurrección de los muertos.
Pero en ninguna parte se precisa como hacen los TJ, porque de hecho no era así,
que su esperanza era "volver a la
vida aquí en la tierra" (“El hombre en busca de Dios…” págs 248 y ss). Cuando Pablo en (Hech
23; 1-11) se está defendiendo
delante del Sanedrín, dice: "Hermanos,
yo soy fariseo e hijo de fariseos: Por la esperanza en la resurrección de los muertos, soy traído a juicio”. Y,
claramente, la esperanza de Pablo
era la resurrección, no para volver a la vida aquí en la Tierra, sino para
estar junto a Cristo en el cielo. Por lo tanto, al hablar de la esperanza de los fariseos, nos está
dando una referencia de cuál era la esperanza de los judíos fariseos quienes,
como se dice a continuación, creían en los ángeles y en los espíritus. En (Hech 24;15) se dice
que Pablo tiene la misma fe en la Ley y los Profetas que tenían los judíos y su misma esperanza en la resurrección de
los justos y de los injustos.
En ninguna
parte de las Escrituras griegas, pueden los TJ mostrarnos un pasaje que se diga
que los judíos creían en que resucitarían para volver a la vida aquí en la
Tierra.
Según el
Talmud de Jerusalén, el alma permanecía tres días sobre el cadáver, y lo abandonaba al
cuarto, en que comenzaba la descomposición. Se pensaba que la muerte era
definitiva a partir del tercer día, cuando la descomposición empezaba a borrar
los rasgos del difunto. Quizá, por esta
creencia de los judíos, Jesucristo –en el caso de Lázaro- esperó al
cuarto día a fin de dar más énfasis al milagro que iba a realizar.
La doctrina
de la resurrección de la que no aparecen ni vestigios en los primeros libros
inspirados, y que hasta podría parecer negada simplemente en otros, pues el
sheol se describe como un abismo del que
es imposible ya todo retorno (Jb 7;9-10) (Sl 40;9) (Am 8;14), se va abriendo
paso también con revelación progresiva.
Job, en medio
de sus tribulaciones y congojas, lanza el grito de esperanza: "Yo sé que mi libertador vive y que al final se levantará;
y vestido nuevamente de mi piel me pondré yo en pie y en mi carne veré a
Dios" (Jb 19;25-26); con tono solemne que indica algo trascendente
espera volver a su carne y a su piel. Es la resurrección. Aunque se trate de un
caso aislado no es menos significativo.
Esta idea,
afirmada en Job y algunos Salmos (Sl 15;10) (Hech 2;31) (Hech 13;35) (Sl 29;3),
se presenta sin más con dramatismo y
grandeza simbólica en la "Visión de
los huesos" de Ezequiel; y tiene ya en Daniel la aserción
explícita: "Y muchos que duermen en
el polvo se levantarán, unos para vida y otros para confusión e ignominia sempiterna"
(Dn 12;2)