viernes, 18 de abril de 2014

LA IGLESIA IMPIDIÓ QUE LA BIBLIA FUERA PUESTA EN LENGUA VULGAR

LA IGLESIA  IMPIDIÓ QUE LA BIBLIA FUERA PUESTA EN LENGUA VULGAR

s/TJ:

Lo  que  hace  que  esta  extensa distribución  de  la  Biblia  sea  más sobresaliente  aún es  el  hecho  de que  los  enemigos  han tratado  de destruirla.
  
Pero, ¿no deberíamos esperar que el libro que procediera de Dios hubiera  de recibir el ataque  de los agentes del  Diablo?  Esto ha sucedido.  Hubo un  tiempo en que las quemas de  Biblias eran comunes, y con  frecuencia se  castigaba con  muerte a  las personas  a quienes  se sorprendía leyendo la Biblia...  Por algún tiempo los líderes religiosos católicos lucharon por impedir que la Biblia fuera puesta en el lenguaje de la  gente común.   Hasta quemaron  en la hoguera  a las  personas que poseían  la  Biblia.  Hicieron  esto  porque  la Biblia  denunciaba  sus enseñanzas falsas y sus malas prácticas... ("Usted puede vivir... pág 47, 48 y 51)

Análisis:

Aún en el supuesto de que ello fuera verdad -que no lo es- no es prueba suficiente de que la Biblia proceda de Dios, porque también otros libros en todos los países han sido prohibidos y no por ello vamos a decir que proceden de Dios.

Y sobre este asunto, unas sencillas reflexiones:

a)  La Iglesia  Católica jamás  condenó a  nadie por  leer la Biblia.

b) Si la  IC hubiera querido suprimir la Biblia  y evitar que llegase al pueblo, hubiera bastado con que los monjes cesaran en su  trabajo de copistas.   Pero no  fue así, sino  todo lo contrario.

c) El  primer libro  que sacó  a la  luz pública  el católico Gutemberg  -inventor  de  la  imprenta- fue  la  Biblia  (año 1.455), y cuando Lutero terminó  su famosa  traducción (año 1.520), los católicos alemanes habían impreso ya 26 ediciones en lengua vulgar.

d) En  todo tiempo y  lugar ha habido traslaciones  en lengua vulgar de  los Libros Sagrados.  A  lo que la IC  se opuso en 1.546, para evitar la proliferación de errores, fue a que los católicos leyeran ediciones no contrastadas con su traducción "oficial",  y por  esto exigía  su  visto bueno  previo y  el nombre del  autor a las  versiones nuevas que  se publicaban. Creo que los TJ pueden entender  perfectamente  este procedimiento...   Pero  hay  una gran  diferencia  entre  la autoridad  de la  Iglesia Católica a lo largo de la historia y  la de  los TJ  para proceder  a estas exigencias.

Barthe en su libro titulado: "Verdades  religiosas", capítulo II, escribe: "Lutero confeccionó una traducción  de la Biblia, y Zwinglio, después  de  revisarla,  declara  que altera  y  corrompe  la palabra divina.  Calvino, a su vez, prepara otra traducción, y Dumoulin, aunque célebre  calvinista, encuentra que Calvino altera el orden, violenta el texto y añade pasajes.  Zwinglio hace otra traducción  propia, y he aquí que  los luteranos le dirigen  los  mismos reproches  que  él  dirigiera a  Lutero. Ockolampadio y  los doctores de Basilea  también elaboran una traducción;  Beza, sin  embargo,  declaró que  era en  muchos puntos  impía.  Beza,  entonces,  edita una  edición más,  la cual, a su  vez, fue tachada de impiedad por  los doctores de Basilea.  Los  predicadores de  Ginebra las  rechazaron todas por  viciosas y  emprendieron  una  novísima traducción;  sin embargo,  Jacobo  I  declaró  en  la  asamblea  religiosa  de Hamptoncourt que esta traducción era  la más infiel y peor de todas".

¿Es extraño que la Iglesia, que  se sabe custodia de la Escritura, prohíba  a  sus  fieles  leer semejante  "versiones"?   Y  algunas ediciones protestantes actuales -entre ellas la del Nuevo Mundo de los TJ- no son mejores que las señaladas por Barthe.

El mismo Lutero se mofaba  del Eclesiastés y rechazó, entre otros, los dos  libros de  los Macabeos,  la epístola  a los  Hebreos, la epístola de  Santiago y el  Apocalipsis.  ¿Que por qué? El mismo nos va a responder: "El doctor Lutero lo quiere así, y así tiene que ser, pues lo que yo quiero eso es lo razonable.  Los papistas y los burros  son una misma cosa" ("Historia de Alemania" de Janssens, tomo XIV, pág 419)

s/TJ:

Resumen del  artículo de los  TJ: "Católicos,  a ustedes se  les permite leer  la Biblia"  ("¡Despertad!" de  8.5.64, pág  8 y  ss): Durante  los primeros  siglos del  cristianismo  hubo muchas  traducciones a  lenguas vulgares  aceptadas  por la Iglesia. En  un momento  determinado  las autoridades eclesiásticas  de la  Iglesia Católica  Romana, cambia  su actitud y no permite las  traducciones en  lenguas vulgares,  mantiene solamente la Vulgata en latín y restringe  el uso de la Escrituras a los clérigos.  ¿Por qué?.  Hubo varias  razones para ello: Primero un factor de rivalidad entre Roma y Constantinopla  y segunda el hecho  de querer asegurar la  Iglesia Romana su  autoridad espiritual sobre  los "fieles" dentro de la cristiandad occidental.

Si admitía  que las  Escrituras contenían la  completa revelación  de la voluntad  y el  propósito de  Dios  y continuaba  haciendo accesible  la Biblia a los  "fieles" en sus idiomas comunes, arriesgaría  el perder su dominio  sobre   el  rebaño.   Para  contrarrestar   este  peligro,  las autoridades eclesiásticas romanas, afirmaron que Dios había entregado en su manos el "depósito" sagrado de tradiciones que completa la revelación divina.  Puesto que muchas de estas  tradiciones (vg. la adoración de la Virgen María, la oración a los "santos", la veneración de reliquias, las indulgencias, el  purgatorio, etc) no  se encuentran en lugar  alguno de las Escrituras, obviamente  llegó a ser peligroso permitir  que la gente común  leyera  la  Biblia.   Pero  la Iglesia  no  pudo  evitar  que  se distribuyeran millones de ejemplares de la Biblia traducida a centenares de  idiomas,  de  manera  que  para finales  del  siglo  diecinueve  las ediciones  protestantes de  las  Escrituras, comenzaron  a circular  aun entre los católicos,  puesto que las ediciones católicas  en los idiomas comunes o no existían o eran demasiado caras.

En  vista  de  esta  situación,  a Roma  le  fue  necesario  comenzar  a distribuir sus propias traducciones de la Biblia debidamente glosadas de comentarios dados con el propósito  de reconciliar las Escrituras con el dogma y  la tradición católicos. A partir de entonces, la  Iglesia ha animado a todos sus hijos a leer las Sagradas Escrituras, reconociendo que ninguna enseñanza  infalible de la Iglesia puede ser  contraria a la Escritura.

Y termina  este  artículo  de   la  siguiente  manera:  "¡Católicos,  lo sudodicho muestra  que ahora a  ustedes se  les permite leer  la Biblia! Varios jefes de su iglesia lo han dicho en cartas autoritativas escritas a los obispos a través de todo  el mundo.  Su iglesia, también dice que, aunque  poseen tradiciones  añadidas a  las Escrituras,  nada de  lo que enseña puede ser  contrario a las Escrituras y que  sus sacerdotes deben poder demostrar  la veracidad del  dogma católico citando  la Escritura. Ponga  a  prueba esta  afirmación.   Obtenga  una  copia de  la  Biblia. ¡Leala!  ¡Estúdiela!  ¡Haga preguntas!  Acepte la ayuda de los hombres y mujeres celosos  cuyo propósito digno de  encomio es ayudarle a  usted a entender  los  propósitos  de  Dios.    Uno  de  éstos,  lleno  de  celo apostólico, le trajo a usted esta revista".

Análisis:

Fragmento  de  la Disertación  preliminar  de  Felipe Scio  en  su (Traducción de la  Santa Biblia de 1867, pág 18  y 19): "Como para evitar  la confusión,  que nacía  de la  muchedumbre de  ediciones latinas, que dejamos dicha, le  pareció a S. Dámaso conveniente el fijar una que fuese correcta, y después, a los padres del Concilio de  Trento,  el  declarar  auténtica  esta  misma  Vulgata  de  S. Jerónimo, atendiendo  en esto a la  uniformidad de la fe,  y a que
quedase determinada la regla de nuestra creencia; así también, para la conformidad  en los oficios  divinos de toda la  iglesia latina ordenó el  mismo Concilio, que  se retuviese  el uso que  había de celebrarlos  en lengua  latina con  las sagradas  lecciones de  la Escritura en  el mismo idioma,  prohibiendo el uso de  las lenguas vulgares en estos actos y  solemnes ministerios de religión. 

Y el papa Pío IV en el Indice de libros que publicó en conformidad de lo  acordado por los Padres  de Trento, prohibió en las reglas III y IV la indiscreta lección  de las santas Escrituras en lengua vulgar; pues pudiendo algunos abusar de cosas tan santas, no debía permitirse  dicha  lección  sin   licencia  del  ordinario  o  del inquisidor,  que ciertamente  la dispensaría  a los  que conociera capaces  de aprovecharse  de  tan respetable  lectura.   Y así  es notoria falsedad y  calumnia de los protestantes el  decir, que la Iglesia  católica prohíbe  absolutamente  las  traslaciones de  la Biblia en idiomas vulgares, como lo advirtió el cardenal Belarmino contra Kemnicio.

Es verdad que  se condenaron por el papa Clemente  XI en la famosa bula "Unigenitus" las proposiciones 79, 80, 81, 82, 83, 84 y 85 de Quesnel, en  que este autor  propone como necesario el  estudio de las  sagradas Letras  para  todos, doctos e  indoctos, hombres  y mujeres; y parece se proscribió también en la misma bula el uso de la Escritura en cualquiera de las lenguas vulgares.  Para poner en claro este punto tan importante, es preciso repetir en este lugar:

Que a  la Iglesia  pertenece la custodia e interpretación  de las santas Escrituras y que ella  debe conocer de las traslaciones que se han de poner en manos de los fieles, y prescribir el uso que se ha de hacer de aquellas en los oficios públicos de la Religión

Que los protestantes y sectarios, despreciando  la  suprema autoridad de esta madre y maetsra universal, imprimían a cada paso Biblias compuestas por  ellos en lenguas vulgares; es  a saber, en alemán, siendo Lutero uno de  sus primeros traductores; en polaco, en cuya lengua la publicaron los Socinianos;  en inglés, francés, italiano, y aun en español, llenándolas  todas de  errores,  y viciándolas cada uno según los caprichos de su secta

Que se servían de estos mismos textos en las liturgias y canto solemne de los Salmos y oraciones

Que censuraban  la conducta y  economía de la Iglesia Católica en las reglas que prescribía, para cortar los abusos que podían introducirse en materia tan sagrada.

Por, tanto fue conveniente reprimir la temeridad de los que notaban  su prudente  economía en  este  parte, y  con impiedad  y acrimonia la trataban  de tirana: y parece imponían a cada uno de los fieles  la necesidad de leer  indistintamente estas versiones, fuesen las que fuesen, lo que se da a entender en las proposiciones de Quesnel, y lo reconocerá cualquiera  sólo por su lectura, y por  el sentido que ellas presentan;  sin ser necesario entrar aquí en el examen de la  historia de esta causa, en la cual se  alteró mucho  la  verdad  de los  hechos  por  el fanatismo  y espíritu de partido, como es notorio  a todos los hombres doctos e imparciales.  Lo cierto  es, que la facultad de  teología de París había  censurado ya  en  el  año de  1527  cinco proposiciones  de Erasmo, semejante en todo a las  de Quesnel, sobre la traducción y lectura  de  los   Libros  sagrados  en  lengua   vulgar,  por  la generalidad y acrimonia con que las expresó su autor.

Y en el año 1229 se habían acalorado tanto los espíritus  en las Galias con motivo de las herejías de los albigenses, que para extinguirlas tuvo por conveniente el concilio de Tolosa prohibir a los legos  el uso de  la Biblia en  idioma vulgar, como  lo ordenó expresamente el canon XIV; y es acaso éste el primer reglamento de la Iglesia, que se halla en esta  materia. Y luego en el año 1233  se publicó en el concilio Tarraconense la pragmática del rey Jaime I de Aragón, en la que se  manda, que ninguno tenga en romance los  libros del Viejo o del Nuevo Testamento

Con iguales y aun mayores motivos  se publicaron de orden del Papa Pío IV , las  reglas III y IV del Indice. Y siguiéndose el mismo espíritu  desde  estos  tiempos, se publicó  ya  por el supremo tribunal de la Santa Inquisición para estos reinos la regla V del Indice en estos términos: "Como la experiencia haya enseñado, que de permitirse la Sagrada Biblia en  lengua vulgar, se sigue por la temeridad,  ignorancia  o malicia  de  los hombres más  daño  que provecho; se prohíbe  la Biblia en todas sus partes  impresas o de mano en lengua  vulgar".  Decreto justísimo, a que  dio ocasión la malignidad de  los hombres  y las  circunstancias de  los tiempos, como en el mismo se manifiesta, viendo a las claras los que tenían a su cargo  el mantener inviolable el depósito y  pureza de la fe, que usaban  los hombres de la  cosa más santa y  más importante, y por sus malas disposiciones convertían en veneno la triaca...

Ya, pues, que  estas prohibiciones son de economía y prudencia, y no absolutas ni por razón de la materia, que es santísima  y utilísima, veamos en los mismos decretos y doctrina de la Iglesia las condiciones  y moderación que  se debe guardar, para  que esta obra sea permitida  sin riesgo, y pueda dar el  provecho que ella encierra, y que necesitan los fieles:

La primera condición es, que  se hagan semejantes traslaciones con autoridad y aprobación de la Iglesia,  y no al arbitrio y capricho de cada uno: y ésta puede darse por el obispo o inquisidor, y en España  por el inquisidor  general,  a  quien especialmente  está encomendada  la inspección de los  libros, en  razón de  mantener sincera  y pura  la  doctrina católica. Lo que expresamente  se advierte en la regla IV del índice romano de Pío IV.

La segunda, que se trabajen  estas versiones por  autores doctos, píos y católicos, como lo declaró la misma Congregación del índice en 13.6.1757, y lo había ya prevenido Inocencio III en una carta a Bertrando, opispo de Metz, quien  habiéndose quejado del ardor que algunos de sus  feligreses mostraban por la lección  de los libros de la  Biblia en vulgar, le  respondió el papa que  este deseo era loable, con tal  que fuera sana la intención y  doctrina del autor de la versión y puras y sinceras las costumbres y la fe de los que se servían de ella, y con el debido respeto a la Santa Sede y a la Iglesia católica.

La tercera es que se  haga las sobredichas versiones ajustadas, no sólo en las sentencias, sino también en las palabras, cuanto pueda ser, a la  edición Vulgata latina, sin dejar por  eso de consultar los textos originales, cuando lo  pidiere la mayor declaración del sentido...

Y para  que  no quede  género  alguno  de  duda de  la  verdadera intención de la  santa Iglesia, y de sus deseos  de que los fieles se aprovechen de los sagrados  Libros, pondré aqui los decretos de dos  sabios Pontífices  de nuestros  días, que  dieron sobre  esta materia, Benedicto XIV y el Papa reinante Pío VI...

Últimamente, movido  de todas estas poderosas  razones, y habiendo cesado enteramente ya, y con particularidad en nuestros reinos, en donde generalmente ha  florecido siempre y florece  al presente la Religión católica,  todos los motivos  que pudieron dar  ocasión a las prohibiciones que qeudan referidas,  el supremo tribunal de la santa  Inquisición   en  su  decreto  de   20.12.1782  declara  en conformidad de lo decidido por estos dos Soberanos Pontífices, que no se entienden prohibidas las versiones de la Biblia en lenguas vulgares, hechas con las condiciones que  se expresan  en dichos decretos y  declaraciones: manifestando con esto,  que el espíritu de la Iglesia, aun en medio  de las diversas providencias  que ha tomado en este asunto,  es y ha sido siempre uno  mismo; y que sus deseos  son, que el  pan de  la divina  palabra sea  el alimento cotidiano y común de los fieles".

Hasta aquí el fragmento de Felipe Scio.

Y veamos ahora un ejemplo de la superficialidad con que los TJ tocan los temas históricos a fin de conseguir sus propósitos:

s/TJ:

Un día de octubre de 1559, unos 200.000 católicos españoles se reunieron en la ciudad norteña  de Valladolid.  Los atrajo allí un  auto de fe, en el cual  "dos   de   las  víctimas  fueron quemadas  vivas; diez, estranguladas".  Esas víctimas eran "herejes". El popular y joven rey Felipe II presidió personalmente el acto público. Cuando uno  de los condenados  pidió clemencia,  el rey replicó:  "Si mi propio hijo  fuera tan malvado como  usted, yo mismo cargaría  el haz de leña para quemarlo". ¿Qué delito había cometido la desventurada víctima? Simplemente había estado leyendo la Biblia. ("La Atalaya" de 15.6.1992, pág 8)

Análisis:

A parte de que la cita histórica que aportan los TJ parece entremezclar dos autos de  fe que se  dieron en Valladolid en  el año 1559,  uno en mayo y otro en octubre, lo cierto  es que Felipe II en el que tuvo lugar  en mayo, en el que asistieron según la crónica  200.000 españoles, no estuvo presente porque no se encontraba en España, y en el que tuvo lugar en el mes de octubre sí estuvo presente en el auto de fe pero no en la ejecución. En cuanto a la respuesta de Felipe II a la petición de súplica de uno de los condenados, los TJ no aportan el origen de la cita. Pero lo más grave,  y es lo que me interesa resaltar,  es la razón que dan los  TJ al hecho de la condena: "¿Qué delito  había cometido la  desventurada víctima? Simplemente había estado leyendo la Biblia". Estas palabras demuestran  un desconocimiento  total  del  momento histórico que estaba viviendo España y en su conjunto Europa, de las razones concretas por las que fueron apresadas y ajusticiadas aquellas personas o bien una intención malévola por parte de los TJ, y esto es lo más probable, que quieren hacer creer a los ingénuos que, en aquellos años, por el sólo hecho de leer la Biblia se  era candidato a la hoguera. (Véase antecedentes de estos famosos autos en "Personajes  de la inquisición" de  William Thomas Walsh, pág 243 y siguientes)

Sin querer justificar la actuación de la Inquisición en algunos oscuros casos  que nos  ha legado la historia, sería interesante recordar que también los apóstoles, llevados de su responsabilidad por conservar la pureza de la comunidad que presidían, no dudaron en usar  de todo su  poder, incluido el de  quitar la vida  a unas personas  que   habían  intentado  engañarlos en un asunto prácticamente sin  importancia desde el punto de  vista material. Como resultado de  esta dura actuación: "gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de cuantos oían tales cosas" (Hech 5;1-11). Y es que  en cada tiempo y  circunstancia, según la evolución  de la sociedad, el hombre ha entendido su misión y su responsabilidad de manera distinta. Lo interesante es ir dando pasos hacia adelante y si es posible no retroceder.


Podemos, también, dejar constancia en  este apartado de que Samuel Vila -conocido protestante- escribe que el  Concilio de  Trento mandó: "Ningún hombre ose  poseer una  Biblia  sin licencia  del Obispo".  En ninguna parte del  Concilio se  ha encontrado  esta frase.  Pero  como se verá, el sentido de  la frase  es ambiguo. ¿Qué debemos entender:  que nadie puede tener una Biblia si antes no ha obtenido  una licencia del obispo para tenerla,  o bien, que nadie puede  tener una Biblia  la cual antes no haya obtenido la licencia del Obispo?. A muchos  protestantes les ha gustado jugar con el sentido de las palabras y de las frases para sacar el mayor provecho de las mismas...