• La clase sacerdotal de la Babilonia antigua
participaba activamente en la política nacional. Así sucede hoy día en muchas
religiones.
• Los sacerdotes babilonios a menudo fomentaban la
guerra. En nuestro tiempo, los ministros religiosos han sido muchas veces
los primeros en apoyar a las tropas en los conflictos bélicos.
• Las enseñanzas y prácticas de la antigua Babilonia
la convirtieron en una nación sumamente inmoral. Los guías religiosos de hoy
día pasan por alto las normas morales de la Biblia; en consecuencia, se observa
una inmoralidad desenfrenada tanto entre el clero como entre los laicos. Además,
conviene destacar que en Revelación se califica a Babilonia la Grande de
ramera, debido a que se prostituye al ponerse al servicio del mundo y su
sistema político.
• Las Escrituras indican también que Babilonia la
Grande vive “en lujo desvergonzado”. En la antigua nación, los templos
poseían grandes extensiones de terreno, y los sacerdotes mantenían una
destacada actividad comercial. Hoy día, además de los lugares de culto,
Babilonia la Grande es dueña de un verdadero imperio comercial. Sus doctrinas y
festividades les proporcionan grandes ganancias tanto a ella como al mundo de
los negocios.
• Las imágenes, la magia y la brujería eran comunes en
la Babilonia antigua; hoy día son igual de habituales. La muerte se
consideraba como una transición a otra vida. Los babilonios, que levantaron
multitud de templos y capillas en honor a sus deidades, estaban en contra de
los siervos de Jehová. Esas mismas creencias y prácticas identifican a
Babilonia la Grande.
En la antigüedad, Jehová se
valió de potencias políticas y militares para castigar a quienes repetidamente
se negaban a hacer su voluntad. Así, los asirios destruyeron Samaria en
740 a.E.C.; Jerusalén fue arrasada por los babilonios en 607 a.E.C. y
por los romanos en 70 E.C.; a su vez, los medos y los persas
conquistaron Babilonia en 539 a.E.C. La Biblia predice que los
gobiernos de la actualidad se comportarán como una bestia salvaje: atacarán a
“la ramera”, la desnudarán —es decir, revelarán su verdadera naturaleza— y la
destruirán por completo (Revelación 17:16).
¿Será posible que los
gobiernos mundiales lancen semejante ataque? Según las Escrituras, Dios pondrá
“en sus corazones” la idea de hacerlo (Revelación 17:17). No será un
comportamiento predecible ni gradual, sino repentino, imprevisto y desconcertante.
¿Qué debe hacer usted? Pregúntese:
“¿Pertenezco aún a alguna organización religiosa manchada con enseñanzas y
prácticas que la identifican con Babilonia la Grande?”. Incluso aunque
no fuera así, piense en lo siguiente: “¿Me he dejado influenciar por su
espíritu?”. ¿En qué consiste dicho espíritu? Se trata de una actitud en la que
predomina la aceptación de valores morales degradados, el apego a los bienes
materiales y a los placeres más bien que a Dios o el desprecio deliberado por
las Escrituras (incluso en detalles aparentemente insignificantes). Medite
antes de responder.
Para conseguir el favor de
Jehová, es vital que tanto nuestros deseos como nuestros actos evidencien que
no somos parte de Babilonia la Grande. No podemos demorarnos, pues la
Biblia nos advierte así de su repentino fin: “Con lanzamiento veloz será
arrojada abajo Babilonia la gran ciudad, y nunca volverá a ser hallada”
(Revelación 18:21).
Se avecinan más cambios.
En “la hora del juicio”, Jehová Dios también pedirá cuentas al sistema
político mundial, a sus gobernantes y a cuantos pasen por alto el justo dominio
de su Reino celestial en manos de Jesucristo (Revelación
13:1, 2; 19:19-21). En la visión profética de Daniel
2:20-45 se representa la dominación política desde los días de Babilonia
hasta la actualidad mediante una gigantesca imagen hecha de oro, plata, cobre,
hierro y barro. En alusión a nuestro tiempo, la profecía dijo: “El Dios
del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas”. Y la
Biblia revela qué más hará este Reino durante “la hora del juicio” de Jehová:
“Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta
tiempos indefinidos” (Daniel 2:44).
La Biblia advierte a los
adoradores sinceros de Dios que no amen “las cosas que están en el mundo”,
es decir, el estilo de vida que promueve este sistema de cosas alejado del Dios
verdadero (1 Juan 2:15-17). ¿Muestran sus decisiones y acciones que apoya
usted sin reservas el Reino de Dios? ¿Ocupa ese Reino el primer lugar en su
vida? (Mateo 6:33; Juan 17:16, 17.) Todo el tema proviene
("Alerta", págs 12-15)
Los TJ, a lo largo de los
años y a través de su “literatura”, se declaran enemigos de todas las
religiones. Veamos:
“El clero, tanto católicos
como protestantes, no representa a Jehová Dios ni a Cristo, sino que representa
y sirve a Satanás” (“Luz y verdad”,1933,
pág. 12).
“...los guías religiosos,
católicos, protestantes y judíos, están bajo la influencia y el poder de los demonios (...) Por
esta razón los practicantes de la religión se describen en el capítulo 18 de
Apocalipsis como habitantes de Babilonia y por consiguiente, como aves sucias y
aborrecibles, que ensucian su propio nido y todo lo que les rodea” (Religión, pág. 88).
“...esa institución
religiosa [el catolicismo] es el instrumento principal que los demonios usan en la tierra
para engañar a la gente y ciegamente conducirlas
a la destrucción” (“Religión”
pág. 100).
“...la organización de
Satanás, y en particular la Cristiandad, que constituye la parte principal de
esa organización terrena del enemigo está ya madura
y lista para la destrucción” (“Religión”,
pág. 346).
“¿Y quién es el principal responsable de
las presentes terribles condiciones? El autor de la religión, Satanás, así
como los practicantes de la religión, que, por consiguiente, son sus visibles
agentes” (“Religión”, pág. 352).
“Babilonia es la madre de
todas las religiones y el diablo es el padre de ellas” (“Enemigos”, pág. 68).
Aunque el ataque de los TJ
va dirigido contra todas las religiones, el blanco principal es el Catolicismo,
contra el cual dirigen sus dardos
más ponzoñosos. Manifiestan un odio impropio de quienes afirman ser cristianos. Resulta
absurdo pensar que los miles de religiosos
de la cristiandad que han consagrado su vida a cuidar leprosos y enfermos en general,
y los millones de fieles que viven entregados a cumplir el Evangelio, están
perdiendo el tiempo inútilmente, dado que, como aseguran los TJ, están
sirviendo al diablo. Y más absurdo resulta aún suponer que los comparativamente
pocos TJ del mundo con todo su
bagaje de mentiras, contradicciones y
disparates, sean los que sirven al Dios Verdadero.
¿Pero no son una religión
los Testigos de Jehová? Aquí se
nos presenta otra vez el tema de la “Parrala”. Primero dijeron que sí, después que no, y finalmente,
o mejor dicho últimamente, han vuelto
a decir que sí.
Russell –el fundador de
los TJ- y los suyos se
consideraban una religión y ellos religiosos. Veamos: “...principio
fundamental de nuestra santa religión” (“Anuario de los TJ 1975”, pág. 38).
“Desde que el escepticismo
prevalece, el mismo fundamento de la verdadera religión y de la verdad con
frecuencia se pone en duda...” (“El
plan divino de las edades”, pág. 10).
Durante por lo menos los
25 años del mandato de Rutherford, de 1917
a 1942, los TJ negaron, despreciaron y vilipendiaron la religión como siendo
cosa del diablo. Ellos no se consideraban una religión.
“Tanto el resto [los testigos que esperan heredar
el cielo} como las otras ovejas [los testigos que esperan vivir en
la tierra] reciben apropiadamente
el nombre de `cristianos' (...) Ninguno de estos practica la religión, sino que la evitan como un mortal
enemigo” (“Religión”, pág 115)
Y ya nos hallamos en la
época actual. ¿Cuál es su postura ante la religión y las religiones? Aunque
continúan en abierta oposición y desprecio a todas las religiones, con el
cristianismo a la cabeza, ahora hacen una clara distinción entre religión
falsa y verdadera. Ahora pregonan que existe religión falsa y religión
verdadera; ellos tienen la única religión verdadera -¡faltaría más!- y todas
las demás: cristianos, budistas, Islam, etc.; todas
son falsas.
“…la religión correcta
que queda es la de los Testigos de Jehová. No es presunción el que digamos eso (...) Después que las religiones
falsas son descartadas uno debe
llenarse de la religión verdadera, para su protección y salvación” (“La Atalaya”, 1955, págs. 405, 412, 413) ¡No
sé por qué estas palabras me recuerdan "la parábola del fariseo y del
publicano"! (Lc 18;9-14)
Dado que ahora los TJ
también se consideran una religión, sus propias palabras, con todo lo que
escribieron contra la religión,
les condena, y diremos como Pilato: “Lo escrito, escrito está” (Juan,19,21).