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Los 144.000 reciben ahora el perdón
de sus pecados y la justificación por la sangre de
Cristo; pero esa sangre no se aplica ahora a
los de la «grande muchedumbre». A
éstos se les aplicará la sangre de Cristo después del Armagedón,
durante el reinado de paz de mil años, y esa sangre
no servirá para justificarlos como a los 144.000, puesto que no necesitan una justificación igual.
Los de la «grande muchedumbre» sólo necesitan una
«perfección humana» y la
lograrán por medio de «la ayuda elevadora y limpiadora del reino mesiánico de Dios».
La sangre de
Cristo, después del
Armagedón, servirá para cancelar «todos los pecados pasados de toda la humanidad», aunque los que han muerto, antes de ese momento, ya
han pagado sus pecados con su
muerte; para éstos, el sacrificio de Cristo sirve para resucitarlos.
«Hace diecinueve siglos Jesús se
ofreció en sacrificio humano,
fue levantado de entre los muertos y ascendió al cielo, para comparecer en el Santísimo de la presencia de Dios y presentar el
valor de su sangre vital. (Hebreos
9:11-26; Levítico 16:1-22) ¿En qué orden procedió
entonces a hacer expiación por los pecadores humanos? En el antiguo Día de Expiación de Israel, el sumo sacerdote judío
presentaba primero la sangre del toro de la ofrenda por
el pecado en el arca sagrada en el Santísimo
a favor de sí mismo, su casa y la tribu de Leví. Así, Jesucristo presentó el valor de su sangre vital humana primero
a favor de su congregación de
144.000 seguidores que han llegado a ser sacerdotes reales con él en el cielo. Sobre esa base Jehová Dios puede justificar o
declarar justos a estos 144.000 seguidores, cancelando sus pecados pasados y perdonando sus pecados
posteriores en la carne al
confesarlos ellos y pedir su perdón. (Romanos 5:1,9;
8:1,2) Entonces, para hacerlos israelitas espirituales y sacerdotes compañeros
con Cristo, Dios puede
engendrarlos por su espíritu santo y hacerlos sus hijos espirituales, sus herederos de una herencia
celestial con Cristo (Romanos 8:14-17).
En el Día de Expiación antiguo,
después que el sumo sacerdote
judío presentaba a Jehová Dios la sangre del toro, sacrificaba el macho cabrío de la ofrenda por el pecado y presentaba su
sangre en el Santísimo a favor de las doce tribus no levíticas de Israel, es decir, el resto de la
nación de Israel. Igualmente, después del principio de su reinado de
mil años como Rey y
Sumo Sacerdote semejante a Melquisedec, Jesucristo hará otra aplicación de su sangre vital humana. Esta vez será a favor del
mundo de la humanidad del cual ha sido comprada su congregación de 144.000
subsacerdotes. (Revelación 14:1-4; 9: 5,10;
1:5,6) Esto cancelará
todos los pecados pasados de toda la humanidad. Esto será además del hecho de que aquellos de la humanidad
que han muerto han pagado la
pena por el pecado y así han sido absueltos del pecado. (Romanos 6:7) Por eso es que cuando los muertos terrestres vuelven en la resurrección de los muertos debido al sacrificio de rescate de Cristo, sus pecados pasados no se contarán
contra ellos. Desde este punto de vista podemos
comprender cuán
verdaderamente llamó: Juan el Bautista a Jesucristo 'el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.' (Juan 1:29) Los primeros en
la Tierra que recibirán provecho de esto serán los de la 'grande muchedumbre' de Revelación 7:9.