lunes, 2 de junio de 2014

LOS 144.000 RECIBEN AHORA EL PERDÓN DE SUS PECADOS

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Los 144.000 reciben ahora el perdón de sus pecados y la justificación por la sangre de Cristo; pero esa sangre no se aplica ahora a los de la «grande muchedumbre». A éstos se les aplicará la sangre de Cristo después del Ar­magedón, durante el reinado de paz de mil años, y esa sangre no servirá para justificarlos como a los 144.000, puesto que no necesitan una justificación igual. Los de la «grande muchedumbre» sólo necesitan una «perfección hu­mana» y la lograrán por medio de «la ayuda elevadora y limpiadora del reino mesiánico de Dios». 



La sangre de Cris­to, después del Armagedón, servirá para cancelar «todos los pecados pasados de toda la humanidad», aunque los que han muerto, antes de ese momento, ya han pagado sus pecados con su muerte; para éstos, el sacrificio de Cristo sirve para resucitarlos.

«Hace diecinueve siglos Jesús se ofreció en sacri­ficio humano, fue levantado de entre los muertos y as­cendió al cielo, para comparecer en el Santísimo de la presencia de Dios y presentar el valor de su sangre vital. (Hebreos 9:11-26; Levítico 16:1-22) ¿En qué orden procedió entonces a hacer expiación por los pecadores humanos? En el antiguo Día de Expiación de Israel, el sumo sacerdote judío presentaba primero la sangre del toro de la ofrenda por el pecado en el arca sagrada en el Santísimo a favor de sí mismo, su casa y la tribu de Leví. Así, Jesucristo presentó el valor de su sangre vital humana primero a favor de su congregación de 144.000 seguidores que han llega­do a ser sacerdotes reales con él en el cielo. Sobre esa base Jehová Dios puede justificar o declarar jus­tos a estos 144.000 seguidores, cancelando sus peca­dos pasados y perdonando sus pecados posteriores en la carne al confesarlos ellos y pedir su perdón. (Ro­manos 5:1,9; 8:1,2) Entonces, para hacerlos israelitas espirituales y sacerdotes compañeros con Cristo, Dios puede engendrarlos por su espíritu santo y hacerlos sus hijos espirituales, sus herederos de una herencia celestial con Cristo (Romanos 8:14-17).

En el Día de Expiación antiguo, después que el sumo sacerdote judío presentaba a Jehová Dios la sangre del toro, sacrificaba el macho cabrío de la ofrenda por el pecado y presentaba su sangre en el Santísimo a favor de las doce tribus no levíticas de Israel, es decir, el resto de la nación de Israel. Igual­mente, después del principio de su reinado de mil años como Rey y Sumo Sacerdote semejante a Mel­quisedec, Jesucristo hará otra aplicación de su sangre vital humana. Esta vez será a favor del mundo de la humanidad del cual ha sido comprada su congrega­ción de 144.000 subsacerdotes. (Revelación 14:1-4; 9: 5,10; 1:5,6) Esto cancelará todos los pecados pa­sados de toda la humanidad. Esto será además del hecho de que aquellos de la humanidad que han muer­to han pagado la pena por el pecado y así han sido absueltos del pecado. (Romanos 6:7) Por eso es que cuando los muertos terrestres vuelven en la resurrec­ción de los muertos debido al sacrificio de rescate de Cristo, sus pecados pasados no se contarán contra ellos. Desde este punto de vista podemos comprender cuán verdaderamente llamó: Juan el Bautista a Jesu­cristo 'el Cordero de Dios que quita el pecado del mun­do.' (Juan 1:29) Los primeros en la Tierra que reci­birán provecho de esto serán los de la 'grande muche­dumbre' de Revelación 7:9.

Los de la 'grande muchedumbre' de sobrevivien­tes, de la 'guerra del gran día de Dios el Todopodero­so' entonces estarán en camino de ganar la justicia absoluta y perfección en la carne. Quieren llegar a ser hijos humanos perfectos de Dios por medio de su Padre Eterno Jesucristo. (Isaías 9:5,6) Por esta razón no serán justificados o declarados justos ni ahora ni entonces como los 144.000 coherederos celestiales han sido justificados mientras todavía están en la carne. Los de la 'grande muchedumbre' no experimentarán un cambio de naturaleza de lo humano a lo espiritual y por lo tanto no necesitan la justificación por fe y la justicia imputada que han precisado  los 144.000 'esco­gidos.' No perfección humana imputada por la fe en la sangre de Cristo, sino verdadera perfección  huma­na en la carne por la, ayuda elevadora y limpiadora del reino mesiánico de . Dios... esto es lo que necesi­tará la 'grande muchedumbre' y lo que alcanzará por el reino de Cristo de mil años» (“Vida eterna en libertad de los Hijos de Dios”, pág 389-391).