lunes, 30 de junio de 2014

LA ROCA QUE MENCIONO JESÚS NO ERA PEDRO SINO ÉL MISMO


s/TJ:

La roca que mencionó Jesús en (Mt 16;18), no era Pedro sino Él mismo.

"Jesús el Nazareno a quienes ustedes fijaron en el madero, pero a quién Dios levantó de entre los muertos. Esta es la piedra que fue tratada por ustedes como de ningún valor, que ha llegado a ser cabeza del ángulo" (Hech 4;10-11)."La piedra que los edificadores rechazaron ha llegado a ser la cabeza del ángulo" (Sl 118; 22).

"También, yo te digo a ti: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del hades no prevalecerán contra ella" (Mt 16;18).

Muchos usan este texto para afirmar que Pedro fue el primer Papa. Sin embargo. Jesús no se refiere a Pedro como la piedra, sino a sí mismo. Pues, si analizamos el contexto, el tema de la conversación es `cual es la identidad de Jesús´. Otros textos corroboran esto:

"Pedro lleno de Espíritu Santo, les dijo: `... Ha sido por el nombre de Jesús nazareno, a quién ustedes crucificaron, y a quién Dios resucitó dentre los muertos... Él es la piedra que ustedes los constructores han despreciado, y que se ha convertido en la piedra angular" (Hech 4; 8-11).

"Edificados sobre el cimiento de los Apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo" (Ef 2; 20).

Las sagradas escrituras griegas hacen referencia a Roma en 9 versículos; ninguno de ellos dice que Pedro estuviera allí.

Análisis:

Esta claro en Mt 16;18 sin hacer ningún esfuerzo interpretativo y también sin ningún prejuicio innecesario, que Jesucristo se refiere a Pedro en todo momento.

Este texto es de suma importancia dogmática, puesto que en él se basa la superioridad jerárquica de San Pedro sobre los demás apóstoles y la constitución monárquica de la Iglesia cris­tiana. Para desvirtuar la fuerza probativa de este texto, algunos autores han dudado de su autentici­dad crítica; pero se da el caso que no falta en ninguno de los códices más antiguos ni en las antiguas versiones. Por tanto, su autenticidad crítica está sólidamente fundada. Por otra parte, las palabras de Cristo tienen un marcado sello semítico muy difícil de falsificar.

Jesús pregunta a sus discípulos por la opinión que tienen de él las gentes, y la propia de ellos. En nombre de todos; llevado de su espontaneidad, responde Pedro confesando la divinidad de Cristo. El Maestro quería hacerles ver quién era, y ellos, por sus obras maravillosas y sus palabras de vida eterna, le consideran de una categoría sobrehumana.

Cristo dice a Pedro que semejante confesión proviene de Dios, y, por tanto, puede considerarse privilegiado, ya que va a desempeñar una función clave en el nuevo reino que va a fundar: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

Sabemos por Jn 1,42 que Jesús había cambiado misteriosamente el nombre de Simón en Pedro (Kefas) cuando éste se le pre­sentó por primera vez. El evangelista no da explicación de este sorprendente cambio. Es en Mt 16,18 donde se da razón de ello. Cristo, al verlo por primera vez, le destinaba ya para ser el fundamento de su “Iglesia”, y ahora lo declara solemnemente.

En la comunidad primitiva cristiana se le llamará "Cefas", palabra aramea (Kefas), que significa "piedra", aludiendo a su misión de piedra angular de la Iglesia. En efecto, Cristo declara que el edificio de su Iglesia (que en el v.19 se identifica con el "reino de los cielos") se asentará sobre la persona de Pedro como sobre "roca" inconmovible, de tal forma que las "puertas del infierno no prevalecerán sobre ella"; es decir, el poder del mal (la expre­sión "puertas" en el lenguaje bíblico es sinónima de la ciudad que la guardan, y también de los pode­res judiciales de la misma, que declaraban sus sentencias a la puerta de la ciudad) no podrá echar abajo el edificio de la Iglesia, asentada sobre la "roca" de Pedro. No se necesita mucha perspicacia para comprender que Jesús, que ha cambiado el nombre de Simón por el de Pedro (piedra), se refiere a esa “piedra” cuando dice de inmediato que sobre ella edificará su Iglesia.

Cristo presenta aquí en lucha a su reino naciente y al "poder de las tinieblas", o "infierno", de donde salen todas las maquinaciones contra su obra. Cristo, en toda su predicación, se considera como el debelador del reino del pecado (in 8, 45-44), de Satán, al que ve cayendo del cielo como un rayo. Ahora asegura que la Iglesia por El fun­dada no cederá ante los ataques del "infierno".

Y con una nueva metáfora, muy semítica, asigna una nueva misión a Pedro, establecido como "roca" del edificio. Será el "llavero" del "reino de los cielos", el encargado oficial de abrir y cerrar las puertas del reino, en tal forma que "cuanto atare en la tierra será atado en el cielo y cuanto desatare en la tierra será desatado en el cielo". Los verbos atar y desatar son dos metáforas clásicas en la doctrina rabínica y equivalen a prohibir y permitir. En el lenguaje técnico actual corresponderán estos dos actos a la determinación de lo licito o ilícito en materias no determinadas por la ley divina, es decir, la potestad de legislar y de interpretar la misma ley divina, ya que a Pedro se le sitúa como árbitro supremo y definitivo.
En 18;18 se confiere también a los demás apóstoles la potestad de "atar" y "desatar"; pero aquí enfáticamente y de un modo especial se confiere a Pedro, lo que indica quede confiere especiales poderes para mantener la fortaleza de la Iglesia de Cristo asentada sobre la "roca" de Pedro.

Cristo en su enseñanza lanza los grandes principios, que después se concretan históricamente en formulaciones jurídico-dogmá­ticas más claras.

Cristo volverá a aludir a esta situación privilegiada de Pedro en su Iglesia al    nom­brarle "Pastor" de sus "corderos" (Jn 21;15-17). De hecho sabemos que, en los Evangelios, Pedro aparece siempre destacado sobre los demás apóstoles. Así es nombrado siempre el primero en la  lista de los apóstoles (Mt 3;16) (Mt 10;2) (Lc 6;14) (Hech 1;13). Encontramos expresiones como éstas: "Pedro y sus gentes". (Mc 1;36) (Lc 9;32) (Lc 8;45). El ángel dice a las mujeres que visitan el sepulcro de Cristo: "Id a decir a sus discípulos y a Pedro que Jesús os precederá en Galilea" (Mc 86,7). Pedro responde a Jesús en nombre de los discípulos (Mc 8,29). Es el portavoz habitual de éstos en s u s  r e l a c i o n e s   c o n  e l   M a e s t r o ;  e n  l a       t r a n s f i g u r a c i ó n   e s  P e d r o  e l q u e  p r o p o n e   l e v a n t a r  t r e s  t i e n d a s  (Mc 9;5).  P e d r o  p r e g u n t a  e n  n o m b r e  d e  t o d o s   cu á n t a s  v e c e s   d e b e n  p e r d o n a r  (M t 18 , 25), y  e n  n o m b r e  d e  todos pide a Jesús que explique la parábola (Lc 12;41); los encargados de percibir tributos se dirigen a Pedro como la persona más representativa del grupo para que pregunte a Jesús si ellos han de pagar el tributo, y es Pedro el que recoge la moneda del pez para pagarlo (Mt 17,24). Este puesto director de Pedro es mantenido después de la desaparición de Cristo; así, es el que propone elegir a un nuevo apóstol para sustituir a Judas (Hech 1;55-26); en nombre de los Doce toma la palabra el día de Pentecostés (Hech 2;38-40), y en nombre de todos se dirige a los judíos (Hech 2;38-40); habla en nombre de todos a los magistrados (Hech 4;8-12) y recibe al primer gentil (Cornelio) (Hech 10); y en el concilio de Jerusalén habla Pedro para dictaminar que la ley mosaica no obliga a los cristianos (Hech 15;7-11); y Santiago se levanta para adherirse a la decisión de Pedro (Hech 15;13-20). San Pablo dice a los gálatas que fué a entrevistarse con Pedro para tratar de su doctrina (Gl 1;18). Reconoce, pues, la autoridad suprema de Pedro. Está así claro cómo la Iglesia primitiva interpretó la promesa de Cristo a Pedro como la colación de unos poderes excepcionales que no eran compartidos por los otros apóstoles. Pedro es, pues, la "roca" sobre la que se asienta la Iglesia como comunidad social; y lo que da estabilidad y firmeza a una sociedad es la "autoridad"; por eso las palabras de Cristo aluden a la futura "autoridad" suprema de Pedro, garantía de permanencia de la nueva sociedad espiritual.