¿Qué enseña realmente la Biblia? CAPÍTULO 8 ¿QUÉ ES EL REINO DE DIOS?
s/TJ:
MILLONES de
personas de todo el planeta conocen la famosa oración del padrenuestro, como
generalmente se la llama. Es una oración que el propio Jesucristo dio como
modelo y que tiene mucho significado. Analicemos sus tres primeras peticiones,
y así comprenderá mejor lo que enseña realmente la Biblia.
Al inicio de esa oración modelo,
Jesús dijo a sus oyentes: “Ustedes, pues, tienen que orar de esta manera:
‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu
reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra’” (Mateo 6:9-13). ¿Qué significan
estas tres peticiones?
Ya hemos aprendido mucho sobre el nombre de
Dios, Jehová. Y también hemos hablado de la voluntad de Dios, tanto
de lo que él ya ha hecho como de lo que hará a favor de la humanidad. Pero ¿a
qué se refería Jesús con la petición “Venga tu reino”? ¿Qué es el Reino de
Dios? ¿De qué manera su venida santificará, o hará santo, el nombre de Dios? ¿Y
qué relación tiene el hecho de que venga el Reino con que se haga la
voluntad de Dios?
El Reino de Dios es un gobierno que ha
establecido Jehová. Y él mismo ha escogido al Rey de ese gobierno. ¿Quién
es ese Rey? Jesucristo. Él es superior a todos los gobernantes humanos; por eso
se dice que es “el Rey de los que reinan y Señor de los que gobiernan como
señores” (1 Timoteo 6:15). Jesús
tiene el poder de hacer muchas más cosas buenas que cualquier gobernante humano, incluso que los
mejores.
¿Desde dónde gobernará el Reino de Dios? Pues
bien, ¿dónde está Jesús? Tal como ya hemos visto, poco después de que lo
ejecutaran en un madero de tormento y de que resucitara, ascendió al cielo (Hechos 2:33). Por lo
tanto, allí es donde está el Reino de Dios: en el cielo. Por eso la Biblia lo
llama un “reino celestial” (2 Timoteo 4:18). Pero
aunque está en el cielo, ejercerá su poder sobre la Tierra (Revelación [Apocalipsis] 11:15).
Análisis:
Dicen los TJ que Jesús ejercerá su poder
desde el cielo sobre la Tierra. Pero Jesucristo solo habló de un Reino de Dios en los cielos, en ningún
momento situó la otra vida de nuevo en esta tierra. Todo lo contrario. Y es que
los TJ confunden los términos de “reino” y “reinado”. Vamos a ver: En España, o
en Inglaterra, o en Holanda, tenemos establecidas diversas monarquías, y en
todas ellas, sus respectivos reyes, gobiernan sobre un reino, o sea sobre un
territorio determinado. El tiempo que puede durar este gobierno es lo que
constituye su reinado.
Transportado todo ello al tema que nos interesa, tenemos que el
rey es Jesucristo que gobierna sobre un reino que es el Reino de Dios o de los
Cielos y su reinado no tendrá fin. El
reino no es el gobierno, el reino es el territorio que se gobierna. El Gobierno
de este reino estará formado por el Rey y sus colaboradores. Así, pues, el
reino de Dios es llamado también Reino de los Cielos porque es allí donde
finalmente –con un sentido escatológico- estará ubicado. Y digo finalmente
porque en el Evangelio hay algunos pasajes en los que el Reino, según el autor,
es una realidad ya presente (Lc 17;20,21)(Lc 11;20) y otros pasajes en los que
es una realidad futura (Mt 4;17)(Mt 10;7) (Mt 26;29). Esta divergencia sobre el
Reino, a causa de esta duplicidad de perspectivas, tiene una armonización
perfecta en la persona de Jesucristo. En diversos pasajes evangélicos se
identifica el reino con la persona misma de Jesucristo (Mc 11;9,10)(Mt
16;28)(Mc 9;1). El Reino de
Dios constituyó el tema central del mensaje de Jesús, como lo ilustra el hecho
de que se encuentren más de ciento cuarenta referencias a él en la Biblia: (Lc
4;43) (Lc 8;1)
Jesucristo nos dice que no hemos de atesorar para la tierra sino
para el cielo, porque donde esté nuestro tesoro allí estará nuestro corazón.
(Mt 6;19-21) Y nos dice que nuestro Padre quiere darnos el reino, que no nos
apeguemos a las cosas de la tierra y que hagamos con todo ello sacos que no
envejecen, un tesoro que no se agota en el cielo, donde no llega el ladrón ni
la polilla destruye (Lc 12;32-34)
Por otra
parte, Jesucristo le dice a Pilato que su reino no es de este mundo, no es de
aquí (Jn 18;36) ¿acaso la tierra no es de este mundo, no es de aquí?
Jesucristo
le dijo al ladrón arrepentido que estaría con Él, o sea con Jesucristo, en el
Paraíso (Lc 23;39-43) ¿Y no dicen los propios TJ que Jesucristo no estará en la
Tierra sino en el cielo?
Jesucristo,
hablando a las muchedumbres (Mt 7;28)(Mt 5;1), dice: “… No todo el que dice ¡Señor!¡Señor!
entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre,
que está en los cielos… “ (Mt
7;21) Está claro, pues, según las palabras de Jesucristo, que “el que hace la voluntad de mi
Padre”… “entrará en el Reino de los Cielos”. (Mt 7;21) ¿Dónde está la tierra en
las palabras de Jesucristo?
San Pablo
nos dice: “pensad en las cosas de arriba no en las de la tierra” (Col 3;1,2)
(Mt
5;3)(Mt 5;10)(Mt 23; 13)(Mc 9;47)(Lc 18;22,24,25,29) son otros versículos en
los que solo se habla del Reino de Dios o de los Cielos, no aparece la tierra
por ninguna parte.
En el
versículo (Mt 5;4) cuando Jesucristo en
su segunda bienaventuranza dice: “Bienaventurados los mansos porque ellos
poseerán la tierra” está citando textualmente el salmo 37;11. Éste es un
salmo en el que se plantea el problema
de la retribución. Con una repetición insistente se dice lo que es la brevedad
de la vida y como el rico malvado pasa y es castigado, mientras que el pobre
justo es premiado. Como término expresivo se le promete que “poseerá la
tierra”. Esta es Palestina. Lo que fue promesa de los patriarcas, fue el eterno
ideal del judío piadoso. La Tierra Prometida vino a Ser el “tipo” ideal del
premio del reino de los cielos. En las bienaventuranzas, la recompensa es la
misma para todos porque todos son justos merecedores de la Vida eterna, aunque
Jesucristo la expresa de maneras distintas: Reino de los cielos, la tierra,
serán consolados, serán hartos, alcanzarán misericordia, verán a Dios, serán
llamados hijos de Dios.
s/TJ:
Jesús es un Rey excepcional. ¿Por qué
decimos esto? Para empezar, porque nunca morirá. La Biblia dice que, en
comparación con los reyes humanos, él es “el único que tiene inmortalidad, que
mora en luz inaccesible” (1 Timoteo 6:16). De manera
que todas las cosas buenas que haga serán permanentes. Y sin duda hará
muchas.
Fíjese en lo que predice la Biblia sobre
Jesús: “Reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de
inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de
temor de Jehová. Y su deleite estará en el temor de Jehová.
No juzgará según las apariencias, ni decidirá por lo que sepa de
oídas; sino que juzgará con justicia a los pobres, y decidirá con equidad en
favor de los mansos de la tierra” (Isaías 11:2-4), Santa Biblia, Reina-Valera, 1977). Estas palabras
muestran que Jesús va a reinar sobre los seres humanos con justicia y
compasión. ¿Le gustaría tener un gobernante así?
Veamos otra característica del Reino de
Dios: Jesús no gobernará solo, sino acompañado de otros reyes. Por
ejemplo, el apóstol Pablo le dijo a Timoteo: “Si seguimos aguantando, también
reinaremos juntos” (2 Timoteo 2:13). Así es,
Pablo, Timoteo y otras personas fieles escogidas por Dios gobernarán con Jesús
en el Reino celestial. ¿Cuántos tendrán ese privilegio?
Análisis:
No, No hay base para esta interpretación. Y es que Jesucristo,
después de absolvernos de nuestros pecados, nos ha constituido reyes-sacerdotes
de Dios Padre (Ap 1;6).
Formamos, pues, ahora un reino
sacerdotal, una clase sacerdotal especial, como la que formaban los levitas en el Antiguo Testamento. Juan
se refiere en este pasaje al (Ex 19,5-6), en donde se dice que Yahvé eligió a Israel e hizo de él "un reino sacerdotal, una nación
santa".
Para los antiguos, el
rey era el sumo sacerdote del dios nacional, lo mismo que el jefe de familia
era el sacerdote familiar. Israel, la nación santa, la más próxima a Dios, estaba consagrada de un modo
especial al culto de Yahvé, y en cuanto tal
había de ejercer el sacerdocio en nombre de todos
los pueblos de la tierra. San Pedro aplica las palabras del Éxodo a los cristianos: "sois linaje escogido,
sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido
para pregonar el poder del que os llamó de
las tinieblas a su luz admirable" (1Pe 2;9).
Es en la Iglesia en donde se
cumplen las promesas hechas al pueblo judío (Ex 19;6)(Ap 5;10)(Ap 20;6), pues los cristianos constituyen la continuación del Israel de
Dios. Jesucristo se ha dignado
comprar con su sangre para Dios hombres de todas las razas para hacer de ellos un reino y sacerdotes
(Ap 5;9-10). Es decir, Cristo, en
cuanto Sumo Sacerdote del Padre (Hb 7;20), ha conferido a sus fieles una parte de ese sacerdocio para que
"cada uno ofrezca su cuerpo como hostia viva, santa, grata a Dios"
(Rom 12;1). Esta oblación unida a la de Jesucristo, siempre resulta grata al
Padre celestial, al cual es debida la gloria y la majestad de un imperio
eterno.
El cristiano, incorporado a Cristo por el bautismo, se
encuentra en una situación totalmente particular
de proximidad y de unión íntima con Él. Por cuya razón goza de un poder especial
de intercesión delante de Dios, como gozaba el sacerdote
levítico en la Antigua Alianza. Este
sacerdocio de los fieles no presupone la transmisión de un poder especial, propio del sacramento del orden. El
sacerdocio de los cristianos tiene más bien como
finalidad el recordarles su dignidad de
hijos de Dios, el valor de su bautismo y las obligaciones que en él han contraído, y el servicio religioso al
que han sido llamados. Lo mismo que el antiguo
pueblo israelita ocupaba una posición privilegiada
entre todos los pueblos respecto de Dios, porque podía acercarse a Él, gozar de sus intimidades y hacer
de intermediario entre Yahvé y todos los
demás pueblos, así también los cristianos,
por la gracia de adopción como hijos de Dios y por su íntima unión con Cristo, ocupan una posición
absolutamente única que les permite interceder por las almas.
Por otra parte, San Pablo, en (2Tim 2; 12) valiéndose
de tres expresivas imágenes (soldado – atleta –agricultor), exhorta a
Timoteo a entregarse totalmente a su
ministerio. No quiere que otras preocupaciones le distraigan del apostolado. No
es buen soldado, ni buen atleta, ni buen agricultor quien se dedica a otros
menesteres fuera de su oficio. Así también el apóstol cristiano. En los
versículos 8-13 a fin de animar más y más a Timoteo, Pablo le recuerda el ejemplo
de Cristo, que, si antes hubo de padecer, luego resucito glorioso, y es tipo y
modelo de nuestra futura resurrección. Las últimas frases (v 11-13)
introducidas con la fórmula ya conocida (1Tim 1;15) “verdadero es el dicho”,
están probablemente tomadas de algún himno cristiano primitivo (1Tim 3;16) y no pueden tomarse en el sentido
que le aplican los TJ y mucho menos como un apoyo básico de la doctrina de los
144.000 reyes gobernadores elegidos para reinar con Jesucristo, ya que en aquel
momento, como mínimo, resultarían totalmente ininteligibles para Timoteo.
s/TJ:
Como se indicó en el capítulo 7 de este
libro, el apóstol Juan contempló en una visión al “Cordero [Jesucristo] de pie
sobre el monte Sión [su puesto de Rey en el cielo], y con él ciento cuarenta y
cuatro mil que tienen escritos en sus frentes el nombre de él y el nombre de su
Padre”. ¿Quiénes son esos 144.000? Juan mismo lo aclara: “Estos son los que van
siguiendo al Cordero no importa adónde vaya. Estos fueron comprados de
entre la humanidad como primicias para Dios y para el Cordero” (Revelación 14:1, 4).
En efecto, son seguidores fieles de Jesucristo a quienes se elige para que
gobiernen con él en el cielo. Después de morir y de resucitar en el cielo, van
a “reinar sobre la tierra” junto con Jesús (Revelación 5:10).
Análisis:
La conclusión de estos
versículos (Ap 14;1,4) a la que llegan los TJ en las tres últimas líneas, no es
correcta porque nada nos lleva a ella. La multitud de
144.000 vírgenes rescatados de la tierra hace como de contrapeso a la apostasía
de los moradores de la tierra del capítulo 13 del propio Apocalipsis. Los 144.000 representan la totalidad de los
elegidos, del mismo modo que en (Ap
7;4-8) simbolizaban la totalidad de los cristianos. Estos fieles de Cristo, que no han querido adorar a la
Bestia, son llamados vírgenes. Esta expresión parece que ha de tomarse en sentido metafórico, ya que los 144.000 son vírgenes en el sentido de que no se han manchado con el culto de los ídolos
paganos, principalmente con el culto de la
Bestia o culto imperial. Roma era la Gran
Prostituta (Ap 19;2); en cambio, el Cordero de Dios era inmaculado (Ap 19;8)
Roma
se prostituía mediante su propio culto idolátrico y con corrupción moral que acompañaba a los cultos paganos. Ante tanta
corrupción se levanta una gran multitud.
Todos forman la corona de gloria del Cordero
inmaculado.
Tanto el Cordero
como los 144.000 vírgenes estaban sobre el monte Sión. Sión significa en nuestro pasaje del
Apocalipsis un sitio seguro de refugio en el
que el Cordero reúne a sus pacíficos ejércitos. Mientras que el Dragón y la Bestia estaban apostados sobre la
arena movediza de la playa y las olas
del mar, el Cordero está sobre el monte Sión, símbolo de seguridad y estabilidad. Los 144.000 vírgenes llevaban el nombre del Cordero y el nombre de su Padre escrito en sus frentes
(Ap 14;1). El nombre sobre la frente simboliza la
consagración de la vida al servicio de Dios,
así como los siervos llevaban la marca de sus señores y los soldados, la
del emperador, a quien habían jurado lealtad.
s/TJ:
Desde los tiempos de los apóstoles, Dios ha
ido escogiendo a cristianos fieles a fin de completar la cifra de 144.000. Jehová
ha sido muy amoroso al decidir que Jesús y los 144.000 gobiernen a la
humanidad. Para empezar, Jesús fue hombre y por eso conoce los sufrimientos del
ser humano. Pablo dijo que no es alguien que “no
pueda condolerse de nuestras debilidades, sino [alguien] que ha sido probado en
todo sentido igual que nosotros, pero sin pecado” (Hebreos 4:15; 5:8). Los que
gobernarán con él también han aguantado los sufrimientos propios de los seres
humanos. Además, han luchado contra la imperfección y han padecido todo tipo de
enfermedades. Sin duda entenderán los problemas que afronta la humanidad.
Análisis
Ya he
comentado que los 144.000 reyes que los TJ pretenden que reinen junto con Jesucristo,
como si fuera una monarquía colegiada, no tienen ningún apoyo bíblico. Principalmente
porque 144.000 es un número bíblico simbólico que designa una inmensa multitud
y que proviene de multiplicar 12 (tribus) x 12 (apóstoles) x 1000 (nivel máximo
de Dios y de la acción de Cristo), cada uno de estos números, pues, con su
respectivo significado. Por lo tanto no es un número que hay que tomarlo en el
sentido literal aritmético. Es curioso
que los TJ toman los factores de la multiplicación de un modo simbólico y en
cambio el total, los 144.000, lo toman de una manera exacta. Ni uno más ni uno
menos. Es incomprensible.
Finalmente,
sobre este tema, decir que los TJ tienen planteado un grave problema con la
elección de los últimos de estos 144.000, ya que según sus propios números, en
vez de disminuir año a año como sería lo lógico, están aumentando en estos
últimos años de manera alarmante. Así, a finales de 2005 les faltaba 8.524 para completar el cupo
de los 144.000, y a finales de 2013, resulta que les faltan 13.204. ¿Es esto
posible?
s/TJ:
¿QUÉ HARÁ
EL REINO DE DIOS?
Jesús no solo mandó a sus discípulos
que oraran para que viniera el Reino de Dios; también les dijo que debían pedir
que se hiciera la voluntad de Jehová “como en el cielo, también sobre la
tierra”. En el cielo, donde está Dios, los ángeles fieles siempre han
hecho la voluntad divina. No obstante, en el capítulo 3 de este
libro aprendimos que un ángel malvado dejó de cumplir la voluntad de Dios y
consiguió que Adán y Eva pecaran. En el capítulo 10 aprenderemos
más acerca de lo que enseña la Biblia sobre ese ángel, que recibe el nombre de
Satanás. Dios permitió que él y los espíritus que decidieron seguirlo —llamados
demonios— permanecieran en el cielo por un tiempo. Por lo tanto, en los días de
Jesús, no todos los seres que había en el cielo estaban haciendo la
voluntad de Dios. Pero eso cambiaría cuando Jesucristo comenzara a gobernar en
el Reino de Dios y luchara contra Satanás (Revelación 12:7-9).
Las siguientes palabras proféticas revelan
lo que pasaría: “Oí una voz fuerte en el cielo decir: ‘¡Ahora han acontecido la
salvación y el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo,
porque ha sido arrojado hacia abajo el acusador de nuestros hermanos [Satanás],
que los acusa día y noche delante de nuestro
Dios!’” (Revelación 12:10). ¿Se ha
dado cuenta de que en ese versículo se mencionan dos importantes sucesos? En
primer lugar, empieza a gobernar el Reino de Dios dirigido por Jesucristo.
En segundo lugar, Satanás es expulsado del cielo y arrojado a la Tierra. Como
veremos más adelante, esos dos acontecimientos ya han tenido lugar.
¿Cuáles han sido las consecuencias? Leamos
lo que ocurrió en el cielo: “A causa de esto, ¡alégrense, cielos, y los que
residen en ellos!” (Revelación 12:12). Así es,
los ángeles fieles se alegran porque, como se echó a Satanás y sus demonios del
cielo, todas las criaturas que allí quedan son fieles a Jehová Dios, y entre
ellas reina una paz y armonía total. De modo que en el cielo ya se está
haciendo la voluntad de Dios.
¿Qué puede decirse de la Tierra? La Biblia
indica: “¡Ay de la tierra y del mar!, porque el Diablo ha descendido a ustedes,
teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto espacio de tiempo” (Revelación 12:12). Satanás
está furioso porque se le ha expulsado del cielo y le queda poco tiempo. Como
siente tanta cólera, se dedica a causar problemas en la
Tierra. En el siguiente capítulo aprenderemos
más acerca de tales dificultades. Pero, en vista de lo que hemos analizado,
surge la pregunta: ¿cómo logrará el Reino que se haga la voluntad de Dios en la
Tierra?
Análisis:
¿Pero, es esto posible? O sea, que desde
que se rebelaron los ángeles, constituyéndose en Satanás y sus diablos, hasta
que según los TJ, fueron expulsados del cielo y enviados a la tierra, los
demonios camparon a sus anchas por el cielo al menos, pues, durante 100.000 años
que son los que la ciencia considera que han transcurrido desde el inicio de
nuestra especie humana (Homo Sapiens) hasta 1914 que es cuando Jesucristo
empezó a reinar en el cielo según los TJ. ¿Dónde estaba Miguel durante todo este
tiempo?
Esta victoria a la que alude Juan en (Ap
12;10), es la victoria de Jesucristo de la que nos hablan los Evangelios. Jesús
aludiendo a la derrota que infligiría al demonio muriendo sobre la cruz, se
expresa en estos términos: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el
principio de este mundo será arrojado fuera” (Jn 12;31). Y en otra circunstancia
decía el mismo Cristo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lc
10;18). De hecho, el cielo atmosférico, espacio “más alto que las nubes con el
fin de poder llegar a ser igual en rango a Dios” (“Henoc eslavo” 29;4-5), es la
morada de las potestades aéreas según la teología judía contemporánea (Ef 2;2).
En él es donde tiene lugar la batalla entre las legiones del Padre celestial
(Mt 26;53) y las de Satanás (Ap 12;7). Y esta batalla que se entabla entre
ambos bandos parece como si fuera ocasionada
por la ascensión de Cristo al cielo. Jesucristo sentado en el trono de
Dios, recibe de este la soberanía sobre
toda la creación. Satanás y los suyos no quieren aceptarla. Y entonces Cristo,
obrando como rey, lanza contra el Dragón el ejército angélico, poniéndole en
fuga. Esta desbandada simboliza la derrota de las fuerzas diabólicas por la
cruz de Cristo. Las fuerzas del Dragón con su jefe son arrojadas a la tierra,
teniendo que abandonar su propia morada de lo alto y “permaneciendo volando en
el aire sobre el insondable” (“Henoc eslavo” 29;4-5). Pero en la tierra, siempre
que tengan la ocasión, no dejarán de seguir la lucha que habían comenzado con
tan felices resultados en el paraíso terrenal. Sin embargo, desde entonces el
poder del demonio quedó destruido y su actividad fue grandemente limitada y
reducida.
s/TJ:
Pues bien, recuerde cuál es la voluntad de Dios para la
Tierra. Tal como aprendió en el capítulo 3, Jehová
mostró en el jardín de Edén que desea que este planeta se convierta en un
paraíso y se llene de seres humanos justos que nunca mueran. Cuando Satanás
consiguió que Adán y Eva pecaran, se vio afectado el
cumplimiento de la voluntad de Dios para la Tierra, pero dicha voluntad
no cambió. Jehová todavía quiere que se cumplan estas palabras: “Los
justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella” (Salmo 37:29). Y el
Reino de Dios logrará eso. ¿Cómo?
En Daniel 2:44 encontramos
esta profecía: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un
reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será
pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él
mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. ¿Qué nos dice esta profecía sobre
el Reino de Dios?
En primer lugar, menciona que dicho gobierno
se establecería “en los días de aquellos reyes”, es decir, mientras aún
existieran otros reinos, o gobiernos. En segundo lugar, indica que el
Reino subsistirá, o durará, para siempre. Ningún otro gobierno lo derrotará
ni reemplazará. En tercer lugar, revela que habrá una guerra entre el
Reino de Dios y los reinos de este mundo, y que el vencedor será el Reino de
Dios. Al final, será el único gobierno que tenga la humanidad y será el
mejor que esta ha conocido.
La Biblia da mucha información sobre esa
guerra entre el Reino de Dios y los gobiernos de este mundo. Por ejemplo,
señala que al acercarse el fin, los espíritus malos esparcirán mentiras para
engañar a “los reyes de toda la tierra habitada”. ¿Con qué propósito? “Para
reunirlos a la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso.” Los reyes serán
reunidos “en el lugar que en hebreo se llama Har–Magedón” (Revelación 16:14, 16). En vista
de lo que dicen estos dos versículos, ese enfrentamiento entre los
gobiernos humanos y el Reino de Dios recibe el nombre de batalla de
Har–Magedón, o Armagedón.
¿Qué logrará el Reino de Dios mediante
Armagedón? Pensemos de nuevo en la voluntad de Jehová para la Tierra: que se
convierta en un paraíso y se llene de personas perfectas y justas que le sirvan
a él. ¿Qué impide que dicha voluntad se esté haciendo ahora mismo? El primer
problema es que somos pecadores, de modo que nos enfermamos y morimos. Sin
embargo, en el capítulo 5 aprendimos
que Jesús murió por nosotros a fin de que podamos vivir para siempre.
Seguramente recordará estas palabras del Evangelio de Juan: “Tanto amó Dios al
mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en
él no sea destruido, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Otro problema es que hay muchas personas que
se comportan mal. Mienten, engañan y llevan vidas inmorales. No quieren hacer la voluntad de Dios. Pero
los que practican el mal serán destruidos en Armagedón, la guerra de Dios (Salmo 37:10). Otra razón
más por la que no se está llevando a cabo la voluntad de Dios en la Tierra
es que los gobiernos no animan a la gente a hacerla. Muchos de ellos han
sido débiles, crueles o corruptos. Bien claro lo dice la Biblia: “El hombre ha
dominado al hombre para perjuicio suyo” (Eclesiastés 8:9).
No obstante, después de Armagedón, la
humanidad vivirá bajo un solo gobierno, el Reino de Dios. Ese Reino cumplirá la
voluntad divina y traerá maravillosas bendiciones. Por ejemplo, eliminará de la
escena a Satanás y sus demonios (Revelación 20:1-3). Hará que
se aplique el poder del sacrificio de Jesús y, como consecuencia, los humanos
fieles ya no se enfermarán ni morirán, sino que podrán vivir para siempre (Revelación 22:1-3). Además,
transformará la Tierra en un paraíso. De ese modo, el Reino logrará que se
haga la voluntad de Dios en la Tierra y santificará el nombre de Dios. ¿Qué
significa eso? Que gracias al Reino, todas las personas llegarán a respetar y
honrar el nombre de Jehová.
Análisis:
Para analizar la anterior intervención
de los TJ, pueden ver el análisis que he realizado del capítulo 3 del libro que
estamos revisando ¿Qué enseña realmente la Biblia” y también los temas que se
agrupan bajo la etiqueta con título: “Armagedón”
s/TJ:
¿CUÁNDO
ACTUARÁ EL REINO DE DIOS?
Cuando Jesús les dijo a sus discípulos que
le pidieran a Dios “Venga tu reino”, estaba claro que en aquel entonces el
Reino aún no había venido. ¿Vino cuando Jesús ascendió al cielo? Tampoco,
porque tanto Pedro como Pablo señalaron que después de que Jesús resucitó, se
cumplió en él la siguiente profecía de Salmo 110:1: “La
expresión de Jehová a mi Señor es: ‘Siéntate a mi diestra hasta que coloque a
tus enemigos como banquillo para tus pies’” (Hechos 2:32-35; Hebreos 10:12, 13). Así pues,
Jesucristo tendría que esperar un tiempo.
¿Cuánto
tendría que esperar? Durante los siglos XIX y XX, un grupo de estudiantes sinceros de la Biblia fue
comprendiendo que el período de espera terminaría en 1914. (Si desea más
información sobre esta fecha, consulte el apéndice, páginas 215 a
218.) Los sucesos mundiales que han tenido lugar desde 1914 confirman que
aquellos estudiantes de la Biblia estaban en lo correcto. El cumplimiento
de las profecías bíblicas muestra que en 1914 Jehová hizo Rey a Cristo y
el Reino celestial de Dios comenzó a gobernar. Por lo tanto, estamos viviendo en el “corto espacio
de tiempo” que le queda a Satanás (Revelación 12:12; Salmo 110:2). También
podemos afirmar que el Reino va a actuar pronto para que se haga la voluntad de
Dios en la Tierra. ¿Le parece una buena noticia? ¿Cree que será verdad? El
siguiente capítulo le mostrará lo que la Biblia realmente enseña sobre estos
asuntos.
Análisis:
Ver temas que contiene la etiqueta “1914
Cronología y temas alrededor de esta fecha” y entenderán dos cosas: Primero:
1914 es una fecha errónea, resultado de la interpretación de una profecía, a la
que los TJ aplican un cálculo para descifrarla que se inicia en una fecha equivocada
y mantenida expresamente, por los TJ, por el propio interés de no hundir la
doctrina de toda la organización ya que ésta
se sustenta precisa y fundamentalmente en esta profecía. Segundo: Que esta profecía nos alertaba de que
en 1914 iba a ocurrir el Armagedón, pero que en vista de que no fue así, los TJ
cambiaron posteriormente este previo resultado fallido, por el más difícil de
poder demostrar: El inicio de los últimos días y del reinado de Jesucristo en
el cielo.