s/TJ:
De acuerdo con
la enseñanza de la Iglesia Católica Romana, el Purgatorio es el estado, lugar o
condición —en el otro mundo— “de castigo temporal para los que mueren en gracia
de Dios pero que no están totalmente libres de pecados veniales o que no han
pagado completamente la satisfacción debida por sus pecados [...] En el purgatorio las almas sufren durante un tiempo
para expiar sus pecados antes de poder entrar en el cielo”
Según la Biblia, ¿de qué manera se logra la purificación de los pecados?
“Si caminamos en
la luz, como Él [Dios] mismo está en la luz, estamos en comunión unos con
otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado. [...] Si
reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los pecados y
purificarnos de toda injusticia” (1Jn 1;7,9)
(“Razonamiento”
pág 288-290)
Análisis:
Fijarse que la
cita que aportan los TJ se inicia con una partícula condicional “Si”. Ahí está,
precisamente. El quid de la cuestión.
Veamos que
nos dice a los católicos “El Catecismo de la Iglesia Católica”:
III LA PURIFICACIÓN FINAL O PURGATORIO
1030.- Los que mueren en la gracia y
en la amistad de Dios, pero Imperfectamente purificados, aunque están seguros
de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de
obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
1031.- La Iglesia llama Purgatorio a
esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del
castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe
relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (Cf. DS 1304) y
de Trento (Cf. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia
a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un
fuego purificador:
Respecto
a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un
fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si
alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será
perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos
entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en
el siglo futuro (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).
1032.- Esta enseñanza se apoya también
en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura:
"Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor
de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46).
Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y
ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (Cf.
DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de
Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras
de penitencia en favor de los difuntos:
Llevémosles
socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por
el sacrificio de su Padre (Cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que
nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos,
pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por
ellos (San Juan Crisóstomo, hom. in 1 Cor 41, 5).