sábado, 15 de noviembre de 2014

PURGATORIO


s/TJ:

De acuerdo con la enseñanza de la Iglesia Católica Romana, el Purgatorio es el estado, lugar o condición —en el otro mundo— “de castigo temporal para los que mueren en gracia de Dios pero que no están totalmente libres de pecados veniales o que no han pagado completamente la satisfacción debida por sus pecados [...] En el purgatorio las almas sufren durante un tiempo para expiar sus pecados antes de poder entrar en el cielo”


Según la Biblia, ¿de qué manera se logra la purificación de los pecados?
“Si caminamos en la luz, como Él [Dios] mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado. [...] Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia” (1Jn 1;7,9)
(“Razonamiento” pág 288-290)

Análisis:

Fijarse que la cita que aportan los TJ se inicia con una partícula condicional “Si”. Ahí está, precisamente. El quid de la cuestión.

Veamos que nos dice a los católicos “El Catecismo de la Iglesia Católica”:

III LA PURIFICACIÓN FINAL O PURGATORIO

1030.- Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero Imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.

1031.- La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (Cf. DS 1304) y de Trento (Cf. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:

Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).

1032.- Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (Cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:

Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su Padre (Cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos (San Juan Crisóstomo, hom. in 1 Cor 41, 5).