LA TIERRA SE MUEVE ALREDEDOR DEL SOL
Dentro del artículo "Los logros de la ciencia" que publican los TJ en la Atalaya del 1 de junio de 2015 se hace mención de varios temas relacionados con la creación de la Tierra, El tema del movimiento de la Tierra alrededor del sol es uno de estos temas recurrentes.
s/TJ:
"Si la Biblia es tan exacta en lo referente a campos científicos, ¿por qué dijo la Iglesia Católica que era antibíblico el que Galileo enseñara que la Tierra se movía alrededor del sol? Por la manera como las autoridades interpretaron ciertos versículos bíblicos. ¿Tenían razón? Leamos dos de los pasajes que citaron, y veamos.
Un pasaje dice: "Sale el sol y el sol se pone; corre hacia su lugar y allí vuelve a salir" (Ecls 1;5). Según el argumento de la Iglesia, expresiones como "sale el sol" y "el sol se pone" significan que el sol se mueve, y no la tierra. Pero aun hoy día decimos que el sol sale y se pone, y sin embargo la mayoría de nosotros sabemos que es la Tierra la que se mueve, no el sol. Cuando usamos expresiones como esas estamos sencillamente describiendo el movimiento aparente del sol desde el punto de vista de un observador humano. Eso mismo estaba haciendo el escritor bíblico." ("La Biblia, la Palabra de Dios o palabra del hombre", pág 103)
Análisis:
Dicen los TJ que "aún hoy día decimos que el sol sale y se pone, y sin embargo la mayoría de nosotros sabemos que es la Tierra la que se mueve, no el sol". Pero, pregunto: ¿Era ésta la opinión de los científicos en tiempo de Galileo?. La idea de una tierra en reposo, en el centro del mundo, era un elemento fundamental del pensamiento tradicional que tenía Aristóteles como principal punto de referencia.
Copérnico, en 1543, expuso, filosóficamente, su teoría del heliocentrismo. Galileo, más tarde, expuso su convencimiento de que incluso, físicamente, era posible la teoría de Copérnico. Pero hay una gran diferencia entre ambos casos. Galileo presentó como una tesis lo que Copérnico presentó sólo como una hipótesis. Por eso fue más científico y si cabe más hábil que Galileo. Galileo acertó, pero no tenía a mano las pruebas apodícticas. El cardenal Bellarmino escribió: "Si se prueba la hipótesis científica que parece contradecir a la Biblia, nosotros habremos de interrogarnos sobre la lectura de la Biblia, porque demostraría que hay un error en nuestra manera de leerla"... pero Galileo no las presentó. Por eso el 22 de junio de 1633, como consecuencia del decreto de carácter disciplinar - no doctrinal- de fecha 5.3.1633, tuvo que abjurar sus "errores" y prometer seguir siempre los dictámenes de la Iglesia y no enseñar sus opiniones heliocéntricas.
Y podemos decir de paso, que fue mucho más correcta la posición de la Iglesia en el siglo XVII al decir que si se probaba la hipótesis científica que parecía contradecir a la Biblia, la Iglesia revisaría su interpretación de este tema ya que se demostraría que hay un error en al manera de leerla, que la posición actual de los TJ, en pleno siglo XXI, que en situaciones similares, aseguran que mantendrían su interpretación de la Biblia que en todo caso siempre es la correcta, fueren las que fueren las pruebas científicas que se presentasen. De hecho, esta actitud es seguida por los TJ es varios temas fundamentales de la interpretación bíblica, como el caso tan flagrante de considerar –para salvar sus falsas doctrinas- la destrucción de Jerusalén en el año 607, cuando todos los historiadores, desde hace más de un siglo, aceptan para este evento, el 586/7.
Cuando la Biblia dice: "Sol detente sobre Gabaón y tú Luna, sobre el valle de Ayalón. Y el sol se detuvo y se paró la luna hasta que la gente se hubo vengado de sus enemigos" (Jos 10;12-13) Demuestra claramente que, como todos sus contemporáneos, creía el autor sagrado en la inmovilidad de la tierra y admitía que el sol daba vueltas alrededor de la misma; pero en este caso concreto no era su intención dar lecciones de orden astronómico, sino simplemente referir una antigua versión épica de la batalla de Gabaón. En este caso no nos encontramos ante una manera de hablar, sino que concretamente dice "Sol detente"..."y el sol se detuvo" y "tú luna detente"... "y se paró la Luna"
Hacer creer ahora que la expresión de la Biblia era una manera de hablar y no un convencimiento científico todavía en el tiempo de Copérnico y de Galileo, es, como hemos visto más arriba, una falsedad.
Como resumen de la idea que los escritores bíblicos y los hombres de su tiempo y de su raza tenían del mundo, podemos escribir el contenido de la entrada "Imagen del mundo" que presenta el "Diccionario de la Biblia" (Herder):
Mundo (imagen del). La idea que los escritores bíblicos tenían del mundo era la misma que la de los hombres de su tiempo y de su raza. Dios no creyó necesario explicar la estructura del universo mediante especiales revelaciones. Los autores sagrados hablan, pues, sobre ello con las mismas expresiones y maneras de decir que sus contemporáneos, que se limitaban a las apariencias externas y no pretendían llegar a la esencia misma que ocultaban esas apariencias.
La impresión que produce la bóveda celeste, en la que se mueven los cuerpos estelares, motivó en los israelitas la idea de que esa bóveda era un techo firme, el firmamento (Gén 1,14-18). La experiencia diaria del horizonte cerrado alrededor fue causa de que concibieran esa techumbre como una semiesfera y la tierra como una plataforma llana y circular (Is 40,22; Prov 8,27; Job 26,10). La observación de que el mar rodeaba por todas partes la tierra firme y que las fuentes brotaban de debajo de la tierra sugirió la idea de un gran océano, el abismo, en el que la tierra estaba sobrenadando (1Sam 2,8; 1Par 16,30; Sal 24,2; 93,1; 104,5; Job 38,4); este abismo circuía la tierra por todas partes, sus aguas brotaban hacia arriba por las fuentes y afluían de nuevo por los ríos a ese gran océano (Ecl 1,7).
Como la tierra aparecía quieta y fija sobre el océano, los israelitas hablaban de cimientos o columnas (1Sam 2,8; 2Sam 22,16; Is 24,18 40,21; Jer 31,37; Miq 6,2; Sal 18,16; 75,4; 82,5; 104,5; Prov 8,29; Job 9,6) sobre las que Yahvéh había asentado inconmoviblemente la tierra; sólo las grandes tempestades descubrían esos cimientos (Sal 18,16). La observación de la lluvia les producía la impresión de que encima del firmamento había enormes depósitos de agua que Yahvéh conservaba (Sal 148,4; Dan 3,60) para que, a través de ventanas o esclusas, cayera sobre la tierra en forma de lluvia (Gén 7,11; 8,2; 2Re 7,2.19; Is 24,18; Mal 3,10).
Siempre guiados por las apariencias externas, también hablaban los israelitas del sol y de la luna como de dos «grandes» luminares (Gén 1,16) y de haberse parado el sol (Jos 10,12 ss; Eclo 46,4). Como puede haber claridad aun cuando el sol o la luna no estén visibles, concibieron la luz como cosa independiente de esas lumbreras (Dan 3,72; Sal 148,3), de forma que en el relato de la creación, la creación de la luz está separada de la creación de las lumbreras (Gén 1,3-5;14-19).
Por último, se imaginaban que debajo de la tierra y del océano estaba el seol, adonde iban a reunirse todos los muertos (Job 26,5; 38,13-17; Ex 20,4; Flp 2,10).