martes, 18 de agosto de 2015

¿POR QUÉ PREDICAN LOS TJ?


s/TJ:

Probablemente nuestra predicación sea lo que más nos caracteriza. Predicamos de casa en casa, en lugares públicos y en cualquier lugar donde haya gente. ¿Por qué lo hacemos? Los testigos de Jehová predicamos para alabar a Dios y dar a conocer su nombre (Hb 13;15).


También lo hacemos para obedecer este mandato de Cristo: “Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, [...] enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado” (Mt 28;19-20).

Y, además, lo hacemos por amor a la gente (Mt 22;39). Sabemos que la mayoría de las personas tienen sus propias creencias y que no a todos les interesa oír nuestro mensaje. Pero estamos convencidos de que las enseñanzas de la Biblia pueden salvarle la vida a la gente. Eso nos motiva a continuar “sin cesar enseñando y declarando las buenas nuevas acerca del Cristo”, tal y como lo hicieron los primeros cristianos (Hech 5;41-42).

La mayoría de nuestros lectores no son testigos de Jehová. Y les damos clases de la Biblia a millones de personas que son de otras religiones y que agradecen que un Testigo las visite. (La Atalaya 1 septiembre 2015 (pág 7) ¿Por qué predican los TJ)


Análisis:

Incluso sin entrar en la discusión de cada una de las materias que propagan los TJ, la simple divulgación de la interpretación general errónea que los propios TJ hacen del contenido de la Biblia, no ayudan en nada a quien pueda escucharlos. Todo lo contrario. Veamos.

Según la doctrina de los TJ, una persona que no haya iniciado el proceso de investigación de la Biblia intentando conocer al Padre y al Hijo, ya sea en un ambiente propicio a ello, o totalmente extraño, no es culpable de nada porque no ha tenido ocasión de conocer a Jehová y por lo tanto de inflingir sus mandamientos. Es una persona que en la jerga doctrinal de los TJ se llama “injusta”. Esta persona resucitará con toda seguridad, siempre según los TJ, ya que cuando fallezca y sea enterrada, o incinerada, o sepultada en el fondo del mar, o desintegrada por el fuego, se encontrará, cuando Jesucristo llame a la resurrección, en una simbólica “tumba conmemorativa” y por lo tanto pasará al Nuevo Mundo con mil años por delante para demostrar que en un ambiente de paz y fraternidad, con el diablo encadenado y con las ideas muy claras de cuál ha de ser el mejor comportamiento, es capaz de seguir los mandamientos que Jehová le proponga para alcanzar la perfección que le proporcionará la entrada definitiva a la Vida eterna.

Si a este individuo que ahora vive en su mundo particular, que no se preocupa de nada ni de nadie, pero tiene la posibilidad de alcanzar el Milenio que como un trampolín le puede catapultar a la Vida eterna, le llaman un día a su casa los TJ, le ofrecen su curso gratis sobre la Biblia y el individuo en cuestión lo acepta, si por aquellas cosas de la vida al cabo de unas semanas les da la espalda, porque es más divertido jugar al tenis y beberse un cubata cada tarde en vez de ir con otro compañero de casa en casa vendiendo las excelencias del Paraíso, este individuo está perdido, se ha ganado su desgracia eterna. Está perdido porque ya ha saboreado las delicias del Nuevo Mundo y no las ha aceptado. Cuando fallezca, su lugar de descanso será el Gehenna, lugar de destrucción y cortamiento, donde dormirá para siempre, eternamente. En este plan, los TJ han de entender que a las personas en general que pasan de todo, les interesa más bien nada ser visitadas por los TJ, ya que con ello es muy fácil perder la oportunidad de entrar en el Paraíso al menos por mil años y, por el contrario, caer de cabeza en el Gehenna.

En cambio, una interpretación correcta de las Sagradas Escrituras, nos dice que después de esta vida, no habrá más oportunidades que mejoren nuestra nota y sólo dos claros destinos definitivos: La Vida eterna (cielo) y el castigo eterno (infierno). Si escuchas la Palabra de Dios, crees, te bautizas y vives según esta fe, vida eterna. De lo contrario, castigo eterno.

Lógicamente, la mayoría de casos no serán tan sencillos en su planteamiento como lo acabo de exponer, la conciencia jugará también un papel importante. Entonces la misericordia de Dios y la conciencia y la voluntad de cada individuo que han guiado todos y cada uno de sus actos, adquirirán el protagonismo necesario para que el juicio y la retribución correspondiente sean correctos. 

En este caso, la evangelización por el sistema que se quiera, tiene su pleno sentido porque las reglas que expuso Jesucristo son claras y tienen que cumplirse antes de fallecer, no en un período posterior. Por lo tanto, la arenga de Jesucristo a su discípulos: ¡Id y predicar el Evangelio por todo el mundo¡ adquiere todo su sentido y es plenamente necesario que se cumpla antes del fin. Todo aquel que por cualquier razón no haya recibido y aceptado la Buena Noticia tiene, en principio, un problema que como he dicho más arriba, la misericordia de Dios, sin duda, solucionará de la mejor manera teniendo en cuenta la conciencia y la voluntad de cada individuo. Pero no se dará una segunda oportunidad. Las palabras de la Biblia son claras, dicen: "Y por cuanto a los hombres les está establecido morir una vez, y después de esto el juicio (Hb 9;27).