¿QUÉ DICE EL ANTIGUO TESTAMENTO SOBRE LA GUERRA?
Algunos alegan que el quinto mandamiento -"No matarás"- es una prueba de que cualquier guerra es contra la voluntad de Dios. Pero, el mismo Dios que en (Ex 20;13) dijo "no matarás" — que en realidad significa "No cometerás asesinato,"- es el que en el capítulo (Ex 21;12) dice "El que hiere a alguno haciéndole morir, él morirá." Y siglos antes, Él había dicho "quienquiera que derrame sangre de hombre; por el hombre su sangre será derramada" (Gen 9;6).
Dios mandó que el asesinato malicioso fuese castigado con la pena de muerte del asesino. De modo que el juez que sentencia a un criminal a muerte no es culpable de crimen, de la misma manera que si lo sentencia a pagar una multa no es culpable de robo. De otra manera no sería posible mantener la justicia pública. Y el policía o el soldado que defiende su patria como el juez que protege a la sociedad, no actúan con motivos maliciosos para vengar una ofensa personal, sino para mantener la seguridad pública. Ellos realizan su trabajo, no como una obligación personal sino como oficiales del estado. Y en Escritura, la guerra entre las naciones cae dentro de la misma categoría que la pena de muerte para los criminales.
No hay nada en el Antiguo Testamento que sugiera que es inconsistente ser soldado y a la vez seguidor de Dios. Hay cerca de 35 o más referencias en el Antiguo Testamento donde Dios mandó usar la fuerza armada para que se realizaran sus propósitos. Las Escrituras muestran a Dios como un Dios de paz igual que lo muestra como un Dios de guerra. Y decir, como algunos pacifistas dicen, que la guerra desafía la justicia de Dios, es no sólo pretencioso sino equivalente a decir que Dios mismo es injusto. La Biblia, el mismo libro que los cristianos decimos aceptar como la única regla infalible de fe y práctica, declara en ciertas circunstancias, Dios no sólo permite la guerra sino la manda. Sin embargo, la Escritura no glorifica la guerra, o a los guerreros como tales. La guerra es vista como una terrible e indeseable necesidad en las manos de Dios para contener y castigar los pecados de las naciones. Debía ser evitada hasta donde fuese posible, y nunca debía ser glorificada. Y yo creo que esta es la actitud que hoy nosotros debemos tener hacia ella.
¿QUÉ DICE EL NUEVO TESTAMENTO SOBRE LA GUERRA?
El Nuevo Testamento no enseña directamente sobre la guerra, aunque sí dice con claridad que los gobiernos civiles son divinamente establecidos y que los ciudadanos deben reconocer su autoridad y sujetarse a ellos. Sin embargo, el Antiguo y Nuevo Testamento son complementarios; no contradictorios. Y aunque los mandamientos ceremoniales del Antiguo Testamento han sido abrogados, todos sus mandamientos morales aún están en vigencia, salvo los expresamente “actualizados” por la doctrina de Jesucristo. Y así, los pacifistas alegan que las enseñanzas de Jesús prohíben a los cristianos participar en la guerra. Pero eso no es así, pues Él consideraba a las escrituras del Antiguo Testamento con autoridad y basaba sus enseñanzas en él. De manera que, si lo aceptamos a Él como nuestro guía, debemos aceptar la autoridad del Antiguo Testamento.
Examinemos detalladamente las palabras de Cristo. ¿Qué significa (Mat 5;30) donde Él dice: “No resistáis al que es malo, y, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” ? Significa que, dentro de límites razonables, es mejor sufrir una injusticia personal que reclamar nuestros derechos e involucramos en una pelea, o que debemos devolver bien por mal a nuestros enemigos para que se avergüencen si son sensibles. Pero este mandamiento se refiere a nuestra actitud individual.
Una persona puede sacrificarse a sí misma, pero nadie tiene el derecho de sacrificar a otro a quien es llamado a proteger. Desde esta perspectiva, entrar en una guerra por defender a los indefensos, es poner mi otra mejilla al arriesgarme a que el enemigo me haga daño a mí antes que a los que yo amo. Algunos, para probar que no se debe usar la fuerza militar contra nadie, citan la regla de oro que dice: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así haced vosotros con ellos” (Mt 7:12). Pero en el caso de una guerra tenemos que decidir quiénes son los hombres en cuyo lugar nosotros queremos ponernos, o los codiciosos, criminales, tiranos que quieren que nos sometamos a ellos, o nuestras esposas, hijos e indefensos que necesitan nuestra protección.
Algunos dicen que, puesto que debemos amar a nuestros enemigos, no debemos ir a una guerra contra nadie. Pero, aunque debemos amar a nuestros enemigos, eso no significa que no debemos defendernos a nosotros y a nuestros seres queridos de los que nos quieren oprimir o destruir. La defensa propia y el amor no son contradictorios. El juez que sentencia a los malhechores puede y debe a la vez simpatizar y tener lástima por él. Ciertamente debemos amar a nuestros enemigos, pero hay ocasiones en las que es preciso resistirles, sin odiarlos, y desear honestamente que se acabe esta situación lo antes posible. (Este análisis corresponde a un resumen del estudio titulado “¿Qué dice la Biblia sobre la guerra?” escrito por Loraine Boettner, fallecido en 1990)