Los testigos de Jehová se preguntan a través de su web: JW.org ¿Qué piensa Dios de las guerras? Y a continuación desarrollan la respuesta en tres artículos: Dios y las guerras en la antigüedad, en el primer siglo y en la actualidad.
Dicen los TJ que “Dios ya ha decidido acabar en el futuro con la maldad a través de una guerra dirigida personalmente por el propio Jesús el Hijo de Dios”. Y concluyen: “esto significa que Dios no está de acuerdo con ninguna de las guerras de la actualidad, por más justa que parezca la causa”.
No parece que llegamos a esta conclusión ante el contenido
del propio Texto Sagrado. Léase, por ejemplo: (Ex 21;28-29) (Dt 7;20) (Num
31;1-49), etc.
Lo que Dios tiene decidido hacer al final, como remate a la
vida en este mundo, nadie va a cambiarlo y solo Dios sabe cuándo va a acontecer. Ahora estamos en el presente,
y en el presente, en la actualidad, la responsabilidad del desarrollo de las
relaciones humanas es nuestro y solo nuestro. Y si ante una grave agresión a un Estado, este después
de hablar y discutir con el Estado agresor sobre todo lo discutible y conversable no cierra un
acuerdo y estalla la guerra entre las partes, se estará adoptando una solución
violenta que no es en principio deseable, porque la violencia nunca es el
camino más digno del hombre para imponer el derecho, pero será totalmente justa y
lícita, aunque también odiosa y reprobable. Pero, así como el
ciudadano apela a la justicia para que se imponga una pena o se castigue la
injusticia contra él cometida, del mismo modo la sociedad puede emplear la
guerra ofensiva para castigar una injusticia o recobrar un derecho.
Y Dios no está contra estas decisiones. Lo escriben los propios
testigos de Jehová en los artículos mencionados: “De modo que Dios no ha
cambiado su punto de vista sobre las guerras. Sigue considerándolas un medio
legítimo para acabar con la opresión y la maldad…” (TJ).
Y es que el ciudadano tiene obligación de amar a su prójimo,
a sus padres y a su patria. El Estado legítimo, a su vez, tiene el derecho y el
deber de exigir a los ciudadanos lo necesario para conservar y defender el
Estado del que los individuos forman parte. De ordinario, en tiempo de paz, debe bastar un ejército profesional. Pero cuando se producen agresiones
internacionales, las leyes sobre el servicio militar se imponen y son obligatorias
en conciencia para cuantos constituyen este pueblo, esa nación atropellada. Y
es de justicia que todos cuantos se hallan en idénticas circunstancias contribuyan
en la defensa en igual medida. He dicho todos, por tanto, también los testigos
de Jehová, que no lo entienden de esta manera, ya que dejando a un lado sus deberes
cívicos – a través de la objeción de conciencia- se engañan a sí mismo y pretenden
engañar a los demás, con su tantas veces repetida y frustrada profecía del fin
del mundo.
Los TJ están totalmente equivocados en su doctrina sobre
esta cuestión. Confunden el no ser de este mundo con el deber del cristiano de
participar en la política y en la vida social para que la autoridad, que es un
instrumento de Dios para la justicia, siga realmente los planes de Dios. De
hecho, en los versículos siguientes a (Jn 17;14) se lee la oración de Jesús al
Padre: "No pido que los tomes del mundo, sino que los guardes del
mal... como tú me enviaste al mundo, así yo los envié a ellos al mundo"
(Jn 17;15-19)
Esta característica que exige de un buen cristiano su apoyo
y dedicación a la política y a la actividad social, ni es seguida por los TJ ni
mucho menos apoyada por su doctrina.