viernes, 22 de octubre de 2021

¿DEBE LA RELIGIÓN INVOLUCRARSE EN LA POLÍTICA?

 ¿Debe la religión involucrarse en la política?

(JW.org 22/10/2021. Tema de portada de los TJ)

Pensamiento de los testigos de Jehová sobre este tema:

Los testigos de Jehová preguntan a sus lectores ¿Qué piensa usted? ¿Deberían los seguidores de Jesucristo involucrarse en la política? ¿Qué hizo Jesús? Él dijo: “Yo les he dado el ejemplo para que hagan lo mismo que yo les hice” (Jn 13;15). Si miramos el ejemplo que dio Jesús en asuntos relacionados con la política, vemos que la Biblia deja claro que ni Jesús ni sus primeros discípulos se metieron en la política. Por eso los testigos de Jehová de todo el mundo, como seguidores de Cristo se mantienen completamente neutrales.

En efecto, según los testigos de Jehová, Jesús y los cristianos del primer siglo nunca se metieron en las cuestiones políticas de este mundo, ni buscaron el poder político, ni tomaron partido en cuestiones políticas.

Análisis de este pensamiento

Ni Jesús, ni Pablo, nos piden que seamos neutrales en temas de política. Leyendo el Nuevo Testamento o Escrituras Griegas, se hace patente que la muerte de Jesús, en gran parte, fue dictada precisamente por motivos de índole política. Que los cristianos no sean parte de este mundo, no quiere decir que los cristianos no deban intervenir en las cuestiones sociales y políticas de su ambiente. En toda la historia de Israel, narrada en el Antiguo Testamento, apenas si existe frontera entre religión y política. 

Y no son pocas las referencias a las estructuras de la sociedad y al poder político que encontramos en el Nuevo Testamento. Jesús se refiere a nor­mas de vida política: todo reino internamente dividido perece (Lc 11;17); un rey debe calcular sus fuerzas antes de hacer la guerra (Lc 14;31-32); los que cogen la espada perecerán por la espada (Mt 26;52); los hijos de los reyes no pagan tributos (Mt 17;24-27); el traba­jador tiene derecho a su salario (Lc 10;7). Por otra parte, dedica una acerba ironía a los tiranos de su tiempo (Lc 22;25). Responde, en fin, a la malintencionada pregunta de los fariseos y los herodianos indicando la obligación de dar al César lo que es del César (Mt 22;21). Por otra parte, tanto Pedro como Pablo nos dan idénticas instrucciones para nuestra vida de cristianos en el campo de la política: “Por amor del Señor, estad sujetos a toda autoridad humana: ya al emperador, como soberano; ya a los gobernadores, como delegados suyos para castigo de los malhechores y elogio de los buenos” (1Pe 2;13-14). “Todos los hombres, sin excluir los cristianos, deben obedecer a los poderes públicos constituidos, pues toda auto­ridad viene de Dios, y desobedecerlos es desobedecer a Dios” (Rom 13;1-2). 

No deja de ser significativo que Jesús no fuera nunca acusado de colaboracionismo con los ocupantes. A primera vista parecería que su actitud se prestaba a ello: un hombre que, en su patria ocupada y ansiosa de liberación, anuncia que no ha de venir ningún mesías guerrero, predica una religión universal e inculca el amor a los enemigos, debiera haber atraído la simpa­tía del gobierno ocupante y de sus colaboradores, saduceos y he­rodianos. Ocurre, sin embargo, todo lo contrario: los sumos sacer­dotes y los fariseos deciden la muerte de Jesús porque, si no, «todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro santuario y nuestra nación» (Jn 11;48); y, a su vez, Pilato lo condenará bajo la inculpación jurídica de rebeldía contra el Im­perio (Jn 19;12). ¿Cómo explicar tan sorprendente hecho? Por una parte, sin duda, porque Jesús entronca claramente, aunque dándoles un nuevo sentido, con las esperanzas mesiánicas de Is­rael, e incluso elige sus discípulos en los círculos en que esta expectativa era más intensa (uno de ellos, al menos, Simón, parece que era un zelota) (Lc 6;15). Por otra parte, porque las constantes críticas de Jesús a los ricos y los poderosos y su independencia ante las autoridades hacían imposible, sin duda, contarlo entre sus partidarios. (Lc 6;15) (Lc 13;32) 

Si el poder público es «un instrumento de Dios para hacer justicia», como nos dice Pablo en (Rom 13;3-7), ¿qué duda cabe que su ejercicio puede ser tarea apropiada para un cristia­no? Pablo nos recomienda a los fieles, el respeto a la autoridad ba­sándose en lo que la autoridad debiera de ser según el plan de Dios. Esta misma recomendación se encuentra en la epístola (Tito 3;1) y por otra parte en la (1Pe 2;13-14). 

¿Cómo seguir sosteniendo que el cre­yente ha de mantenerse lejos de toda actividad política? Los TJ están totalmente equivocados en su doctrina sobre esta cuestión. Confunden el no ser de este mundo con el deber del cristiano de participar en la política y en la vida social para que la autoridad, que es un instrumento de Dios para la justicia, siga realmente los planes de Dios. De hecho, en los versículos siguientes a (Jn 17;14) se lee la oración de Jesús al Padre: “No pido que los tomes del mundo, sino que los guardes del mal… como tú me enviaste al mundo, así yo los envié a ellos al mundo” (Jn 17;15-19).

Esta característica que exige de un buen cristiano su apoyo y dedicación a la política y a la actividad social, ni es seguida por los TJ ni mucho menos apoyada por su doctrina.

¿Cómo sostener que el cre­yente ha de mantenerse neutral ante un caso de guerra declarada justamente por nuestras autoridades ante, por ejemplo, una invasión indiscriminada de un país enemigo? No se debe confundir el no ser de este mundo con el deber del cristiano de participar en la política y en la vida social para que la autoridad, que es un instrumento de Dios para la justicia, siga realmente los planes de Dios.

Y es que no es lo mismo “no ser de este mundo” que “no estar en el mundo”, y el cristiano, “no es de este mundo”, pero evidentemente “está en el mundo”.