(JW.org 27/10/2021. Tema de portada de los TJ)
Pensamiento de los testigos de Jehová
sobre este tema:
La Tierra, aseguran los testigos de Jehová, Dios no la
creó en vano sino “para ser habitada” (Is 45;18). Así, Dios creó la Tierra con
un propósito muy relacionado con nuestra felicidad y nuestra esperanza, y es la
de vivir eternamente en la Tierra donde no habrá maldad, donde los justos
vivirán en paz para siempre (Sl 37;10-11) (Sl 37;29), donde se acabarán las guerras
(Sl 46;8-9), donde no habrá ni enfermedades, ni sufrimiento, ni muerte (Ap 21;3-4),
pero sí habrá alimento en abundancia para todos y un Gobierno justo para toda
la Tierra: El Reino de Cristo (Dan 7;14).
Análisis
de este pensamiento:
La esperanza
corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo
hombre; protege del desaliento y sostiene ante cualquier desfallecimiento.
Por la
esperanza, los cristianos aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna
como felicidad definitiva, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo
y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del
Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel
es el autor de la promesa” (Hb 10;23).
La esperanza
cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su
origen y su modelo en la esperanza de Abraham en las promesas de Dios;
esperanza colmada en Isaac y purificada por la prueba del sacrificio. “Esperando
contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones” (Rom 4;18).
La esperanza
cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la
proclamación de las bienaventuranzas (Mt 5;1-12) (Lc 6;20-26). Las
bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva
tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que
esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su
pasión, Dios nos guarda en “la esperanza que no falla’ (Rom 5;5). Es
también un arma que nos protege en el combate de la salvación: “Revistamos
la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación”
(1Tes 5; 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: “Con la alegría de la
esperanza; constantes en la tribulación y perseverantes en la oración” que se
expresa y se alimenta particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo
lo que la esperanza nos hace desear.
Podemos, por
tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman (Rom 8;28-30)
y hacen su voluntad (Mt 7; 21). En toda circunstancia, cada uno debe esperar,
con la gracia de Dios, “perseverar hasta el fin” (Mt 10;22) y obtener el gozo
del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras buenas realizadas con
la gracia de Cristo.