NUEVA VERSIÓN RENOVADA DE LOS HECHOS QUE DEMUESTRAN QUE CRISTO YA HA VENIDO DE FORMA INVISIBLE EN 1914 O 1915
s/TJ:
"Jesús probó que era un profeta (Mc 6;4)
(Lc 13;33) (Lc 24;19) (Jn 4;19) (Jn 6;14) (Jn 9;17). Por eso es
comprensible que mientras sus apóstoles estaban sentados con él en el
monte de los olivos, desde donde se veía Jerusalén, le preguntaran acerca
del futuro: "¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu
presencia y de la conclusión del sistema de cosas?".
Hallará la pregunta y la respuesta de Jesús en (Mt 24) (Mc 13) y (Lc 21).
Sin duda sus apóstoles estaban
pensando principalmente en el sistema judío y en Jerusalén,
pues no comprendían el alcance de lo que vendría más adelante.
No obstante, al responderles, Jesús miró mucho más allá de lo que
ocurrió en 70 dC, cuando los romanos destruyeron Jerusalén (Lc 19;11) (Hech
1;6-7).
En el intervalo comprendido entre el momento en
que Jesús dio la señal (33 dC) y la desolación de Jerusalén (66-70
dC) se cumplieron las primeras señales que Jesucristo les dió en su
respuesta.
Jesús dijo: " Estas buenas nuevas del reino
se predicarán... y entonces vendrá el fin" (Mt 24;14). De modo
que Jesús predijo que se predicaría el Reino y entonces ('a continuación'
o 'inmediatamente después') vendría "el fin". ¿Qué
fin?.
La predicción de Jesús
tuvo un cumplimiento en los sucesos que llevaron
al fin del sistema judío. Las guerras, los
terremotos, las escaseces de alimento y otros
acontecimientos predichos por Jesús ocurrieron durante un
período de tres décadas. Sin embargo, a partir de (Mt 24;15) (Mc
13;14) y (Lc 21;20), leemos acerca de ciertos sucesos
que estaban relacionados directamente con una destrucción inminente,
cuando el fin estuviera a las puertas.
Como reacción a la rebelión de
los judíos de 66 dC, los romanos, comandados por
Cesar Galo, marcharon contra Jerusalén y sitiaron la
ciudad que los judíos estimaban sagrada
(Mt 5;35). Pese a los contraataques judíos,
los romanos irrumpieron en la ciudad. De esta manera
se pusieron "de pie en un lugar santo",
tal como Jesús había predicho en (Mt 24;15) (Mc 13;14).
Después sucedió algo sorprendente. Aunque tenía rodeada la
ciudad, los romanos se retiraron de manera
inesperada. Los cristianos reconocieron de inmediato el cumplimiento de
la profecía de Jesús, y esa retirada les permitió
huir de Judea y refugiarse en las montañas al otro lado del Jordán.
La historia muestra que eso fue lo que hicieron.
Pero si los romanos se retiraron de Jerusalén,
¿por qué huir?. Porque las palabras de Jesús
mostraron que lo ocurrido indicaba 'que
la desolación de Jerusalén se había acercado'
(Lc 21;20). Así es, desolación. Predijo 'una
tribulación como la cual no había sucedido una desde el principio ni
volvería a suceder'. Como tres años y medio más tarde, en
70 dC, los ejércitos romanos, al mando del
general Tito, verdaderamente sometieron a Jerusalén
a una 'gran tribulación' (Mt 24;21) (Mc
13;19). Sin embargo, ¿por qué
dijo Jesús que esta tribulación sería mayor que cualquier
otra, pasada o futura?
Lo que aconteció en Jerusalén, en 70 dC fue una
tribulación realmente singular. Los guerreros comandados por Tito derrotaron a
los judíos en una campaña que duró alrededor de cinco meses. Mataron
a cerca de un millón cien mil judíos y se llevaron cautivos a unos cien
mil. Además, demolieron Jerusalén. Todo esto demostró que el sistema de culto
judío que anteriormente tenía la aprobación de Dios y que giraba en
torno al templo había llegado a su fin (Hech 1;2). En efecto, lo
que ocurrió en 70 dC podía calificarse apropiadamente de 'tribulación como
la cual no había sucedido una (en aquella ciudad,
nación y sistema) desde el principio del mundo
hasta entonces, no, ni volvería a suceder' (Mt 24;21).
No obstante, Jesús no limitó su predicción
a la tribulación del siglo primero. La Biblia muestra que
este acontecimiento era el preludio de muchos otros, como lo indica
el empleo de 'tó.te' o 'entonces', en (Mt 24;23) y (Mc 13;21). ¿Qué
ocurriría en el período que siguió al año 70 dC? Los sucesos
posteriores a la gran tribulación de 70 dC dan una indicación
de que Jesús estaba mirando más allá de aquella tribulación, que sólo fue
el cumplimiento inicial.
Una segunda indicación es la
siguiente. Lucas es el único que cerró esta parte con las
siguientes palabras: "Jerusalén será hollada por las naciones,
hasta que se cumplan los tiempos señalados de las naciones ( o 'tiempos
de los gentiles') (Lc 21;24), indicando que la
profecía de Jesús se extendía mucho más allá
de la ruina de Jerusalén. Los babilonios depusieron
al último rey judío en 607 dC, y después de aquello, Jerusalén, que
representaba al reino de Dios, fue hollada o pisoteada (2Re
25;1-26) (1Cr 29;23) (Ez 21; 25-27). En (Lc 21;24) Jesús indicó que tal
situación perduraría hasta que llegara el tiempo para que Dios restableciera un
Reino.
Hay una tercera indicación de que
Jesús estaba señalando a un futuro distante: según
las Escrituras, el Mesías habría de morir y ser
resucitado, después de lo cual se sentaría a la diestra de
Dios hasta que el Padre lo enviara para sojuzgar (Sl 110;1-2). Jesús
mencionó que se sentaría a la diestra del Padre
(Mc 14;62). El apóstol Pablo confirmó que el
resucitado Jesús estaba a la diestra
de Jehová aguardando el tiempo en que se le nombraría Rey
y Ejecutor Divino (Rm 8;34) (Col 3;1) (Hb 10;12-13).
En el capítulo 6 de Revelación (Apocalipsis),
encontramos las cuarta y última indicación de que la
predicción de Jesús sobre la conclusión del sistema de cosas iba
más allá del siglo I. Décadas después del 70 dC,
el apóstol Juan describe una apremiante escena de
varios jinetes en acción (Ap 6;2-8). Esta visión profética del
"día del Señor" -el día de su presencia- identifica nuestro siglo
XX como una época de guerras sin igual, hambre general y "plaga
mortífera". Evidentemente, este cuadro tiene su paralelo
en lo que Jesús dijo en los Evangelios, y demuestra que esta
profecía tiene un cumplimiento mayor en el actual 'día
del Señor' (Ap 1;10).
Las personas informadas reconocen que la señal
compuesta predicha en (Mt 24;7-14) y (Ap 6;2-8) se ha hecho manifiesta
desde el primer estallido de una guerra mundial, en 1914. Los
TJ han anunciado por todo el mundo que la profecía de Jesús tiene
su segundo y mayor cumplimiento ahora mismo, como lo prueban las
crueles guerras, los terremotos devastadores, las espantosas
hambres y las enfermedades que proliferan por
todas partes.
Por lo tanto, ¿a qué conclusión debemos llegar
tocante a cómo contestó Jesús la pregunta de los apóstoles? Su
profecía anunció con exactitud tanto los sucesos que condujeron a
la destrucción de Jerusalén como la destrucción misma, así como
algunos hechos que ocurrirían después de 70 dC (Mt
24;4-22). No obstante, casi todos estos sucesos
tendrían un cumplimiento mayor en el futuro, culminando en una gran
tribulación que pondría fin al presente inicuo sistema de cosas.
Jesús, a continuación, pasó a hablar de otros sucesos
sobrecogedores que se observarían por toda la Tierra. Estos
estarían relacionados con la venida del Hijo del hombre con poder y
gloria: "Pero en aquellos días, después de aquella
tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su luz, y las
estrellas estarán cayendo del cielo, y los poderes que
están en los cielos serán sacudidos. Y entonces
verán al Hijo del hombre viniendo en las nubes con gran
poder y gloria. Y entonces él enviará los ángeles y reunirá
a sus escogidos desde los cuatro vientos, desde el extremo de la
tierra hasta el extremo del cielo" (Mc 13;24-27) (Mt
24;29-31)... Los hechos que se han relatado constituyen una
"señal" suplementaria de la señal compuesta 'de la
conclusión del sistema de cosas' (Mt 24;3)
¿Cuándo se cumplirían estas palabras?. Los tres
evangelios mencionan lo que pudiéramos denominar fenómenos
celestes: el Sol y la Luna se oscurecen
y las estrellas caen del cielo. Jesús
dijo que estos fenómenos ocurrirían
inmediatamente después de "la
tribulación". ¿Estaba Jesús pensando en la tribulación que culminó en 70
dC, o hablaba de la gran tribulación que vendrá en nuestros
tiempos? (Mt 24;29) (Mc 13;24).
Desde que expiraron los tiempos señalados de las
naciones, en 1914, el pueblo de Dios ha
estado profundamente interesado en "la
gran tribulación" (Ap 7;14). Por años se pensó que
la gran tribulación del día moderno tuvo una primera parte que
correspondió con el tiempo de la I Guerra Mundial, que luego hubo un
intervalo, y por último, una parte final, "la guerra del
gran día de Dios el Todopoderoso". De ser así, qué
ocurriría durante las décadas intermedias de "la
conclusión del sistema de cosas"? (Ap 16;14) (Mt
13;39) (Mt 24;3) (Mt 28;20) Pues bien, se pensaba que durante este
intervalo se vería la señal compuesta, incluida la
predicación efectuada por el pueblo reunido
de Dios. También parecía que los fenómenos celestes
predichos se podrían ver durante el intervalo que seguiría a
la fase de apertura de (1914-1918) (Mt 24;29) (Mc 13;24-25)
(Lc 21;25). Se fijó la atención en sucesos literales en
los cielos: ingenios espaciales, cohetes, rayos cósmicos o gamma,
alunizajes o bases en la Luna.
Sin embargo, La Atalaya del 15 de junio de 1970
reexaminó la profecía de Jesús, especialmente la venida de la gran
tribulación. Esta mostró que en vista de lo ocurrido en el siglo
primero, la tribulación moderna no pudo haber tenido una primera
parte en 1914-1918, interrumpirse durante décadas y luego
reanudarse. Aquella revista concluyó, diciendo: "La
'tribulación grande' como la cual no ocurrirá una de nuevo todavía está
en el futuro, porque significa la destrucción del imperio mundial de la
religión falsa (incluso la cristiandad) seguida por la 'guerra del gran
día de Dios el Todopoderoso' en el Armagedón".
Pero (Mt 24;29) dice que los fenómenos
celestes ocurrirían "inmediatamente después de la
tribulación". ¿Cómo puede ser eso?. La Atalaya de 15 de septiembre de 1975
indicó que esta "tribulación" se refería a la que culminó en 70
dC. Entonces, ¿cómo pudo decirse que los fenómenos celestes ocurrirían
"inmediatamente" después de un acontecimiento del año 70 dC? Se
explicó que para Dios los siglos transcurridos desde entonces
fueron un instante (Rm 16;20) (2Pe 3;8). Sin embargo, un
examen más a fondo de la profecía, particularmente de (Mt 24;29-31), nos
lleva a una explicación muy diferente. Analicemos por qué es
apropiada una explicación nueva o revisada.
Jesús profetizó el 'oscurecimiento del sol y de la
luna y la caída de las estrellas' ante cuatro de sus apóstoles. Siendo judíos,
reconocerían aquel lenguaje como propio de las Escrituras Hebreas
(Sof 1;15) (Is 13;9-10) (Is 34;4-5) (Jer 4;28) (Ez 32;2,6-8)
(Am 5;20) (Am 8;2,9) (Joel 2;28-31) (Joel 3;15)... Del análisis de
estos versículos y también de (Hech 2;1-4) y
(Hech 14;21), podemos concluir que los fenómenos
celestes que predijo Joel, así como las profecías que ya hemos mencionado, se
cumplirían cuando Jehová ejecutara su sentencia. En vez de
abarcar todo el período de la conclusión del
sistema judío, el oscurecimiento del sol, la luna y las
estrellas aconteció cuando las fuerzas ejecutoras marcharon
contra Jerusalén. Lógicamente, podemos esperar un
cumplimiento mayor de esta parte de la profecía
de Joel cuando Dios dé comienzo a la gran
tribulación que le sobrevendrá al sistema mundial en el futuro...
finalizando de esta manera su prometida "presencia" (Mt 24;3). Dicha
tribulación no ha llegado aún.
¿Qué puede decirse de las palabras
de (Mc 13;24): "Pero en aquellos días, después de
aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su luz"?.
Las palabras "aquellos" y "aquella" son
formas del pronombre demostrativo griego "e-keí-nos", que
indica algo distante en el tiempo... Así, cuando (Mc 13;24)
habla de "aquella tribulación", no se refiere a la que trajeron
los romanos, sino a la acción poderosa de Jehová que marcará el fin del
presente sistema.
Los capítulos 17 a 19 de Revelación
(Apocalipsis) armonizan con (Mt 24;29-31) (Mc 13;24-27)
(Lc 21;25-28), y confirman la explicación actualizada
de estos últimos. ¿De qué manera? Los evangelios muestran que
esta tribulación no comenzará y terminará de una vez. Después del inicio
de la tribulación, todavía habrá humanos desobedientes vivos que verán
"la señal del Hijo del hombre", se
lamentarán y, como dice (Lc 21;26), 'desmayarán por el
temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la
tierra habitada'. Se sobrecogerán de terror al ver "la
señal" que presagia su inminente destrucción.
Según (Ap 17;1,10-16), el ataque de los
"cuernos" militarizados de la "bestia salvaje"
internacional contra "la gran ramera", Babilonia la
Grande, marcará el comienzo de la venidera
gran tribulación. No obstante, quedarán con
vida muchas personas, pues los reyes, los
comerciantes y los capitanes de barco, entre otros,
lamentarán el fin de la religión falsa. Sin duda, muchos se
percatarán de que su juicio se ha acercado (Ap 18;9-19)
¿En qué sentido 'se oscurecerá el
sol, la luna no dará su luz, las estrellas caerán
y los poderes de los cielos serán sacudidos'?. Al
principio de la gran tribulación, muchas
lumbreras -los clérigos prominentes del mundo religioso-
serán desenmascaradas y eliminadas por "los diez cuernos"
mencionados en (Ap 17;16). Sin duda los poderes políticos también
serán sacudidos. ¿Pudieran producirse asimismo sucesos
aterradores en los cielos físicos?. Es muy probable que
así sea, y serán aún más impresionantes que los ocurridos al
finalizar el sistema judío, acerca de los cuales escribió Josefo.
Al llegar a este punto, los tres
evangelistas utilizan 'entonces' para introducir lo que sigue:
"Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del
hombre" (Mt 24;30) (Mc 13;26) (Lc 21;27). Desde
la I Guerra Mundial, los verdaderos discípulos de Jesús
han percibido la señal compuesta de su presencia invisible, aunque ese no
ha sido el caso de la mayoría de la gente. Pero (Mt 24;30)
habla de otra "señal" que tiene que aparecer, "la señal
del Hijo del hombre", la cual todas las naciones se verán
forzadas a reconocer. Cuando Jesús venga con las nubes de la
invisibilidad, todos su opositores humanos tendrán que reconocer
dicha "venida" debido a la demostración sobrenatural de su poder real
(Ap 1;7)
(Mt 24;30) emplea otra vez la palabra 'entonces'
para introducir lo que sigue. Entonces las naciones se golpearán y
se lamentarán al presentir las consecuencias de la situación en que
se encuentran, quizá dándose cuenta de que su
destrucción es inminente. ¡Qué distinta será la
reacción de los siervos de Dios, pues podremos alzar nuestras
cabezas, sabiendo que nuestra liberación se
acerca! (Lc 21;28). Por otra parte, (Ap
19;1-6) también muestra que los verdaderos adoradores en el cielo y
en la tierra se regocijarán por el fin de la gran ramera.
La profecía de Jesús continúa diciendo, según (Mc
13;27): "Entonces, él enviará los ángeles y reunirá a sus
escogidos desde los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta
el extremo del cielo". Jesús ahora se concentra en
el resto de los 144.000 "escogidos" aún vivos
en la Tierra. En la etapa inicial de la conclusión del
sistema de cosas se juntó a estos discípulos ungidos de
Jesús en unidad teocrática. No obstante, (Mc 13;27 y
(Mt 24;31) hacen referencia a algo más. "Con un gran
sonido de trompeta" se recogerá de todos los cabos de la
Tierra a los "escogidos" que queden.
¿Cómo se les juntará? Jehová los
"sellará" y los identificará claramente como parte de "los
llamados y escogidos y fieles". Y a su debido tiempo, los reunirá en
el cielo para que sean reyes y sacerdotes. Esto será causa de inmensa
alegría para ellos y para sus fieles compañeros, la "gran muchedumbre",
compuesta igualmente de personas marcadas para que 'salgan de la
gran tribulación' y disfruten de bendiciones en una tierra paradisíaca
(Mt 24;22) (Ap 7;3,4,9-17) (Ap 17;14) (Ap 20;6) (Ez 9;4-6).
La respuesta de Jesús a la petición de sus
apóstoles "Dinos" traspasó los límites de su
comprensión. Sin embargo, se alegraron de ver el
primer cumplimiento de esta profecía en el transcurso
de su vida... Podemos esperar con anhelo
el comienzo de la gran tribulación;
'entonces' se verá la señal del Hijo del hombre y 'entonces' se recogerá a los
escogidos de Dios. Por último, en calidad de Ejecutor
nombrado por Jehová, nuestro Rey-guerrero, Jesús
entronizado, 'completará su victoria' en Armagedón (Ap
6;2). El día de Jehová, cuando ejecute venganza,
será el grandioso final de la conclusión del sistema de cosas, que ha señalado
el día del Señor Jesús desde 1914 en adelante.
Lo que Jesús llamó "gran
tribulación" y "una tribulación" se cumplió primero
en la destrucción del sistema judío. Pero en los versículos que
tienen que ver únicamente con nuestro día, él empleó el artículo
definido "la", al decir; "la tribulación" (Mt
24;21,29) (Mc 13;19,24). (Ap 7;14) llamó a este suceso futuro "la
gran tribulación", literalmente "la tribulación la grande".
(Observación al pié de la pág 20)" ("La Atalaya" de
15.2.94, pág 8-21)
Análisis:
Los TJ aseguran que Cristo ya vino en 1914
y que las señales o eventos anunciados están sucediendo ahora.
La escena y discurso que S. Mateo nos ofrece en
(Mt 24) - y que a continuación analizamos- debieron de
suceder el martes por la tarde, a continuación del vehemente
discurso contra los vicios de los escribas y fariseos.
Probablemente al atardecer salió por última vez del templo, a lo
que parece por la puerta oriental, que se abría sobre el torrente
de Cedrón, para tomar el camino que conducía al monte de los Olivos
y a Betania, donde solía pernoctar aquellos días. Al salir del último
pórtico, los discípulos le llamaron la atención sobre los enormes bloques
de piedra (Mc 13;1) y sobre la espléndida reconstrucción del
templo que se estaba llevando a cabo.
Efectivamente, Herodes el Grande, para
atraerse las simpatías de los judíos, había comenzado
entre los años 18 al 20 antes de nuestra era la
reedificación del templo de Zorobabel, que no se terminó hasta
los años 62 al 64 dC., unos seis años antes de su
ruina. Por esta época los trabajos estaban ya muy adelantados, de suerte
que la impresión que producía el conjunto de los pórticos, con sus
gigantescos bloques de piedra blanca
cuidadosamente labrada y sus soberbias
columnas monolíticas con capiteles corintios, era en el
ánimo de todo judío de inmensa satisfacción y orgullo nacional al
contemplar aquella obra, que era considerada aun por los
gentiles, como una de las maravillas del
mundo civilizado.
Las palabras proféticas de Cristo asegurando que
de aquel templo, que ellos creían de duración eterna,
no quedaría piedra sobre piedra, les dejaron sobrecogidos, y
en actitud triste y cavilosa debieron de atravesar en silencio el
torrente de Cedrón hasta que llegaron al monte de los Olivos. A cierta altura
de su ladera se sentaron, teniendo enfrente de sí al templo, en
cuyos mármoles y láminas de oro se
reflejaban los rayos del sol poniente,
ofreciendo a la vista un aspecto maravilloso
y deslumbrador. Entonces, es cuando se acercaron a él algunos
de los discípulos, Pedro, Santiago, Juan y Andrés, (Mc
13:3), y le hicieron la pregunta que dio origen a este
discurso del Señor.
Hay razones poderosas para decir que los
apóstoles concebían la destrucción del templo y la parusía
como un solo acontecimiento. Efectivamente, la forma misma de la
pregunta sobre el tiempo en que ha de suceder lo primero y la señal
que ha de preceder a lo segundo, es decir, a la segunda venida y al
fin del mundo, hace poco verosímil que los apóstoles preguntasen de una
cosa el tiempo y de la otra la señal. Por otra parte la frase
griega del original indica que la parusía de que preguntan es
aquella de que inmediatamente se ha hablado (Mt 28;39). Ahora bien,
la causa inmediata de la pregunta de los apóstoles fue la profecía de
Cristo sobre la destrucción del templo, en la cual vieron implícitamente
anunciada la proximidad de su segunda venida y del fin del mundo.
Consta además por algunos indicios que vemos en el NT
y por otros documentos extrabíblicos que la expectación
de los judíos de aquella época por un glorioso
reino mesiánico y por el fin de aquel mundo perverso era
grandísima, y que, según la interpretación que daban a
muchas profecías del AT, al establecimiento de dicho reino habían
de preceder grandes calamidades, como guerras, pestes, terremotos, etc., que
habían de terminar con la inauguración de la
nueva era de restauración gloriosa y libertad del pueblo judío, con
la venida de un Mesías glorioso y triunfador. Entre estas calamidades,
una de las mayores era, sin duda, la destrucción del templo
de la ciudad santa, profetizada además por Daniel (Dn 9;27) (Dn 11:31).
La pregunta, por lo tanto,
de los apóstoles equivalía a la siguiente:
¿Cuándo sucederá esto que acabas de predecir, -la
destrucción del templo- después de lo cual vendrá en seguida tu segunda venida
y el fin del mundo? Por otra parte, Marcos plantea la pregunta: "Dinos
cuándo serán estas cosas y cuál es el signo cuando todas estas
cosas estén para cumplirse?" (Mc13;4) Y Lucas dice: "¿
Cuándo sucederá esto? (Lc 21;7)
Jesús comienza por llamarles la
atención sobre el peligro que tienen de llamarse a engaño
con esas ideas que han aprendido de sus falsos doctores.
Al anunciarles la pronta destrucción del templo quiere
prevenirles que no por eso han de pensar que vendrá también pronto su
segunda venida y el fin del mundo. Antes ha de pasar el mundo por
muchas vicisitudes.
Si tenemos en cuenta todo el contexto, y los
pasajes paralelos de los otros dos sinópticos, parece más bien que lo que
Cristo quiere es que no se dejen impresionar por dichos acontecimientos,
porque no significan que después de ellos ha de venir
enseguida el fin del mundo. Esto se desprende de las
mismas palabras de Cristo, (v6), "no es todavía el fin", por el
que vosotros preguntáis. Por consiguiente, las guerras, hambres,
pestes, terremotos, etc., que aquí se enumeran, y que son anuncios
proféticos frecuentes en los libros del AT, que
se repiten aquí aun en su misma forma
literaria, no son sucesos que han de interpretarse como
señales del próximo fin del mundo, sino más bien unos indicios o ejemplos
de los muchos males y calamidades que han de
venir sobre los hombres durante toda la historia de la humanidad
hasta el fin de los tiempos.
Por otra parte, el contexto lógico antecedente y
el que le sigue parecen probar lo mismo. Efectivamente, si
Cristo quisiera decir que las calamidades aquí enumeradas eran las
señales del fin del mundo, nada nuevo enseñaba a los
discípulos, que así opinaban según sus ideas sobre este
particular. Lo que Cristo inculca es que no se dejen impresionar al oír
hablar de semejantes acontecimientos, ni de la destrucción del
templo como si fueran las señales próximas del fin del mundo.
Implícitamente, por lo tanto, les dice que no son tales señales.
Parecida argumentación puede
deducirse de los versículos que siguen, en la que se alude a
la abominación de la desolación de la que habla Daniel como de una señal
próxima de la destrucción del templo y de la ciudad. Parece
que la exhortación de Cristo a que huyan entonces de la ciudad y de
Judea a los montes tiene este sentido, porque todas las
tribulaciones antes enumeradas, guerras, pestes, etc., no son señales del
próximo fin del mundo, sino que han de venir otras muchas
calamidades. Por eso, cuando veáis la desolación predicha por
Daniel, no debéis creer que viene ya el fin del mundo.
Cuidado no esperéis en Jerusalén mi venida
gloriosa, sino, por el contrario, huid a los montes, porque
semejante suceso será señal de la proximidad de la destrucción de
la ciudad y del templo, no del fin del mundo ni de la
liberación de todos los males. (El hecho de que
los cristianos de Jerusalén, acordándose de las
palabras de Cristo, abandonasen la ciudad y se refugiasen
en Pella, en las montañas de Galaad, al otro lado del Jordán, antes
de que los ejércitos romanos pusieran asedio a la ciudad, parece
indicar que efectivamente en la invasión de Palestina
por las águilas romanas y en su avance a Jerusalén
reconocieron la señal de su próxima destrucción descrita por Daniel.)
Los pasajes paralelos de los otros dos
sinópticos pueden también explicarse perfectamente en este sentido.
Si aquella catástrofe -la invasión de Judea y la
destrucción del templo de Jerusalén- no fue aún mayor y no perecieron
absolutamente todos los habitantes de Judea y Jerusalén, se debió a los
elegidos, es decir, a la Providencia divina, que, en
consideración a sus escogidos los cristianos y a sus
oraciones, abrevió los días de tan terrible prueba.
El término "los elegidos" (Mt 24;22) se refiere a
aquellos pocos judíos llamados a entrar en el reino de Cristo, son aquel
"resto" anunciado por los profetas, de que habla S. Pablo en la
carta a los Romanos. (Rm 11;7)
Todas estas dificultades no podrán impedir
que el evangelio sea predicado en todo el mundo, y sólo entonces
y no antes vendrá el fin. Esta es, pues, la única señal
positiva de que el fin del mundo se aproxima. La enseñó
también S. Pablo en su carta a los Romanos (Rm 11;25-27)
La aparición de seudocristos y
seudoprofetas por aquellos días anteriores a la destrucción
del templo está atestiguada por los escritores del NT
(2Pe 3;3) (Jds 4:17-19) (1Tim 4;1-2) (2Tim 3;1-9), etc.
y por los escritores profanos.
Su fin principal parece haber
sido intentar con sus falsas predicaciones
persuadir a los cristianos de la proximidad de la parusía
y del fin del mundo. La amonestación de Cristo, por lo
tanto, es que no se dejen seducir ni por todas aquellas calamidades que
habían de sobrevenir ni por las palabras de los seudocristos y
seudoprofetas.
El motivo por el que no deben dejarse seducir es que
Cristo en su segunda venida a juzgar a los hombres aparecerá como un relámpago
visible a todos los hombres, sin que tengan necesidad de buscarle en ningún
sitio de la tierra. Jesús, dice: "Cómo el relámpago , que sale del
oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del
hombre". Como el relámpago no puede menos de verse en todo su
curso en el cielo, así esta venida del Hijo del hombre no necesita que se
diga de El que está "aquí" o "allá" en
"el desierto" o "en casa". Será visible porque
será evidente a todos. (Lc 17;24)
Jesús añade un proverbio: "Donde está el
cadáver, allí se reúnen los buitres (o las águilas)"
(Mt 24;28) Es una metáfora que nos dice la evidencia de esta venida. Pues
de la misma manera que el cadáver de un animal en el desierto queda
al descubierto y es inevitable que lo vean las águilas y los
buitres y caigan sobre él, así también la venida del Hijo del hombre será
tan evidente, que será vista por todos.
Hoy en todos sus libros, la Sociedad de la
Atalaya afirma que la señal del fin compuesta de guerras, terremotos, hambres,
pestes y otros rasgos, se cumple a partir de 1914, indicando, para acabarlo de
complicar, que esta señal no es de que Cristo va a venir sino de
que ya ha venido. Y no es necesario dar citas porque los TJ lo
mencionan en toda su literatura. Pero... si leemos libros anteriores a
1914, veremos cómo proclaman que las señales del fin se estaban cumpliendo
entonces, antes de 1914. Y era lo normal -según la doctrina
que defendían entonces con el mismo grado de inspiración-
debido a que el fin final sería en 1914 ó 1915.