sábado, 27 de noviembre de 2021

LOS INFIERNOS Y EL INFIERNO

DISTINCIÓN IMPORTANTE ENTRE “LOS INFIERNOS” Y “EL INFIERNO” 

s/TJ: 

Los testigos de Jehová consideramos que la aseveración que dice que “las personas malas sufren tormento en el infierno” es un mito. 

De todos los filósofos griegos de la época clásica, Platón es quien más ha influido en el pensamiento tradicional sobre el infierno.” (Historia de los infiernos, de Georges Minois, página 64.) “Desde mediados del siglo II d.C., algunos cristianos educados en la filosofía griega empezaron a sentir la necesidad de expresar sus creencias en los términos de esta [...]. La filosofía que más les convino fue el platonismo.” (The New Encyclopædia Britannica,1988). 

“La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, ‘el fuego eterno’ [...]. La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios.” (Catecismo de la Iglesia Católica, tercera edición revisada, página 242.)

¿Qué dice la Biblia? “Los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada, [...] pues no hay actividad ni planes, ni ciencia ni sabiduría, en el Seol adonde te encaminas.” (Ecls 9; 5,10), Biblia de Jerusalén Latinoamericana.)

Seol es una palabra de origen hebreo que se refiere a “la morada de los muertos” y que algunas Biblias traducen por “infierno”. ¿Qué nos enseña este pasaje sobre el estado en que se encuentran los muertos? ¿Están siendo atormentados en el Seol para pagar por sus pecados? No, pues el versículo dice que “no saben nada”. En efecto, los muertos ni sienten ni padecen. Eso explica por qué el patriarca Job, cuando estaba sufriendo una enfermedad muy grave, le pidió a Dios que lo protegiera “en el infierno” (Job 14:13, Biblia Americana San Jerónimo). ¿Habría hecho esa petición si el infierno fuera un lugar donde se torturara eternamente a las almas? Claro que no. En la Biblia, el infierno (o Seol) es la sepultura colectiva a dónde va la gente al morir, un lugar simbólico donde no existe ninguna actividad. 

Esta definición del infierno no solo concuerda con las Escrituras, sino que también es más lógica. Al fin y al cabo, ¿qué horrible crimen podría cometer alguien para merecer que el Dios de amor lo torturara por los siglos de los siglos? (1 Jn 4;8) (Sl 146;3, 4) (Hech 2;25-27) (Rom 6;7,23). 

Así, pues, Dios no castiga a las personas en el infierno. (La Atalaya 1/11/2009, pág 5) 

Análisis: 

Los testigos de Jehová afirman que la enseñanza católica sobre el infierno procede del pensamiento platónico, no de la Biblia y que empezó a implantarse entre algunos cristianos a mediados del siglo II. Entonces ¿qué dice la Biblia al respecto? 

La Sagrada Escritura habla de un castigo definitivo y eterno para los que obran mal sin arrepentirse. Pero empecemos por hacer una distinción importante: “los infiernos” y “el Infierno”.

 

a)    Los infiernos”. Este término se refiere al Šeol. Es lo que los testigos de Jehová llaman “la sepultura común de la humanidad”. En realidad, los antiguos pensaban que había un lugar subterráneo donde “vivían” los muertos: el Šeol para los hebreos, el Hades para los griegos, el Mictlán para los indígenas mesoamericanos.

Se refiere a la muerte física y se le denomina también Lugar, o morada, de los muertos. “El mar devolvió los muertos que guardaba, y también la Muerte y el Lugar de los muertos devolvieron los muertos que guardaban, y cada uno fue juzgado según sus obras” (Ap 20;13). 

Es el sentido que tiene en el Credo denominado “Símbolo de los Apóstoles” la afirmación que señala que Jesús “descendió a los infiernos”, que precisamente quiere indicar que nuestro Señor murió realmente, en oposición a la herejía de los docetas, que negaban la verdadera encarnación del Señor Jesús y, por lo tanto, su muerte y resurrección. 

b) El Infierno”. Este término indica un castigo eterno, anunciado de diversas formas ya desde el Antiguo Testamento: 

“Y al salir, verán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí, cuyo gusano nunca morirá y cuyo fuego no se apagará, que serán objeto de horror para toda carne”. (Is 66;24). 

“Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el horror eterno” (Dan 12;2). 

El Nuevo Testamento, presenta la existencia de este castigo eterno de forma bastante clara: 

“No teman a los que sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma; teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno” (Mt 10;28b). 

El texto más significativo, sin duda alguna, es el largo discurso de Jesús sobre el Juicio Final: 

Dirá después a los que estén a la izquierda: «¡Malditos, aléjense de mí y vayan al fuego eterno, que ha sido preparado para el diablo y para sus ángeles!” (…) El Rey les responderá: «En verdad les digo: siempre que no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, ustedes dejaron de hacérmelo a mí. Y éstos irán a un suplicio eterno, y los buenos a la vida eterna» (Mt 25;31-46). 

Por lo demás, conviene subrayar que la Sagrada Escritura utiliza varias expresiones para referirse a este castigo eterno: horno de fuego y horno ardiente (Mt 13;50); fuego eterno (Mt 18;8b; Mt 25;41); infierno de fuego (Mt 18, 9b); castigo eterno o perpetuo (Mt 25;46); gusano que no muere y fuego que no se apaga (Is 66, 24; Mc 9;48); fuego inextinguible (Mc 9;43); suplicio eterno (Mt 25;46); muerte segunda (Ap 20;14) (Ap 21;8); lago o foso de fuego y azufre (Ap 20;10); condena perpetua (2Tes 1;9), etc. 

El vocablo "infierno", aunque muy utilizado en las distintas mitologías, no aparece en la Biblia. Esto tiene que quedar claro desde el principio. Procede del latín y se utiliza para designar lo que está debajo, subterráneo. Con el vocablo "infierno" se dan a entender dos posibles situaciones de la persona que ha muerto: el infierno como lugar de perdición de los pecadores (sinónimo entonces de “gehena”, “tártaro”, “tinieblas”, que sí están en la Biblia) y el infierno como morada de los muertos (“sheol” o "Hades del Antiguo Testamento). En este tema se habla del infierno sólo en el primer sentido, o sea, en el de lugar de perdición de los pecadores, traduciendo las palabras: gehena, tártaro, tinieblas.

Implica, por otra parte, no estar inscrito en el libro de la vida (Ap 20;15), no ingresar en la Jerusalén celestial, la Ciudad santa, ni tener acceso al Árbol de la vida (Ap 22;14-15) y vivir lejos de la presencia del Señor y de su poderosa gloria (2Tes 1;9). 

Este castigo es consecuencia de las acciones y omisiones de cada uno de nosotros (Mt 25; 41-46), que implica cerrarse al amor a Dios y al prójimo. 

Así, pues, la existencia de un castigo definitivo y eterno no es un mito. Es una verdad presente en la Biblia a la que la Iglesia denomina “Infierno”.