sábado, 19 de marzo de 2022

UCRANIA. PAZ MUNDIAL. DIPLOMACIA Y TESTIGOS DE JEHOVÁ

Conseguir la paz mundial a través de la diplomacia

Los testigos de Jehová han publicado en su serie “El punto de vista bíblico”, un artículo titulado: “¿Se conseguirá paz mundial por la vía diplomática?”

En uno de sus apartados podemos leer: “También hay que tener presente que, aunque los diplomáticos se esfuercen por evitar enfrentamientos, su principal objetivo es promover los intereses de su propia nación. Esa es la verdadera esencia de la diplomacia. ¿Deberían intervenir los cristianos en tales asuntos?"

La definición más completa y útil que he encontrado de Diplomacia es la que realiza el jurista Eduardo Vilariño: “diplomacia es aquella actividad ejecutora de la política exterior de un sujeto de derecho internacional, llevada a cabo por órganos y personas debidamente representativos del mismo, ante otro u otros sujetos de derecho internacional para, por medio de la negociación, alcanzar, mantener o fortalecer transaccionalmente la paz; ha de tener como finalidad última hacer posible, con tales medios, la construcción o existencia de una comunidad internacional justa que, a través de la cooperación, permita el pleno desarrollo de los pueblos”.

Son varias las definiciones de Diplomacia que he leído, pero como ya he dicho, no he encontrado ninguna tan completa como la que acabo de transcribir, y ninguna desde luego que, como señalan los testigos de Jehová, defina que el principal objetivo y verdadera esencia de la Diplomacia es "promover los intereses de su propia nación".

Si de verdad creemos que las negociaciones de paz suelen estar empañadas por el odio nacionalista y el egoísmo político, tal como resaltan los testigos de Jehová en su artículo, quizás se deba a que los cristianos verdaderos no intervienen suficientemente en los conflictos de este mundo ni en sus iniciativas diplomáticas.

Los testigos de Jehová nos recuerdan que, en su juicio ante Poncio Pilato, Jesús afirmó: “Mi reino no es parte de este mundo”. Pero también ha de recordarse a los testigos de Jehová, que el hecho de que los cristianos no sean “parte de este mundo”, no quiere decir que los cristianos no deben intervenir en las cuestiones sociales y políticas de su ambiente. En toda la historia de Israel, narrada en el Antiguo Testamento, apenas si existe frontera entre religión y política, y es patente que la muerte de Jesús, en parte, fue dictada, precisamente, por motivos de esta índole.

En San Pablo encontramos el texto neotestamentario más fa­vorable al poder público: «Que todos se sometan a las autori­dades que nos gobiernan. Porque no hay autoridad que no venga de Dios, y las que existen están constituidas por Dios. Por eso, el que resiste a la autoridad se rebela contra el orden establecido por Dios. Y los rebeldes se condenarán a sí mismos. En efecto, los magistrados no son de temer cuando se hace el bien, sino cuando se hace el mal. ¿Quieres no tener que temer a la autori­dad? Haz el bien y recibirás elogios de ella, porque es instru­mento de Dios para conducirte al bien. Pero teme si haces el mal, pues por algo lleva espada: es un instrumento de Dios para hacer justicia y para castigar a quien obra el mal. Así, es preciso some­terse no sólo por temor al castigo, sino por motivo de conciencia. ¿No es por eso mismo por lo que pagáis impuesto? Porque se trata de funcionarios que se aplican por Dios a ese oficio. Dad a cada uno lo que le es debido: a quién impuesto, impuesto; a quién tasas, tasas; a quién temor, temor; a quién honor, honor» (Rom 13;1-7).

Si el poder público es «un instrumento de Dios para hacer justicia», ¿qué duda cabe que su ejercicio puede ser tarea apropiada para un cristia­no? San Pablo se limita a recomendar a los fieles el respeto a la autoridad, ba­sándose en lo que la autoridad debiera de ser según el plan de Dios. Esta misma recomendación se encuentra en la epístola a (Tit 3;1) y en (1Pe 2;13-14).