LA IGLESIA ES UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA
IGLESIA
UNA
La
Iglesia es una debido a su Fundador, pues el Hijo de Dios, encarnado, por
su sacrificio en la cruz reconcilió a todos los hombres con Dios, restituyendo
la unidad de todos en un solo pueblo y en un solo cuerpo. El Espíritu Santo que
habita en los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable
comunión de fieles.
Nuestro
Salvador, después de su resurrección, entregó su Iglesia a Pedro para que la
pastoreara. Le encargó a él y a los demás apóstoles que la extendieran y la
gobernaran. Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una
sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y
por los obispos en comunión con él.
De
hecho, en esta una y única Iglesia de Dios, aparecieron ya desde los primeros
tiempos algunas escisiones que el apóstol reprueba severamente como
condenables; y en siglos posteriores surgieron disensiones más amplias y
comunidades no pequeñas se separaron de la comunión plena con la Iglesia
católica y, a veces, no sin culpa de los hombres de ambas partes. Tales
rupturas que lesionan la unidad del Cuerpo de Cristo (se distingue la herejía,
la apostasía y el cisma) no se producen sin el pecado de los hombres. Pero
donde hay virtud, allí hay unión, de donde resulta que todos los creyentes
tienen un solo corazón y una sola alma.
Aquella
unidad que Cristo concedió desde el principio a la Iglesia subsiste
indefectible en la Iglesia católica hasta la consumación de los tiempos. Cristo
da permanentemente a su Iglesia el don de la unidad, pero la Iglesia debe orar
y trabajar siempre para mantener, reforzar y perfeccionar la unidad que Cristo
quiere para ella. Por eso Cristo mismo rogó en la hora de su Pasión, y no cesa
de rogar al Padre por la unidad de sus discípulos: "Que todos sean
uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros,
para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17; 21).
IGLESIA
SANTA
La fe confiesa
que la Iglesia no puede dejar de ser santa. En efecto, Cristo, el Hijo de Dios,
a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama "el solo santo",
amó a su Iglesia como a su esposa. Él se entregó por ella para santificarla, la
unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo
para gloria de Dios. La Iglesia es, pues, "el Pueblo santo de Dios”, y sus
miembros son llamados "santos" (Hech 9;13) (1Cor 6;1) (1Cor
16;1).
Todas las
obras de la Iglesia se esfuerzan en conseguir la santificación de los hombres
en Cristo y la glorificación de Dios. En la Iglesia es en donde está depositada
la plenitud total de los medios de salvación. Es en ella donde conseguimos la
santidad por la gracia de Dios.
La Iglesia, en
efecto, ya en la tierra se caracteriza por una verdadera santidad, aunque
todavía imperfecta. En sus miembros, la santidad perfecta está todavía por
alcanzar: Todos los cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados
cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad, cuyo modelo es
el mismo Padre.
IGLESIA
CATÓLICA
Es católica
porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del género humano
(Mt 28;19)
Todos los
hombres están invitados al Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha
de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así se
cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza
humana y decidió reunir a sus hijos dispersos. Gracias a este carácter, la
Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera
con todos sus valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu.
Esta Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas las legítimas
comunidades locales de fieles, unidas a sus pastores.
IGLESIA
APOSTÓLICA
La Iglesia es
apostólica porque está fundada sobre los apóstoles, y esto en un triple
sentido:
— Fue y
permanece edificada sobre "el fundamento de los Apóstoles"
(Ef 2; 20) (Hech 21;14), testigos escogidos y enviados en misión por
el mismo Cristo (Mt 28;16-20) (Hech 1;8) (1Cor 9;1) (1Cor
15;7-8) (Gl 1; l) etc. …
— Guarda y
transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la enseñanza (Hech 2;42),
el buen depósito, las sanas palabras oídas a los Apóstoles (2Tim 1;13-14).
— Sigue siendo
enseñada, santificada y dirigida por los Apóstoles hasta la vuelta de Cristo
gracias a aquellos que les suceden en su ministerio pastoral: el colegio de los
obispos, al que asisten los presbíteros juntamente con el sucesor de Pedro y
Sumo Pastor de la Iglesia.
La Iglesia
es una, santa, católica y apostólica en su identidad profunda
y última, porque en ella existe ya y será consumado al fin de los tiempos
"el Reino de los cielos", "el Reino de Dios"
(Ap 19;6), que ha venido en la persona de Cristo y que crece
misteriosamente en el corazón de los que le son incorporados hasta su plena
manifestación escatológica. Entonces todos los hombres rescatados por
él, hechos en él "santos e inmaculados en presencia de Dios en el
Amor" (Ef 1; 4), serán reunidos como el único Pueblo de
Dios, "la Esposa del Cordero" (Ap 21; 9), "la Ciudad Santa
que baja del Cielo de junto a Dios y tiene la gloria de Dios"
(Ap 21;10-11); y "la muralla de la ciudad se asienta sobre doce
piedras, que llevan los nombres de los doce Apóstoles del
Cordero" (Ap 21;14).