APOSTASÍA. AUTORIDAD PARA OBRAR COMO RESTRICCIÓN
s/TJ:
El fundador de los TJ, Charles Taze Russell, adoptó la doctrina
bíblica restauracionista que sostiene que poco después de la muerte de los apóstoles la iglesia cristiana había caído en una «gran apostasía» de su fe original (Hechos 20:29, 30; 2 Tes 2:3).
Russell creía que el verdadero entendimiento de las Escrituras había
empezado a resurgir en sus días, cuando inició un grupo de estudio de la Biblia en Allegheny (Pensilvania).
Cuando Jesucristo fue resucitado, dio destellos de luz respecto a una obligación que recaía sobre todos sus seguidores. Lo más probable es que se dirigiera a los 500 discípulos reunidos en Galiela cuando dijo: "Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado. Y¡miren!, estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas" (Mt 28;19-20) (1Cor 15;6).
Cuando Jesucristo fue resucitado, dio destellos de luz respecto a una obligación que recaía sobre todos sus seguidores. Lo más probable es que se dirigiera a los 500 discípulos reunidos en Galiela cuando dijo: "Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado. Y¡miren!, estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas" (Mt 28;19-20) (1Cor 15;6).
A partir de entonces, todos los seguidores de Cristo
habrían de ser predicadores, y su comisión de predicar no se limitaría a
"las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mt 10;6). Tampoco
efectuarían el bautismo de Juan, en símbolo de arrepentimiento para perdón de
pecados, sino que bautizarían a las personas "en el nombre del Padre y del
Hijo y del espíritu santo"... Hasta entonces habían sido testigos de
Jehová únicamente, pero a partir de ese momento serían también testigos de
Cristo (Hech 1;6-8) ("La Atalaya" de 15.5.95, pág 10-11)
Una vez Cristo
partió al cielo sus discípulos
obedecieron su mandato de enseñar y
bautizar, durante los tres
años y medio siguientes, pero limitaron su obra de hacer
discípulos a los judíos, prosélitos
judíos y samaritanos circuncisos. Luego,
en 36 dC, Dios mandó que se predicaran
las buenas nuevas a Cornelio,
un hombre incircunciso, y a su
casa. Durante la década siguiente otros
gentiles entraron en la congregación. Sin embargo, parece ser que la
mayor parte de la obra se llevo a cabo en la zona del Mediterráneo oriental (Hech 10;24) (Hech
10;44-48) (Hech 11;19-21)
Los mensajes
que Cristo envió a las siete
congregaciones de Asia Menor mediante
la Revelación (Apocalipsis) que dio al apóstol Juan indican
claramente que, para fines
del S.I dC., las
prácticas y actitudes
religiosas babilónicas estaban
infiltrándose en la
congregación cristiana (Ap 2 y 3).
La apostasía floreció particularmente desde el S. II hasta el
S. V dC. y eso
llevó al surgimiento de una
imitación corrupta de la religión cristiana pura.
Doctrinas babilónicas como las de
la inmortalidad del alma, un infierno
ardiente y la Trinidad se incorporaron en las enseñanzas del cristianismo apóstata. Las iglesias -católica, ortodoxas y luego las
protestantes- adoptaron aquellos dogmas falsos y así se hicieron parte de
Babilonia la Grande., el
diabólico imperio mundial de la religión falsa.
La religión
verdadera nunca ha sido
completamente eliminada. A través de los siglos siempre ha habido quien ha amado la verdad; algunos pagaron con
su vida su fidelidad a Jehová y su Palabra, la Biblia.
Pero como muestra la ilustración
de Jesús sobre el trigo y
la mala hierba, el trigo
simbólico -o los hijos ungidos del
Reino- sería separado de la mala
hierba -o los hijos del inicuo- sólo en
la "conclusión del sistema de cosas" (Mt 13;24-30) (Mt 36;43). A
fines del S. XIX, cuando ya se
acercaba el tiempo
del fin -el tiempo
en que se
efectuaría tal separación-
estudiantes sinceros de la Biblia
empezaron a librarse del cautiverio a la
religión falsa.
("La Atalaya" de 1.12.91, pág 12 y 13)
Por otra parte, el apóstol Pablo predijo en (2 Tes 2;3) una apostasía entre los que profesaban ser cristianos. Mencionó específicamente a ciertos apóstatas, como Himeneo, Alejandro y Fileto. (1Ti 1:19, 20; 2Ti 2:16-19.) Entre las diversas causas de la apostasía expuestas en las advertencias apostólicas se encuentran las siguientes: la falta de fe (Heb 3:12), la falta de aguante ante la persecución (Heb 10:32-39), el abandono de las normas morales correctas (2Pe 2:15-22), el hacer caso de “palabras fingidas” de falsos maestros y de “expresiones inspiradas que extravían” (2Pe 2:1-3; 1Ti 4:1-3; 2Ti 2:16-19; compárese con Pr 11:9) y el tratar de “ser declarados justos por medio de ley”. (Gál 5:2-4.) Aun profesando tener fe en la Palabra de Dios, puede que los apóstatas desatiendan su servicio a Dios al considerar de poca importancia la obra de predicar y enseñar que Él encargó a los seguidores de Jesucristo. (Lu 6:46; Mt 24:14; 28:19, 20.) También puede que aleguen servir a Dios, pero rechacen a sus representantes, su organización visible, y comiencen a ‘golpear’ a los que habían sido sus compañeros de fe, con el fin de obstaculizar su obra. (Jud 8, 11; Nú 16:19-21; Mt 24:45-51.) Los apóstatas por lo general procuran que otros les sigan. (Hch 20:30; 2Pe 2:1, 3.) Los que abandonan voluntariosamente la congregación cristiana se convierten en parte integrante del “anticristo”. (1Jn 2:18, 19.) Como en el caso de los israelitas apóstatas, también se predice destrucción para los apóstatas de la congregación cristiana. (2Pe 2:1) ( Heb 6:4-8)
Durante el período de persecución que sufrió la congregación cristiana primitiva a manos del Imperio romano, a los que profesaban ser cristianos a veces se les inducía a negar su discipulado. A aquellos que accedían se les exigía que dieran prueba de su apostasía haciendo una ofrenda de incienso ante algún dios pagano o blasfemando abiertamente contra el nombre de Cristo.
Es evidente que hay una diferencia entre ‘caer’ por debilidad y ‘caer’ por haber apostatado. Este último ‘caer’ implica una retirada drástica e intencional del sendero de la rectitud. (1Jn 3:4-8; 5:16, 17.) Cualquiera que sea su base aparente, intelectual, moral o espiritual, constituye una rebelión contra Dios y un rechazo de su Palabra de verdad. (2Te 2:3, 4) (Perspicacia, vol 1, pág 158,159)
La presencia de los apóstoles sirvió de restricción para la influencia de la apostasía, e impidió el avance de las fuerzas de la adoración falsa dentro de la congregación cristiana. Es a esta “restricción” a la que se refiere el apóstol Pablo en (2 Tes 2;7): “Es verdad que el misterio de este desafuero ya está obrando; pero solo hasta que el que ahora mismo está obrando como restricción llegue a estar fuera del camino”. (Compárese con (Mt 13:24, 25) (Hch 20;29,30) Esta influencia apostólica, con la autoridad y los dones que les eran privativos, continuó hasta la muerte de Juan, alrededor del año 100 dC (1Jn 2:26) (3Jn 9, 10.) La rápida progresión de la apostasía, así como de las doctrinas y prácticas falsas, después de la muerte de los apóstoles, es prueba de que cualquier pretendido sucesor apostólico carecía por completo de la influencia restrictiva de ellos.
Análisis:
Los
Mormones, Adventistas del Séptimo Día, Testigos de Jehová y varios otros grupos
no católicos, declaran que después de la Ascensión de Jesús, la Iglesia
Católica apostató por completo. El problema con esta teoría es que—si fuera verdad—la
promesa de Jesús de que las fuerzas del mal no prevalecerían contra la Iglesia
resultaría ser falsa, lo cual—si somos creyentes en Cristo—nos resulta
imposible de aceptar (Mateo 16, 15-19).
Otro problema que se nos presenta es que los Padres de la Iglesia temprana entienden la doctrina en forma verdaderamente uniforme. Si las enseñanzas de ellos son falsas ¿dónde están las enseñanzas de aquellos que permanecieron firmes en la fe de los apóstoles y disputaron las supuestamente falsas doctrinas? No existen tales obras o escritos.
Otro problema que se nos presenta es que los Padres de la Iglesia temprana entienden la doctrina en forma verdaderamente uniforme. Si las enseñanzas de ellos son falsas ¿dónde están las enseñanzas de aquellos que permanecieron firmes en la fe de los apóstoles y disputaron las supuestamente falsas doctrinas? No existen tales obras o escritos.
De
hecho en el cristianismo primitivo hay un registro claro y uniforme a favor de
todas las doctrinas que los anticatólicos disputan—bautismo de infantes, la
presencia real de Cristo en la Eucaristía, el culto en día domingo, importancia
de María en la salvación, etc.—La Iglesia que Cristo fundó ha guardado y
practicado estas doctrinas por más de mil años sin que nadie las pusiera en
tela de juicio. Es inconcebible aceptar que los cristianos primitivos que
recibieron tales doctrinas de boca de los mismísimos apóstoles, hayan socavado
la fe por medio de desarrollar una doctrina distinta.
La
historia muestra que la fe de los primeros cristianos era absoluta e
inquebrantable. Antes que comprometer la pureza de su adoración a Dios por
medio de ofrecer un puñadito de incienso a los dioses romanos, prefirieron
sufrir el martirio por su fe. Es difícil imaginarse una actitud más
resueltamente fiel a la verdad que la que esos santos hombres y mujeres dieron
muestra aun a costa de sus vidas. “Yo sé que, después de mi partida, se
introducirán entre vosotros lobos crueles que no perdonarán al rebaño y también
que de entre vosotros mismos se levantarán hombres que hablarán cosas
perversas, para arrastrar a los discípulos detrás de sí” (Hech 20;29-30)
Muchos usan el anterior versículo para justificar la "gran apostasía" de la Iglesia Católica temprana. Sin embargo este pasaje no predice para nada la apostasía de la Iglesia entera o de la comunidad cristiana en su totalidad. Se dice aquí que los "lobos" se introducirán "entre" los creyentes. Para que esta profecía sea válida tiene que haber creyentes fieles entre los cuales los "lobos" deben entrar. De hecho esta profecía se cumplió cuando dos clérigos católicos dejaron las enseñanzas de la Iglesia Católica para convertirse en los más grandes heresiarcas de la historia—Arrio y Lutero, cuyo origen los sitúa "entre" los fieles pues ambos eran clérigos antes de su apostasía—El resto de los cismáticos de la historia comparten cualidades similares: Marción, Calvino, Lefebvre, etc. “Hubo también en el pueblo falsos profetas, como habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán herejías perniciosas y que, negando al Dueño que los adquirió, atraerán sobre sí una rápida destrucción. Muchos seguirán su libertinaje y por causa de ellos, el camino de la verdad será difamado” (2Pe 2;1-2). Ver también (Mt 24:10-11).
En forma similar al anterior pasaje citado, este no puede estar refiriéndose a una apostasía de toda la Iglesia, ya que los "falsos maestros" serán hallados "entre vosotros", es decir, entre la auténtica comunidad de los creyentes. De eso claramente se deduce que los maestros son falsos y no la comunidad de creyentes. Marción, Arrio y Lutero califican perfectamente para cumplir esta profecía, ya que los tres estaban definitivamente "entre los fieles" como miembros del clero católico antes de convertirse en cismáticos.
Jesús
se acercó a los once discípulos (no a 500 discípulos como dicen los TJ en "La Atalaya" de 15.5.95, pág 10-11 haciendo que este encuentro de (Mt 28;16-20)(Mc 16;14-18)(Lc 24;36-49)(Jn 20;19-31) se corresponda -sin ningún apoyo bíblico- con el que indica S.Pablo en 1Cor 15;6) y les habló así: "Me ha sido dado todo poder en el cielo
y en la tierra. Id, pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar
todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo." (Mt 28;16-20) Jesús prometió estar con su
Iglesia hasta el fin de los tiempos tal como estuvo con sus discípulos en la
tierra al tiempo de su venida. La presencia de Cristo en la Iglesia no
significa que ésta es hecha perfecta en todo sentido. Tal como Cristo no
interfirió con el libre albedrío de los discípulos que caminaron con El en
Palestina, tampoco interfiere con el libre albedrío de sus fieles hoy. Sin
embargo la presencia de Cristo, caminando con su Iglesia en el camino de la
historia, asegura a los fieles que la Iglesia cumplirá el cometido final para
el cual Cristo mismo la creó.