jueves, 6 de febrero de 2014

"EN EL PRINCIPIO LA PALABRA ERA..." (Jn 1;1a)

s/TJ

"En (el)  principio la Palabra  era..." (NM)  (Jn 1;1a).  Lo  que quiere decir que al iniciar  Dios la creación de los Cielos y  de la Tierra, la Palabra ya era, ya había sido creada con anterioridad (Gn 1;1)

Análisis: 

Analicemos, primeramente, La Palabra (LOGOS) que aparece en (Jn 1;1a): Una de las afirmaciones más trascendentales  del NT es la  que se recoge en (Jn 1;14): "La Palabra (LOGOS) fue hecha carne, y habitó entre nosotros" 

Debemos empezar recordando que, en griego, "logos" tiene dos significados: “palabra” y “razón” y ambos se entretejen juntamente.

Comencemos por el trasfondo judío de esta palabra. En el  pensamiento judío, una palabra no era simplemente un sonido articulado  que expresa una  idea, la  palabra  hacía cosas.   La palabra de Dios no es un mero sonido: es una causa eficiente. 

En el  relato de la  creación, como  luego veremos, la  palabra de Dios crea.  Dios dijo:  sea la luz; y fue la  luz.  (Gn 1;3).  Por la palabra de Dios, fueron hechos  los cielos... porque él dijo, y fue hecho (Sl 33;6,9).  Envió su  palabra, y los sanó (Sl 107;20). La palabra  de Dios  hace lo  que él  quiere (Is  55;11).  Debemos recordar siempre que, en el  pensamiento judío, la palabra de Dios no sólo decía, también hacía. 

Hubo  un tiempo  en que  lo judíos  hablaban arameo  porque habían olvidado su  lengua hebrea.  Por  tanto, aunque en la  sinagoga se leían las Escrituras en hebreo, la lengua sagrada, el pueblo no la entendía.  Era  necesario traducir.   Pero en  lugar de  hacer una traducción literal,  se hacía  una traducción  libre que  se llama "targum".  Estas traducciones arameas son muy interesantes, ya que nos indican cómo se comprendía  la Escritura en tiempos de Cristo. A veces  se trataba de  pequeñas transformaciones, otras  veces se añadían explicaciones. Ahora bien,  como, en la  simplicidad del AT,  se  atribuían a Dios sentimientos, acciones, reacciones  y pensamientos  al  estilo de los hombres, los artífices  de  los targums sintieron que todo esto aplicado al Altísimo resultaba ser demasiado humano, y, entonces, empezaron a usar una circunlocución para expresar  el nombre de Dios,  es decir, no hablaban  de Dios, sino de  la Palabra, la  "memra" de  Dios.  Véase en  los targums: (Gn  3;8) (Ex  28;21) (Ex  19;17) (Dt  9;3) (Is  48;13), etc. El resultado  fue que  las escrituras  judías, en su forma  popular, targum, se llenaron de la frase:  "La palabra, la memra, de Dios"; y  la  palabra estaba  siempre  haciendo,  no meramente  diciendo.

Veamos algunas de estas lecturas: Nuestros primeros padres se dice que "Oyeron  la voz  del Logos  que se paseaba  en el  huerto" (Gn 3;8); Jacob  tomó "al Logos  del Señor  como su Dios"  (Gn 28;21). Así  que, allí  donde  se  usaban los Targums,  el pueblo  estaba acostumbrado  a identificar  el Logos  de Dios  con Jehová  mismo. Como enseguida veremos, S.Juan, conocedor de la común costumbre de usar esta perífrasis escritural entre los judíos de su tiempo para designar a Yahvé, la emplea en  sus escritos para probar la deidad de Cristo y su eternidad.

En el pensamiento judío hay  otra gran concepción: la de Sabiduría (Sophia). Esto es así mayormente en Proverbios. Dios con sabiduría fundó la tierra (Pr 3;13-20).  El gran pasaje está en Pr 8;1-9)  donde la  sabiduría  existe desde  siempre;  antes que  la tierra  lo fuera,  la sabiduría  estaba  con Dios.   Esta idea  se encuentra muy desarrollada en los últimos libros del AT.  En (Eclo 1;1-10) se dice que la Sabiduría  fue concebida antes de todas las cosas, y que está derramada  sobre toda la creación.  La Sabiduría fue el instrumento  de Dios en la creación y  está entretejida con toda ella.

Así, pues, en el pensamiento judío  tenemos que la Palabra de Dios no es únicamente discurso: es poder; y la Sabiduría de Dios fue lo que creó y penetró el universo que él hizo.

Al final del S.I  dC, la Iglesia tuvo que hacer  frente a un serio problema de comunicación.   La Iglesia se originó  en el judaísmo, pero necesitaba presentar su mensaje  a un mundo griego,  que las categorías del judaísmo le eran  ajenas.  Un griego que quería ser cristiano estaba obligado a aceptar a   Cristo,  el  Mesías. Naturalmente, preguntaría  que significaba eso, y hubiese habido que darle un cursillo de apocalíptica judía.  ¿No había otra forma de  introducirle directamente  en los  valores de  la civilización cristiana sin ser siempre dirigido, podríamos incluso  decir desviado, a través del judaísmo? ¿Debía utilizar siempre el cristianismo un vocabulario judío?. Alrededor del año 100 dC., hubo un hombre en Éfeso, llamado Juan, que advirtió el problema y vio la  solución: Tanto judíos  como griegos tenían  la concepción del "logos" de  Dios, ¿no podrían aunarse las  dos ideas?. Veamos el trasfondo griego con que trabajó Juan.

Por el año 560 aC hubo  un filósofo griego, llamado Heráclito, que también vivió en  Éfeso.  Este pensador concebía el  mundo como un "flujo".  Todo está cambiando  continuamente; no hay nada estático en el mundo.   Pero, si todo cambia  sin cesar, ¿por qué  no es el mundo un completo y absoluto caos?  Su respuesta fue: "Todo sucede conforme al 'logos'".   En el mundo operan una razón  y una mente; esa mente es la de Dios, es el logos de Dios; y el logos es el que hace que el universo sea un cosmos ordenado, y no un confuso caos.

Esta idea de  una mente, una razón, un logos,  gobernando el mundo fascinaba a los griegos.  Anaxágoras  habló de la mente (nous) que "todo lo gobierna".  Platón decía que  el logos de Dios era el que mantenía los planetas en sus órbitas  y el que traía de vuelta las estaciones y  los años en  sus tiempos determinados.   Pero fueron los estoicos,  que estaban en su apogeo cuando el NT  fue escrito quienes  amaron apasionadamente  esta concepción.   Para ellos  el logos de Dios  "vagaba -como Cleanto decía- por  todas las cosas". El curso de los tiempos, de  las estaciones, de las mareas, de las estrellas, en  fin, de todo, era  ordenado por el logos;  el logos fue el  que introdujo  la razón en  el mundo.   Posteriormente, la propia mente  del hombre  era una pequeña  porción del  logos: "La razón  no es  otra  cosa  que una  partícula  del espíritu  divino inmersa en  el cuerpo humano", dijo  Séneca.  El logos fue el que puso la razón en  el universo y en el hombre; y  este logos era la mente de Dios.

Esta concepción llegó a su  clímax con Filón, un judío alejandrino que  fusionó el  método de  pensamiento hebreo  con los  conceptos griegos.  Para Filón  el logos de Dios estaba "inscrito y grabado en la constitución de todas las  cosas".  El logos es "el guardián por  medio del  que  el  piloto del  universo  gobierna todas  las cosas". "Los hombres se igualan  en su capacidad de  entender al logos", "El  logos es el  sumo sacerdote  que pone las  almas ante Dios".  El logos es el puente entre el hombre y Dios. 

Ahora podemos  ver lo  que Juan  estaba haciendo  por medio  de su importantísima y profunda  declaración: "La  Palabra  fue  hecha carne". Estaba vistiendo al  cristianismo con  un ropaje  que un griego podía interpretar. El  rehusó  seguir   expresando  el cristianismo por medio de  las anticuadas categorías del judaísmo, y usó  categorías que en  su tiempo  se conocían y  entendían.  El autor del cuarto Evangelio  estaba dándonos una nueva cristología. Llamando a Jesús "logos", Juan declaraba que:

a)   Jesús es  el poder creador  de Dios venido a  los hombres. Jesús no  vino tanto para  decirnos cosas como  para hacer cosas por nosotros.

b)   Jesús  es  la mente  de  Dios  encarnada.  Podríamos  bien traducir las palabras  de Juan: "La mente de  Dios se hizo hombre". Una palabra es siempre "la expresión de un pensamiento", y Jesús es la perfecta expresión  del pensamiento de Dios para los hombres. 

En  el versículo  (Jn 1;1a):  "En (el)  principio la  Palabra era" (NM), se trata -según los Testigos  de Jehová- del principio de la creación de  los cielos y la  tierra, no del principio  en sentido absoluto.

Cuando Juan en (Jn 1;1) dice "En principio" se está refiriendo al  principio absoluto, no lo  relaciona con nada. Se puede comprobar que en  el original griego –contrariamente a la versión del NM de los TJ- el nombre sustantivo no tiene  artículo, lo cual viene  a confirmar, en efecto,  que el escritor sagrado quiere expresar  duración sin tiempo, sinónimo de eternidad. Principio absoluto es aquél  que no se refiere  a una cosa particular  de la  cual se  considere principio.   En cambio, principio relativo es aquél que lo es sólo de una cosa particular. (Véase este tema en "La creación", pág 43 y ss)

Pero los TJ quieren que “En principio” (Jn 1;1) se convierta de principio absoluto a principio relativo, o sea, que se refiera al principio de la creación y, por ello, añaden, esto sí entre paréntesis, el artículo (el) leyendo “En (el) principio”, tal como repiten en (Jn 1;2)

Este tema es paralelo al  de (Gn 1;1).  La minuciosidad masorética que puntuó  escrupulosamente el  texto hebreo, tuvo  buen cuidado, también, de colocar en (Gn  1;1) debajo de "berescith" (principio) el 'tifcha',  es decir,  el signo de  separación para  indicar que aquella  palabra no  debe  ir  unida con  la  siguiente, -todo  lo contrario que  hacen los TJ- de  modo que forme con  ella como una sola construcción y  que diría: "En el principio de  crear Dios el cielo y la tierra..." (Véase "La Creación", pág 43-44) 

Por otra  parte, en los  versículos 1 y  2 del primer  capítulo de Juan y en  otros versículos del mismo, cuando S.  Juan habla de la Palabra  emplea el  verbo  griego "eimi"   ser, estar, existir. Verbo que  no implica  que el  sujeto del cual  se hable  tenga un principio, pues  el tiempo imperfecto  en que se halla  indica una acción continua en  tiempo pasado.  Pero, en cambio, cuando habla de la creación  o de Juan el Bautista emplea  el verbo "ginomai" = ser, estar, existir que siempre, sin excepción, indica  un principio u origen bien definido.

Estos dos verbos se van intercalando a lo largo de los primeros versículos del primer capítulo de Juan  según  sea  el  caso, utilizándose siempre "eimi"  cuando  se refiere   la Palabra  y "ginomai" cuando se refiere a  Jesucristo (la Palabra hecha hombre y que como tal tuvo un principio)

Resumiendo: El Verbo era ("eimi") y siempre fue.  Es el "Yo era" o "Yo soy"  de (Jn 8;58) en  donde se emplea el  mismo verbo "eimi": "Antes que  Abraham existiese, Yo  era".  Y fijémonos que  en este versículo cuando se habla de  Abraham se emplea el verbo "ginomai" y en  cambio, al hablar  de Cristo -que  se va revelando  Dios- se emplea el verbo "eimi". Cristo emplea la misma forma  con que en el AT  se habla  de la eternidad de Dios (Sl  90;2) (Jr  1;5) (Pr 8;25) Tan claro fue, que los judíos "tomaron piedras para tirárselas".   La lapidación era  la  pena  legislada contra  los blasfemos (Lv 24;16).  En estos casos la multitud procedía sin más consideración jurídica, lapidándolos (Hech 6; 12-58)