miércoles, 12 de febrero de 2014

LA CONFUSIÓN LINGÜÍSTICA HACE QUE LA HUMANIDAD SE DISPERSE

s/TJ: 

Antes del Diluvio,  Satanás logró apartar de la religión  verdadera a la mayoría de  la humanidad. Sin embargo, Noé "halló favor a  los ojos de Jehová". ¿Por qué? Porque "andaba con el Dios verdadero". En otras palabras, practicaba  la adoración verdadera.  La religión verdadera no es  ceremonia ni  rito, sino un modo de vivir. Abarca ejercer  fe en Jehová y servirle obedientemente, "andar con él". Noé hizo eso (Gn 6;8,9,22) (Gn 7;1) (Hb 11;6-7) 

Parece que poco  después del Diluvio el Diablo utilizó  a Nemrod, hombre muy conocido por su "oposición a Jehová", en un esfuerzo por unir a toda la humanidad en una forma de adoración que de nuevo estaría en oposición a Jehová (Gn 10;8-9)(Gn 11;2-4) Habría sido una religión falsa unificada de adoración al Diablo, que tendría como centro la ciudad y la torre que sus  adoradores  construyeran. Jehová  frustró a aquellos planes  al confundir el "un  solo lenguaje" que toda la  humanidad hablaba entonces (Gn 11;5-9). Por eso la ciudad  llegó a conocerse como Babel, más tarde Babilonia, nombres que significan "confusión". Aquella confusión lingüística hizo que la humanidad se dispersara por toda la Tierra. 

No  obstante,  tomando como  base  la  historia  de  la mitología   la religión,  parece que antes de  que Jehová  dispersara a  la humanidad, Satanás había inculcado en la mente  de   sus  adoradores  ciertos principios fundamentales de religión  falsa.  Entre ellos estuvieron los conceptos religiosos de  un alma que sobrevive a la  muerte, del temor a los muertos y de la existencia  de un mundo infernal subterráneo, además de la adoración de innumerables dioses y diosas, algunos  de los cuales eran agrupados en tríadas. Los diversos grupos lingüísticos llevaron consigo aquellas creencias hasta los extremos de la Tierra. Con el tiempo surgieron variaciones de esos conceptos  fundamentales. Pero en general, estos forman la estructura  de la  religión falsa por  todo el mundo. 

Aunque su intento de crear una religión falsa unida con  su capital en Babilonia  quedó frustrado,  Satanás  se conformó  con tener  diferentes formas de adoración  falsa, que eran de inspiración  babilónica y tenían el propósito de  desviar hacia él la adoración que  pertenecía a Jehová. Babilonia siguió  siendo por siglos  un centro influyente de idolatría, magia, hechicería y astrología... componentes esenciales de la religión falsa. No sorprende  que en  el libro  de Revelación  (Apocalipsis) se simbolice  al imperio  mundial de  la  religión falsa  como una  inmunda ramera llamada Babilonia la Grande (Ap 17;1-5) ("La Atalaya" de 1.12.91, pág 10-11)

Análisis: 

Aunque los  TJ enseñan que el  fragmento del Génesis que  va desde (Gn 10;2)  hasta (Gn  11;10), Moisés  lo escribió  a partir  de un libro escrito por  Sem, esta narración,  a partir  de (Gn  11;1) parece  que está fuera de lugar, ya que  viene  después de  la dispersión  de  las gentes "según sus  regiones y  lenguas"  (Gn 10;31).  El estilo de la narración es antropomórfico y folklórico, como el de  los capítulos 2 y  3, y el empleo del  nombre de Yahvé indica  que  el fragmento  procede  del  documento yahvista.   Sin embargo,  dentro  de  la narración parece que  hay  indicios de compilación. Así se  reflejan duplicados:  dos veces  desciende Dios del cielo,  una para ver la  ciudad y la torre  (v.5), y otra para confundir  las lenguas (v.7);... se construye una  ciudad y una torre  con  doble  finalidad: hacerse  famosos   evitar  la dispersión (v.4), y  hay doble operación divina:  confusión de las lenguas y dispersión de los pueblos. Por estas diferencias se ha concluido  en  la  aceptación  de la existencia de dualidad de fuentes: según una,  los hombres  intentaban edificar  una ciudad para hacerse famosos, y Dios les confunde las lenguas; por eso se llama la ciudad Babel. Según otra, quieren construir una torre para preservar a la humanidad de  la  dispersión; Yahvé  impide continuar y dispersar la humanidad.

El primer versículo del capítulo 11 nos traslada a la época en que los hombres no  se habían dividido "según sus  lenguas, regiones y naciones" (Gn 10;5,20-21).  A lo  menos el autor de este fragmento aparenta desconocer  esta época.  Todos unidos  se encaminan hacia Oriente, donde se desarrolla la  vida primitiva de la humanidad, y el término de la peregrinación es la tierra de Senaar, es decir, la Mesopotamia  meridional.  El  hagiógrafo, pues,  parece suponer que los  salvados del diluvio  y sus descendientes, bajaron  de la zona  montañosa  de Armenia  y se  dirigieron  hacia  la  llanura feracísima regada por  el Tigris y el Eufrates. Es el itinerario de los sumerios, que, procedentes de una zona  montañosa, se instalaron en el sur de Mesopotamia. A la vista de la feracísima tierra, quieren abandonar  la vida nómada del  pastoreo y edificar una ciudad para  instalarse en plan de vida  sedentaria y cultivar la tierra. Pero, aunque unidos en la vida ciudadana momentáneamente, presienten el momento de su dispersión y quieren levantar un recuerdo que les perpetúe ante las nuevas generaciones y les  haga famosos (v.4).  La  expresión: "una torre que  toque a los cielos" está dentro del  género hiperbólico y arrogante de las inscripciones de los constructores asirios y babilónicos. (Ver nota 4 en BC, I, pág 160)

A Dios  no le  agrada que  los hombres  permanezcan unidos  en esa ciudad y quiere la dispersión para poblar la tierra en todos sus continentes, y por eso les va a confundir las lenguas, de modo que se vean obligados a tomar  derroteros diferentes. Por eso aquella ciudad fue llamada  Babel, porque allí "confundió  Yahvé la lengua de la tierra toda" (v.9).

La etimología es popular, jugando con el verbo hebreo "balal", que significa "mezclar,  confundir".  En realidad, Babilonia  viene de "Bâb-ilâni" (puerta de  los dioses), que es, a  su vez, traducción del sumerio "Ka-dingir-ra-ki". Por ley natural, la división de los pueblos nace de la necesidad de  medios  de vida  que ha hecho que a la búsqueda de su satisfacción se hayan ido dispersando.  Así como la diferenciación de las razas es efecto de  los diversos climas, los cuales imponen a la vez diferentes géneros de vida.  De todo ello, proviene luego la diferenciación de las lenguas.  Pero tanto la de las razas como la de las lenguas procede con gran lentitud, como nos lo demuestra la historia. Los tipos negros  que nos han  dejado representados los egipcios, no se diferencian de los  actuales, y las lenguas neo-latinas conservan  una semejanza  muy grande,  a pesar  de los siglos, con  la lengua  madre.  Supuesta la  unidad de  la especie humana y  la existencia de  una  lengua  primitiva, una   otra diferenciación -la  de las razas  y la  de las lenguas-  ha debido exigir muchos  siglos.  La  ciencia ha  demostrado la  reducción a cierta unidad de lenguas  aparentemente muy distanciadas, de donde se infiere la posibilidad de acercarlas todas a un tipo primitivo.

Este fenómeno de la diferenciación de idiomas ha suscitado siempre la curiosidad de los pueblos  (Is 33;19).  Para los antiguos, esta diversidad de lenguas era un misterio, suponiendo que la humanidad tuviera un mismo origen.  Por eso  no tiene nada de particular que hayan  surgido explicaciones populares más o menos  legendarias. Babilonia era el centro comercial del Oriente, en el cual venían a darse cita muchas naciones y lenguas. No menos debía impresionar, máxime a los nómadas, la vista de la gran ciudad con sus murallas y torres, de las que se podía decir mejor que de las murallas de Canaán  que llegaban  al cielo (Dt 1;28). Una mayor admiración tenía que  producir  la ciclópea  construcción del "zigurrat", llamado enfáticamente "fundamento del cielo y de  la tierra", que se erigía en forma de torres escalonada de 90 metros  de altura, con tres terrazas que se comunicaban por una rampa de nueve metros de ancha. Aún queda la  parte inferior de 30 metros de altura, sepultada entre la arena. En torno a la construcción de ésta, sin duda que surgieron explicaciones folklóricas, relacionadas con el fenómeno  de la diversidad de lenguas reinante en  el emporio comercial babilónico. A esta leyenda, la tradición hebrea habría dado un alcance religioso y espiritual, viendo en la dispersión de los pueblos y la confusión de  las lenguas el castigo divino del orgullo  humano... es en la persona de Abraham en la que la humanidad dispersada encontrará su unidad; tal perspectiva basta para justificar el relato de la torre de Babel en la historia de los orígenes... Además se deduce la lección moral sobre la vanidad del esfuerzo humano fuera del reconocimiento del soberano dominio de Dios.

Resumiendo: Los israelitas... y los TJ, pensaban y piensan que la diversidad de idiomas había sido causa de la diversidad de pueblos. Nosotros sabemos hoy por la ciencia que lo que ocurrió es precisamente lo contrario. La lenta formación de los pueblos ha dado lugar a la formación de las lenguas. Así, pues, el autor sagrado recoge la explicación popular relativa al origen de la diversidad de lenguas y la corrige, informándola de la doctrina monoteísta. Los profetas nos hablan de la soberbia de la gran ciudad de Babilonia. Precisamente es este el vicio que Dios menos puede soportar (Is 33;19) (Is 47;1) (Jr 50;31-35) (Jr 51;7) Y así, el autor sagrado, nos presenta el hecho de la diferenciación de lenguas, que divide los pueblos y quebranta sus fuerzas, corno el castigo divino de su orgullo.

El plural "Bajemos... y confundamos", no es vestigio de politeísmo, sino un plural deliberativo o intensivo. Aunque aquí, los TJ para ser coherentes, deben decir que el Padre está hablando con el Hijo, como nos enseñan que ocurre en (Gn 1;26). 

Dentro de la doctrina de los TJ, tomando al pie de la letra el contenido de este capítulo 11 de Génesis, ¿cuántas personas entre hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos, descendientes de Noé, hablando una sola lengua, deberían llegar a la llanura en la tierra de Senaar para acometer la edificación de la ciudad y la torre de Babel?. ¿Dos, tres generaciones?. ¿Treinta personas?, ¿cuarenta?, ¿cien?. Era de todo punto imposible la obra. Ni con doscientos, ni con trescientos... 

Según el texto masorético, desde el diluvio hasta Abraam, pasaron 292 años, según el texto de los LXX pasaron 1.070 años y según el texto samaritano  940 años. Pero todas estas cifras son insuficientes para cubrir el lapso de tiempo que los documentos y monumentos del Antiguo Oriente elevan a varios milenios. Sabemos hoy en día que la lenta formación de los pueblos ha dado lugar a la formación de las lenguas. No como los israelitas pensaban, y enseñan los TJ, que la diversidad de idiomas había sido causa de la diversidad de pueblos. (Véase B.C.I, pág 161 ).