viernes, 14 de febrero de 2014

PROFECÍA ACERCA DEL MOMENTO EN QUE JESÚS FUE UNGIDO MESÍAS

s/TJ: 

Jesús fue  ungido para  ser un sacerdote  real semejante  a Melquisedec. Eso fue alrededor  del 1 de octubre de 29  dC., el aniversario trigésimo de su nacimiento humano (Mt 3;13-17) (Lc 3; 21-23)

Al  principio  del primer  siglo  de  nuestra  era común  fieles  judíos esperaban al  Mesías a causa de las profecías registradas. Al profeta Daniel se le dijo que "Debes  saber  y tener  la  perspicacia de  que desde la salida de la  palabra de  restaurar y reedificar a Jerusalén, hasta Mesías, el Caudillo, habrá  siete semanas, también sesenta  y dos semanas" (NM) (Dn 9;25) (Ez 4;6) (Nm 14;34)

Primero hay  que fijar el  punto de partida: la  fecha en que  'salió la palabra de  restaurar y  reedificar a Jerusalén'. Y luego  tenemos que saber el  espacio de tiempo  que transcurriría  desde esa fecha,  o sea, precisamente la duración de esas 69 (7 más 62) semanas. Ninguno de esos datos  es difícil  de conseguir.   Nehemías  nos dice  claramente que  la palabra de reedificar el muro de Jerusalén,  lo cual la hizo por fín una ciudad restaurada, salió "en el año  veinte de Artajerjes el  rey" (Neh 2;1-8). Eso significa que  el punto de partida es el  año 455 aC.  (Hay prueba sólida en fuentes griegas, babilonias y persas que indican que el primer año  del reinado de  Artajerjes fue 474 aC.   Véase: "Perspicacia para comprender las Escrituras", volumen 2, pág 652-654, 1016).

Respecto a las 69 semanas, ¿pudieran ser semanas literales de siete días cada una?  No; pues el Mesías no  se presentó poco más de un año después de 455 aC. Por eso  la  mayoría  de  los escriturarios y numerosas traducciones concuerdan en que  estas  son  semanas "de  años". Este concepto de una 'semanas  de años', o un ciclo de  siete años, era común para los judíos  de la antigüedad.  Tal como observaban  un día sabático cada séptimo  día, también observaban  un año sabático cada  séptimo año (Ex 20;8-11) (Ex 23;10-11).  De modo  que 69 semanas de años equivaldría a 69 veces  7 años,  o sea, 483 años.  Lo único  que tenemos  que hacer ahora es contar.  Si contamos 483 años a partir de 455 aC, llegamos a 29 dC.: el año en que se bautizó  Jesús y se convirtió en  ¡el Mesías!.

Puede  que algunos  objeten diciendo  que  ésta es  meramente una  forma moderna de interpretar la profecía para  que encaje con la historia.  Si así es, ¿por qué  estaba la gente de los días de  Jesús esperando que el Mesías apareciera en aquel tiempo?   El historiador cristiano Lucas, los historiadores romanos Tácito  y Suetonio, el historiador  judío Josefo y el filósofo  judío Filón  vivieron cerca de  aquella época  e informaron sobre  la expectación  que había  en  aquél tiempo  (Lc 3;15).   Algunos eruditos de  la actualidad insisten en  que la opresión romana  hizo que los judíos  anhelaran y esperaran  al Mesías  en aquellos días.   Si así fuera, entonces ¿por qué esperaron los  judíos al Mesías en aquel tiempo y no durante la persecución brutal griega siglos antes?." ("La Atalaya" de 1.10.92, pág 11-12) 

Año del bautismo de Jesús 'otoño del año 29 dC'  ("La Atalaya" de 1.12.59, pág 708)

Análisis: 

Analicemos  la  profecía de  Daniel,  pero  toda la  profecía,  no solamente el versículo 29:

Daniel está pensativo  sobre el fin de la  cautividad.  El profeta Jeremías había  anunciado que la cautividad  duraría setenta años. Este lapso de  tiempo está pronto a cumplirse; por  otra parte, el arcángel Gabriel le ha dicho que lo  que le anuncia es para el fin de los tiempos  (Dn 8; 17-19).  ¿Cómo compaginar  ambos datos?  De nuevo Gabriel  le aclara que  la profecía de Jeremías  se cumplirá puntualmente  en los  relativo a  la reconstrucción  de la  Ciudad Santa; pero, respecto al fin  de las calamidades, los setenta años se convertirán en semanas de años.

" El  año primero de  Darío, hijo de Asuero,  de la nación  de los medos, que vino a ser rey del reino de los caldeos, el año primero de  su reinado,  yo, Daniel,  estaba estudiando  en los libros el número de los setenta años que había de cumplirse sobre las ruinas de  Jerusalén,  conforme  al  número de años que dijo Yhavé a Jeremías, profeta. Volví mi rostro al Señor, Dios, buscándole en oración y  plegaría, en ayuno, saco y ceniza, y oré a Yahvé, mi Dios, y le hice esta confesión..." (Dn 9;1-4a) 

La  datación  del  capítulo  9  de Daniel,  presenta  una  de  las anomalías históricas clásicas  en  el libro  de  Daniel, pues  se presenta a  Darío, rey  de Media  y de los  caldeos, como hijo de Asuero o Jerjes,  que más bien era hijo de  Darío.  Sin duda hemos de acudir al modo popular de  escribir del compilador del libro de Daniel,  el  cual,  viviendo en el S II aC. se hacía  eco  de tradiciones  cuya historicidad  en los  detalles es  muy relativa. Siempre debemos volver a la idea de que esta  antología fragmentaria que es el libro  de  Daniel   es   de   tipo apologético-religioso, sin pretensiones de crítica histórica. Así, muchas veces las dataciones históricas resultan anacrónicas. El carácter artificial de esta compilación heterogénea  explica todas estas anomalías críticas.

Según  la datación  del  libro,  lo que  va  a  narrar tuvo  lugar bastante tiempo después de la visión del capítulo anterior, ya que ésta fue "en  el año tercero del rey Baltasar"  -pero su contenido se refiere detalladamente  a la época de los  Seléucidas de Siria, opresores de Palestina en el S II- , mientras que ahora se pone la meditación  de  Daniel el  primer  año  de Darío, después  de  la conquista  de Babilonia  en 538  aC.  No  sabemos cuando empezó a reinar Baltasar, hijo de Nabónides, aunque propiamente nunca llegó a la  categoría plena de rey.   Algunos creen que fue  asociado al reino con su padre Nabónides en 550-49 aC.

Daniel  meditaba  sobre el  contenido  de  la famosa  profecía  de Jeremías de  que la cautividad  duraría setenta años. (Jr 25;11) (Jr  29;10). En estos pasajes, el profeta anuncia a los desterrados  que deben  prepararse  para un  largo destierro. En efecto,  en  el  primer año de Darío estaban para  cumplirse (partiendo del 605  aC, primer  año de Nabucodonosor  en que  se inician las deportaciones) los "setenta  años" de Jeremías,  y el redactor del libro de Daniel presenta a  su protagonista inquieto porque la  situación de la  cautividad lleva camino de alargarse. Daniel se  decide a renovar  sus prácticas de penitencia  para que Dios abrevie la cautividad y le esclarezca la profecía.

El libro de Daniel, después de presentar la oración de Daniel, prosigue: "... Todavía estaba yo hablando... Gabriel vino y, hablando conmigo, me dijo:"... oye, pues, la palabra y entiende la visión: Setenta semanas  están prefijadas sobre tu  pueblo y sobre tu ciudad  santa para poner fin  a la prevaricación y  cancelar el pecado, para expiar la iniquidad  y traer la justicia eterna, para sellar la  visión y la  profecía y ungir  el santo de  los santos. Sabe, pues,  y entiende que desde  la salida del oráculo  sobre el retorno y edificación de Jerusalén hasta un ungido príncipe habrá siete semanas, y en sesenta y  dos semanas se reedificarán plaza y foso en la angustia de los  tiempos.  Después de las sesenta y dos semanas, será muerto un ungido,  sin que tenga culpa.  Y destruirá la ciudad y el santuario el pueblo de un príncipe que ha de venir, y su fin será en una inundación, y hasta el fin de la guerra están decretadas  desolaciones.   Y  afianzará la alianza para muchos durante  una semana  y  a la  mitad  de la  semana  hará cesar  el sacrificio y la  oblación y habrá en el  santuario una abominación desoladora hasta que la ruina decretada venga sobre el devastador".(Dn 9;20-27)

Así, pues, la profecía no habla  de sesenta y nueve años, habla de setenta (Dn 9;24) repartidos en  tres etapas: Una primera de siete semanas  de años  (49 años) que termina con la aparición de un ungido príncipe (Dn  9;25), otra de sesenta  y dos  semanas (434 años)  durante los cuales se reedificarán plaza  y  foso en  la angustia de los tiempos, y se  cerrarán con la muerte de un ungido sin que tenga culpa (Dn 9;25). Con la muerte de éste se inaugura la  última  semana,  que  se  caracterizará  por  una  encarnizada persecución de todo  lo sagrado  realizado  por el  pueblo de  un príncipe  que ha de venir. Pero, al fin,  este príncipe  será aniquilado ante  la inundación  de la justicia divina, que caerá como  una tromba, aunque  hasta entonces  habrá desolaciones  por doquier (Dn 9;27).acontecimientos de  esta última semana se abren  con la muerte de un  ungido inocente y se  cierran con la muerte  de un príncipe perseguidor.  La  obra persecutoria de este  príncipe culminará en la mitad de la última semana, cuando haga cesar el sacrificio y la oblación, produciéndose en el santuario una abominable desolación. Esta situación durará hasta que sea aniquilado el devastador.

La palabra clave  para basar el cómputo matemático  de la profecía está en el v25: "desde la salida del oráculo sobre el retorno y reconstrucción de Jerusalén" (NM traduce: "desde la salida de la palabra de restaurar y reedificar a Jerusalén")

¿A qué se refiere en el  contexto este "oráculo" o "palabra"?.  En el contexto parece claro que las palabras de Gabriel se refieren al oráculo de Jeremías  sobre la duración de la cautividad que debía durar setenta años. Sobre este oráculo versaba la meditación e inquietud  de Daniel cuando se le apareció el arcángel  para explicarle  su sentido. Ciertamente que éste meditaba  sobre la profecía de Jeremías expresada en (Jr 25;11) (Jr 29;10). 
En (Jr 25;11)  se habla de la destrucción de  Babilonia después de setenta años, lo que suponía el  fin del cautiverio de los judíos. Y esta profecía esta fechada en el año 605 aC (Jr 25;1)

En (Jr  29;10) se anuncia  no sólo  la destrucción de  Babilonia , sino que expresamente  se vaticina el retorno del pueblo exiliado después de setenta años de cautiverio. Y este oráculo fue profetizado en 596 aC. (Jr 20;1)

Por otra  parte, en las palabras  de Gabriel a Daniel  se menciona expresamente el   oráculo  (o   palabra)  sobre  el   "retorno  y reconstrucción de  Jerusalén" que  va  unido  al retorno de  los exiliados. En el contexto, pues, el oráculo  no es otro  que la profecía de Jeremías sobre la que medita Daniel.

En consecuencia, al  hacer el cómputo de años de  las semanas, hay que  partir de  una  de las  fechas en  que  Jeremías profirió  su oráculo, es decir, en 605 o en 596 aC.

Los  TJ, pensando  más en  el término  último de  la profecía  que previamente suponen referida a la aparición del Mesías-Jesucristo, buscan un punto  de partida que cubra las 69 semanas de años.  Y, si tomando  como referencia el  bautismo de Jesucristo en  29 dC., calculan los 483 años de las 69 semanas hacia atrás, llegan al año 455  aC, en  el que  aseguran se  dio "el  mandato de  restaurar y reedificar los muros de Jerusalén", referenciando (Nh 2;1-8)

¿A qué mandato se refieren?   Porque la autorización de Artajerjes a Nehemías fue en el año 20 del rey Artajerjes (Nh 2;1) (Nh 1;1) y Artajerjes reinó del 464 al  424 aC. por lo que el año 20 corresponde al 445  aC. y  no al 455 aC. (Por otra parte, la autorización de Artajerjes a Esdrás fue  en el año 458 aC. (Esd 7;8) (Esd 11;26)

El sistema que usan los TJ, además de ser poco científico es erróneo totalmente. Por otra  parte,  el  verdadero decreto  de retorno y edificación de la ciudad lo dio Ciro en 538 aC. (Los TJ para avalar la  fecha de 455 dan como referencia  un libro escrito por ellos mismos "Aid to Bible Understanding")

Según esta  opinión -la de  los TJ-  la primera parte  del período sería 7 y 62 semanas de años que se cierran con la aparición del Mesías en la  tierra.  Pero la profecía cierra este período de 62 semanas con la muerte de un ungido sin que tenga culpa. De alguna manera  bailan aquí  de 1  a  3 años  que corresponden  a la  vida pública de Jesucristo.

Pero,  además, ¿por qué la distinción de 7 y 62 semanas para significar 69?
Y,  finalmente,  según esta  hipótesis,  la  última semana  de  la profecía -se habla de 70, no de 69 semanas- sería el tiempo que va desde  la muerte  (?) de  Cristo  -hacia el  año 30  dC- hasta  la destrucción de Jerusalén  por Tito -70 dC- en que  se cumpliría la abominación de la desolación de que habla (Dn 9;27) 

En este  supuesto, ¿cómo se  ha de encajar  en una semana  de años -siete años- el  tiempo que va desde  el año 30 al 70  dC? Los que patrocinan esta opinión dan un valor matemáticamente  exacto al cómputo  de setenta semanas  y  entonces deben  dar  razón de  la distribución matemática de los distintos números.

Por otra parte, ¿cómo explicar la  división de la última semana en dos mitades? 

Pero aquí lo que nos interesa es  que los TJ basan sus cálculos en una  profecía que 1º) dicen que habla de 69 años, cuando  en realidad habla de 70 años; 2º)  Inician sus cálculos en un año que históricamente no es cierto, el 455 aC en vez del  445 aC; y, 3º) concluyen los  cálculos en un  año que tampoco  puede considerarse correcto, el 29 dC en vez del 23 ó 24 dC.

Analicemos, ahora, la fecha de comienzo del reinado de Artajerjes. Dicen los TJ:  "Mientras que la mayor parte de  las obras seglares establecen la fecha del comienzo de su reinado en 465 ó 464aC, hay razón sólida  para fijarla  antes".  Y  más adelante  escriben: El libro de Ester  se refiere al año duodécimo del reinado de Jerjes (Est 3;7) e indica que su gobernación probablemente  se extendió hasta llegar a su año decimotercero (474 aC)"... "A pesar de que por lo general los historiadores  modernos extienden el reinado de Jerjes hasta un total de veintiún años, y aunque algunas tablillas de arcilla que se refieren a los años decimosexto, vigésimo y vigésimo primero han sido consideradas de su reinado por ciertos doctos, hay fuerte  testimonio en prueba de que  la gobernación de Jerjes concluyó en 474 aC y  que entonces fue sucedido por su hijo Artajerjes Longimano." (De unas copias facilitadas por los TJ, pág 147). Los TJ empiezan reconociendo que prácticamente se  han quedado  solos  defendiendo esta   razón   sólida... y este  fuerte testimonio...

Pero veamos cual es esa razón sólida y este fuerte testimonio: "La clave  de la  cuestión -s/TJ-  está relacionada  con la  huída del general ateniense Temístocles  a la capital persa, debido a haber sido acusado de  traición en su propia tierra. El historiador ateniense Tucídides vivió durante el reinado de Artajerjes, y él registra que Temístocles huyó a Persia cuando Artajerjes 'acababa de llegar al trono'. (Véase Tucídides, Libro I, cap. 137). 

Nepote, un historiador romano del primer siglo  antes de  la era común, apoya esta declaración al decir: 'Sé que la mayor parte de los historiadores han mencionado que  Temístocles fue a Asia en el reinado de Jerjes,  pero doy crédito a Tucídides  en preferencia a otros, porque  él, de todos  los que  han dejado registros  de ese período, vivió  más próximo al tiempo de Temístocles y era  de la misma ciudad. Tucídides dice  que él (Temístocles)  fue a  ver a Artajerjes' (Nepote, "Temístocles", cap. 9). De manera similar, el biógrafo griego Plutarco, del primer siglo  de la  era común, dice: 'Tucídides  y Charon de Lampsacus dicen que Jerjes estaba muerto y que Temístocles tuvo una entrevista con su hijo Artajerjes, pero Eforo, Dinón, Clitarco, Heráclides y muchos otros escriben que vino a ver a Jerjes. Las tablas cronológicas concuerdan mejor con el  relato de Tucídides'.  (Temístocles, cap. 27)... Por lo tanto el peso de la evidencia histórica indica que la huída de Temístocles ocurrió  durante el reinado de Artajerjes, no durante el de Jerjes".  (De unas copias facilitadas por los Tj, pág 147).

O sea, que sin entrar en más consideraciones y sólo acogiéndonos a las propias palabras de los TJ,  el peso de la evidencia, la razón sólida y el fuerte testimonio, se basan en:

Manifestaciones a favor:

a) La del historiador ateniense Tucídides

b) La de Nepote, historiador romano, que apoya la de Tucídides

c) La de Plutarco, biógrafo griego, que apoya la de Tucídides y la de   Charon de Lampsacus.

Manifestaciones en contra:

a) La mayor parte de las obras seglares, según los propios TJ

b) Los historiadores modernos, en general, según los propios TJ

c) Tablillas de arcilla consideradas por ciertos doctos como referentes a  la  época de Jerjes, según los propios TJ

¿Puede considerarse  el resumen de estas  manifestaciones, que nos encontramos ante  el peso de  la evidencia,  la razón sólida  y el fuerte testimonio de que tienen razón  los del primer grupo  y no los del segundo?
Pero veamos  con más detalle que  es lo que realmente  ocurrió, no vayan a quedar por falsos: Tucídides, Nepote y Plutarco.

Primero: En (Est 3;7) no hay ninguna indicación  de  que  la gobernación de Jerjes probablemente  se extendió hasta llegar sólo a su  año decimotercero (474 aC)  (Añado y subrayo la  palabra sólo porque parece que es lo que nos quieren hacer creer los TJ)

Segundo: Temístocles en 471 aC,  fue condenado al ostracismo.  Por ello se retiró a Argos, dónde actuó contra  Esparta.  En  468, Temístocles fue  puesto  fuera  de   la  ley  y, después  de  un desventurado viaje a través de Corcira, Epiro y Macedonia, "huyó a Persia" -y ahí  interviene Tucídides- refugiándose en  la corte de Artajerjes "cuando acababa de llegar al trono"... Pero  nos encontramos  en el  año 465  aC después del asesinato  de Jerjes. Así, pues, realmente  Temístocles marchó de Grecia,  pero antes de "huir  a Persia",  pasó  muchas aventuras que  la  historia  nos detalla.  En 465 aC, Artajerjes  le confía el gobierno de Magnesia de Meandro y  en 460  aC  Temístocles muere  de enfermedad  según Tucídides. (La leyenda dice que se suicidó para sustraerse a la promesa  hecha al  rey de  someterle Grecia). Se han  encontrado monedas acuñadas  con su efigie en Magnesia que datan  de aquella época. Resumiendo: Tucídides,  Nepote y Plutarco tienen  razón, pero no la  que le quieren dar  los TJ para que  quede cumplida su interpretación de la profecía de (Dn 9;24-27).

¿Qué interpretación podemos hacer de  la profecía de (Dn 9;24-27)? Creo que  la hipótesis  más razonable,  se basa  en la distribución que leemos  en el texto hebreo (la que hacen los TJ, en parte, está basada  en la llamada bipartita, (7+62)+(1), seguida por la  Vulgata y  los LXX. Y digo, en parte, porque los  TJ se olvidan de  la segunda  parte, de  la última semana)  y que  es la llamada la interpretación tripartita.  O sea, (7+62+1).

Esta interpretación, por otra parte, no da un valor excesivamente matemático  a las cifras, sino que supone como base el valor simbólico del número setenta,  tanto en  la profecía  de Jeremías como en la  explicación de Gabriel a Daniel.  Según esta opinión, el punto de  partida (desde la salida del oráculo)  es la profecía de Jeremías de que la  cautividad durará setenta años. Sobre este número simbólico, con significación de una amplia generación, el autor del libro de Daniel distribuye sus cálculos, preocupándose, sobre todo, de la última semana, que le obsesiona.

Distingue, pues, esta hipótesis, tres períodos: el  primero duró siete semanas de años, a partir del oráculo de Jeremías proferido en 605 y en 596 aC. Computando, a partir de  cualquiera de esas fechas, cuarenta y nueve años grosso  modo, nos lleva hacia el 538 aC,  en  que  hace  su  aparición un  ungido  príncipe,  Ciro,  el libertador de los judíos, que por su obra en favor de los judíos es saludado, en (Is 45;1) como "ungido de Yahvé", y en (Is 45;13) se dice de él que "edificará mi ciudad". La primera parte, pues, se cierra con la aparición de este gran bienhechor del  pueblo israelita.

Con el decreto  de libertad de los judíos y  la protección que les dio en la  reconstrucción de su ciudad y templo,  se abre la nueva etapa del  vaticinio que dura  sesenta y  dos semanas de  años, es decir 434 años.  Durante este tiempo  se reedificará la plaza y el foso en la angustia de los tiempos. En estas palabras quedan reflejadas las angustias y estrecheces con que se cumplió la reconstrucción de la  Ciudad Santa, tal como lo conocemos por los libros de Esdrás y de Nehemías (Esd  4;1 y ss) (Neh 6;1 y ss) (Neh 9;37).  Se  nos dice en estos  libros que los que  reconstruían la ciudad tenían  que tener  en una  mano la  azada y  en la  otra la espada, para  defenderse contra  las incursiones de  samaritanos y amonitas.

Esta segunda etapa  del oráculo de Daniel se cierra  con la muerte de un ungido, que parece ser, por el contexto  siguiente, el sumo sacerdote  Onías III, que fue  asesinado en  Antioquía en  171 aC (2Mac 4;7 y ss). Con la muerte de éste, la  profecía entra en su tercera  etapa,  que dura  una  semana,  dividida en  dos  partes. Durante esta última semana de  años ocurren las grandes desgracias a que se  alude en los v 26b  y 27.  (El texto hebreo  no dice "el ungido", con artículo, sino que  está indeterminado, lo que indica que no es el mismo que el "ungido  príncipe", cuya  aparición cerraba las siete semanas de años primeras).  Por otra parte, nada insinúa en el contexto que ese nuevo ungido sea el  Mesías.  Los  Padres griegos y  latinos así lo entendieron, y  no aplicaron este texto a Jesucristo.

Pero los TJ que quieren que toda la profecía se  refiera  a Jesucristo. Escriben:

s/TJ: 

"Además,  las profecías  mostraron  claramente que  el  Mesías tenía  que morir. Por ejemplo, la misma  profecía que predijo cuando  llegaría el Mesías también  predijo en el  versículo  siguiente: "Después  de las sesenta y  dos semanas (que siguieron a las siete semanas) Mesías será cortado". (Dn  9;26).  La  palabra "ka.ráth" que  se utiliza  aquí para "cortado" es la misma palabra que se usó para la pena de muerte impuesta bajo la Ley  de Moisés.  No hay  duda de que el Mesías  tenía que morir. ¿Por qué?  El versículo (Dn 9;24)  nos da la respuesta: "Para acabar con el pecado,  y para hacer  expiación por el  error, y para introducir la justicia para tiempos indefinidos." ("La Atalaya" de 1.10.92, pág 13)

Análisis: 

Sabemos por la  historia de los Macabeos que  Antíoco IV Epífanes, después de su expedición a  Egipto, expolió el templo de Jerusalén (1Mac  1;21) (2Mac  5;11) -"un  pueblo  con un  jefe destruirá  la ciudad y el santuario"- e inició  una labor de captación entre los judíos para ganarlos  a su causa de helenización y  de abandono de las leyes patrias (1Mac 1;31) (1Mac 1;45) (1Mac 1;55) (2Mac 4;12), culminando su obra disolvente en la prohibición de la ofrenda y el sacrificio  (1Mac  1;47)  y  la  erección, en  el  15  de  Quisleu (diciembre)  de   168  aC,   del ídolo   abominable  (abominación desoladora o abominación de la desolación) (1Mac 1;57), justamente a la mitad de la semana de años, que se inicia en el 171 aC con la muerte del ungido del Señor, Onías  III.   La  cesación  del sacrificio, más  o menos, duró media semana de años (tres  años y medio), pues en el 25 de Quisleu (diciembre) del 165 aC tuvo lugar la purificación y la nueva dedicación del templo (1Mac 4;52)

Por  fin, esta  semana de  años angustiosa  termina con  la muerte desastrosa del devastador  Antíoco IV,  que muere  en el  164 aC, desesperado y despreciado de  todos.(1Mac 6;16) (2Mac  9;9) (2Mac 9;28).  Tenemos, pues,  que desde el 171 aC (muerte  de Onías III) hasta el 164 aC (muerte del perseguidor Antíoco IV) hay justamente siete años (una semana de años) Si se estudian los capítulos 11 y 12 de Daniel  pueden verse mas particularidades, que  se cumplen al detalle en estos turbulentos días de persecución del tiempo de los Macabeos.

Como se  verá, esta interpretación,  más conforme al contexto  y a las  exigencias del  texto  mismo,  supone que  sólo  el  v 24  es netamente mesiánico, pues en él  se anuncia después de las setenta semanas de años la implantación de  un reinado de justicia, con la desaparición del pecado.  Lo que se dice en los v 25-27 cae fuera de la perspectiva mesiánica, y  más bien refleja hechos históricos contemporáneos de hagiógrafos anteriores, expresados en  forma profética, conforme al modo de escribir de los apocalípticos.

Se  suele objetar  contra  esta interpretación  la declaración  de Cristo en el sermón escatológico: "Cuando viereis la abominación de la desolación predicha por el profeta Daniel..." (Mt 24;15) Sin duda que  el Señor, con  estas palabras,  se refería a  los hechos trágicos que iban a suceder en  Jerusalén con el asedio de Tito en el año 70 dC. La  expresión "abominación de la desolación" aparece tres  veces en  el libro  de  Daniel (Dn  9;27) (Dn  11;31) y  (Dn 12;11). En cualquiera de estos  textos parece que la "abominación de  la desolación"  se refiere  a la profanación  del templo  por Antíoco IV Epífanes. Cristo pudo tomar el texto  de Daniel sobre la profanación del templo en la época de los Macabeos como tipo de la otra  gran profanación que tendría lugar en el año 70 dC con ocasión de la destrucción de Jerusalén por el ejército romano.

Ahora queda la dificultad general:  si en esta profecía se anuncia la inauguración  de los tiempos mesiánicos,  como se dice en  el v 24, después de la época macabea (supuesta nuestra interpretación), ¿cómo  puede conciliarse  este vaticinio  con el  hecho de  que el Mesías haya aparecido realmente 164 años después?  Esta dificultad debe resolverse, lo  mismo que la profecía de  Emmanuel de Isaías, teniendo en cuenta que los profetas carecen  de  perspectiva histórica del tiempo y, por tanto, superponen los planos históricos muchas veces en el horizonte profético. Es decir, el profeta  vive preocupado  por los  problemas  de su  tiempo, y  su misión en tiempo de angustia y de crisis de la conciencia nacional es reavivar la esperanza de salvación en  virtud de las tradicionales promesas mesiánicas.
Los profetas  son hombres de su  tiempo y de la  era mesiánica, en cuanto que todas sus esperanzas se  centran en torno a los tiempos gloriosos de  la  aparición del Mesías. Tienen muchas veces revelaciones especiales sobre el  hecho mesiánico, aunque se les oculte las circunstancias del mismo. Para  ellos el  espacio de tiempo que hay entre su época y la mesiánica no tiene importancia, y, por otra parte, en sus  ansias de reavivar las esperanzas en el pueblo, anuncian la era mesiánica como próxima, aunque en realidad no saben cuando vendrá.

En el  caso concreto de nuestra  profecía del libro de  Daniel, el hagiógrafo, que vive  las angustias  de la  persecución religiosa contra su pueblo  en tiempo de los Macabeos,  anuncia como próxima la inauguración  de los tiempos  mesiánicos.  Para excitar  más la curiosidad  de sus  lectores, ha  estructurado la  historia de  su pueblo  tomando como  base el número setenta de  la profecía  de Jeremías y  distinguiendo etapas históricas, que  se han cumplido, para entrar  ya en la  zona del misterioso  futuro que se  abre al cerrarse la época macabeica.

Pero los  TJ,  siguen  aportando pruebas a  favor de su interpretación: 

s/TJ: 

(Si su  interpretación no es correcta)... ¿por qué estaba la gente de los días de Jesús esperando que el Mesías apareciera en aquel tiempo? (Lc 3;15). Algunos eruditos de la actualidad  insisten en  que  la opresión romana hizo  que los judíos anhelaran y esperaran  al Mesías en aquellos días.  Si  así fuera, entones ¿por qué esperaron  los judíos al Mesías en aquel tiempo y no  durante la persecución brutal griega siglos antes? ("La Atalaya" de 1.10.1992, pág 11)

Análisis: 

Ya hemos contestado  a   estas  preguntas  en  nuestro  análisis anterior. Los judíos esperaban  al Mesías, en  cualquier momento después  de la  época de  los Macabeos. Claro está, la opresión romana era una buena ocasión para que la expectación se reavivase. Y esto es lo que aconteció, y más con la intervención  de Juan Bautista que de alguna manera hizo creer a muchos que él era el Mesías esperado.