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Jesús, poco después de que lo ejecutaran en un madero de tormento y de que
resucitara, ascendió al cielo (Hechos 2:33). Por lo tanto,
allí es donde está el Reino de Dios: en el cielo. Por eso la Biblia lo llama
también un “reino celestial” (2 Timoteo
4:18).
Pero aunque está en el cielo, el Reino de Dios ejercerá su poder sobre
toda la Tierra (Ap 11;15) (Ap 5;9,10) (Ap 14;1) (Sl 72;8) (Dn 7;14). (¿Qué enseña
realmente la Biblia?, pág 76 y ss)
Puesto que es celestial, el reino de Dios no tiene relaciones con los
gobiernos políticos de este mundo. Jesús, explícitamente le dijo a Poncio
Pilato: “Mi reino no es parte de este mundo. Si mi reino fuera parte de este
mundo, mis servidores habrían peleado para que yo no fuera entregado a los
judíos. Pero como es el caso, mi reino no es de esta fuente” (Jn 18;36)
Jesús contestó así porque su reino no sería terrestre. El gobernaría desde el
cielo, no como hombre desde algún trono en la Tierra.
Es evidente que debe ser un reino celestial, pues Jesús, en su ministerio terrenal,
lo llamó en repetidas ocasiones "el reino de los cielos" (Mt 4;17) (Mt 5;3, 10, 19, 20) (Mt 26;64) (2Tim 4;18)
(Mt 13;44).(1Cor
15;50)
Tras ser resucitado, Jesús ascendió a los cielos, pero no
comenzó a reinar de inmediato. (Hb 10;12-13) (Hech 2;33).