miércoles, 30 de diciembre de 2015

AMAR A NUESTROS HERMANOS CRISTIANOS

s/TJ:

El apóstol Pablo escribió: “Obremos lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe” (Gálatas 6:10). Tenemos la obligación cristiana de amar a nuestra familia de hermanos espirituales. Pero ¿cuánto importa que lo hagamos? El apóstol Juan lo indica de forma contundente: “Todo el que odia a su hermano es homicida [...]. Si alguno hace la declaración: ‘Yo amo a Dios’, y sin embargo está odiando a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede estar amando a Dios, a quien no ha visto” (1 Juan 3:15; 4:20). Son palabras muy fuertes, y más si tenemos en cuenta que Jesucristo también llamó “homicida” y “mentiroso” al Diablo (Juan 8:44). ¡Que nunca nos sean aplicables estos términos! (La Atalaya 1/12/2006, pág 25-29)

Jesús se refiere a los llamados a estar con él en gloria celestial como "mis hermanos". Y claramente indica que una grande multitud de personas que amparan a sus "hermanos"  perseguidos y cooperan con ellos sería debidamente remunerada (Mt 25;40) ¿Cómo?

Teniendo el privilegio de vivir en la Tierra cuando el reino celestial de Dios extienda a la humanidad las  bendiciones bosquejadas en (Ap 21;1-4). Así, tal como Adán y Eva gozaron de bendiciones del paraíso aquí en la Tierra antes de su desobediencia,  los amorosos apoyadores de Cristo y de sus hermanos espirituales disfrutarán de paz y felicidad en el paraíso terrestre restaurado (Sl 37;11) (Pr 2;21-22). 

Ese magnífico resultado se deberá al hecho de que el reino de Dios en el cielo, con Cristo como  rey y sus hermanos –los 144.000- como "reyes con él" habrá triturado y puesto fin a todas las gobernaciones inicuas de la Tierra que están bajo el control satánico (Ap 20;6) (Dn 2;44) (1Jn 5;19).  ("¡Despertad!" de 22.7.68, pág 27-28)
     
Análisis

No podemos caer en la interpretación restringida que los TJ dan a la palabra "hermano" en todos los aspectos generales de la doctrina de Jesucristo, considerando que cuando en  ella aparece esta palabra sólo se refiriere a quienes tienen su misma fe. Y peor aún, sólo  a  los "hermanos espirituales" de Jesucristo. Nos convertiríamos en sujetos de la amonestación de Jesucristo quien dice: "Porque si amáis (sólo) a los que os  aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen también otro tanto los publicanos? Y si saludáis   únicamente a vuestros hermanos ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen otro tanto los gentiles? (Mt 5;46-47) A parte de que muchos pasajes de la doctrina de Jesucristo quedarían tremendamente restringidos, sin pies ni cabeza. 

Por ejemplo todo el sermón de la montaña dirigido a las "turbas" de (Mt 5,6 y 7) ¿Qué  sentido tiene la palabra "hermano" en este largo sermón? Si Jesucristo, al enseñar a orar a las turbas, no a sus discípulos, les dice que se dirijan a Dios con las palabras: "Padre nuestro..." (Mt 6;9) es lógico que todos los humanos que tengamos conciencia de Dios nos consideremos "hermanos" tal como Jesucristo consideró a toda aquella multitud (Mt 12;50)

Por esto, toda la obra de salvación, que en Cristo y por Cristo, se ha desplegado en el  Evangelio puede ser expresada de forma sintética en la frase "todos vosotros sois hermanos". Dice el Evangelio: "Entonces Jesús habló a las muchedumbres y a sus discípulos, diciendo:... todos vosotros sois hermanos. No llaméis padre a nadie sobre la  tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el que está en los cielos..." (Mt 23; 1,8-9) 

El fundamento último de esta fraternidad es Dios manifestado como Padre de Jesucristo. La paternidad universal de Dios se ha hecho definitiva en la hermandad de los hombres en Cristo. El designio de Dios es el de hermanar a los hombres en su propio Hijo el cual "no se avergüenza de llamarles hermanos, al decir: "Anunciaré tu nombre a mis hermanos... Pues como los hijos estaban en comunidad de carne y sangre, él también  tomó parte con ellos, para destruir por la  muerte al que tenía  dominio de la muerte"  (Hb 2; 11-14). El hecho de que el Hijo de Dios se haya hecho de nuestra propia raza al nacer de mujer (Gl 4;4) ha intensificado nuestra universal hermandad de sangre y la ha hecho hermandad en la  vida misma de Dios (Rom 8;29)

Esta hermandad radical es la que nos hace llamar a Dios Padre nuestro (Mt 5;48) (Lc 11;2) (Rom 8;15) (Gl 4;6) y nos exige el amor a los enemigos y la súplica por los que nos persiguen (Mt 5;44) 

La exigencia de fraternidad proclamada por Cristo es la que llena todo el NT de un aliento  de hermandad humana. Desde ella ya no nos airamos contra un hombre, sino contra un hermano (Mt 5;22), quien nos pide perdón es también mi hermano (Lc 6;41-42) y lo que hagamos con cualquier hombre, hecho ya un hermano, lo hacemos con Cristo (Mt 25;40)

Los primeros discípulos de Cristo, antes de llamarse cristianos, se llamaron sencillamente "los hermanos" (Hech 1;15) (Hech 9;30) (Hech 10;23) (Rom 16;14) (Col 4;15) etc... 

Este espíritu de fraternidad, que es la fibra más íntima de la ética cristiana, es la medida,  individual y social, de la presencia salvadora de Dios entre nosotros. Él es el que resume la Ley y los profetas (Mt 22;40), el que lleva a plenitud la Ley de Dios (Rm 13;10), el que nos testimonia que hemos nacido de Dios (1Jn 4;20), el que hace creíble nuestra fe ante los  hombres (Lc 17;21) 

El evitar el escándalo de un hermano es el límite que a sí misma se impone  la libertad  cristiana (1Cor 8;11-13); y el respeto al hermano es el que ha de presidir las relaciones  laborales (1Tim 6;2) o jurídicas (1Cor 6;5-6) entre cristianos. 

Los propios TJ en ("El hombre en  busca de Dios", pág. 246 y 247) nos dicen que para hallar el camino que nos conduce a Dios hemos de tener en cuenta el contenido de (Mt 5; 43-45) donde se nos dice que hemos de amar al prójimo, a buenos y a malos, no solamente a nuestros "hermanos espirituales". 

También los propios TJ, reconocen que "muchos fueron ganados primero por actos de bondad antes de responder a la predicación directa", aportando ejemplos de Testigos de Jehová que ayudaron a sus vecinos en  Francia después de una inundación y también de Testigos de Jehová que se interesaron por el bienestar de otras personas y que mostraron sus sentimientos mediante acciones en  un campo de concentración nazi. ("La Atalaya" de 1.7.93, pág. 19) 

Cuando se nos juzgue, se nos juzgará por nuestra actuación con el prójimo -repito, buenos y malos, hermanos o no, de nuestra fe o de otra fe-, y según haya sido esta actuación se  nos dirigirá hacia la derecha o hacia la izquierda. Es un craso error creer que se nos va a  juzgar por nuestra actuación solamente en relación a un sólo grupo de personas, nuestros "hermanos espirituales". ¡Casi toda la enseñanza de Jesucristo perdería su sentido esencial! 

Jesucristo claramente nos exige mucho más que nada más amar a los hermanos espirituales ¡Pero si nos exige amar a nuestros enemigos y rogar por los que nos persiguen, si queremos ser hijos de Dios que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos y pecadores! (Mt 5;43-44) ¿Pero de verdad, con los evangelios en la mano, podemos llegar a creer que Jesucristo sólo va a conceder la "Vida eterna" a quienes sólo hayan "amado" a sus hermanos espirituales, sin tener en cuenta su comportamiento con relación al resto de la humanidad? 

Pablo inicia su discurso en el Sanedrín diciendo: "Hermanos..." (Hech 23;1) y luego, más adelante dirigiéndose a "los que estaban a su lado", les dice: "No sabía hermanos, que..." (Hech 23;5). Otra vez, más adelante, se dirige a fariseos y saduceos: "Hermanos..." (Hech 23;6). 
      
Cuando Jesucristo  juzga a la  humanidad, según el capítulo  25 de Mt, está claro que nos está separando según hayamos cumplido o no con el mandamiento de amar al prójimo: dar de comer al hambriento, dar de  beber al sediento, visitar  al enfermo, al que está en la cárcel, etc.; hambriento, sediento, enfermo, prisionero, personalizados por "el más pequeño de estos mis hermanos". Y es que "quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve" (1Jn 4;20). Es interesante leer todo el capítulo 18 de Ezequiel dónde se confirma lo que estamos exponiendo, ¿acaso el justo que vivirá, según Yavé, es el que  ha cumplido sus leyes sólo con los miembros de los 144.000 ?

Después de la resurrección, Jesús llama a sus discípulos "hermanos" (Jn 20;17), a sus discípulos,  no solamente  a los 144.000, y este apelativo será el ordinario entre los miembros de la comunidad cristiana (Jn  21;23). El  término connota, pues, la igualdad y el amor mutuo propios de los discípulos de Jesús, que forman la nueva comunidad, distinta y opuesta a la antigua (los "hermanos/la gente de Jesús") 

Esto no quiere decir que el  concepto de que todos los hombres son hermanos de Cristo y por tanto hijos de Dios, pierde su vigencia. Lo único  que se  constata es  de que  después de la resurrección Jesús distinguía a sus seguidores con este nombre y ellos entre sí: "hermanos". Al menos en las comunidades joánicas, "amigo", como "hermano", era un modo  de llamarse los cristianos entre sí  (3Jn 15) (Jn 15;14)