sábado, 28 de noviembre de 2015

¿FUE PEDRO EL PRIMER PAPA?

s/TJ:

Este artículo sobre Pedro y su derecho de primacía sobre la Iglesia universal inicia con estas palabras y estas preguntas: “Para millones de católicos de todo el mundo, la decisión de 1870 del primer Concilio Vaticano es un dogma de la Iglesia, una enseñanza clave. Pero lo que importa es saber si se trata de una enseñanza bíblica. Es más, ¿es el papa Francisco el sucesor del apóstol Pedro? ¿Y fue Pedro el primer papa?(“La ATALAYA” diciembre 2015, (pág 12)

Análisis:

Lo primero que debe quedar claro a los TJ es quién es el Papa y qué es eso del derecho de primacía. Veamos: Papa (proviene del griego pappas, padre) es el nombre dado primitivamente a todos los obispos de Occidente y al obispo de Alejandría en Oriente por razón de su paternidad espiritual, reservado luego al obispo de Roma en tanto que sucesor de San Pedro y cabeza de la Iglesia universal. Aun cuando al comienzo no pueda hablarse ni de un ministerio papal propiamente dicho ni de una “superioridad” de la comunidad de Roma respecto de otras iglesias, si se puede hablar hasta donde podemos ver, de una importancia religioso-espiritual de la iglesia romana. Esta importancia no puede formularse en categorías jurídicas pero se expresa no obstante en una particular responsabilidad fraterna, como también de exhortación, y en una preocupación solidaria por otras iglesias. (Primer carta de Clemente; Ignacio de Antioquía, Carta a los romanos; Eusebio de Cesárea, Historia eclesiástica IV,23; Insripción de Abercius, hacia el año 200; etc).  Poco a poco se fue reconociendo en la Iglesia la importancia del obispo de Roma y se fue considerando su implantación jurídica en diversos concilios hasta su definición dogmática en el Vaticano I (1869/70)

A lo largo, pues, de los siglos, se llegó al entendimiento y a la convicción, no sin grandes dificultades, de que (Mt 16;16-19) (Lc 22;31 y 32) y (Jn 21;15-19) desde el aspecto dogmático y la sucesión de los obispos de Roma en ese ministerio de Pedro, en el aspecto histórico, eran la base que apoyaban claramente la primacía del obispo de Roma en la Iglesia de Cristo.

Cristo tenía que subir al Padre y tenía que dejar a su Iglesia en manos de sus apóstoles a los que estuvo formando durante varios años para esta importante misión. Su asistencia estaba asegurada: “Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Pero de los pasajes bíblicos citados se deriva que también quiso dejar la responsabilidad global de su Iglesia en una sola persona a la que entregaba las llaves del Reino y le imponía la responsabilidad personal de atar y desatar (prohibir y permitir) en la tierra aquello que sería atado y desatado en el cielo, asegurándole que el poder de las tinieblas no podría prevalecer contra su Iglesia.

Esta claro, por otra parte, en (Mt 16;18) sin hacer ningún esfuerzo interpretativo y también sin ningún prejuicio innecesario, que Jesucristo se refiere a Pedro en todo momento.

Este texto es de suma importancia dogmática, puesto que en él se basa la superioridad jerárquica de San Pedro sobre los demás apóstoles y la constitución monárquica de la Iglesia cris­tiana. Para desvirtuar la fuerza probativa de este texto, algunos autores han dudado de su autentici­dad crítica; pero se da el caso que no falta en ninguno de los códices más antiguos ni en las antiguas versiones. Por tanto, su autenticidad crítica está sólidamente fundada. Por otra parte, las palabras de Cristo tienen un marcado sello semítico muy difícil de falsificar. Jesús pregunta a sus discípulos por la opinión que tienen de él las gentes, y la propia de ellos. En nombre de todos; llevado de su espontaneidad, responde Pedro confesando la divinidad de Cristo.

Cristo dice a Pedro que semejante confesión proviene de Dios, y, por tanto, puede considerarse privilegiado, ya que va a desempeñar una función clave en el nuevo reino que va a fundar: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

Sabemos por (Jn 1,42) que Jesús había cambiado misteriosamente el nombre de Simón en Pedro (Kefas) cuando éste se le pre­sentó por primera vez. El evangelista no da explicación de este sorprendente cambio. Es en Mt 16;18 donde se da razón de ello. Cristo, al verlo por primera vez, le destinaba ya para ser el fundamento de su “Iglesia”, y ahora lo declara solemnemente.

En efecto, Cristo declara que el edificio de su Iglesia (que en el v.19 se identifica con el "reino de los cielos") se asentará sobre la persona de Pedro como sobre "roca" inconmovible, de tal forma que las "puertas del infierno no prevalecerán sobre ella"; es decir, el poder del mal (la expre­sión "puertas" en el lenguaje bíblico es sinónima de la ciudad que la guardan, y también de los pode­res judiciales de la misma, que declaraban sus sentencias a la puerta de la ciudad) no podrá echar abajo el edificio de la Iglesia, asentada sobre la "roca" de Pedro. No se necesita mucha perspicacia para comprender que Jesús, que ha cambiado el nombre de Simón por el de Pedro (piedra), se refiere a esa “piedra” cuando dice de inmediato que sobre ella edificará su Iglesia.

Y con una nueva metáfora, muy semítica, asigna una nueva misión a Pedro, establecido como "roca" del edificio. Será el "llavero" del "reino de los cielos", el encargado oficial de abrir y cerrar las puertas del reino, en tal forma que "cuanto atare en la tierra será atado en el cielo y cuanto desatare en la tierra será desatado en el cielo". Los verbos atar y desatar son dos metáforas clásicas en la doctrina rabínica y equivalen a prohibir y permitir. En el lenguaje técnico actual corresponderán estos dos actos a la determinación de lo licito o ilícito en materias no determinadas por la ley divina, es decir, la potestad de legislar y de interpretar la misma ley divina, ya que a Pedro se le sitúa como árbitro supremo y definitivo.

Cristo volverá a aludir a esta situación privilegiada de Pedro en su Iglesia al    nom­brarle "Pastor" de sus "corderos".  "Cuando hubieron comido, dijo Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Él le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te amo: Díjole: Apacienta mis corderos. Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor, tú sabes  que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntase: ¿me amas? Y le dijo: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Díjole Jesús: Apacienta mis ovejas." (Jn 21;15-17) El maestro le había conferido la primacía jerárquica solemnemente después de la confesión en Cesárea de Filipos (Mt 16;18-19), pero el "primado" de la Iglesia sucumbió estrepitosamente por cobardía cuando vio prendido a Jesús. Ahora el Maestro  quiere rehabilitarle ante los discípulos, confirmándole en su categoría suprema de "pastor" de sus corderos. Como que Pedro está investido de una autoridad superior, Jesús exige que le ame más que los otros, pues la preeminencia suya debe ser paralela a un mayor amor como Pastor universal de la grey de Cristo. 

Para los TJ, la piedra es el mismo Cristo, a quien la Sagrada Escritura llama "piedra angular" (1Cor 3;11) (Ef  2;20) (Hech 4;11) (Mt 21;42) (Mc 12;10) (Lc 20;17) (1Pe 2;6-7)

Baste, sin embargo, para ver que no es ése el sentido de las palabras de Jesús el violento cambio que esa interpretación introduce en el texto evangélico: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, pues no es la carne y sangre quien te lo reveló, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres piedra y sobre mí -que soy la  piedra-, edificaré mi iglesia." ¿Para qué tanto énfasis en las palabras que preceden dirigidas a Pedro, si cuando llega la promesa, ésta nada tiene que ver con él?. Es evidente que se ha dado un viraje en redondo a la frase. No nos hemos de olvidar, por otra parte, el método metafórico que Jesús sigue en toda su predicación: habla a orientales, a hebreos, hechos a una concepción sensorial del mundo y de las cosas, al lenguaje que habla a los sentidos, de vida y colorido exuberante. Aquí habla Jesús del edificio de su Iglesia. Una metáfora: "edificar" su iglesia. Ahora bien: los edificios no se fundan sobre hombres, sino sobre piedras: era continuar la metáfora.

El fundamento de la Iglesia -dicen  los TJ- es Jesucristo y "nadie puede poner otro fundamento que el que está  puesto" (1Cor 3;11). Pero es que el propio Pablo que ha escrito el párrafo anterior, también nos dice que la Iglesia está edificada sobre "el fundamento de los apóstoles" (Ef  2;20). Y también nos dice que Santiago, Pedro y Juan son "columnas de la Iglesia" (Gl 2;9). Y es que en cada caso debe estudiarse el contexto para dar el sentido justo a las palabras. Cristo y Pedro son el mismo fundamento, en cuanto Cristo es el fundamento invisible y Pedro es el fundamento visible.

E insistiendo sobre este tema, podemos recordar que a Dios se le llama "la Roca" "porque es el fundamento eterno de su organización universal" (Dt 32;3-4) (1Sam 2;2) y también a Jesucristo se le identifica como la "roca o piedra angular de fundamento" (Mt 21;42) (1Cor 10;4). Si de Dios se dice que es el fundamento eterno y de Jesucristo que es el fundamento o piedra angular, ¿por qué siguiendo con el mismo símil no va a poderse proclamar a quien está llamado a ser la cabeza visible de la Iglesia que Cristo funda en la tierra, piedra sobre la que va a fundamentarse tal iglesia?

Y para acabar este tema, podemos añadir que el cambio de nombre entre los hebreos tenía una trascendencia excepcional. El cambio de nombre marca el principio de una vocación divina especial: (Gn 3;20) "Eva" = madre de todos los vivientes; (Gn 17;4)  "Abraham" = padre de muchedumbres. Otros ejemplos: (Gn 17;19) (Gn 35;10) (1Par 22;19) (Lc 1;13-31)  (2Re 24;17) (2Par 36;4) etc... ¿Qué, pues, querrá decir "Pedro"?. En el contexto de (Mt 16;17-19) está claro: fundamento, base de la iglesia que Jesucristo quiere edificar. 

s/TJ:

Muchos "Padres de la Iglesia" indicaron en sus escritos que la piedra mencionada en Mateo 16:18 es el Cristo. Por ejem­plo, en el siglo quinto, Agustín de Hipona escribió: "El Señor dijo: 'Sobre esta piedra edificaré mi Igle­sia'; porque Pedro había dicho: 'Tú eres Cristo, el Hijo del Dios vivo'. Y el Señor respondió: 'Sobre esta piedra que tú confiesas, edificaré mi Iglesia' ". Agustín enfatizó en varias ocasiones que "la pie­dra era Cristo". Si Agustín y otros como él fueran juzgados se­gún la doctrina actual de la Iglesia Católica, serían considerados herejes. De hecho, no serían los úni­cos. El teólogo suizo Ulrich Luz dice que muchos eruditos bíblicos modernos han llegado a la con­clusión de que la "piedra" es Jesús, por lo que tam­bién serían considerados herejes por el Concilio Vaticano de 1870 (“La ATALAYA” diciembre 2015, (pág 14).

Análisis:

Estas palabras atribuidas -según la cita que aportan los  TJ- a S. Agustín, las presentan también los libros de los protestantes en general como un ataque a la autoridad de los papas. Pero tanto unos como otros, no aportan la referencia concreta de la cita de S,Agustín y de “Muchos padres de la Iglesia”. Por mi parte, debo decir, que no la he encontrado. Pero ciertamente la que sigue, que esa sí es de S. Agustín, no se da la mano con la que presentan los TJ: "Reconocemos el gran mérito del obispo y mártir Cipriano; pero ¿será acaso mayor que el del apóstol y mártir Pedro?. De éste (Pedro) habla así Cipriano mismo, en su carta a Quinto: 'porque Pedro, a quien escogió el Señor el primero y sobre el cual edificó su Iglesia,...'. He aquí lo que conmemora Cipriano lo que también nosotros aprendimos en  las Sagradas escrituras, que el apóstol  Pedro en quien brilla con tan eminente gracia el  primado de los apóstoles,  habiendo actuado en la cuestión de la circuncisión de otra manera de como pedía la verdad, fue amonestado por el menor apóstol Pablo... Porque ¿quién no sabe que ese principado del apostolado debe anteponerse a cualquier episcopado? (se refiere al de Cipriano). Pero aunque es  distinta la categoría de las cátedras, la gloria de los mártires (S.Pedro y S.Cipriano) es, sin embargo, la misma" (De Baptismo 2;1,2;ML43;126 ss.) 

s/TJ:

Si Pedro fuese  cabeza de la iglesia o  congregación primitiva, entonces hallaríamos a los apóstoles y a  otros atribuyéndole a Pedro un lugar de preeminencia  como el  que  el papa  de  Roma tiene  hoy  día.  Pero no hallamos que le tributen tal honor a Pedro ni los apóstoles ni los otros discípulos.  Pedro nunca  hace mención de sí mismo como  papa.  Ni Pablo ni otros  de los  escritores de  la Biblia aluden  a alguna primacía de Pedro.  ("La Atalaya" de 1.9.92, pág 535) 

Análisis:

Varios pasajes en que se demuestra la primacía de Pedro: 

a) Pedro propone la elección de un apóstol que llene el hueco de Judas el traidor, estableciendo como condición  indispensable que el elegido fuera uno de los que hubieran conversado íntimamente con Cristo. Como se presentaron dos, José y Matías que parecían cumplir con  toda perfección las condiciones exigidas, oraron al Señor diciendo: " Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra a cuál de estos dos escoges para ocupar el lugar de este ministerio y el apostolado del que prevaricó Judas para irse a su lugar". Y echaron suertes sobre ellos, y cayó la suerte sobre Matías, quien desde entonces completó el número de doce apóstoles. (Hech 1;15-26) 

b) Pentecostés.  Llegado el día décimo después de la Ascensión, cincuenta días después de la  resurrección, se oyó de improviso un ruido como de trueno, que sacudió toda la casa, símbolo de que la inmensidad de Dios penetraba en ella. Luego se lleno toda  la estancia como  de lenguas de fuego que flotaban por el aire y se fueron posando sobre cada uno de los presentes. Con esto quedaron todos llenos del Espíritu  Santo y comenzaron a hablar diversas lenguas (Hech 2;1-4). Ante este hecho se juntó una muchedumbre. Todos, atónitos, decían ¿qué es esto?. "Entonces se levantó Pedro con los once y, alzando la voz, les habló..." (Hech 2;14-36) Vemos como Pedro, en nombre de los apóstoles, como cabeza del colegio apostólico, toma la palabra, convirtiendo a tres mil espectadores.

c) Pedro, como cabeza de los apóstoles que presiden la primitiva comunidad de creyentes, intima a Ananías y Safira, que les quieren engañar, castigándolos para escarmiento general. (Hech 5;1-11)
  
d) Pedro, como "pastor" va "por todas partes", visitando las nuevas comunidades. (Hech 9;31-32) Mateo termina su evangelio con estas palabras: "Los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado, y, viéndole, se postraron; algunos vacilaron, y, acercándose Jesús, les dijo: 'Me ha sido dado todo poder en el  cielo y en la  tierra; id, pues; enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el  nombre del  Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo." (Mt 28;16-20) Vemos como los apóstoles  cumplen la misión encomendada: (Hech  2;41-42) (Hech  4;33) (Hech  5;42) Empieza a extenderse el evangelio fuera de Jerusalén  (Hech 8;1 y ss) y Pedro es quien decide la admisión de los gentiles a la Iglesia (Hech 10;1-48) (Hech 11;1-18)
  
e)  Concilio de  Jerusalén: La llegada de Pablo a Antioquía fue providencial. La cuestión sobre si los conversos del gentilismo debían  sujetarse a la Ley de Moisés, y en particular a la circuncisión, agitaba cada vez más los ánimos. Algunos cristianos judíos, procedentes de Judea, habían acudido a Antioquía y trataban de imponer la necesidad de la circuncisión. Como este asunto era tan vital para su apostolado, Pablo se opuso con decisión a estas exigencias, mas no pudo evitar que se formaran dos partidos enteramente opuestos. Así, pues, acordose que Pablo y Bernabé, junto con algunos de sus opositores, fueran a Jerusalén con el objeto de consultar a los apóstoles sobre aquella cuestión, A  primera vista podía parecer  inútil esta discusión. Prácticamente había  sido ya resuelta por el mismo Pedro con la conversión del centurión Cornelio (Hech 10;1 y ss) y luego en las innumerables conversiones de Antioquía, autorizadas por los apóstoles.
   
Pablo mismo, inspirado por Dios y conociendo perfectamente la intención de Pedro, había obrado con el más amplio criterio en sus correrías  apostólicas. Mas ahora se trataba de resolver este asunto de una manera autoritaria y, por decirlo así, dogmática. A esto obligaba  la posición intransigente en que se colocaban algunos judíos conversos, procedentes del partido de los fariseos (Hech 15;5) (Este hecho, con otros personajes, es el que siempre ha movido a la Iglesia a tener que tomar acuerdos dogmáticos para preservar la fe y la doctrina de Cristo) Era, pues, necesario proclamar abiertamente la libertad cristiana frente a la Ley mosaica. 

Se reunieron los apóstoles y los presbíteros para examinar este asunto, constituyendo el primer Sínodo de la Historia de la Iglesia. Después de una serie de deliberaciones, se acepta la propuesta de Santiago y se afirma con toda sencillez: "Le ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros" (Hech 15;28). La decisión se toma, pues, en unión con el Espíritu Santo, cuya autoridad obra de concierto con  la de los apóstoles; éstos hablan y ordenan como poseedores de un poder espiritual incontestable. En este acontecimiento, si Pedro asiste como los demás, ¿por qué el libro de los Hechos nos transmite expresamente su discurso y su opinión, una de tantas como allí se emitieron? Y, ¿por qué comienza Santiago presentando su propuesta haciendo referencia precisamente a las palabras de Simón más bien que a las de cualquier otro? Los Hechos nos transmiten los dos discursos más importantes: El de Pedro que con autoridad se levanta a hablar centrando la cuestión y cortando la larga y viva discusión en el sentido de que no hay que imponer a los gentiles que se convierten la observancia de la ley judía (Hech 15;7) (Hech  15;12), y el de Santiago que plantea la propuesta (Hech 15;14-21) dentro totalmente de la tesis de Pedro. Viene a decir Santiago en sustancia que lo que Pedro demostró partiendo de los  hechos, es decir, la llamada de los gentiles a la salud mesiánica estaba ya predicha en  los profetas, de donde queda reforzada la  tesis de Pedro, de que no hay por qué imponer a los gentiles que se convierten la observancia de la ley judía. Y a continuación efectúa una propuesta concreta que es admitida por los presentes (Hech 15;22).

No es, pues, verdad, como dicen los TJ -("La Atalaya" de 1.9.92, pág 535) que es Santiago quien resume el asunto. Es Pedro quien lo hace, como quien tiene autoridad. Santiago confirma la tesis de Pedro y efectúa una propuesta que es la que al fin se admite. Es seguro  que hubo otras propuestas, como también es seguro que hubo otras intervenciones que no se  nos han transmitido y que las dos que se nos han transmitido, lo han sido de modo resumido y esquemático. Los TJ, traducen la intervención de Santiago: "... Por lo tanto es mi decisión...  " (Hech  15;19), enseñándonos que con estas palabras quedó zanjado el asunto, como si la decisión de Santiago no pudiera ser discutida  y teniendo que ser aceptada sin más.
   
Pero no es esto lo que se desprende del contexto. No parece la traducción de  los TJ la más adecuada al original griego  que es "Krinö" y que se traduce por juzgar, emitir opinión con autoridad -Santiago era el obispo de Jerusalén-. Su opinión tenía mucho peso, pero era la asamblea la que tenía que decidir sobre las propuestas, por eso, más adelante, se dice: "Pareció entonces bien a los apóstoles  y a los ancianos, con toda la Iglesia..." (Hech 15;22), y  "de común acuerdo nos ha parecido" (Hech 15;25), y, todavía: "Porque ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros..." (Hech 15;28)

f) Dice S.Pablo: "Luego, pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer personalmente a Cefas, a cuyo lado permanecí quince días. A ningún otro de los apóstoles ví, si no fue a Santiago, el hermano del Señor" (Gl 1;18-19). Es de notar este interés por conocer y hablar con Pedro, lo que revela la posición eminente de que gozaba el príncipe de los apóstoles también en la  mente de Pablo, no obstante su independencia apostólica que tan enérgicamente viene defendiendo. El haberse visto con Santiago fue, dado el  tenor de la narración, algo incidental, no buscado, como la visita a Pedro.

g) Dice S.Pablo: "Jesucristo una vez resucitado... se apareció a Cefas, luego a los doce. Después se apareció una vez a más de quinientos hermanos..." (1Cor 15;3-7) (Lc 24;34) ¿También será debido al ímpetu y al carácter de Pedro que Jesucristo una vez resucitado se apareciera primero a Cefas?
  
h) Sin embargo, con la solución dada en el  Concilio de Jerusalén no  estaban resueltos todos los problemas. ¿Debían los judío-cristianos continuar observando la Ley antigua juntamente con las prácticas cristianas? En esto existía diversidad de criterios. Este asunto quedó zanjado en el llamado "Incidente de Antioquía". Pedro baja a Antioquía no sabemos con que motivo. Este incidente parece que tuvo lugar poco después del Concilio de Jerusalén (Gl  2;11-14). Pablo se enfrenta  resueltamente a Pedro sobre algunas cuestiones de método. No es que Pedro yerre en la doctrina, sino que la actitud de Pedro contradice su enseñanza. Es, por tanto, una equivocación personal en su manera de proceder. Con razón dice Tertuliano: "fue  ciertamente un error de conducta, no de doctrina" ("De praescriptione haereticorum", XXIII, Ml.2,42-R,294)


i) Otros pasajes en que se muestra la autoridad de Pedro: (Hech 4;5-22) (Hech 5;27-32) (Hech 8;14-24) (Hech 10;1 y ss). Es nombrado siempre el primero en la  lista de los apóstoles (Mt 3,16; Mt 10,2; Lc 6,14; Act 1,13). Encontramos expresiones como éstas: "Pedro y sus gentes". (Mc 1,36; Lc 9,32; 8,45). El ángel dice a las mujeres que visitan el sepulcro de Cristo: "Id a decir a sus discípulos y a Pedro que Jesús os precederá en Galilea" (Mc 86,7). Pedro responde a Jesús en nombre de los discípulos (Mc 8,29). Es el portavoz habitual de éstos en s u s  r e l a c i o n e s   c o n  e l   M a e s t r o ;  e n  l a       t r a n s f i g u r a c i ó n   e s  P e d r o  e l q u e  p r o p o n e   l e v a n t a r  t r e s  t i e n d a s  (Mc 9;5).  P e d r o  p r e g u n t a  e n  nombre de  t o d o s   cu á n t a s  v e c e s   d e b e n  p e r d o n a r  (M t 18 , 25),  y  e n  n o m b r e  d e  todos pide a Jesús que explique la parábola (Lc 12;41); los encargados de percibir tributos se dirigen a Pedro como la persona más representativa del grupo para que pregunte a Jesús si ellos han de pagar el tributo, y es Pedro el que recoge la moneda del pez para pagarlo (Mt 17,24). Este puesto director de Pedro es mantenido después de la desaparición de Cristo; así, es el que propone elegir a un nuevo apóstol para sustituir a Judas (Act 1,55-26); en nombre de los Doce toma la palabra el día de Pentecostés (Act 2,38-40), y en nombre de todos se dirige a los judíos (Act 2,38-40); habla en nombre de todos a los magistrados (Act 4,8-12) y recibe al primer gentil (Cornelio) (Act 10); y en el concilio de Jerusalén habla Pedro para dictaminar que la ley mosaica no obliga a los cristianos (Act 15,7-11); y Santiago se levanta para adherirse a la decisión de Pedro (Act 15,13-20). San Pablo dice a los gálatas que fue a entrevistarse con Pedro para tratar de su doctrina (Gal 1;18). Reconoce, pues, la autoridad suprema de Pedro. Está así claro cómo la Iglesia primitiva interpretó la promesa de Cristo a Pedro como la colación de unos poderes excepcionales que no eran compartidos por los otros apóstoles. Pedro es, pues, la "roca" sobre la que se asienta la Iglesia como comunidad social; y lo que da estabilidad y firmeza a una sociedad es la "autoridad"; por eso las palabras de Cristo aluden a la futura "autoridad" suprema de Pedro, garantía de permanencia de la nueva sociedad espiritual.