miércoles, 12 de marzo de 2014

NÚMERO LIMITADO DE ESCOGIDOS PARA IR AL CIELO. REBAÑO PEQUEÑO

s/TJ:

A Abrahán se le prometió que su descendencia se multiplicaría y sería “como las estrellas de los cielos” y “los granos de arena que hay en la orilla del mar” (Gén. 13:16; 22:17).
Dicho de otro modo, en tiempos de Abrahán ningún ser humano tenía forma de saber exactamente cuántas personas compondrían la descendencia espiritual que tiene que acompañar a Jesucristo en el Reino de Dios. No obstante, con el tiempo se reveló la cantidad precisa: 144.000, además de Jesús (Rev. 7:4; 14:1).

A pesar de los adelantos en los métodos e instrumentos científicos, la cantidad de “arena del mar” sigue siendo una cifra desconocida. Por eso puede decirse que dicha expresión representa un número desconocido e indeterminado. Pero ¿da a entender que es una cantidad inmensa, abrumadora y astronómica, o simplemente una cantidad desconocida, pero considerable? (La Atalaya 1/12/2002, pág 29)
La expresión “como la arena del mar” se emplea en la Biblia de diversas maneras. Por ejemplo, en Génesis 41:49 leemos: “José continuó amontonando grano en grandísima cantidad, como la arena del mar, hasta que por fin cesaron de contarlo, porque era sin número”. Aquí se recalca que el grano era incontable. De igual modo, Jehová declaró: “Tal como no puede contarse el ejército de los cielos, ni medirse la arena del mar, así multiplicaré la descendencia de David mi siervo”. Tan cierto como que las estrellas del cielo y la arena del mar son incontables, así de seguro es que Jehová cumplirá su promesa a David (Jeremías 33:22).
A menudo, la expresión “la arena del mar” se refiere a algo que es grande e impresionante en cantidad o tamaño. Los israelitas que se hallaban en Guilgal estaban muy preocupados por el ejército filisteo que se encontraba en Micmash, pues era “como los granos de arena que están a la orilla del mar por multitud” (1 Samuel 13:5, 6; Jueces 7:12). Y “Dios continuó dando a Salomón sabiduría y entendimiento en medida sumamente grande, y una anchura de corazón, como la arena que está sobre la orilla del mar” (1 Reyes 4:29). Aunque en ambos casos la cantidad era considerable, tenía un límite.
La arena del mar” también puede referirse a un número desconocido, sin dar a entender que sea inmenso. Jehová dijo a Abrahán: “Yo de seguro te bendeciré y de seguro multiplicaré tu descendencia como las estrellas de los cielos y como los granos de arena que hay en la orilla del mar” (Génesis 22:17) … Como bien sabemos ahora, la “descendencia” de Abrahán, aparte de Jesucristo, se compone de 144.000 personas, a quienes Jesús llamó el “rebaño pequeño” (Lucas 12:32; Gálatas 3:16, 29; Revelación 7:4; 14:1, 3).
¿Qué aprendemos de estos ejemplos? Que la expresión “como la arena del mar” no siempre significa una cantidad infinita y astronómica; tampoco se emplea siempre para describir algo de tamaño inmenso o sumamente grande. Con frecuencia representa un número desconocido, pero bastante grande. Por lo tanto, es razonable creer que la multitud rebelde que apoyará a Satanás en su ataque final contra el pueblo de Dios no será enorme o inmensa, sino de proporciones considerables, lo suficientemente grande como para representar una amenaza. No obstante, el número todavía se desconoce (“La Atalaya” de1/12/2002, pág 29)
Análisis:
Dicen los TJ en “Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra”, pág 183, refiriéndose a (Ap 20;8) que Jehová dejará que Satanás y sus demonios salgan del abismo  donde han estado durante los mil años, para que tienten a quienes han conseguido pasar con nota la prueba de los mil años del Juicio. “¿Qué resultado tiene esto? -se preguntan los TJ-. La Biblia muestra -se responden– que Satanás logra apartar a ‘algunas’ personas  de servir a Jehová.  Estas serán como ‘la arena del mar’, lo que significa que es una cantidad indeterminada”.  La misma interpretación puede leerse en “El hombre más grande de todos los tiempos”, en su último capítulo, el 133.
¿Es esa  la interpretación que los TJ hacen de la Biblia?  Es evidente que la expresión “arena del mar” significa una “cantidad indeterminada”, pero una cantidad –como los TJ exponen en su relato- “de proporciones considerables lo suficiente grande como para representar una amenaza”,  cantidad que muy bien podría ser enorme o inmensa, y que jamás podría adjetivarse como “algunos”.
Por otra parte, la forma literaria  de  (Ap 20;8) está tomada de (Ez 38; 10 y ss) en que nos describe la invasión de Gog y de los pueblos escitas con innumerables aliados, que en el siglo VII, invadieron el Oriente y fueron a morir a las fronteras de Egipto. Los ejércitos que intervienen –según la Biblia- no podemos describirlos como formados por “algunos” soldados.  Sería no responder a la verdad.
Podemos, pues, considerar correcto que un grupo de 144.000 personas se denomine  “pequeño rebaño”, en contraposición a otro formado por una “Gran muchedumbre” compuesto de millones y millones de personas. Pero considerar que 144.000 se puede aceptar como ejemplo para una cantidad de la que se dice que es como la “arena del mar” o como “las estrellas de los cielos” es totalmente inadecuado, teniendo en cuenta que se contraponen, de la misma manera, a millones y millones de personas que han vivido. Por lo tanto, parece que el problema radica en el hecho de que teniendo en cuenta las dos igualdades, llegamos a la inaceptable conclusión de considerar que un “pequeño rebaño” sea ejemplo de una cantidad de la que se dice que es como la “arena del mar” o como “las estrellas de los cielos”. Son dos ideas completamente contrapuestas, porque “pequeño rebaño” presupone una cantidad pequeña, más bien reducida y ser como la “arena del mar”  una cantidad grande, más bien enorme. Por otra parte, en (Heb 11;12), podemos leer que la descendencia de Abrahan será "innumerable" y esto quiere decir imposible de contar y de fijar...
s/TJ:
La Palabra de Dios dice: “[Abrahán] puso fe en Jehová; y él procedió a contárselo por justicia” (Gén. 15:5, 6). Es verdad que ningún ser humano es totalmente justo (Sant. 3:2). Pero como Abrahán tenía tanta fe, Jehová lo consideró justo e incluso dijo que era su amigo (Isa. 41:8). Quienes componen junto con Jesús la descendencia espiritual de Abrahán también han sido declarados justos, y esto les reporta bendiciones aún mayores que las que recibió Abrahán.
Los cristianos ungidos son declarados justos porque ejercen fe en el sacrificio redentor de Jesús (Rom. 3:24, 28). A los ojos de Jehová quedan absueltos de su pecado, por lo que pueden ser ungidos con espíritu santo para ser hijos espirituales de Dios y hermanos de Jesucristo (Juan 1:12, 13). Además, llegan a formar parte del nuevo pacto y componen una nueva nación, “el Israel de Dios” (Gál. 6:16; Luc. 22:20). ¡Qué privilegiados se sienten! Como consecuencia de todas estas cosas que Dios hace por ellos, los cristianos ungidos no tienen la esperanza de vivir para siempre en la Tierra. Sacrifican esa posibilidad por el gozo indescriptible de colaborar con Jesús durante el Día del Juicio y gobernar con él en los cielos (Rom 8;17).
En el Pentecostés del año 33, unos ciento veinte hombres y mujeres fieles recibieron la oportunidad de formar parte del grupo que gobernará con Jesús durante el Día del Juicio. Todos los discípulos reunidos en aquella ocasión fueron bautizados con espíritu santo y así se convirtieron en los primeros cristianos ungidos. Pero aquello era solo el primer paso para que obtuvieran la recompensa celestial. A partir de ese momento, Satanás los sometería a muchas pruebas, y ellos tendrían que mantenerse leales a Jehová. Solo recibirían la corona de la vida si eran fieles hasta la muerte (Rev. 2:10).
Jehová les dio a los cristianos ungidos los consejos y el estímulo que necesitaban a fin de mantenerse fieles; para ello se valió de la congregación cristiana y de su Palabra. Por ejemplo, el apóstol Pablo escribió a sus hermanos ungidos de Tesalónica: “Como un padre hace con sus hijos, nosotros seguimos exhortando a cada uno de ustedes, y confortándolos y dándoles testimonio, a fin de que siguieran andando de una manera digna de Dios, que los llama a su reino y gloria” (1 Tes. 2:11, 12)

En las décadas que siguieron a la selección de los primeros ungidos, Jehová estimó conveniente que se hiciera un relato escrito del ministerio terrestre de Jesús. También decidió que quedara constancia de Su relación con los cristianos ungidos del siglo primero, así como de los consejos que les daba. Por eso inspiró la redacción de las Escrituras Griegas Cristianas, que se añadieron a las ya existentes Escrituras Hebreas. Estas últimas —las Escrituras Hebreas— se escribieron en principio para el Israel natural, durante el período en que este disfrutó de una relación especial con Dios. Y las Escrituras Griegas Cristianas se escribieron principalmente para “el Israel de Dios”, compuesto por los que han sido ungidos para ser hermanos de Cristo e hijos espirituales de Dios. Ahora bien, tal como los no israelitas podían beneficiarse mucho del estudio de las Escrituras Hebreas, así también los cristianos que no son ungidos obtienen beneficios incalculables al estudiar y aplicar los consejos de las Escrituras Griegas (léase 2 Timoteo 3:15-17).
A los cristianos del siglo primero se les declaró justos y se les ungió con espíritu santo a fin de que en un futuro pudieran recibir la herencia celestial; su ungimiento no los convertía en reyes mientras aún estaban en la Tierra. Pero parece que algunos de ellos no lo entendían de ese modo, pues empezaron a buscar protagonismo entre sus hermanos ungidos, a comportarse como si fueran reyes sobre ellos. Por eso Pablo les dijo: “Ustedes ya están hartos, ¿verdad? Ya son ricos, ¿verdad? Han empezado a reinar sin nosotros, ¿verdad? Y verdaderamente desearía yo que hubieran empezado a reinar, para que nosotros también reináramos con ustedes” (1 Cor. 4:8). (Biblioteca en línea Watchtower. Del artículo aparecido en “La Atalaya” de 15/1/2008, pág 20-24)
Aunque Jesucristo es el gobernante principal en el reino de Dios, no gobernará solo, sino acompañado de otros reyes. Por eso, se escogen, hasta nuestros días, personas de entre la humanidad para unirse a él en el reino celestial de su Padre  (Jn 14;2,3) (Lc  22;28-­30) (2Tim 2;12) (2Tim 4;18) (Ap 20;6) (Ap 5;10) (“La Atalaya” de 15/11/94, pág 4,5) (“Usted puede vivir…” pág 122,123)
La  Biblia predijo  que los  que  fueran al  cielo compondrían "un reino y sacerdotes para nuestro Dios" y "reinarían sobre la tierra" (Ap 5;10) ("La Atalaya" de 15.11.94, pág 4-5)
En vista de la gran responsabilidad  que pesa sobre los hombros de estos gobernantes celestiales,  no sorprende  que deban  satisfacer requisitos estrictos...  En  consecuencia, el número de  los que van al  cielo debe ser relativamente pequeño.  Más tarde se  reveló al apóstol Juan que los "comprados  de  la  tierra"  para   gobernar  con  Cristo  en  el  cielo ascenderían sólo a 144.000 (Ap 14;1-3) (Ap 20;6).  Cuando se compara con los miles  de millones de  personas que han vivido  en la Tierra,  es en realidad un número pequeño   ("La Atalaya" de 15.11.94, pág 5) 
En (Ap 14;1-3) la Biblia dice:  "Y ví, y ¡miren! el Cordero (Jesucristo) de  pie sobre  el monte  (celestial) Sión,  y con  él ciento  cuarenta y cuatro mil...  que han sido comprados  (o tomados) de la  tierra".  Note que sólo se  ve a 144.000 personas con el  Cordero, Jesucristo, sobre el monte  Sión  celestial.  (Hb  12;22).   Por  eso  la Biblia  revela  que solamente 144.000  personas fieles y  probadas serán llevadas  allá para gobernar con Cristo (Ap 7;4-8) (Ap 5:9,10)       (Ap 14;1-3,4) ("Usted puede vivir para siempre...", pág 124)
Es para ellos que Jesús hace preparativos en el cielo (Jn 14;1-3) (2Pe 1;4, 10).
Así, pues, sólo estos 144.000 irán al cielo. Ni Abraham, ni David, ni Moisés ascendieron al cielo ni esperaban alcanzar el cielo (Jn 3;13) (Hech 2;34). (¿Qué enseña realmente la Biblia?, pág 76 y ss)
Después de morir y de resucitar en el cielo, van a “reinar sobre la tierra” junto con Jesús (Revelación 5:10). Desde los tiempos de los apóstoles, Dios ha ido escogiendo a cristianos fieles a fin de completar la cifra de 144.000.
¿Reunirían muchas personas los requisitos para la resurrección celestial? No. La mayoría de las personas que duermen en la muerte no los satisfacen, aunque sin ser directamente responsables de ello. Muchos tuvieron poca oportunidad de aprender la verdad acerca de Jehová  y sus propósitos o no tuvieron ninguna. Vivieron y murieron sin tener conocimiento de Jesucristo ni del Reino de Dios. ("La Atalaya" de 15.5.95, pág 6)
Por ello,  Jesús se refirió  a ellos como  un "rebaño pequeño"  (Lc 12;32). Por lo tanto, no puede haber un número ilimitado de miembros del "reino de los  cielos". El Reino de  Dios tiene un número  fijo ("pequeño") de personas que gobernarán con Cristo (¡Despertad! de 8.1.95, pág 26).
Análisis: 
Jesucristo, hablando con Nicodemo (Jn 3;1), fariseo principal entre los judíos, le dice: “… porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Jn 3;16)
Jesucristo, hablando a las muchedumbres (Mt 7;28)(Mt 5;1), dice: “… No todo el que dice ¡Señor!¡Señor! entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos… “ (Mt 7;21)
Está claro, según las palabras de Jesucristo, que “todo el que crea en Él” no perecerá sino que tendrá “vida eterna”. (Jn 3;16)
También está claro, asimismo según las palabras de Jesucristo, que “el que hace la voluntad de mi Padre”… “entrará en el Reino de los Cielos”. (Mt 7;21)
Así, pues, el Reino de los cielos no está reservado a sólo un grupo de elegidos: “todo el que crea en Él (en el Padre)” y “el que hace la voluntad de mi padre”, entrará en el Reino de los Cielos.
Otras referencias sobre el mismo tema: Mt 5;3,   Mt 5;10,   Mt 10;37, Mt 18;9,   Mt 19;16-30, Mt 22;34-40, Mt 23; 13,    Mc 9;47, Mc 10;17-27,  Mc 12;28-34,  Lc 14;25-35,     Lc 16;14-16,   Lc 18;18-30,   Jn 3;36,   Jn 5;24,   Jn 6;40,  Jn 10;28,  Col 3;2,   Gl 5;6,  1Jn 2;3-4,  1Jn 4;20
Los  TJ  citan  frecuentemente  dos  textos  para  fundamentar  su distinción entre los elegidos que van  al cielo y los demás que se salvan para  vivir eternamente en la  tierra: Uno de ellos  es (Lc 12;32):  "No  temáis,  pequeño  rebaño; porque  vuestro  Padre  ha querido  daros el  reino" Este  pequeño rebaño  serían, s/TJ,  los elegidos, únicos con esperanza celestial.  Podemos ver que en este pasaje  de Lucas,  Jesucristo se  dirige  a sus  "discípulos" y  a través de ellos, se dirige a  todos los que quieran seguirle, para quienes  será  siempre el  Maestro  amante  y cariñoso,  lleno  de atenciones y delicadezas.  Incluso  Pedro le pregunta: "Señor, ¿es a nosotros a quienes dices  esta parábola o a todos?".  Jesucristo  le contesta  mediante otra parábola en  la que queda claro  que se dirige no sólo a los apóstoles, ni sólo a  los discípulos, sino a todo el mundo, ya que habla  de siervos que conocen la voluntad de su amo (Lc 12;47)  y de siervos que no la  conocen (Lc 12;48).  En otro contexto (Mc 13;37) en el  que Jesús también está hablando de la vigilancia, como  en (Lc 12;41), e incluso sin  que nadie se lo pregunte, explícitamente  dice a los  apóstoles que están  con él: "Lo que a vosotros digo a todos lo digo".
Si  ellos son  pocos  -"rebañito mío"-  y  como despreciados  ante tantos otros afanes  y poderes y con dificultades  para obtener la meta que les  acaba de proponer, que no se  desalienten, que sepan que son la  porción elegida, pues "vuestro Padre  se ha complacido en  daros  el reino".   En  el  pasaje  paralelo de  (Mt  6;25-33) Jesucristo se dirige a la "muchedumbre", y, lógicamente, no figura la expresión cariñosa que recoge Lucas.
Jesús hace  una distinción entre  las ovejas: la de  pertenecer al redil o  no, acompañada de conocerle  a él o no.   También podemos afirmar que dicha distinción sería temporal, pues las otras ovejas al escuchar  su voz  vendrían a  él, y  por lo  tanto al  redil, y entonces serían un  solo rebaño con un solo  pastor.  Este proceso de unificación se describe en  pasajes como (Hech 1;8b) (Jn 17;20) La diferencia comentada es la única.
El otro texto que normalmente citan  los TJ, es (Jn 10;14-16): "Yo soy el buen  Pastor, y conozco las  mías y ellas me  conocen a mí; como mi Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre , y doy mi vida por las ovejas.  Tengo otras ovejas que  no son de este redil y es necesario que yo  las traiga; ellas oirán mi voz,  y habrá un solo  rebaño y  un solo Pastor". Este pasaje se  interpreta claramente como  la profecía  de la  universalidad de  su obra.   Morirá para esto, como  destaca el mismo  evangelista (Jn 11;52). Las "otras ovejas",  contrapuestas  a  las  que  ya tiene  en  el  redil  del cristiano Israel, son los gentiles. Es necesario que a todos los  tenga  en su  rebaño, que  oigan eficazmente  su voz  (Jn 5;25).(Jn 18;37)(Jn 3;29), a  fin de que él las conduzca  como rebaño único, que él guía a la vida eterna (Jn 10;28).
Jesús vino  sólo al pueblo de  Israel.  Es lógico pensar  que sólo estas ovejas podían conocerle, salvo  casos aislados como la mujer fenicia o  el centurión romano, pero  en general era a  las ovejas perdidas de la casa de Israel a las que él venía.  Puesto que eran ellas las que podían conocerle, junto con esa minoría gentil, eran ellas  las  que  formaban  el  rebaño  pequeño.   Como  vimos  era condición  indispensable conocerle  y aceptarle  para estar  en el redil (Ez 34) (Mt 10;6).
¿Quiénes  son, pues, las  otras  ovejas?  Habiendo  dejado  claro que  el rebaño pequeño eran los primeros  creyentes que en su gran mayoría eran judíos, queda sentada la respuesta a esta pregunta.  La otras ovejas habían  de ser aquellas  que escucharan la voz  del pastor, claro  está a  través de  sus discípulos,  y éstas  son todas  las personas  que en  todas las  naciones  recibieron a  Cristo en  su corazón.  En el lenguaje bíblico se les denominó el pueblo gentil. Cuando esto empezó  a ocurrir, empezaron también a  formar un solo rebaño  con  aquellos primeros  judeocristianos  y  pasaron a  ser descendientes de Abraham y coherederos  en la promesa (Rm 4;13-18) (Rm 11;11-24).  Esta reconciliación entre el pueblo judío y gentil  representa  esta unión  de ovejas  en un  solo redil  con un  solo pastor.  Esta acto queda reflejado en  todo el NT (Gl 3:26-29) (Ef  2;11-19).

Generalmente se acepta que los 144.000  de (Ap 7;4), se refieren a los  fieles convertidos  del judaísmo.   Para conservar  el número sagrado  de doce  se  omite en  la enumeración  la  tribu de  Dan. Después  del  Israel  de  Dios   (Gl  6;16),  el  profeta  pasa  a describirnos la  muchedumbre de  los convertidos de  la gentilidad que son sin  número "de toda nación, tribu, pueblo  y lengua".  El profeta los  ve a  todos anticipadamente en  el cielo  aclamando a Dios y  al Cordero.  Con  esto mira el autor  a avivar más  en sus lectores la esperanza  del triunfo que es la  idea fundamental del libro. Las "otras ovejas" es paralelo a (Ap 7;9) la "grande muchedumbre".