s/TJ:
A Abrahán se le
prometió que su descendencia se multiplicaría y sería “como las estrellas de
los cielos” y “los granos
de arena que hay en la orilla del mar” (Gén. 13:16; 22:17).
Dicho de
otro modo, en tiempos de Abrahán ningún ser humano tenía forma de saber
exactamente cuántas personas compondrían la descendencia espiritual que tiene
que acompañar a Jesucristo en el Reino de Dios. No obstante, con el tiempo
se reveló la cantidad precisa: 144.000, además de Jesús (Rev. 7:4; 14:1).
A pesar de los adelantos en los métodos e instrumentos científicos, la cantidad de “arena del mar” sigue siendo una cifra desconocida. Por eso puede decirse que dicha expresión representa un número desconocido e indeterminado. Pero ¿da a entender que es una cantidad inmensa, abrumadora y astronómica, o simplemente una cantidad desconocida, pero considerable? (La Atalaya 1/12/2002, pág 29)
A pesar de los adelantos en los métodos e instrumentos científicos, la cantidad de “arena del mar” sigue siendo una cifra desconocida. Por eso puede decirse que dicha expresión representa un número desconocido e indeterminado. Pero ¿da a entender que es una cantidad inmensa, abrumadora y astronómica, o simplemente una cantidad desconocida, pero considerable? (La Atalaya 1/12/2002, pág 29)
La expresión “como
la arena del mar” se emplea en la Biblia de diversas maneras. Por
ejemplo, en Génesis 41:49 leemos: “José continuó amontonando grano
en grandísima cantidad, como la arena del mar, hasta que por fin cesaron
de contarlo, porque era sin número”. Aquí se recalca que el grano era
incontable. De igual modo, Jehová declaró: “Tal como no puede
contarse el ejército de los cielos, ni medirse la arena del mar, así multiplicaré
la descendencia de David mi siervo”. Tan cierto como que las estrellas del
cielo y la arena del mar son incontables, así de seguro es que Jehová
cumplirá su promesa a David (Jeremías 33:22).
A menudo, la expresión
“la arena del mar” se
refiere a algo que es grande e impresionante en cantidad o tamaño. Los
israelitas que se hallaban en Guilgal estaban muy preocupados por el ejército
filisteo que se encontraba en Micmash, pues era “como los granos de arena
que están a la orilla del mar por multitud” (1 Samuel
13:5, 6; Jueces 7:12). Y “Dios continuó dando a Salomón
sabiduría y entendimiento en medida sumamente grande, y una anchura de corazón,
como la arena que está sobre la orilla del mar” (1 Reyes 4:29). Aunque en ambos
casos la cantidad era considerable, tenía un límite.
“La arena
del mar” también puede referirse a un número desconocido, sin dar a
entender que sea inmenso. Jehová dijo a Abrahán: “Yo de seguro te bendeciré y de
seguro multiplicaré tu descendencia como las estrellas de los cielos y como los
granos de arena que hay en la orilla del mar” (Génesis 22:17) … Como bien sabemos
ahora, la “descendencia” de Abrahán, aparte de Jesucristo,
se compone de 144.000 personas, a quienes Jesús llamó el “rebaño pequeño” (Lucas 12:32; Gálatas 3:16, 29; Revelación
7:4; 14:1, 3).
¿Qué aprendemos de
estos ejemplos? Que la expresión “como la arena del mar” no siempre significa una cantidad
infinita y astronómica; tampoco se emplea siempre para describir algo de tamaño
inmenso o sumamente grande. Con frecuencia representa un número desconocido,
pero bastante grande. Por lo tanto, es razonable creer que la multitud rebelde
que apoyará a Satanás en su ataque final contra el pueblo de Dios no será
enorme o inmensa, sino de proporciones considerables, lo suficientemente grande
como para representar una amenaza. No obstante, el número todavía se
desconoce (“La Atalaya”
de1/12/2002, pág 29)
Análisis:
Dicen los TJ en “Usted
puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra”, pág 183, refiriéndose a
(Ap 20;8) que Jehová dejará que Satanás y sus demonios salgan del abismo
donde han estado durante los mil años, para que tienten a quienes han conseguido
pasar con nota la prueba de los mil años del Juicio. “¿Qué resultado tiene esto? -se preguntan los TJ-. La Biblia muestra -se responden– que Satanás logra apartar a
‘algunas’ personas de servir a Jehová. Estas serán como ‘la arena
del mar’, lo que significa que es una cantidad indeterminada”. La misma interpretación puede
leerse en “El hombre más grande de todos los tiempos”, en su último
capítulo, el 133.
¿Es esa la
interpretación que los TJ hacen de la Biblia? Es evidente que la
expresión “arena del mar” significa una “cantidad indeterminada”, pero una cantidad –como los TJ exponen
en su relato- “de
proporciones considerables lo suficiente grande como para representar una
amenaza”, cantidad que muy bien podría ser enorme o inmensa, y que
jamás podría adjetivarse como “algunos”.
Por otra parte, la forma
literaria de (Ap 20;8) está tomada de (Ez 38; 10 y ss) en que nos
describe la invasión de Gog y de los pueblos escitas con innumerables aliados,
que en el siglo VII, invadieron el Oriente y fueron a morir a las fronteras de
Egipto. Los ejércitos que intervienen –según la Biblia- no podemos describirlos
como formados por “algunos” soldados.
Sería no responder a la verdad.
Podemos, pues,
considerar correcto que un grupo de 144.000 personas se denomine “pequeño rebaño”, en contraposición a otro formado por una “Gran muchedumbre” compuesto de millones y
millones de personas. Pero considerar que 144.000 se puede
aceptar como ejemplo para una cantidad de la que se dice que es como la “arena del mar” o como “las estrellas de los cielos”
es totalmente inadecuado, teniendo en cuenta que se contraponen, de la misma
manera, a millones y millones de personas que han vivido. Por lo tanto, parece
que el problema radica en el hecho de que teniendo en cuenta las dos
igualdades, llegamos a la inaceptable conclusión de considerar que un “pequeño
rebaño” sea ejemplo de una cantidad de la que se dice que es como la “arena
del mar” o como “las estrellas de los cielos”.
Son dos ideas completamente contrapuestas, porque “pequeño rebaño”
presupone una cantidad pequeña, más bien reducida y ser como la “arena del mar” una cantidad grande, más
bien enorme. Por otra parte, en (Heb 11;12), podemos leer que la descendencia de
Abrahan será "innumerable" y esto quiere decir imposible de contar y
de fijar...
s/TJ:
La Palabra de Dios
dice: “[Abrahán] puso fe en Jehová; y él procedió a contárselo por justicia”
(Gén. 15:5, 6). Es verdad que ningún ser humano es totalmente justo
(Sant. 3:2). Pero como Abrahán tenía tanta fe, Jehová lo consideró justo e
incluso dijo que era su amigo (Isa. 41:8). Quienes componen junto con Jesús la descendencia
espiritual de Abrahán también han sido declarados justos, y esto les reporta
bendiciones aún mayores que las que recibió Abrahán.
Los cristianos ungidos
son declarados justos porque ejercen fe en el sacrificio redentor de Jesús
(Rom. 3:24, 28). A los ojos de Jehová quedan absueltos de
su pecado, por lo que pueden ser ungidos con espíritu santo para ser hijos
espirituales de Dios y hermanos de Jesucristo (Juan 1:12, 13). Además,
llegan a formar parte del nuevo pacto y componen una nueva nación,
“el Israel de Dios” (Gál. 6:16; Luc. 22:20). ¡Qué privilegiados se
sienten! Como consecuencia de todas estas cosas que Dios hace por ellos, los
cristianos ungidos no tienen la esperanza de vivir para siempre en la
Tierra. Sacrifican esa posibilidad por el gozo indescriptible de colaborar con
Jesús durante el Día del Juicio y gobernar con él en los cielos (Rom 8;17).
En el Pentecostés del
año 33, unos ciento veinte hombres y mujeres fieles recibieron la
oportunidad de formar parte del grupo que gobernará con Jesús durante el Día
del Juicio. Todos los discípulos reunidos en aquella ocasión fueron
bautizados con espíritu santo y así se convirtieron en los primeros cristianos
ungidos. Pero aquello era solo el primer paso para que obtuvieran la recompensa
celestial. A partir de ese momento, Satanás los sometería a muchas
pruebas, y ellos tendrían que mantenerse leales a Jehová. Solo recibirían la
corona de la vida si eran fieles hasta la muerte (Rev. 2:10).
Jehová les dio a los
cristianos ungidos los consejos y el estímulo que necesitaban a fin de
mantenerse fieles; para ello se valió de la congregación cristiana y de su
Palabra. Por ejemplo, el apóstol Pablo escribió a sus hermanos ungidos de
Tesalónica: “Como un padre hace con sus hijos, nosotros seguimos exhortando
a cada uno de ustedes, y confortándolos y dándoles testimonio, a fin de que
siguieran andando de una manera digna de Dios, que los llama a su reino y
gloria” (1 Tes.
2:11, 12)
En las décadas que siguieron a la selección de los primeros ungidos, Jehová estimó conveniente que se hiciera un relato escrito del ministerio terrestre de Jesús. También decidió que quedara constancia de Su relación con los cristianos ungidos del siglo primero, así como de los consejos que les daba. Por eso inspiró la redacción de las Escrituras Griegas Cristianas, que se añadieron a las ya existentes Escrituras Hebreas. Estas últimas —las Escrituras Hebreas— se escribieron en principio para el Israel natural, durante el período en que este disfrutó de una relación especial con Dios. Y las Escrituras Griegas Cristianas se escribieron principalmente para “el Israel de Dios”, compuesto por los que han sido ungidos para ser hermanos de Cristo e hijos espirituales de Dios. Ahora bien, tal como los no israelitas podían beneficiarse mucho del estudio de las Escrituras Hebreas, así también los cristianos que no son ungidos obtienen beneficios incalculables al estudiar y aplicar los consejos de las Escrituras Griegas (léase 2 Timoteo 3:15-17).
A los cristianos del
siglo primero se les declaró justos y se les ungió con espíritu santo a fin de
que en un futuro pudieran recibir la herencia celestial; su ungimiento
no los convertía en reyes mientras aún estaban en la Tierra. Pero parece
que algunos de ellos no lo entendían de ese modo, pues empezaron a buscar
protagonismo entre sus hermanos ungidos, a comportarse como si fueran reyes
sobre ellos. Por eso Pablo les dijo: “Ustedes
ya están hartos, ¿verdad? Ya son ricos, ¿verdad? Han empezado a reinar sin
nosotros, ¿verdad? Y verdaderamente desearía yo que hubieran empezado a
reinar, para que nosotros también reináramos con ustedes” (1 Cor. 4:8). (Biblioteca en línea Watchtower.
Del artículo aparecido en “La Atalaya” de 15/1/2008, pág 20-24)
Aunque
Jesucristo es el gobernante principal en el reino de Dios, no gobernará solo,
sino acompañado de otros reyes. Por eso, se escogen, hasta nuestros días,
personas de entre la humanidad para unirse a él en el reino celestial de su
Padre (Jn 14;2,3) (Lc 22;28-30)
(2Tim 2;12) (2Tim 4;18) (Ap 20;6) (Ap 5;10) (“La Atalaya” de 15/11/94, pág 4,5) (“Usted puede vivir…” pág 122,123)
La Biblia
predijo que los que fueran al cielo compondrían "un
reino y sacerdotes para nuestro Dios" y "reinarían sobre la
tierra" (Ap 5;10) ("La
Atalaya" de 15.11.94, pág 4-5)
En vista de la gran
responsabilidad que pesa sobre los hombros de estos gobernantes
celestiales, no sorprende que deban satisfacer requisitos
estrictos... En consecuencia, el número de los que van
al cielo debe ser relativamente pequeño. Más tarde se reveló
al apóstol Juan que los "comprados de la
tierra" para gobernar con Cristo
en el cielo ascenderían sólo a 144.000 (Ap 14;1-3) (Ap 20;6).
Cuando se compara con los miles de millones de personas que han
vivido en la Tierra, es en realidad un número pequeño
("La Atalaya" de 15.11.94, pág 5)
En (Ap 14;1-3) la
Biblia dice: "Y ví, y ¡miren! el Cordero (Jesucristo) de
pie sobre el monte (celestial) Sión, y con él
ciento cuarenta y cuatro mil... que han sido comprados (o
tomados) de la tierra". Note que sólo se ve a
144.000 personas con el Cordero, Jesucristo, sobre el monte
Sión celestial. (Hb 12;22). Por eso
la Biblia revela que solamente 144.000 personas fieles
y probadas serán llevadas allá para gobernar con Cristo (Ap 7;4-8)
(Ap 5:9,10) (Ap 14;1-3,4) ("Usted puede vivir para
siempre...", pág 124)
Es
para ellos que Jesús hace preparativos en el cielo (Jn 14;1-3) (2Pe 1;4, 10).
Así,
pues, sólo estos 144.000 irán al cielo. Ni Abraham, ni David, ni Moisés
ascendieron al cielo ni esperaban alcanzar el cielo (Jn 3;13) (Hech 2;34). (¿Qué enseña realmente la Biblia?, pág 76
y ss)
Después de morir y de
resucitar en el cielo, van a “reinar sobre la tierra” junto con Jesús (Revelación 5:10).
Desde los tiempos de los apóstoles, Dios ha ido escogiendo a cristianos fieles
a fin de completar la cifra de 144.000.
¿Reunirían muchas
personas los requisitos para la resurrección celestial? No. La mayoría de las
personas que duermen en la muerte no los satisfacen, aunque sin ser
directamente responsables de ello. Muchos tuvieron poca oportunidad de aprender
la verdad acerca de Jehová y sus propósitos o no tuvieron ninguna.
Vivieron y murieron sin tener conocimiento de Jesucristo ni del Reino de Dios.
("La Atalaya" de 15.5.95, pág 6)
Por ello, Jesús
se refirió a ellos como un "rebaño pequeño"
(Lc 12;32). Por lo tanto, no puede haber un número ilimitado de miembros del "reino de los
cielos". El Reino
de Dios tiene un número fijo ("pequeño")
de personas que gobernarán con Cristo (¡Despertad! de 8.1.95, pág 26).
Análisis:
Jesucristo, hablando con
Nicodemo (Jn 3;1), fariseo principal entre los judíos, le dice: “… porque tanto amó Dios al mundo,
que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino
que tenga la vida eterna” (Jn
3;16)
Jesucristo, hablando a las muchedumbres (Mt 7;28)(Mt 5;1), dice:
“… No todo el que dice
¡Señor!¡Señor! entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre, que está en los cielos… “ (Mt
7;21)
Está claro, según las palabras de Jesucristo, que “todo el que
crea en Él” no perecerá sino que tendrá “vida
eterna”. (Jn 3;16)
También está claro, asimismo según las palabras de Jesucristo, que “el que hace la voluntad de mi
Padre”… “entrará en el Reino de los Cielos”. (Mt 7;21)
Así, pues, el Reino de los cielos no está reservado a sólo un
grupo de elegidos: “todo el que crea en Él (en el Padre)” y “el que hace la
voluntad de mi padre”, entrará en el Reino de los Cielos.
Otras referencias sobre el mismo tema: Mt 5;3, Mt
5;10, Mt 10;37, Mt 18;9, Mt 19;16-30, Mt 22;34-40, Mt
23; 13, Mc 9;47, Mc 10;17-27, Mc 12;28-34, Lc
14;25-35, Lc 16;14-16, Lc 18;18-30,
Jn 3;36, Jn 5;24, Jn 6;40, Jn 10;28,
Col 3;2, Gl 5;6, 1Jn 2;3-4, 1Jn 4;20
Los TJ
citan frecuentemente dos textos para
fundamentar su distinción entre los elegidos que van al cielo y los
demás que se salvan para vivir eternamente en la tierra: Uno de
ellos es (Lc 12;32): "No
temáis, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha
querido daros el reino" Este
pequeño rebaño serían, s/TJ, los elegidos, únicos con esperanza
celestial. Podemos ver que en este pasaje de Lucas,
Jesucristo se dirige a sus "discípulos" y a través de ellos, se dirige
a todos los que quieran seguirle, para quienes será siempre
el Maestro amante y cariñoso, lleno de atenciones
y delicadezas. Incluso Pedro le pregunta: "Señor, ¿es a
nosotros a quienes dices esta parábola o a todos?".
Jesucristo le contesta mediante otra parábola en la que queda
claro que se dirige no sólo a los apóstoles, ni sólo a los
discípulos, sino a todo el mundo, ya que habla de siervos que conocen la
voluntad de su amo (Lc 12;47) y de siervos que no la conocen (Lc
12;48). En otro contexto (Mc 13;37) en el que Jesús también está
hablando de la vigilancia, como en (Lc 12;41), e incluso sin que
nadie se lo pregunte, explícitamente dice a los apóstoles que
están con él: "Lo
que a vosotros digo a todos lo digo".
Si ellos son
pocos -"rebañito
mío"- y como despreciados ante tantos otros
afanes y poderes y con dificultades para obtener la meta que
les acaba de proponer, que no se desalienten, que sepan que son
la porción elegida, pues "vuestro Padre se ha complacido
en daros el reino". En el
pasaje paralelo de (Mt 6;25-33) Jesucristo se dirige a la "muchedumbre", y,
lógicamente, no figura la expresión cariñosa que recoge Lucas.
Jesús hace una
distinción entre las ovejas: la de pertenecer al redil o no,
acompañada de conocerle a él o no. También podemos afirmar
que dicha distinción sería temporal, pues las otras ovejas al escuchar su
voz vendrían a él, y por lo tanto al redil, y
entonces serían un solo rebaño con un solo pastor. Este
proceso de unificación se describe en pasajes como (Hech 1;8b) (Jn 17;20)
La diferencia comentada es la única.
El otro texto que
normalmente citan los TJ, es (Jn 10;14-16): "Yo soy el buen
Pastor, y conozco las mías y ellas me conocen a mí; como mi Padre
me conoce a mí y yo conozco al Padre , y doy mi vida por las ovejas.
Tengo otras ovejas que no son de este redil y es necesario que yo
las traiga; ellas oirán mi voz, y habrá un solo rebaño y un
solo Pastor". Este
pasaje se interpreta claramente como la profecía de la
universalidad de su obra. Morirá para esto, como
destaca el mismo evangelista (Jn 11;52). Las "otras
ovejas", contrapuestas a las que ya
tiene en el redil del cristiano Israel, son los
gentiles. Es necesario que a todos los tenga en su rebaño,
que oigan eficazmente su voz (Jn 5;25).(Jn 18;37)(Jn 3;29),
a fin de que él las conduzca como rebaño único, que él guía a la
vida eterna (Jn 10;28).
Jesús vino sólo al
pueblo de Israel. Es lógico pensar que sólo estas ovejas
podían conocerle, salvo casos aislados como la mujer fenicia o el
centurión romano, pero en general era a las ovejas perdidas de la
casa de Israel a las que él venía. Puesto que eran ellas las que podían
conocerle, junto con esa minoría gentil, eran ellas las que
formaban el rebaño pequeño. Como
vimos era condición indispensable conocerle y aceptarle
para estar en el redil (Ez 34) (Mt 10;6).
¿Quiénes son,
pues, las otras ovejas? Habiendo dejado claro
que el rebaño pequeño eran los primeros creyentes que en su gran
mayoría eran judíos, queda sentada la respuesta a esta pregunta. La otras
ovejas habían de ser aquellas que escucharan la voz del
pastor, claro está a través de sus discípulos, y
éstas son todas las personas que en todas las
naciones recibieron a Cristo en su corazón. En el
lenguaje bíblico se les denominó el pueblo gentil. Cuando esto empezó a
ocurrir, empezaron también a formar un solo rebaño con
aquellos primeros judeocristianos y pasaron a ser
descendientes de Abraham y coherederos en la promesa (Rm 4;13-18) (Rm
11;11-24). Esta reconciliación entre el pueblo judío y gentil
representa esta unión de ovejas en un solo redil
con un solo pastor. Esta acto queda reflejado en todo el NT
(Gl 3:26-29) (Ef 2;11-19).
Generalmente se acepta
que los 144.000 de (Ap 7;4), se refieren a los fieles
convertidos del judaísmo. Para conservar el número
sagrado de doce se omite en la enumeración
la tribu de Dan. Después del Israel de
Dios (Gl 6;16), el profeta pasa a
describirnos la muchedumbre de los convertidos de la
gentilidad que son sin número "de
toda nación, tribu, pueblo y lengua". El profeta los
ve a todos anticipadamente en el cielo aclamando a Dios
y al Cordero. Con esto mira el autor a avivar más
en sus lectores la esperanza del triunfo que es la idea fundamental
del libro. Las "otras
ovejas" es paralelo a
(Ap 7;9) la "grande
muchedumbre".