martes, 25 de marzo de 2014

NUEVOS CIELOS Y NUEVA TIERRA

s/TJ:
También el apóstol Pedro escribió por inspiración acerca del futuro de la humanidad. Esto fue lo que dijo: “Los cielos y la tierra que existen ahora están guardados para fuego y están en reserva para el día del juicio y de la destrucción de los hombres impíos” (2 Ped. 3:7).

¿Qué les sucederá a los “cielos”, o gobiernos actuales, y a la “tierra”, es decir, la malvada sociedad humana que nos rodea? (Léase 2 Pedro 3:13.) Serán reemplazados por los “nuevos cielos” (el Reino mesiánico de Dios) y por la “nueva tierra” (una sociedad justa formada por los verdaderos siervos de Dios).
El último libro de la Biblia contiene una emocionante visión de la humanidad ya perfecta (léase Revelación 21:1-4). Esa es la esperanza que han albergado los siervos de Dios desde que se perdió la perfección en el jardín de Edén. Así es, los justos vivirán en el Paraíso terrestre sin temor a las enfermedades ni a la muerte. Como hemos visto, esta esperanza se basa sólidamente en las Escrituras Hebreas y en las Escrituras Griegas. Y esta maravillosa esperanza sigue fortaleciendo a los siervos fieles de Jehová hasta el día de hoy (Rev. 22:1, 2). (“La Atalaya” 15/8/2009, pág 7-11)
Análisis:
En (2Pe 3;5 y siguientes), Pedro la emprende  contra los falsos profetas que se burlaban de la parusía y refuta sus errores. Para Pedro el fin del mundo será una inmensa conflagración. En el Antiguo Testamento (Escrituras hebreas), el triunfo de Yahvé va acompañado de un fuego vengador que destruye los enemigos de su causa y alcanza hasta los elementos materiales del mundo. El autor sagrado, tal vez aluda en el v7 a los vaticinios de Isaías: (Is 66;15)(Is 51;6)(Is 65;17)(Is 66;22) y también de los profetas Miqueas (Miq 1;4); Sofonías (Sof 1;18)(Sof 3;8) y Daniel (Dan 7;9-10) y el (Sl 98;3). Pablo también habla del fuego del juicio (1Cor 3;13-15) (2Tes 1;7 y ss). También en los apócrifos judíos y en los escritos cristianos de los primeros siglos se alude frecuentemente al tema del fuego que destruirá y renovará el universo. Pedro, a partir del v11, resume lo que acaba de decir y saca una conclusión práctica. Puesto que el mundo presente está destinado a desaparecer y el día del Señor vendrá de repente como un ladrón, hay que estar preparados llevando una vida santa. El Señor espera pacientemente y difiere su retorno para dejar tiempo a los culpables al arrepentimiento v9). Así, el cielo y la tierra  en su estado presente “pasarán” (Mt 24;35)(2Pe 3;10) para ser reemplazados por un cielo y una tierra nuevos (Ap 21;1) reino mesiánico de la renovación que seguirá a la parusía (2Pe 3;13). Así, pues, la idea de la parusía y de la caducidad del mundo ha ejercido siempre un gran influjo sobre la espiritualidad tanto judía como cristiana.
En el “Nuevo” Testamento, la expresión “nuevo” expresa la realización definitiva y plenaria de las promesas del “Antiguo” Testamento cumplidas por Cristo (Mt 26;28), la “nueva” alianza (Lc 22;20) (Jr 31;31). Toda la vida cristiana está marcada por esta “novedad”,  que es la del régimen de la gracia (Rom 8;1-17). El mandamiento del amor es “nuevo” porque es el de la “nueva” alianza y porque en él se trata del amor con que Cristo nos ha amado (Jn 13:34-35). Al fin de los tiempos existirán cielos “nuevos” y una tierra “nueva” (Ap 21;1), que no quiere decir que sean iguales ni parecidos a los actuales, al fin y al cabo los cielos y la tierra en las Sagradas Escrituras se refieren a la morada del hombre, y éste lugar de estancia puede ser de mil y una maneras y naturalezas diferentes a las actuales. Los fieles recibirán un nombre nuevo (Ap 2;17). En una palabra, la novedad del orden instalado por Cristo se opone al orden “antiguo” y al orden envejecido por el pecado.