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También el apóstol Pedro escribió por inspiración acerca del futuro de la
humanidad. Esto fue lo que dijo: “Los cielos y la tierra que existen ahora
están guardados para fuego y están en reserva para el día del juicio y de la
destrucción de los hombres impíos” (2 Ped. 3:7).
¿Qué les sucederá a los “cielos”, o gobiernos actuales, y a la “tierra”, es decir, la malvada sociedad humana que nos rodea? (Léase 2 Pedro 3:13.) Serán reemplazados por los “nuevos cielos” (el Reino mesiánico de Dios) y por la “nueva tierra” (una sociedad justa formada por los verdaderos siervos de Dios).
¿Qué les sucederá a los “cielos”, o gobiernos actuales, y a la “tierra”, es decir, la malvada sociedad humana que nos rodea? (Léase 2 Pedro 3:13.) Serán reemplazados por los “nuevos cielos” (el Reino mesiánico de Dios) y por la “nueva tierra” (una sociedad justa formada por los verdaderos siervos de Dios).
El último libro de la Biblia contiene una emocionante visión de la
humanidad ya perfecta (léase Revelación 21:1-4). Esa es la esperanza que han albergado
los siervos de Dios desde que se perdió la perfección en el jardín de Edén. Así
es, los justos vivirán en el Paraíso terrestre sin temor a las enfermedades
ni a la muerte. Como hemos visto, esta esperanza se basa sólidamente en
las Escrituras Hebreas y en las Escrituras Griegas. Y esta maravillosa
esperanza sigue fortaleciendo a los siervos fieles de Jehová hasta el día de
hoy (Rev. 22:1, 2). (“La Atalaya” 15/8/2009, pág 7-11)
Análisis:
En (2Pe 3;5 y siguientes), Pedro la
emprende contra los falsos profetas que
se burlaban de la parusía y refuta sus errores. Para Pedro el fin del mundo
será una inmensa conflagración. En el Antiguo Testamento (Escrituras hebreas),
el triunfo de Yahvé va acompañado de un fuego vengador que destruye los
enemigos de su causa y alcanza hasta los elementos materiales del mundo. El
autor sagrado, tal vez aluda en el v7 a los vaticinios de Isaías: (Is 66;15)(Is
51;6)(Is 65;17)(Is 66;22) y también de los profetas Miqueas (Miq 1;4); Sofonías
(Sof 1;18)(Sof 3;8) y Daniel (Dan 7;9-10) y el (Sl 98;3). Pablo también habla
del fuego del juicio (1Cor 3;13-15) (2Tes 1;7 y ss). También en los apócrifos
judíos y en los escritos cristianos de los primeros siglos se alude
frecuentemente al tema del fuego que destruirá y renovará el universo. Pedro, a
partir del v11, resume lo que acaba de decir y saca una conclusión práctica.
Puesto que el mundo presente está destinado a desaparecer y el día del Señor
vendrá de repente como un ladrón, hay que estar preparados llevando una vida
santa. El Señor espera pacientemente y difiere su retorno para dejar tiempo a
los culpables al arrepentimiento v9). Así, el cielo y la tierra en su estado presente “pasarán” (Mt 24;35)(2Pe 3;10) para ser reemplazados por un cielo y
una tierra nuevos (Ap 21;1) reino mesiánico de la renovación que seguirá a la
parusía (2Pe 3;13). Así, pues, la idea de la parusía y de la caducidad del
mundo ha ejercido siempre un gran influjo sobre la espiritualidad tanto judía
como cristiana.
En el “Nuevo”
Testamento, la expresión “nuevo”
expresa la realización definitiva y plenaria de las promesas del “Antiguo” Testamento cumplidas por Cristo
(Mt 26;28), la “nueva” alianza (Lc
22;20) (Jr 31;31). Toda la vida cristiana está marcada por esta “novedad”, que es la del régimen de la gracia (Rom
8;1-17). El mandamiento del amor es “nuevo”
porque es el de la “nueva” alianza y
porque en él se trata del amor con que Cristo nos ha amado (Jn 13:34-35). Al
fin de los tiempos existirán cielos “nuevos”
y una tierra “nueva” (Ap 21;1), que
no quiere decir que sean iguales ni parecidos a los actuales, al fin y al cabo
los cielos y la tierra en las Sagradas Escrituras se refieren a la morada del
hombre, y éste lugar de estancia puede ser de mil y una maneras y naturalezas
diferentes a las actuales. Los fieles recibirán un nombre nuevo (Ap 2;17). En
una palabra, la novedad del orden instalado por Cristo se opone al orden “antiguo” y al orden envejecido por el
pecado.