Los siervos fieles de Dios que han muerto en los últimos años. También están entre los "justos" que serán resucitados. Dios se encargará de que la esperanza de ellos de vivir para siempre en el paraíso en la Tierra se realice, mediante el resucitarlos de entre los muertos. ("Usted puede vivir...", pág 172)
Los cristianos justos, muertos antes del Armagedón, quienes juntamente con sus hermanos, todavía vivos, y que no morirán (Jn 11;26) (2Tim 3;1) que habrán sobrevivido al Armagedón, cumplirán el mandato divino de poblar la tierra. "Los justos mismos poseerán la tierra y morarán para siempre sobre ella" (Sl 37;29). Esto no resultará en población en exceso. Jehová le dijo originalmente al hombre que "llenara" la tierra, no que la sobrellenara. Cuando la humanidad se haya multiplicado suficientemente y haya llenado la tierra paradisíaca con una raza de gente perfecta, feliz, adoradora de Jehová, entonces, Dios dirá: "Basta" y hará provisión para el dar a luz prole. Sin duda aquél que originó la vida y puede sustentarla para siempre, fácilmente puede regularizarla para que se acomode a su propósito.
Así, pues, los justos procrearán hijos hasta que la Tierra se llene con ellos, sus descendientes y el tercer grupo de resucitados (Lc 20;34-36) (Ap 21;1) ("Que Dios...", pág 278, 281-283)
"La verdad concerniente al mandato divino (de procrear y llenar la tierra) fue revelado en 1938. Ahora surge la pregunta respecto a aquéllos de las otras ovejas del Señor que mueran antes de la batalla del Armagedón (...) ¿Tendrán estos parte en llevar a cabo el mandato divino en el mundo nuevo? Se sugiere en ello como razonable que, habiendo mantenido Dios esta esperanza ante ellos, y ellos habiendo muerto sin culpabilidad y fieles a él, no les negará el privilegio del mandato divino" ("La verdad os hará libres", pág 362 y 363)
"... evidentemente las palabras de Jesús -en (Lc 20;35-36)- donde se dice que todas las personas muertas, cuando resuciten, no se casarán ni podrán tener prole porque serán como los ángeles en el cielo e hijos de Dios, aplican a la resurrección terrenal, e indican que los resucitados no se casarán ni serán reunidos en una relación de matrimonio con cónyuges anteriores (...) Los que en este presente sistema inicuo de cosas se prueben dignos de obtener una resurrección, en el nuevo orden o en el venidero sistema de cosas no se casarán ni tendrán prole" ("La Atalaya" de 1968, pág 351)