viernes, 11 de abril de 2014

1914. FIN DEL TIEMPO DE LOS GENTILES

s/TJ


Renovación de la dominación mundial. 

Dios, no obstante, deja claro que no ha pasado la dominación del mundo a las potencias gentiles para siempre. 

La visión muestra que la restricción que Dios se impuso (representada por las ataduras de hierro y de cobre alrededor del “tocón” del árbol) continuaría hasta que ‘pasaran siete tiempos sobre él’. (Da 4:16, 23, 25.) Luego daría la dominación mundial ‘a quien él quisiera’, puesto que “el Altísimo es Gobernante en el reino de la humanidad”. (Da 4:17.) Según muestra el libro profético de Daniel, este habría de ser el “hijo del hombre”, a quien le serían dadas “gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él”. (Da 7:13, 14.) La propia profecía de Jesús, en la que aparece la referencia a “los tiempos señalados de las naciones”, tiene que ver claramente con su ejercicio de tal dominación mundial como el rey escogido de Dios, el heredero de la dinastía davídica. (Mt 24:30, 31; 25:31-34) (Lu 21:27-31, 36.) De este modo, el tocón simbólico (que representa el derecho que Dios se reserva como soberano de ejercer la dominación mundial en “el reino de la humanidad”) habría de brotar nuevamente en el reino de su Hijo. (Sl 89:27, 35-37.)

Siete tiempos simbólicos. 

En la experiencia personal que Nabucodonosor tuvo del cumplimiento de la visión, los “siete tiempos” fueron siete años durante los cuales él enloqueció, con síntomas semejantes a los de la licantropía, y abandonó su trono para comer vegetación como una bestia del campo. (Da 4:31-36.) Es significativo que la Biblia represente por tanto el ejercicio de la dominación mundial por las potencias gentiles mediante bestias que se hallan en oposición al pueblo santo de Dios y su “Príncipe de príncipes”. Compárese con (Da 7:2-8, 12, 17-26; 8:3-12, 20-25) (Rev 11:7; 13:1-11; 17:7-14.) Los lexicógrafos dicen que la palabra “tiempos” (del arameo ʽid·dán) se usa en la profecía de Daniel con el significado de “años”. (Véase Lexicon in Veteris TestamentiLibros, de L. Koehler y W. Baumgartner, Leiden, 1958, pág. 1106; A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament, de Brown, Driver y Briggs, 1980, pág. 1105; Lexicon Linguae Aramaicae Veteris Testamenti, edición de E. Vogt, Roma, 1971, pág. 124.) La duración de un año en este caso es de 360 días, tal como en (Revelación 12:6, 14) tres tiempos y medio equivalen a “mil doscientos sesenta días”. (Compárese también con Rev 11:2, 3.) Según este cálculo, “siete tiempos” equivaldrían a 2.520 días. El hecho de que un número específico de días puede utilizarse en el registro bíblico para representar proféticamente una cantidad igual de años, se puede observar al leer los registros de Números 14:34 y Ezequiel 4:6. Solo aplicando la fórmula “un día por un año” a los “siete tiempos” de esta profecía, puede tener la visión del capítulo 4 de Daniel un cumplimiento significativo que trascienda de los tiempos ya pasados de Nabucodonosor, cumplimiento que cabe esperar según las pruebas hasta ahora presentadas. Por lo tanto, los “siete tiempos” representan 2.520 años.

Es un hecho histórico digno de mención el que —sobre la base de la información y pruebas presentadas— el número de marzo de 1880 de la revista Watch Tower identificase el año 1914 con el tiempo en que concluirían “los tiempos señalados de las naciones” (el permiso de gobernar que Dios había concedido a los gobernantes gentiles). Eso fue unos treinta y cuatro años antes de que llegara dicho año y de los sucesos trascendentales a los que dio comienzo. El periódico The World del 30 agosto de 1914, uno de los más importantes de Nueva York en aquel entonces, comentó lo siguiente en un artículo principal de su revista dominical: “El tremendo estallido de guerra en Europa ha cumplido una profecía extraordinaria. Durante el pasado cuarto de siglo, por medio de predicadores y de la prensa, los ‘Estudiantes Internacionales de la Biblia’ [...] han estado proclamando al mundo que el Día de la Ira profetizado en la Biblia amanecería en 1914”.


Los sucesos que acontecieron en el otoño del año 1914 E.C. y desde entonces, son historia que todos conocemos bien; aquel año vio el comienzo de la gran guerra, la primera guerra mundial de la historia de la humanidad y la primera que se peleó, no por la cuestión de la dominación de Europa solamente, ni de África ni de Asia, sino por la dominación del mundo. (Lu 21:7-33) (Rev 11:15-18) (“Perspicacia”, vol 2, págs 1117-1121)