sábado, 26 de abril de 2014

AMOR RECÍPROCO. ÁGAPE. SER DIGNO DE JESUCRISTO

s/TJ:

"Uno es la persona que entregó su vida con el propósito de rescatarlo  a usted de los efectos mortíferos del pecado, Jesucristo (Mt 1;21) (Hech 4;12) ¡Qué altruista el amor que le impulsó a sacrificarse! (Jn 15;13) El aprecio por lo que Cristo hizo por usted debe hacer que crezca en su corazón un amor a él que sobrepase el cariño que usted le tenga a cualquier humano, vivo o muerto...,  incluso el cariño que le tenga a su padre o su madre... a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos. (Mt 10;37)... Es fácil  comprender por qué aquellos que anduvieron y hablaron y vivieron con Jesús llegaron a amarlo y a tenerlo en tan alta estima. En todo lo que él hacía siempre tenía en el fondo el bienestar de otros... ("La Atalaya" de 15.5.68, pág  291 y ss)".


Análisis:

En (Jn 13;34,35) Jesús dirigiéndose a sus apóstoles les dice: "Un precepto nuevo os doy:  Que os améis los unos a los otros como yo os he amado, así también amaos mutuamente. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis caridad unos  para con otros". Y lo repite por segunda vez en (Jn 15;12). Y, ¡cómo amó Jesucristo a sus discípulos! 
Este nuevo precepto de Jesús sobre el amor, añade nuevas luces sobre lo que Jesús entiende por amor al prójimo. No se conforma conque nuestro amor al prójimo sea el que cada uno de nosotros pueda entender o valorar. Quiere que nos amemos como el nos ha amado (Jn 15;12) y El lo ha hecho con la misma intensidad que el Padre le amó a El. (Jn 15;9). Así, pues, se rompen todas las barreras y todas las distancias, estableciéndose  la igualdad que es condición de la amistad. Por eso, a continuación en (Jn 15;13-15) les trata de amigos por primera vez. Ya nos había dicho en (Mt 5;48) que tenemos que ser  perfectos como  nuestro padre celestial es perfecto.  
El amor humano -que generalmente se inscribe dentro de un pequeño círculo de personas- con todos sus matices: cordialidad, simpatía, sentimiento, afecto, filantropía, etc, no es, pues, suficiente. Debemos amar con un corazón humano-divino totalmente  abierto a quien pasa a nuestro lado. El amor que se nos exige, nunca puede reducirse a  una relación cerrada entre dos o tres personas que excluya a las demás. En la relación  entre dos personas que se aman en Cristo existe siempre un lugar para toda la humanidad. Es una relación espiritual, que está por encima de la relación material. No es un de tú a tú en una relación concreta. El amor cristiano es amplio, es un de tú a todos porque siempre que te relaciona con alguien lo estás haciendo con Cristo. Cuando un cristiano se relaciona con su esposa, con su padre, con un compañero de trabajo, con un  vecino, con un desconocido, con un enemigo... se está relacionando, en todo caso, con  Cristo. Pero este mandamiento de Jesús, comporta -y esto es importantísimo- la idea  de reciprocidad. Mi prójimo me es necesario. Por mí sólo no podré actuar el mandamiento típicamente cristiano. Podríamos decir que Jesucristo está definiendo al ser humano como aquel que para  sentirse en plenitud debe amar -en el sentido que El nos ha dicho- y  sentirse amado.  
Es verdad que Jesucristo en (Jn 13;34) les dice a sus apóstoles: "amaos los unos a los  otros como yo os he amado". Pero no les dice que dejen de amar a los demás, tengan o  no tengan su fe. También para ellos, y para todos los que en adelante serán sus discípulos, rigen las palabras que hemos visto más arriba. Por eso, podemos resumir: Para alcanzar  la Vida eterna debemos amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos y además, entre nosotros, los que confesamos la misma fe en Cristo, debemos intensificar esta relación amorosa de forma recíproca a fin de que como dice el propio Jesucristo: "... todos conozcan que sois discípulos míos"'. 
Los fariseos en tiempo de Jesús hacían ostentación de sus filacterias para que todo el  mundo vieran lo piadosos que eran. Durante años muchos cristianos han hecho alarde hipócritamente de serlo e incluso se han inventado mil y un distintivos para significarse delante de los demás.  
Pero ninguno de estos es el distintivo que nos dio Jesucristo. Los cristianos hemos olvidado muchas veces que el único distintivo que tenemos la obligación de mostrar ante el mundo, es el de nuestro recíproco amor: "En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros". Con la consecuencia que ya hemos apuntado de  que entonces el mundo creerá y  conocerá que Jesucristo es el enviado de Dios a la tierra.


AGAPE 
Palabras griegas que significan amor:  
El sustantivo  EROS y  el verbo ERAN. 
Se usan principalmente para indicar el amor entre los sexos. Aunque también pueden utilizarse para expresar la pasión de la ambición o la intensidad de un sentimiento patriótico, característicamente se emplean con relación al amor físico. En griego, el significado de estas palabras había degenerado a fin de representar predominantemente los hechos más vulgares relacionados con el  amor sexual. Es claro que el cristianismo difícílmente podía haberse anexado estas palabras,  por lo que no aparecen en absoluto en el Nuevo Testamento.  
El sustantivo STORGE y el verbo STERGEIN. 
Tienen que ver especialmente con los afectos familiares. Pueden utilizarse para expresar la clase de amor que siente un pueblo por su gobernante o una nación o familia por su dios tutelar, pero su uso regular describe fundamentalmente el amor de padres a hijos y viceversa. Estas palabras no se encuentran en el Nuevo Testamento excepto el adjetivo  afín PHILOSTORGOS, que aparece una vez en (Rom 12;10) (el gran capítulo que Pablo dedica a la ética) y que NC y NM traducen "amor fraternal". Esto es muy sugestivo porque denota  que la  comunidad cristiana  no es  una sociedad  sino una familia. 
El sustantivo PHILIA y el verbo PHILEIN. 
Son las palabras griegas más comunes para amor, y ambas tienen un halo de cálido atractivo. Estas palabras encierran la idea de mirar a uno con afectuoso reconocimiento. Pueden usarse respecto del amor entre amigos y entre esposos. La mejor traducción de PHILEIN es "apreciar", la cual, incluyendo el amor físico, abarca mucho más. Tiene en sí todo el calor del auténtico afecto y del auténtico amor. En el NT, PHILEIN se utiliza también para expresar el amor entre padre e hijos (Mt 10;37); el amor de Jesús a Lázaro  (Jn 11;3,36) y, una vez, el amor de Jesús al discípulo amado (Jn 20;2). Son palabras hermosas para expresar una relación hermosa. 
El sustantivo AGAPE y el verbo AGAPAN. 
Con mucho, estas palabras son las más comunes en el NT para amor. El nombre AGAPE, no es en absoluto una palabra clásica, por lo que solamente podemos encontrar raras  y dispersas apariciones de esta palabra que llegaría a ser la clave de la ética en el NT. El verbo AGAPAN se emplea en el griego  clásico más que el sustantivo, pero tampoco  es muy  frecuente.  La  gran diferencia  entre PHILEIN  y AGAPAN en  el griego clásico  es que  AGAPAN carece del  calor que caracteriza a PHILEIN. 
No sería cierto si dijéramos que en el NT se usan nada más que AGAPE y  AGAPAN para  expresar el amor cristiano. Alguna vez se utiliza también PHILEIN, como en los casos  siguientes: para indicar la clase de amor que el Padre tiene al Hijo (Jn 5;20); para denotar el amor de Dios a los hombres (Jn 16;27) y para expresar la devoción que los hombres deben tener a Jesús (1Cor 16;22). Pero PHILEIN se encuentra en el NT relativamente poco en comparación con AGAPE, que aparece casi ciento veinte veces, y con AGAPAN, que se emplea más de ciento treinta. 
¿Por qué la forma cristiana de expresión se desentendió de las otras palabras griegas que significan amor y se centró en éstas?. Evidentemente, las otras palabras habían adquirido ciertos matices que las hacían inadecuadas. EROS se asociaba definitivamente con el lado vulgar del amor, tenía que ver mucho más con  la pasión que con el amor. STORGE estaba muy vinculada al afecto familiar, pero nunca tuvo en sí la amplitud que la concepción del amor cristiano exige. PHILIA era una palabra agradable, pero fundamentalmente denotaba calidez, intimidad y afecto. Podía usarse adecuadamente  tan sólo respecto de nuestros allegados más amados, y el cristianismo necesitaba una palabra que incluyera mucho más.   
El pensamiento cristiano se fijó en AGAPE porque era la única palabra capaz de abarcar el contenido necesario; porque AGAPE demanda el concurso del hombre como un todo. El amor cristiano no alcanza únicamente a nuestros parientes, a nuestros amigos más íntimos y, en general, a todos los que nos aman; el amor cristiano se extiende hasta el  prójimo, sea  amigo o  enemigo, y hasta el mundo entero. 
Por otra parte, todas las palabras ordinarias que significan amor expresan una emoción.   Son palabras que se refieren al corazón y que ponen de manifiesto una experiencia que nos coge de improviso, sin buscarla, casi inevitablemente. No podemos impedir amar a nuestros parientes (la sangre tira) y a nuestros amigos. El enamorarse no es ninguna proeza; es algo que nos sucede y que no podemos evitar. No hay ninguna virtud particular en el hecho de enamorarse, pues, para ello, poco o nada consciente tenemos que hacer. Simplemente sucede.
Pero AGAPE implica mucho más. AGAPE tiene que ver con la mente. No es una mera emoción que se desata espontáneamente en nuestros corazones, sino un principio por el cual vivimos deliberadamente. AGAPE se relaciona íntimamente con la voluntad. AGAPE, el amor cristiano, no es una simple experiencia  emocional que nos venga espontáneamente; es una conquista, una victoria, una proeza.   Es la facultad de amar lo que no es amable, de amar a la gente que no nos gusta. Nadie amó jamás a sus enemigos; pero al llegar a hacerlo es una auténtica conquista de todas nuestras inclinaciones naturales y emocionales. El cristianismo no nos pide que amemos a nuestros enemigos, y a los hombres en general, de la misma forma que amamos a nuestros familiares y amigos íntimos porque eso sería a la vez imposible y erróneo. Pero sí demanda que tengamos en todo tiempo una cierta actitud mental y una cierta inclinación benevolente hacia los demás sin importarnos su condición. 
¿Cuál es, pues, el significado de AGAPE?. El supremo pasaje para interpretarlo es (Mt  5;43-48). Ahí se nos manda amar a nuestros enemigos. ¿Para qué?. Para que seamos como Dios, que hace caer su lluvia sobre justos e injustos, sobre buenos y malos. Es decir, al margen de como un hombre sea, Dios no procura para él sino su mayor bien. Eso es AGAPE, el espíritu que dice: "Sin importarme lo que un hombre, santo o pecador, me haga, nunca procuraré perjudicarlo ni vengarme. Jamás buscaré para él otra cosa que  no sea lo mejor." Es decir, amor cristiano, AGAPE, es benevolencia insuperable, bondad invencible. Como ya hemos dicho, AGAPE no es meramente una ola de emoción; es una  deliberada convicción que resulta en una deliberada norma de vida. Es una conquista de la voluntad. AGAPE apela a todo el hombre para realizarse; no sólo toma su corazón,  sino también su mente  y su voluntad.
EL QUE AMA AL PADRE O A LA MADRE MÁS QUE A MÍ NO ES DIGNO DE MÍ 
Pero si Jesucristo fue un ser creado, o sea que recibió la vida en el tiempo, como asimismo la recibió la humanidad, y por eso todos, el Hijo y nosotros, hemos de estar agradecidos al Padre, no son suficientes las razones que nos presentan los TJ para que una persona, hombre como lo fue Jesucristo, yo o usted, por ejemplo, (No hemos de olvidar que los TJ defienden que Jesucristo fue totalmente humano) amemos a Jesucristo más que a nuestro padre e incluso más que a nuestra esposa y a nuestros hijos. ¿Cuántos casos como el que nos cuentan los TJ acerca de un hombre llamado Jesucristo no se han dado en la historia humana de hombres que se han sacrificado por los demás, que han dado su vida en aras de unos ideales que creían eran un bienestar para los demás? ¿Cientos?, ¿miles?, ¿millones?. ¿Por qué no amar a éstos más que a nuestro padre, esposa o hijos?.
Los TJ  por muchas vueltas que le den al tema no tienen argumento que justifique las palabras de Jesucristo. Sólo puede justificar estas palabras el hecho de que quien las dice es el  sacrificado y éste es superior a cualquier hombre, es Dios. Y como Dios, no precisaba de este sacrificio para seguir siendo infinitamente y eternamente feliz. Pero se sacrificó voluntariamente por la humanidad, sin pedir nada a cambio, para que ésta recobrara su situación perdida y tuviera definitivamente la oportunidad libre de ser feliz. Tanto amó Dios al mundo -es la interpretación de los TJ- que para salvarlo sacrificó a un ser creado. ¿Dónde está ese amor tan grande que ha de hacernos que queramos por encima de todas las cosas, a Dios y a ese ser creado que se sacrifica? Fue una actitud muy fácil por parte de Dios. ¿No demostraría realmente amor verdadero si él mismo, de alguna manera es el sacrificado, es el que realmente se entrega por nosotros? ¡Sí! Y eso es lo que ocurrió y nos cuenta las Escrituras.

En cierta ocasión en que Jesucristo estaba dando instrucciones a sus apóstoles, les dijo: "El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí, y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí" (Mt  10;37) (Lc 14;26). Pero, ¿no nos ha dicho que no hay mayor mandamiento que en primer lugar amar a Dios y en segundo amar al prójimo?. Ahora se "corrige" a sí mismo y nos dice que en primer lugar amar a Dios, en segundo lugar a Jesucristo y en tercer lugar al prójimo. ¿Qué explicación dan los TJ a  esta.... nueva  propuesta?. Yo estoy seguro de que si Jesucristo en esta ocasión no tuvo que salir corriendo, fue porque esta conversación la mantenía en privado con sus apóstoles quienes de alguna manera empezaban a conocer la personalidad profunda de Jesucristo. En otras ocasiones, Jesús no tuvo tanta suerte y así, cuando se atrevió a  decir que el Padre y El eran "una sola cosa" (Jn 10;22-39) o cuando decía que Dios era su Padre (Jn 5;5-18) tuvo que escabullirse como pudo de la gente enfurecida que quería lapidarlo. Y ¿por qué digo que en otras circunstancias habría tenido que salir corriendo?  Pues, porque,  dicho rápidamente, si no hay otro mandamiento mayor que 1º Dios y 2º  Prójimo, y luego nos dice que El está antes que el prójimo -incluso antes  que nuestros padres y nuestros hijos- ¿No se estará poniendo al mismo nivel que Dios?, o dicho más claramente, ¿no  nos estará diciendo que El es Dios?.