s/TJ:
CONVERSACIONES CON UN TESTIGO DE
JEHOVÁ
Para ver el desarrollo de una típica conversación con un testigo de Jehová,
imaginémonos que un Testigo de nombre Antonio visita a un señor llamado Luis
(Sólo la primera parte de la conversación) (“La Atalaya 1/5/2014, pág 8-10)
Antonio: Hola,
Luis. ¡Qué bueno verlo de nuevo!
Luis: Lo mismo
digo.
Antonio: Le
traigo los últimos números de La Atalaya y ¡Despertad!
Estoy seguro de que le interesarán los temas que traen.
Luis: Gracias.
Por cierto, me alegra que haya venido hoy porque hay algo que quiero
preguntarle.
Antonio: Sí,
dígame.
Luis: El otro
día estaba hablando con un compañero de trabajo y le comenté que sus
revistas son muy interesantes. Pero él me contestó que no debería leerlas
porque los testigos de Jehová no creen en Jesús. Yo le dije que se lo
preguntaría a usted cuando volviera. ¿Es verdad que ustedes no creen en
Jesús?
Antonio: Gracias
por preguntármelo. Al fin y al cabo, para saber qué cree una persona, lo
mejor es preguntarle directamente a ella, ¿no le parece?
Luis: Sí,
tiene razón.
Antonio: Los
testigos de Jehová sí creemos en Jesús. Y no solo eso;
creemos que no podemos salvarnos si no tenemos fe en él.
Luis: Me lo
imaginaba. Lo que pasa es que, como mi compañero me dijo lo contrario, me
dio curiosidad. Y como nunca antes habíamos hablado del tema...
Antonio: Entiendo.
Quisiera mostrarle algunos versículos de la Biblia que explican por qué es
vital creer en Jesús. Son versículos que usamos mucho cuando le predicamos a la
gente.
Luis: De acuerdo.
Antonio: Empecemos
con las palabras que el propio Jesús le dijo a uno de sus apóstoles. Están en Juan 14:6: “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por
mí”. Según este versículo, ¿cuál es la única manera de acercarnos al
Padre?
Luis: Mediante
Jesús.
Antonio: Exacto.
Y eso es lo que creemos los testigos de Jehová. Déjeme hacerle una
pregunta. Por lo que usted ya sabe de la Biblia, ¿en nombre de quién hay que
orar?
Luis: En nombre
de Jesús, ¿no?
Antonio: Eso
es. Por eso, todas las oraciones que yo hago las hago en el nombre de
Jesús. Y todos los Testigos hacen lo mismo.
Luis: Qué interesante.
Antonio: Veamos ahora lo que dice (Jn 3:16). Este versículo es prácticamente un resumen de la vida y el ministerio
de Jesús en la Tierra. Incluso se le ha llamado el Evangelio en miniatura.
¡Así de importante es! ¿Le gustaría leerlo?
Luis: Claro. “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito,
para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida
eterna.”
Antonio: Gracias.
¿Había leído ese texto antes?
Luis: Sí,
lo he escuchado en mi iglesia.
Antonio: Es bastante
conocido. Analicémoslo bien. Jesús dijo que gracias al amor de Dios podremos
tener vida eterna, pero ¿qué necesitamos?
Luis: Fe.
Antonio: Exacto,
y específicamente fe en el Hijo unigénito, Jesucristo. Y esa idea, la de
que necesitamos tener fe en Jesús para conseguir vida eterna, se expresa en la
página 2 de la revista que le di, La Atalaya. Ahí
dice que esta revista se publica, entre otras cosas, para promover la fe en el Rey
del Reino de Dios, Jesucristo, “quien murió para que pudiéramos alcanzar
la vida eterna”.
Análisis:
Yo le diría a Luis algo muy interesante y definitivo: Lo testigos de Jehová creen en un Jesús que no tiene nada que ver con el Jesús de la Biblia, por lo que cualquier cosa que le puedan decir los TJ sobre este personaje tiene que considerarlo siempre a la luz de esta rotunda verdad. Quizá por esto, el amigo de Luis le hacía reparar sobre ello al decirle que los TJ no creen en Jesús. Veamos:
Jesús es el único Hijo de Dios, el único ser engendrado por el propio Díos, no es, por tanto, como enseñan los TJ, un ser creado, es un ser engendrado y por ello de la misma naturaleza de Dios, es Dios. (Véase los temas de la etiqueta: "Jesucristo") Teniendo esto en mente, cuando Luis vuelva a leer que tras el pecado de Adán y de quedar la naturaleza humana irremisiblemente dañada, tanto amó Dios al mundo que para conseguir su reparación nos dio a su Hijo unigénito, y, acepte que es de su propia naturaleza, comprenderá que ello constituyó la gran prueba de amor de Dios, el Padre, hacia nosotros. Porque de no ser así, la salvación no hubiese sido posible. Cualquier ser, por muy elevado que fuese, nunca podría haber restablecido el desorden ocasionado. El causante del pecado que trajo la muerte al mundo, fue un hombre, pero el ofendido fue Dios y Dios es el que demandaba una reparación. Nadie podía ofrecérsela sino el propio Dios hecho hombre. Y esto es lo que hizo a través de su único Hijo. Y así lo explica la Biblia si la interpretamos llanamente sin prejuicios que nos ofusquen la mente.